martes, 1 de julio de 2008

natalie

Siempre me había considerado valiente. Una persona fuerte. Pero ahora se que ésta es una posición dura de mantener y la debilidad acaba por romper tus defensas y conquistarte. Como a mi pobre Natalie.
Mi pobre Natalie era una mujer fuerte. Era valiente a la hora de afrontar adversidades y así lo había demostrado. Pero mi pobre Natalie cambió de la noche al mañana.
Una mañana desperté a su lado (premio que se me había concedido por haber ganado su corazón hacía ya doce años) y su cara angelical pero dura, sus ojos dulces y decididos, su boca suave y magnetizadora, todo, todo había cambiado. Estaba pálida, sudaba, los ojos muy abiertos y con la mirada fijada en la nada. Se mordía nerviosamente el labio inferior y se había provocado una buena herida sangrante. Las manos agarrotadas sujetaban las sábanas con fuerza. Parecía ausente. Parecía como si le hubieran robado el alma.
­-Esta noche he visto a Andy- me había dicho…
Se ha derrumbado, pensé. Había decidido rendirse. Pero, ¿por qué ahora? Con lo fuerte y valiente que había sido estos últimos tres años desde la muerte del pobre y desgraciado Andy…
¡Nuestro pobre Andy! El desconocido síndrome de Sackten había decidido tomar el cuerpo del débil e indefenso Andy y demostrarnos toda su crueldad. Decició deformar sus piernecitas, sus bracitos, su cabecita, lenta y dolorosamente, durante tres años, luego deformandole los órganos internos provocándo así la muerte de un angelito que cualquier mirada inocente habría confundido con un demonio.
A mi pobre Natilie y a mi nos costó el cielo y la tierra superarlo después de todo lo que habíamos luchado por darle una vida medianamente normal. Pero la verdad es que los dos lo superamos, o acaso no teníamos fuerza y valentía…
Natalie la había perdido aquel dia. Tal y como la he perdido yo hoy. La debilidad y la corbadía nos han vencido.
-He visto a Andy- me había dicho…
Ahora se que es verdad. Aquella noche le vió, y por eso se derrumbó.
Él estaba a los pies de la cama , de pie, mirándola fijamente a los ojos , sonriendo dulce pero siniestramente con su boca deformada por el Sackten. Su piel blanca como la de un muerto, sus pupilas blancas como las de un ciego. Sus bracitos torcidos extendidos hacia delante y las manitas abiertas pidiendo un abrazo. Lo se… Lo se con certeza ya que es así como he visto a Natalie estas dos últimas noches…
Ha sido hoy al volver del cementerio de visitar sus tumbas que he tomado esta decisión. La de emular a Natalie.
La mañana que Natalie despertó siendo débil fue al cementerio y ahí pasó todo el día. Por la noche decidió volver casa para abandonar la lucha definitivamente y rendirse sin condiciones… Fue cuando llegue a casa del trabajo que descubrí a mí pobre Natalie, sonriente, tomando un baño caliente en aguas rojas con una nota a su lado pidiéndome perdón…


Llevo una media hora en la bañera y el agua sigue deliciosamente caliente. La intensidad del rojo que me rodea empieza a recordárme a color del agua que rodeaba el cuerpo sin vida de mi pobre Natalie. No debe quedar mucho, ya empiezo a marearme. La verdad es que estoy muy relajado. Ser débil es bastante fácil, no siento dolor. Por eso he optado por esta opción supongo:
es más fácil que luchar y ser un heroe. Solo me da pena que no me quede nadie a quién dejarle una nota de perdón. Es triste, sin embargo, sonrío. Me siento más cerca de mi Natalie.
Ahora comprendo su sonrisa aquel día y también la de la misteriosa figura de Natalie que me visitó estas dos últimas noches.
Siento como pierdo el conocimiento.
Allá voy mi Natalie… Allá voy…







D.G.F.

2 comentarios:

Aula de Escritores dijo...

El amor y ternura del personaje hacia Natalie y el pequeño Andy están muy bien reflejados a lo largo de todo el relato y el hecho de que esté narrado en primera persona contribuye a dotarlo de credibilidad y cercanía. Los pensamientos del protagonista están muy bien hilados y aunque el final es predecible su tratamiento es sugerente y emotivo.

Ángela Alonso Amador

Anónimo dijo...

Muy emocionante y desgarrador. Contado de una manera simple logra expresar el sufrimiento de una madre y el suyo a lo largo de toda la historia. Muy triste pero excelente.
Carla Lopresti