domingo, 29 de junio de 2008

EL PATIO - Borges





EL PATIO


Con la tarde


se cansaron los dos o tres colores del patio.




Esta noche, la luna, el claro círculo,


no domina su espacio.


Patio, cielo encauzado.




El patio es el declive


por el cual se derrama el cielo en la casa.




Serena,


la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.




Grato es vivir en la amistad oscura


de un zaguán, de una parra y de un aljibe.




Jorge Luis Borges (1899 - 1986)





sábado, 21 de junio de 2008

El Viento del Bierzo --Carmen Mirones

El Viento del Bierzo

Isabel estaba impaciente por saber a donde iría con Alonso la semana de vacaciones que cogerían por el Pilar. Hacía días que estaban discutiendo por ello. Así que ni corta ni perezosa había decidido hacerlo por fórmulas mágicas.

Entró muy decidida en el cuartito de estar donde Alonso estaba sentado tranquilamente mirando la televisión. Muy sería, con voz que simulaba una orden le dijo.

─Alonso saca el mapa grande de España.

Alonso; saliendo de su ensimismamiento la miró con asombro.

─!Bueno, bueno¡ ahora voy ─y del revistero sacó el mapa que hacía un mes que estaba dando vueltas por toda la casa.

Isabel sacó del fondo de los grandes bolsillos de su falda marrón favorita, un péndulo de cuarzo.

─¿Me puedes decir qué es eso? ─le preguntó con cara de asombro.

─Mira, Alonso, estoy tan aburrida de discutir sobre el sitio donde vamos a ir de vacaciones, que he decidido ir a la tienda esotérica de la esquina para que me dieran una solución, y me han vendido esto. ─Dicho lo cual se puso a bambolear el péndulo─. Anda, pues es verdad que gira. Me han dicho que tengo que pasarlo por todo el mapa hasta que se pare. Eso querrá decir que es ahí donde tenemos que ir.

Alonso la miraba asombrado, mientras la decía.

─Estas como una cabra.

De pronto el péndulo se paró.

─Astorga ─dijo Isabel, con voz un poco desconsolada, pues le hubiera gustado ir a Canarias para disfrutar de unos días de sol. Mientras, Alonso, con la boca abierta, asentía con la cabeza; mientras rebobinaba un recuerdo.

“Hacia unos años, había leído un legajo que poseía su padre. Era un incunable en el que se contaba una leyenda”.

Alonso e Isabel habían alquilado una habitación en un albergue; era enorme, y tenía dos grandes sillones delante de una magnífica chimenea de mármol blanco, que siempre estaba encendida, con un cuadro de la Virgen sobre ella; dándole un agradable sabor medieval

Era el segundo día de vacaciones, cuando bajando de la montaña comenzó a soplar un frío viento que producía un extraño sonido; parecía una melodía tocada por los oboes de una gran orquesta. Isabel sintió que un frío recorría todo su cuerpo; no era producido por aquellas rachas, era algo más profundo que la estremecía.

─Alonso, ¿no te suena como una nana? ─preguntó con voz temblorosa.

─Eso dice la leyenda ─repuso, pasando un brazo por sus hombros.

─¿De qué leyenda me hablas?

─Ya te lo contaré delante de la chimenea.

Isabel se dejó conducir por el brazo de Alonso hacia el albergue. La posadera al verla tan descompuesta, les condujo al comedor y se apresuró a llenarles un plato de una humeante y olorosa sopa que acababa de traer de la cocina.

─Coma señorita. Ha debido de coger frío, ha salido este viento del Bierzo y…

Inés, más confortada, subió con su marido las escaleras que les conducían a la habitación. Se puso su falda marrón y fue a sentarse sobre las rodillas de Alonso; que estaba fumando su pipa.

─Bueno, ahora cuéntame lo de la leyenda. Le dijo con voz curiosa, mientras se arrebujaba en sus brazos.

─Pero Isabel; si estabas aterrorizada.

─Sí, pero eso era antes de tomar la sopa. Es que hacía mucho frío ─musitó.

Alonso, dejando la pipa en el cenicero, comenzó a contar la historia de Inés.

Verás: por aquella época; un antepasado mío, llamado Aureliano Señor de Liébana: luchaba junto al rey Ordoño I. En esas guerras lo que se buscaba era continuar defendiendo la tierra yerma, libre de moros, hasta el río Duero. Otro que también tomaba parte era el joven conde de Astorga. Estos dos personajes le interesaban mucho al rey, pues mi antepasado le proporcionaba guerreros y Fernán, que así se llamaba el conde, una defensa desde las montañas de León. Todo eso dio lugar a que el rey le propusiera a Aureliano que ya que tenía una hija en edad casadera, lo hiciera con el joven Fernán, y a cambio le compensaría con tierras en el llano. Lógicamente le interesaban a Aureliano estas condiciones; pues de esa manera, sus siervos, tendrían trigo sin tener que hacer incursiones peligrosas para robarlo en las tierras de la meseta. Pero esa es otra historia, quizás necesaria para comprender a los personajes de aquella época.

Ines, que así se llamaba la hija de Aureliano, era una bella jovencita de quince años que vivía feliz en el valle de Liébana; quizás, por ser un sitio que siempre estuvo libre de los moros se vivía con cierta libertad…

─Continúa con tu historia ─le repuso, arrellanándose más entre sus brazos.

─Bueno, prosigo: Al principio todos los pormenores del ajuar de novia la entusiasmaron. Sus nuevos vestidos; incluyendo el de novia. A esto había que añadir diferentes brocados que llevaba de dote. Los cuales habían sido requisados por su padre a los moros y judíos en sus incursiones por las tierras llanas.

Inés acudió a Astorga acompañada por su aya; ese fue el único apoyo y compañía que llevaba. Al llegar vio un castillo con almenas que parecía se iba a desplomar de un momento a otro entre las peñas.

Fernán era un joven bien parecido que se le presentó de una manera afable. Cosa que agradó a Inés, pero ese sentimiento fue cambiando por el de miedo, ya que advirtió una mirada de odio hacia ella, procedente de su futura suegra.

A los dos días se celebró la boda a la que acudieron representantes del rey Ordoño I, que les llenaron de presentes. Fueron, incluso, casados por el arzobispo con gran fausto. Inés ante tantas emociones estaba aturdida; y no era consciente que la noche se acercaba. Fue acompañada por su aya a sus aposentos donde la ayudó desnudarse y prepararse para la noche nupcial. Su madre, parece ser que la instruyó un poco sobre la noche de bodas. La suya había sido dichosa, pues ella había conocido de siempre a Aureliano; y cosa extraña en aquella época, se puede decir que su boda fue por amor.

Inés estaba temblorosa y más cuando vio que su flamante marido llegaba a la habitación rodeado de todos los nobles que asistieron a la boda, y de su temida suegra. Fernán había bebido en abundancia y no tuvo precisamente miramientos con ella. Inés vio, olió y sintió una boca que la recorría por el cuerpo. Un fuerte dolor sintió en sus entrañas; entonces Fernán mostró a todos los presentes su trofeo, un paño manchado por abundante sangre que demostraba la perdida de la virginidad de su joven esposa.

Pero no sólo acabó con su virginidad… lloró por la perdida de sus ilusiones, de su infancia, de su madre y de sus hermanos. Su única compañía era su querida aya que la consolaba de su añorada merma de libertad, en aquellas frías habitaciones donde le había encerrado su suegra para darle más independencia, según decía.

Fernán, al ver que ella no colaboró mucho en sus satisfacciones carnales, por no decir animales, decidió pasar el resto de su estancia en el castillo frecuentando la compañía de las criadas, cosa que a ellas si parecía satisfacerlas, dado las risas que por la noche se podían oír saliendo de los establos y las cocinas.

El rey reclamó a Fernán para que tomara parte en la siguiente escaramuza: así que se dispuso su marcha. Cuando se iba a despedir de Inés; a la que casi no había visto desde la noche de bodas, se le acerco su madre llevando en sus manos una especie de corsé de hierro con un candado. Él la miró extrañando, pero penetraron juntos en los aposentos de Inés. Y les dijo.

─Este cinturón es el que llevé yo cuando tu padre abandonaba el castillo para luchar contra el moro, ahora será Inés la que lo tenga que llevar cuando tú te ausentes.

La voz de triunfo de la suegra vino acompañada de una sonrisa y una mirada de serpiente, en la que se vislumbraba la venganza por sus experiencias pasadas.

Inés no entendía nada; nunca había visto semejante artilugio; y de pronto se vio enfundada en un corsé de hierro con una ligera apertura en la parte baja. El pánico fue tan grande que no supo que decir, se sintió paralizada cuando su suegra lo cerro con una llave que dio a su hijo. Éste se la colgó del cuello, y haciéndole una reverencia salió del cuarto acompañado de su madre que le miraba sonriente, mientras miraba a Inés de reojo.

Por la noche volvió a llorar entre los brazos de su aya y le preguntó qué era aquello que la habían puesto. Ella se lo explico lo mejor que pudo.

─Es para que no puedas estar con hombre alguno mientras el señor conde este fuera.

“Pero ¿con quien iba a estar ella si estaba prisionera en sus habitaciones?” Se preguntaba una y otra vez; en las frías habitaciones, donde nunca entraba el sol por las pequeñas ventanas; pero si el frío del invierno, por muchos tapices que las cubrieran.

Durante los primeros días el corsé fue una incomodidad, pero pasados quince días, el sudor, mezclado con restos de orines, heces y sangre menstrual; se puede uno imaginar que un olor nauseabundo se estaba haciendo dueño de su cuerpo. Las llagas comenzaron a hacer presencia, y los dolores inaguantables, pese a que la buena aya procuraba calmarlos con un ungüento que daban a los caballos en las cuadras.

─Los sufrimientos de la pobre niña debían de ser horribles ─murmuró Isabel con voz acongojada.

─Era la época. Pero si te va a hacer sufrir no sigo.

─Ni se te ocurra dejarme a medias ─dijo con voz enfurruñada.

─Bueno, continuaré.

A los cuatro meses regresó Fernán. Llegó con su lleve y la quitó el corsé. Parece ser que se horrorizó al ver el cuerpo de su pobre mujer. Pero su madre se encargó de quitarle cualquier sentimiento de misericordia.

─Esto es lo que tiene que sufrir todas las mujeres para que nadie dudara de su fidelidad.

Unos días después de curas con agua de rosas y tomillo, a la que la sometió su aya, tuvo relaciones por segunda vez con su marido; no es que fueran muy afectuosas, pero menos desagradables que la primera, según ella recordaba. No obstante él continuó frecuentando las cocinas y las cuadras para obtener más satisfacción física. Pero alguna vez volvía con Inés, pese a la repugnancia de ésta. Al cabo de dos meses supo que había quedado embarazada, cosa que la salvó del cinturón de castidad durante unos meses, ya que Fernán volvió a las escaramuzas.

Al cabo de siete mese Inés se puso de parto, todo el mundo pensó que el niño moriría, pero vivió. Hubo una sorpresa: tuvo mellizos, un niño y una niña. El niño fue trasladado inmediatamente a los aposentos de la abuela, diciendo ésta que dos eran mucho para que los cuidara ella, y además era muy pequeño, así que necesitaría que lo amamantara un ama de cría.

Inés se vio separada de su hijo, al que apenas veía, ya que la suegra siempre encontraba alguna disculpa para que no pudiera hacerlo.

Cuando regresó Fernán de sus batallas o escaramuzas, se entero de que tenía dos hijos, no fue una cosa que le impresionara mucho, y no entendió las quejas de su mujer reclamando el tener al niño con ella.

Pasaron unos meses en los que Fernán estuvo, como siempre, con escarceos entre las criadas, y visitando a Inés de vez en cuando.

Al cabo de tres meses llegó otra vez su marcha para luchar contra los moros, y la suegra volvió a aparecer con el flamante corsé de hierro y su sonrisa malévola. De nada sirvieron las lágrimas de Inés, y otra vez comenzó su suplicio.

Una noche, cuando iba a meter a la niña en su cuna, estuvo contemplando el cuerpecito sonrosado y las diminutas piernas moviéndose en libertad, sin ninguna llaga. Algo se apoderó de ella y con voz lastimera dijo. “Tú no vas a sufrir lo que yo estoy sufriendo.” Se arrodilló ante el pequeño altar, que tenía en su cuarto, con una imagen que representaba a la Virgen. Llorando la pidió perdón por lo que iba a hacer. Se levantó del reclinatorio, y envolviendo a la niña en un manto, la acercó a sus pechos para amamantarla; cogió otro más grande que estaba sobre la cama y se envolvieron las dos.

Todos se habían retirado en el castillo. En las almenas la guardia se había ido a las cocinas a calentarse, aprovechando que sus superiores se habían retirado a dormir. Inés subió sigilosamente las escaleras que la conducían a ellas, se dirigió a la parte donde el castillo parecía que se iba a desplomar al abismo. Era febrero, y el viento del Bierzo se oía runfar por entre las montañas. Inés apretando más a la niña entre sus pechos cerró los ojos y se lanzó al vacío mezclándose entre los copos de la nieve que caían del cielo, como si quisieran acompañarlas y arroparlas. No se sintió un quejido, nadie las oyó. Sólo que al día siguiente ni Inés ni la niña aparecieron, pese a la búsqueda por todo el castillo. Posiblemente su suegra se legrara de esa desaparición. Ahora ya nadie se interpondría entre su querido Fernán y ella. La única que lloró por ella fue su fiel aya.

Las montañas estaban cubiertas de nieve y fue, a partir de entonces, cuando el viento del Bierzo comenzó a sonar de una manera diferente. Sus cuerpos no fueron encontrados hasta la primavera, cuando después del deshielo, un pastor vio a unas aves de rapiña hacer círculos sobre unas peñas; él creyó que era una oveja que se le había perdido hacía dos días. Pero al acercarse vio un bulto de ropas. La cara de Inés no existía, había sido comida por las alimañas, pero la de la niña se había mantenido intacta al estar protegida por los mantos, apretados todavía por los brazos de su madre y la nieve que las había cubierto hasta entonces.

Hubo gran alboroto en toda Astorga. “El fuerte viento del Bierzo las debió de lanzar fuera de las almenas”, decían las gentes. Nadie quiso decir o saber que fue Inés la que se lanzó entre la nieve aquella noche de febrero. El conde Fernán hizo que se celebraran unos grandes funerales a los que asistió toda la nobleza. El acongojado padre de Inés también estuvo presente. Sus cuerpos fueron enterrados en uno de los muchos monasterios que existían en Astorga. El aya regresó de nuevo a Liébana, y con sus historias dio pábulo a la leyenda.

Fue entonces cuando las llamas en la chimenea chisporrotearon y saltaban como fuegos artificiales, iluminando el cuadro de La Virgen amamantando al Niño.

Isabel sollozando se dejó resbalar hasta la alfombra; unos gruesos lagrimones corrían por su rostro; y al sacar un pañuelo del bolsillo, el olvidado péndulo salió enroscado a él. Al tenerlo entre sus manos le dejo que se moviera libre a la manera de un manómetro; y a su ritmo, el viento del Bierzo que entraba por las ranuras de las ventanas comenzó a sonar como una vieja nana.

…duérmete lucerito

De la mañana…

Carmen Mirones 10/04/08

ASESINATO EN LA MAGDALENA --Carmen Mirones

ASESINATO EN LA MAGDALENA

Antonio Solórzano estuvo repasando su armario para ver que ropa se pondría. Lo hizo con una meticulosidad excesiva. Aunque no lo vería así quien le conociera.

Habían pasado cinco días y parecía que todo hubiera pasado aquella mañana. Estaba esperando la llamada del comisario que le había anunciado la centralita de la comisaría. Mientras aguardaba se puso a releer, por enésima vez, las noticias de aquel suceso.

Diario Montañés 11 de julio

Ayer: a las 10 de la mañana; Api, la dálmata del señor Antonio Solórzano, descubrió el cadáver de Berta Bustillo medio escondida entre la vegetación de la bajada a la Playa de la Magdalena desde el Paseo de Reina Victoria. El susto del señor Solórzano fue mayúsculo cuando ante los ladridos y carreras de su inteligente perra se encontró con el macabro espectáculo de una joven muerta con un arma blanca. Inmediatamente avisó con el móvil a la policía, que se personó en menos de quince minutos. El sonido de la sirena desconcertó a los madrugadores que hacían “footing” por Reina Victoria…

Eso era parte de la noticia que apareció aquel día en los dos periódicos de la ciudad, así como en los nacionales.

Antonio Solórzano no lo percibía de aquella manera tan somera cuando leyó la noticia en primera página. El escalofrío del día anterior volvió a recorrer su cuerpo, y los recuerdos le asaltaron de nuevo. El encuentro que tuvo con Berta el verano pasado no se apartaba de su mente desde que se enteró que estaba en Santander. Y ahora su cuerpo muerto entre los árboles le perseguía desde aquella mañana.

“─Api, ¿qué te pasa corriendo tanto hacia los árboles? ya sabes que no me gusta que vallas por ahí, hay botellas rotas y te puedes cortar─. Pero Api no me hacía caso, una y otra vez iba y volvía ladrando sin parar.

“Intrigado me metí entre la vegetación y descubrí su cuerpo. ─Dios, aquel cuerpo tirado allí, con los ojos ciegos mirando a… no sé a donde. Lo notifiqué inmediatamente.

“─Policía Nacional ¿dígame?

“─Mire, acabo de encontrar el cadáver de una mujer en la bajada a la Magdalena desde Reina Victoria ─mi voz temblaba.

“─¿Un cadáver? ─Preguntó la voz con un sonido mecánico, quizás por estar acostumbrado a oír las noticias más variopintas, y la mitad de ellas bromas pesadas.

“─Si señor, aquí está, entre los árboles de la bajada a la Magdalena

“─Su nombre por favor.

“─Antonio Solórzano. Por favor vengan enseguida, yo no sé lo que tengo que hacer ─mi voz asustada creo le hizo comprender que la cosa iba en serio.

“─Repitame en que sitio, y ahora mismo irá un coche patrulla. No se mueva y no se preocupe; y sobre todo no toque nada.

“Repetí el lugar. Mientras aguardaba recordé la infinidad de novelas policíacas que había leído, y en todas ellas decían las mismas palabras, “no toquen nada”. Dios,”No toquen nada”; si lo que tenía eran ganas de salir corriendo. Durante la espera mis ojos intentaban apartarse del espectáculo de aquel cuerpo joven totalmente ensangrentado; era un cuadro que me tenía hipnotizado.

“─¿El señor Solórzano?

La voz autoritaria me sonó amenazadora ─mas… ¿de que iba a tener miedo? me dije.

“─Sí, Antonio Solórzano ─y le tendí mi mano sudorosa─. A…a…anoche cuando subí por las escaleras después de mi baño no vi nada ─creo que mi voz sonaba a disculpa.

“─Soy el inspector Rodríguez. ─su boca hizo una mueca que quería ser una sonrisa, y me dio una palmadita en la espalda─. Es de los valientes ¿he? De sus datos al sargento y ya se puede ir. Más tarde le llamaremos para que haga su declaración en la comisaría. Y entonces me explicará eso de anoche. ─Esta vez su voz quería sonar amable.

“Al medio día acudí a la comisaría. Expliqué que todas las noches bajaba a la playa a darme un baño. Siempre iba con la perra, pero esa noche bajé solo. Era un poco tarde y no quise despertar a los vecinos. Tenía miedo que ladrara.

“No sé porqué, el inspector me cogió simpatía, al menos eso creí, y me hizo participe de sus descubrimientos; mientras paseaba arriba y abajo del pequeño despacho.

“─Mire, Antonio ¿puedo llamarle Antonio?

“─Por supuesto; no faltaba más.

“─Mire: yo tengo la costumbre de emplear a mi mujer para hacer la réplica de mis dudas o aciertos. Ahora, en este momento, está en el pueblo con su madre. Por lo qué, si no tiene inconveniente, podría usted hacer las veces...

“Asentí asombrado. Tuve la sensación de ser Watson o Hasting. Él me recordaba más a Colombo…sin gabardina; y yo era su mujer invisible. Usted es socio del Tenis ¿no?─.Me preguntó, siguiendo su hilo mental.

“─Sí; claro.

“─Pues yo no lo soy ─dijo con sorna.

“─Podría usted acompañarme allí para ver que nos cuentan. ¿Le molesta?

“─No: ¿Por qué me iba a molestar. Iré con usted.

“─¿Vino usted en su coche?

“─No; vine en autobús. Demasiado problema para aparcar.

“─Es igual: iremos en el mío particular. No se preocupe. Ja,ja.

“Me cogió por el brazo y nos dirigimos al aparcamiento oficial.

“En el Tenis. Los camareros habían recogido el comedor y se encontraban ya en la cafetería sirviendo cafés y copas.

“─Antonio, por favor, no se entretenga. No quisiera llamar la atención. ¿Qué hace ahí agachado?

“─Perdone; se me había soltado un cordón del zapato.

“─Cree que nos servirán una comida ligera. Yo no he comido, y la verdad, tengo hambre.

“─Supongo que no habrá ningún problema. Siempre hay alguien que se retrasa. Ahora llamo al maitre.

“─Felipe;por favor: acabo de encontrarme con este viejo amigo y no hemos comido ¿Podría la cocina prepararnos algo?

“─No faltaba más, señor Solórzano. Ahora mismo les traigo la carta.

“Amablemente nos la trajo.

“─Nos queda una ración de lubina. U hoy tampoco le apetece ─dijo sonriendo.

“─Mira Felipe: hoy no te la rechazo. Si mi amigo no la prefiere a la carne.

“─No, por Dios. Que me va a importar. Yo soy más carnívoro. Ja, ja. No se hable más; tráigame un buen filete de solomillo poco hecho.

“Lo dijo en un tono que se me puso la carne de gallina.

“Después de comer tomamos un café y encendimos un purito. Entre aro y aro de humo rompió su mutismo.

“─Por favor: presénteme al maitre con disimulo. Quiero hablar con él privadamente. No le importa ¿verdad?

“Le envié a Felipe; advirtiéndolo antes de que era el comisario de policía. Les dejé, y me acerqué a las pistas de tenis haciendo ver que me interesaba el partido de tenis, y saludé a unos amigos. Cuando regresé a la mesa, le vi que estaba pensativo. Firmé la nota de la comida y nos despedimos de Felipe.

“ ─Si, claro. ¿Por que lo pregunta?

“─Es por si tiene un traje de baño para dejarme y darnos un remojón para relajarnos.

“Me extrañó la petición, pero le conduje a mi casa que estaba en el mismo Paseo de Reina Victoria y salimos al balcón donde tenía colgado el traje de baño y la toalla que le iba a dejar.

“─Están un poco húmedos. Son los que utilicé anoche.

“─Es lo mismo, no se preocupe. ¿Me acompaña?

“─No; hoy no tengo ganas de baño, demasiadas emociones.

“Cogió el traje de baño y la toalla, Sonrío asintiendo, y se despidió con la consabida palmada en la espalda y salió de mi casa diciendo.

“─Hasta la vista entonces. No se preocupe, que se lo devolveré. Ja,ja,ja.

A las 9 de la mañana Antonio oyó la cerradura de la puerta. Filo; la señora que le venía todos los días entro angustiada con el periódico en la mano.

─Señorito; es terrible todo lo que dice la gente. No sé lo puede imaginar en la panadería me han dicho que…

─Calma Filo; Ha sido una desgracia. He estado ayer toda la tarde en la comisaría. Anda prepárame el desayuno y dame el periódico.

Al quedarse solo cogió el periódico y se dispuso a leer la noticia para calmar sus nervios.

…Berta Bustillo: que así se llamaba la joven encontrada muerta, era una chica nacida en Santander, de buena familia, y que vivía en Barcelona; ya que había ido a vivir allí para trabajar… le había salido un buen trabajo de ejecutiva… Su cuerpo ha sido acribillado a cuchilladas ,35. No faltaba ninguna joya ni ha sido violada. Los zapatos estaban tirados entre los arbustos… tampoco ha sido movida del sitio… La policía cree que podía haber sido un maníaco…

Se reclinó en el respaldo del sillón y se puso a repasar los que le había comentado el comisario Rodriguez.

“─Es casi imposible pensar que haya sido un maniático homicida. Treinta puñaladas no las dan a menos que tengas mucho odio hacia esa persona, lo que hace pensar que es una persona conocida por ella.

“Yo asentía a sus palabras, y pensaba lo mismo que él. Por las novelas policíacas que yo había leído, las puñaladas repetidas eran sinónimo de odio, y habían sido 35.

Al día siguiente obtuvieron los resultados de la autopsia. Y volvió a llamarle para comentar los hechos

“─Lo más extraño es que en la autopsia se ha visto que el arma con que la mataron tiene la hoja en forma de sierra, como el cuchillo de mesa que se utiliza para cortar la carne.

Miré mi Rolex de oro. Rodríguez seguía sin llamarme. Me acerqué a la cocina y tomé un vaso de agua. Cogí el periódico de hacía tres días. En primera plana venía la foto de Berta y un extenso reportaje.

La joven había venido a las Bodas de Plata de unos tíos, que habían celebrado en el Tenis. Parece ser que a eso de las dos de la madrugada ella decidió regresar a su casa. Se interrogó a los asistentes, principalmente a un antiguo novio. Este afirmó el haber estado hablando con ella, pero no se vio que tuviera motivo para matarla. Su relación había terminado antes de ir ella a Barcelona; e incluso él se va a casar el próximo año. Es más; dijo que el verano anterior le pareció que su vuelta a Barcelona había sido más una huída que otra cosa. Se marchó a la semana de haber llegado. Eso al menos le había dicho una amiga común…

Antonio ya lo había hablado con el comisario, mientras este se paseaba por el despacho, con los pulgares metidos por el cinturón del pantalón como cualquier John Wine.

“─Qué le parece. El novio podía tener viejos rencores ¿no?

“─Sí es muy posible ─le respondí con una voz engolada por la importancia que sentí al contar con su confianza.

“─¿La conocía usted? ─preguntó de sopetón. Lo qué por estar cerca de mí me produjo un sobresalto.

“─Oh, aquí nos conocemos más o menos todos, ya sabe, y la familia Bustillo es de las de toda la vida. Era una chica muy guapa y lanzada antes de ir para Barcelona. A lo mejor alguien la siguió o había quedado con ella en la playa ¿no?

“ Él asintió con la cabeza

“─No es mala idea.

Antonio se entusiasmó al ver que tenía en consideración sus ideas.

“─¿Sabía que se tomó solomillo en la cena?

“─ No; no me lo había dicho. ¿Que importancia tiene eso? ─. Pregunté mosqueado.

“─No, nada. Era una pregunta cualquiera. Me preocupa que los cuchillos de carne del Tenis coincidan con las heridas de las puñaladas.

“─Claro; ahora entiendo por qué menciona al antiguo novio ¿no?

Suena el teléfono, por fin, a las 10 de la mañana.

─¿Señor Solórzano? Es la policía. Le ruega el comisario Rodríguez que se persone inmediatamente.

La Voz del teléfono no admite réplica. Se miré al espejo. La chaqueta azul y el pantalón blanco estaban impecables. La camisa de seda se le empezaba a pegar al cuerpo; cosa que le molestó, pero no tenía tiempo de cambiarme.

─Adiós; Filo: no me espere para comer, se puede ir cuando acabe. Hasta mañana.

─Adios señorito: hasta mañana.

Cuando llegué, la cara de Rodríguez, no parecía tan amable como había sido hasta el momento.

─Vamos a ver, Antonio, usted dice que su perra encontró el cadáver ¿es así?

─No digo, es como fue. Si quieren la traigo para que la interroguen.

─No, no hace falta ─repuso, como si la ironía no fuera con él.

─Dice que no conocía a Berta ¿verdad?

─Bueno…sí… la conocía. Usted no me lo preguntó. Incluso en los veranos tomamos algunos vinos por la movida. Ya sabe, por Cañadío y alrededores.

─Ya, ¿y el verano pasado…?

─No fue nada del otro mundo. Yo…

Antonio iba dando datos cada vez más nervioso.

─Usted el miércoles pasado comió en el Tenis ¿recuerda? ─sus ojos profundos me miraron interrogantes.

─Si, ya le dije que comía muchas veces.

─Y comió solomillo ¿verdad? Pese a que el camarero le dijo que tenían una ración de lubina, como a usted le gusta ¿no?

La voz no le salió y se quedó con la boca abierta.

─Usted el verano pasado se sintió ridiculizado por Berta ¿recuerda?

─Oh, eso fue una tontería, ya se lo he dicho.

El sudor comenzaba a bajar por su frente, la camisa estaba completamente pegada a su cuerpo; las manos cada vez estaban más pegajosas.

─Si, lo extraño es que pese a ser una tontería se acuerda del hecho, aunque yo no se lo he especificado. Mira Antonio, dejémonos de tonterías: va a ser detenido por el asesinato de Berta Solorzano.

─Pero… ¡que tiene contra mí!

─La toalla, el traje de baño, el cuchillo. Usted utilizó la toalla para que no goteara la sangre del cuchillo que usted había tomado “prestado” del Tenis, y devuelto la tarde del asesinato cuando se brindó para acompañarme para hacer unas preguntas a los camareros. En la cafetería se agachó como si tuviera el cordón del zapato suelto, y yo los había visto perfectamente atados. Los camareros encontraron un cuchillo de carne entre las mesas, cosa extraña en la cafetería, y más, si tenemos en cuenta, que era el día después del banquete. Aquella mañana se había limpiado todo y colocado las mesas en su sitio

La dejo allí muerta… Usted estaba vestido con traje de baño, cosa que no extrañaría a nadie; ya me corroboraron los vecinos su costumbre. Así que se metió en el agua y limpió la sangre del traje de baño y la toalla. Usted no sabía que la sangre no es fácil de limpiar en una toalla tan buen como la suya. Cuando la vi con la humedad del salitre, comprendí que era muy raro en usted, tan pulcro, el haberla tendido tan mojada de agua de mar; lo más normal, es que lo hubiera echado a lavar. Quizás tuvo miedo que Filo se diera cuenta. Aunque supongo que creyó necesario demostrar lo del baño: y su convicción nos sirvió para poder hacer unos análisis, cosa que hoy, gracias a Dios y a la ciencia, tenemos forma de descubrir manchas de sangre por medio de rayos especiales, y al analizar el ADN de la sangre que encontramos en ella fue lo definitivo. Era la de Berta.

─Usted debe de leer novelas policíacas, pero se le han olvidado ver las series de la televisión ─decía con los dientes apretados─ ¡Por favor! quitadme de delante a este mal nacido, que bastante lo he tenido que aguantar sospechando de él.

Diario Montañes 25 de setiembre

Hoy ha entrado en el penal del Dueso Antonio Solorzano acusado del asesinato de Berta Bustillo el 10 de julio

El periódico de hace una semana descansa en el suelo de la celda. Un hombre con la barba de hace tres días y el traje de presidiario está sentado a una mesa de madera de pino. Los ojos le giran en sus órbitas. Emprende un monólogo.

Así que ahora estoy en el Dueso, en un departamento aislado, pues temen que sean los mismos presos los que me maten. Quizás fuera lo mejor. Yo ya estoy muerto desde antes que Berta se fuera a Barcelona. Nunca supo nadie del amor que sentía por ella. De su primera burla, cuando balbuceante, a los dieciocho años le pedí que saliera conmigo y ella se rió. Me humilló; lo mismo que el verano pasado; aunque entonces yo la asusté. Ja, ja.

El sonido de esa risa que envuelve locura, retumba en el ala del penal.

Esta vez gané yo, yo. La muy entupida por curiosidad ─según me dijo─ acudió a la cita que le di por la mañana para pedirle disculpas por mi comportamiento del verano pasado. No se creyó el que yo, un ser tan pusilánime, bajara todas las noches a bañarme a la playa con la perra. No se dio cuenta que esa noche iba solo. Fuimos andando despacio por la arena; ella con los zapatos en la mano, escuchando las disculpas que yo la iba desgranando en sus oídos, y me creyó la estúpida. La conduje en dirección a las escaleras para que continuara su camino hacia Puerto Chico. Nunca supuso que el idiota de Antonio le pudiera hacer daño a ella. ¡Ella, siempre ella! Aún veo su cara de asombro cuando la tiré sobre la tupida vegetación y allí lo hice. Aún siento el placer que sentí cuando el cuchillo penetraba en su pecho una y otra vez, entre sus costillas, rompiendo su corazón, como ella había roto el mío. Ja, ja ¡roto, roto, roto…Ja, ja…

martes, 17 de junio de 2008

Somos eléctricos

“Los colchoneros tenemos prohibida la palabra duro. Nosotros decimos firme.” “Vale, firme, éste es más firme que el otro, ¿no?” “Va a sensaciones, los dos son de MI” “¿MI?” “Muelles independientes, lo único que cambia es el recubrimiento, éste es de viscolástica.”

Viscolástica, me suena, diría que tiene algo que ver con la NASA. El tema sideral no me impresiona. Me imagino durmiendo en una urna de aluminio y cristal, flotando entre nebulosas y estrellas enanas, roncando a la puerta de Tannhäuser. No acabo de hacerme a la idea.
Vuelvo al primer colchón, me estiro otra vez. “Ponga, ponga los pies, para eso está el plástico” Me estiro del todo, mis pies rozan el escaparate. Una niña pasa. Luego una pareja de viejos y después una mujer con un carrito de la compra. “Éste es más blando” “No es blando, es suave” “Ya” “¿Le cuelga la cabeza?” “¿Cómo?” “¿Le cuelga la cabeza para atrás?” “Perdone, no le entiendo” “Si el colchón fuera blando, no aguantaría, su cuerpo estaría más hundido que su cabeza y usted la notaría caer hacia atrás”
No, no se cae, debo admitir, a regañadientes, me apetecía decir que éste colchón era blando. “Éste tiene el recubrimiento de látex” “¿Látex?” “Sí, la mayoría de colchones de gama alta llevan látex” Cedo a la tentación y me imagino embutido, casi amortajado, en un condón gigante, avanzando a pequeños saltitos por mi nuevo dormitorio. “No tenía ni idea de que se usara para fabricar colchones” “Pues ya hace años, ¿cuánto hace que se compró su colchón actual?” “Once, se lo compré a usted” “Ah, en esa época no salíamos de los muelles o la espuma…todo ha cambiado mucho” “Sí, supongo que sí”
Suena el móvil, me levanto a por mi chaqueta y lo saco del bolsillo. Tarde, han colgado. Es Laura, seguro, nunca espera más de dos o tres tonos sin colgar. La llamo yo, pero comunica. Quizás está dejándome un mensaje. Llamo al 123. “Hoy saldré tarde de la oficina, no vengas hasta las nueve”. Su voz suena alegre.
“La industria colchonera consume ya más látex que el sector de los profilácticos” “Ah, ¿sí?”. “Sí, desde que se empezó a usar en nuestro campo los precios del látex no han parado de subir. Yo creo que los Durex y compañía no están muy contentos. En el último congreso no parábamos de hacer bromas” Sonrío estúpidamente, veo a cincuentañeros con bisoñé riendo y gritando en el bar del hotel, proclamando la era del descanso, follar forma parte del pasado. O quizás follar también es una palabra proscrita en la colchonería. ¿Usan copular, hacer el amor? No sé.
Qué tiene de alegre llegar tarde, decirle a alguien que no se pase hasta las nueve. Tal vez el retraso es buscado. Una reunión a última hora con un compañero alto y guapo. Cuando ya no queda nadie en la oficina. Relajados los ánimos, él se habrá remangado ya, tú te abres un botón de la camisa, movida por el calor o los nervios.
“Han salido muchas novedades en los últimos años. Los de MI llevan un filamento de carbono entre muelle y muelle” “¿De carbono?” “Sí, descargan nuestros iones negativos. Ya sabe, somos eléctricos. Pero a las yayas no se lo explico, no entienden nada, son capaces de creer que el colchón da calambrazos, je je” Sonríe y descubre unos caninos, inútiles supongo, para el día a día de un colchonero.
Cómo se puede decir con alegría no vengas hasta las nueve, llegaré tarde a casa. Qué tiene eso de alegre, si quién viene a tu casa a las nueve es tu marido, del que te estás separando, y viene a llevarse la enésima caja de cartón a su asqueroso flamante piso de 40 metros.
“Claro que si quiere ir a lo tradicional siempre podemos optar por un buen colchón de muelles de los de toda la vida, los que se fabrican ahora son excelentes” Miro a Anglada y por unos segundos no sé qué decir. “Los de ahora son muy buenos, mejores que el que compró en su época, seguro que el que se quede ahora le va a durar más de once años” Ya.
Piso que le ha costado una pasta y que es una mierda comparado con el dúplex en el que vivíais juntos, que te has quedado tú tras pegarle la patada en el culo. Bueno, la verdad es que dicho así quizás sí que tienes motivos para estar eufórica. El que no tiene razones para estar contento soy yo.
“Después miramos los precios, verá que son bastante buenos, tenemos un acuerdo en exclusiva con los fabricantes. Son de Valencia, llevo trabajando con ellos desde hace tiempo y nunca me han fallado” “Qué bien” “Es importante, yo tengo una reputación a mantener. No se trata de colocar lo más caro. Tengo una visión de negocio a largo plazo y quiero que el cliente quede contento. Como usted, mire, once años después y ha pensado en mí para solucionar su problema de confort”. Será cabrón, problema de confort, ahí el tío la ha clavado.

jueves, 12 de junio de 2008

La soledad de Rose

Rose había sido soltera durante toda su larga vida, igual que su hermana menor – que en paz descanse-, y su hermano Louise, muerto también desde hace tiempo ya. Rose y su hermana Clarette siempre había compartido el gusto por las artes, Rose solía escribir en el porsche de la gran casa que habían heredado (junto a una nada despreciable fortuna) mientras su hermana se dedicaba con esmero a pintar los paisajes de los grandes campos que eran también parte de sus bienes familiares. Louise, en paralelo, cumplía con las obligaciones de “hombre de la casa” y llevaba las finanzas, aunque su actividad preferida consistía en pasarse tardes enteras jugando al ajedrez desafiando a su propio intelecto, en partidas donde las blancas y las negras batallaban bajo sus mandos.
Junto a la casa, había una vivienda más humilde y sencilla que habitaban sus caseros Greta y Sam, sus tareas consistían básicamente en mantener limpios los establos, cuidar de los jardines y los animales, preparar las comidas y cosas similares.
El invierno en que Louise murió de neumonía, sus hermanas, de fuerte temperamento, tomaron las riendas del hogar sin problemas, ejercieron así el papel de jefas de los peones que trabajaban en los campos y no perdieron ni un ápice de autoridad frente a sus criados Greta y Sam. Sus vidas realmente no se vieron afectadas por la ausencia de su hermano, en cambio cuando Clarette murió de una enfermedad que los médicos no lograron diagnósticar, Rose se encontró perdida, y con sus más de setenta años, estaba débil pero obstinada a continuar ella sola con la responsabilidad de matriarca solitaria que sentía le pertenecía. Siempre pensaba en sus largas conversaciones con Clarette acerca del misterio del más allá, y nunca olvidaría las últimas palabras de su hermana: “si hay algo más luego de ésto, te lo haré saber”. fueron para ella una promesa de reencuentro y la calmaban mucho cuando la extrañaba.
Greta y Sam nunca habían sentido verdadero cariño por sus patrones, pero habían trabajado en esos apartados campos durante más de la mitad de sus vidas, y si bien nunca vivieron como criados normales, ya que el dinero jamás había sido un problema para ellos, se sintieron defraudados cuando tras la muerte de Louise en su testamento sólo legaba a sus sirvientes la casita donde estaban y algunos campos.
Rose estaba en el porsche cuando escuchó el sonido de pasos en las escaleras que llevaban al segundo piso “¿Greta eres tú? ¿Sam?”, preguntó mientras se levantaba, los pasos cesaron. Encendió una vela y entró a la casa en silencio, parecía que allí no había nadie más que ella, y hasta donde tenía entendido, sus empleados en ese momento estaban aún limpiando las caballerizas, así que supuso que debían de ser imaginaciones suyas. Se sentó a bordar a la luz de un farolito de queroseno frente a la chimenea cuando nuevamente sintió el sonido de alguien caminando dentro de la casa, sintió un escalofrío en las vértebras y volteó para mirar las escaleras que a sus espaldas asomaban por el arco que separaba el salón del recibidor “¿Sam? ¿Greta?”, nadie respondió. El reloj de pie sonó ocho veces, se alegró al pensar que sus criados estarían pronto de vuelta para preparar la cena. Los pasos una vez más, hizo la pregunta nuevamente, y otra vez el silencio regresó a ella. Cogió su bastón y el farol, luego subió las escaleras, uno a uno los escalones se mostraban bajo la tenue luz y al llegar al último peldaño observó que la habitación que solía ocupar su hermana estaba abierta, Rose sólo pudo pensar en lo que Clarette le había dicho antes de morir. Avanzó por el pasillo en penumbras hasta la entrada del dormitorio, había un vestido sobre la cama, y retrocedió entre confusa y asustada, luego los pasos retumbaron nuevamente, ya un poco desesperada gritó “¡¿Quién anda ahí?!”, escuchó un extraño sonido, como un susurro en las escaleras, y se dirigió a ellas, no con el propósito de investigar, sino el de salir de la casa. Sus manos temblaban, y la desesperaba no poder ver más allá de lo que alumbraba su farolito, objeto al que se aferraba como si fuera lo único que le quedaba en el mundo, dió un paso, luego otro, quería mantener la calma pero arrebatada por la ansiedad avanzaba a toda velocidad, se sentía observada. Al llegar al último escalón vió una serpiente de cascabel, asustada intentó correr, pero resbaló y cayó por las escaleras.
Despertó en su cama, junto al médico de la familia “Qué susto nos ha dado Rose, tiene usted los huesos débiles y debe ir con más cuidado”, ella preguntó por la serpiente y el doctor la miró con un gesto de sorpresa en el rostro “No había ninguna serpiente, Sam estaba en la cocina cuando la escuchó gritar en la caída, no es bueno que entre en la habitación de su hermana, sé que es reciente su pérdida, pero quedarse entre las cosas de Clarette puede confundirla mucho, lo mejor es que descanse y ya verá como el tiempo cura las heridas”, Rose le explicó lo sucedido y el doctor, tras una silenciosa pausa le dijo que tras la pérdida de un ser querido es normal tener lagunas en los pensamientos y que a su edad –sin ánimos de ofender- lo era aún más. Greta entró en la habitación “Aquí le traigo un zumo señora, ¿se encuentra mejor?”, Rose estaba confundida “¿Dónde estaba usted cuando me caí? ¿y Sam? los he llamado repetidas veces”, preguntó de forma incisiva. “Yo estaba en las caballerizas, y Sam preparándole la cena, él no quiso molestarla cuando notó que usted estaba en el cuarto de Clarette, aunque como pasó bastante tiempo allí estaba preocupado”, repondió la mujer con tono cariñoso. “Bien yo debo irme”, dijo el médico, “Cuídese ¿vale? Greta tiene unos calmantes que le administrará para el dolor. Debe descansar”, le palmeó la mano y ambos salieron. Mientras bajaban, Greta le expresó lo preocupada que estaba por su ama, y el doctor, que conocía muy bien a la familia, le dió unos sedantes mientras le decía: “Ella nunca accedería a tomarlos, pero creo que el episodio que tuvo es una mezcla de dolor por la muerte inesperada de Clarette y demencia senil, ésto la tranquilizará, yo vendré a ver como sigue en dos días.” Greta le agradeció al hombre su ayuda y lo acompañó hasta la salida. Luego se dirigió a la cocina para hablar con Sam acerca de lo ocurrido.
Rose miró a su alrededor con espanto, le dolían mucho los brazos y el costado, y no lograba explicarse lo sucedido. En la mesa de noche el zumo de zanahorias junto a la campanilla que usaba para llamar a sus sirvientes le recordaron de alguna manera lo vieja y sola que se encontraba, explotó en llanto. Luego, para calmarse, bebió un poco de zumo y tras ello se sintió algo mareada, se quedó dormida. Despertó cuando era ya noche cerrada y la oscuridad le asustó bastante, entonces encendió una vela. Notó que la cena estaba sobre una mesita al costado de su cama, se enderezó y comió un poco, aunque la dejó aparte al advertir que estaba fría, vió que había calmantes junto a la bandeja, así que los tomó con más zumo de zanahorias. Se puso las zapatillas de cama y se dirigió con la vela en la mano hacia el lavabo, al salir al pasillo la oscuridad lo cubría todo, con excepción del radio de luz que provocaba la llama. Avanzó por la casa, sólo se oía el crujir de algunas maderas del suelo bajo sus pies. Todo parecía normal pero seguía percibiendo esa horrible sensación de unos ojos en su nuca. Entró al lavabo y orinó, luego puso la vela frente al espejo para lavarse las manos, sintió frío y al levantar la vista notó que algo pasaba por detrás de ella dibujándose como una sombra en el espejo, lanzó un grito ahogado y cogió la vela como si fuera un arma apuntándola en dirección a la bañera, pero en el brusco movimiento la llama se apagó, sintió pánico, un pánico irracional que nacía desde sus entrañas y la revolvía por dentro, fue hacia la puerta, pero no la encontró hasta varios intentos después, y al intentar abrirla sentía que alguien la cerraba por fuera, tirando hacia el lado opuesto. Quiso gritar pero no pudo, estaba segura de que no estaba sola en el lavabo e iba notando poco a poco como sus músculos se aflojaban cada vez más, estaba temblando y no conseguía abrir la puerta. De repente la puerta se abrió y ella cayó al pasillo, intentó levantarse pero no pudo, no veía nada y eso la desesperaba aún más, el agotamiento que sentía se apoderó de ella y se desvaneció. Abrió los ojos cuando Sam la tenía cogida por las piernas, ella no lograba establecer un contacto con la realidad, estaba mareada y veía borroso, tampoco podía escuchar con claridad las voces de quienes estaban allí, también había notado que alguien más la tenía levantada, ya que Sam le hablaba a una persona que la tenía sostenida por el torso. Reconoció el camino a su habitación, al pasar frente a la habitación de la difunta Clarette vió que la puerta estaba abierta y todo en su interior estaba revuelto. La pusieron en la cama, y se quedó dormida intentando entender lo que Sam decía. Despertó por la luz del sol en su cara, Greta estaba sentada a su lado. La miró y le preguntó que qué había sucedido. Greta le explicó que el médico acababa de irse y que había sufrido un desmayo en mitad de la noche. “¿Quién estuvo metiendo mano entre las cosas de Clarette Greta?.” “Usted señora mía”, dijo Greta con tono maternal, “¿Acaso no lo recuerda?.” “No es verdad, yo sólo fui al baño, alguien me dificultó abrir la puerta y caí.” “Señora Rose, en el baño había ropa de su hermana, ésta muy confusa, dijo el doctor que es normal que usted se olvide de ciertas cosas, lo llamó algo así como bloqueo emocional.” “Me duele la cabeza”, contestó Rose con tono exigente para disimular su confusión aún mayor al observar que el cuadro que estaba en su pared era uno distinto pero del mismo paisaje, que también había pintado Clarette. Prefirió no decir nada al respecto, bebió los calmantes que el médico le había prescripto, ordenó a Greta que se retirase y se quedó dormida tras una sensación de mareo.
Al despertar, lo primero que vió fue el rostro de Sam, intentó hablar pero no pudo, estaba muy mareada y no comprendía lo que decía el hombre. Greta entró en la habitación también, ambos sonreían y hablaban, pero ella no lograba entender. Sam se acercó, ella tuvo miedo, se sentía impotente, apenas podía racionalizar las cosas, y le resultaba imposible moverse, sentía sus miembros entumecidos y le dolía mucho la cabeza. Sintió como las manos de Sam le abrían la boca ejerciendo una fuerte presión sobre su mandíbula, le dolía mucho, luego esas manos sucias le echaron zumo de zanahorias directo a la garganta, la obligó a tragar y tras unas arcadas notó como el zumo iba avanzando lentamente hacia su estómago, espeso y tibio se abría paso por su cuerpo. Sintió más debilidad que antes, hubiese querido gritar, despedirlos, pero no podía hacer nada. ¡El médico había entrado!, ahora se iban a enterar éstos dos; el hombre la examinó y le dijo algo a Greta, luego meneó la cabeza y se fue. Ella se quedó dormida nuevamente.
Al abrir los ojos seguía en la misma situación, sin capacidad de moverse ni de hablar, se sentía húmeda, seguramente se había meado. La oscuridad le aterraba, escuchó ruidos provenientes del cuarto contiguo, del de Clarette, no pudo resistir despierta y sus párpados se cerraron otra vez.
Cuando despertó, Greta le metía zumo en la boca y ella lo escupió, la sirvienta se puso histérica, gritó cosas que Rose no entendía, entró Sam y le hizo beber el vaso entero. Estaba desesperada, intentó resistir despierta, pero no lo consiguió. Al espabilarse le aterrorizó la imágen de un sacerdote haciendo gestos de cruces sobre su cuerpo, intentó gritar, pero su lengua entumecida sólo le permitió que un hilo de voz rasgada escape. El cura se fue tras la extrema unción. Hizo fuerzas para levantarse, sus uñas se clavaron contra el colchón húmedo, el fuerte olor a pis le penetraba la nariz provocándole aún más náuseas de las que ya tenía, sus músculos estaban débiles y temblorosos, tanto que no le permitieron ningún movimiento. Las lágrimas brotaban de sus ojos rodando hacia las comisuras de su boca pero no podía llorar a gritos como hubiese deseado, poco a poco fue durmiéndose de nuevo.
Cuando volvió en sí Sam estaba a su lado, pero no había forma alguna para ella de comprender lo que él le decía, de repente y a su vez de forma lenta, ya no era Sam quién se dirigía a ella, sino Clarette, pero tampoco comprendía sus palabras. Rose parpadeó para aclararse un poco y con cada uno de sus pestañeos la imágen de su hermana se hacía mayor y más cercana, hasta que ésta le pidió: “Rose firma tu también ésta carta para Louise, él también te espera querida.” Rose se tranquilizó al escuchar la voz de su hermana, “Tengo miedo Clarette, tengo mucho miedo”, dijo mientras firmaba. La imágen de Clarette metamorfoseó en la cara risueña de Sam, le asustó aún más la mirada malévola del hombre, en realida hacía tiempo que les temía a sus criados. Sam le dijo algo que ella no comprendió, sólo vió como un almohadón blanco se acercaba lentamente hacia su rostro, nuevamente parpadeó y la imágen de Clarette se abalanzaba sobre ella, “Vamos a darle la carta juntas, hermanita”, dijo Clarette. Rose sintió como poco a poco su tráquea le dolía más y más, aspiraba con fuerza pero sus pulmones se hundían en su pecho vacíos de oxígeno, sus uñas se clavaron en las sábanas mojadas deformándole los dedos por la fuerza que realizaba para zafarse, sintió una fuerte presión en los ojos y un dolor punzante en el pecho, el almohadón cayó al piso, y antes de morir vió una mano sucia con un papel firmado que decía “testamento”.
Rose escribía mientras Clarette pintaba frente al porsche la imágen de Louise que jugaba al ajedrez más allá, a lo lejos se veían sus caballos correr por los campos de la familia.

Lucía Vicat

El Viaje del Héroe de Christoper Voogler.

PRIMER ACTO


El Mundo ordinario:

La mayoría de las historias sacan al héroe de su mundo ordinario para situarlo en un mundo especial, nuevo y totalmente ajeno a él o ella. Como pez fuera del agua, una idea que ha dado forma a incontables películas y series televisivas. En tu novela debes presentar al personaje en su mundo ordinario y después en ese mundo especial que forma parte de su aventura.

La Llamada de la Aventura:

El héroe se enfrenta a un problema, un desafío o aventura que debe superar. Una vez planteada la llamada de la aventura, el protagonista no podrá permanecer en la tranquilidad de su mundo ordinario.

El Rechazo de la llamada:

Esta es una cuestión que tiene que ver con el miedo. Con mucha frecuencia llegado a este punto, el héroe se muestra remiso a cruzar el umbral de la aventura, rechazando la llamada. Después de todo, se enfrenta al mayor de todos sus temores: el terror a lo desconocido. El héroe todavía no se ha comprometido por completo con el viaje y puede que esté pensando en echarse atrás. Será necesaria alguna influencia externa − un cambio en las circunstancias, una ofensa mayor contra el orden natural de las cosas o el encuentro con un mentor − para que logre superar este instante de miedo absoluto y paralizante.

El Mentor:

A estas alturas del relato muchos escritores introducen un personaje semejante al del mago Merlín, que se convertirá en el mentor del héroe. La relación que se establece entre el héroe y el mentor es uno de los temas más comunes de la mitología, y uno de los más ricos en el plano simbólico. Equivale al lazo que se forja entre padre e hijo, maestro y pupilo, doctor y paciente, dios y hombre. El mentor puede adoptar la forma de un mago anciano y sabio (La guerra de las galaxias), un duro sargento instructor (Oficial y caballero) o un antiguo entrenador de boxeo ya entrado en años (Rocky) en tiburón toma la forma del brusco y rocoso personaje de Robert Shaw, que lo sabe todo acerca de los escualos. La función del mentor consiste en preparar al héroe para que se enfrente a lo desconocido.

El Primer Umbral:

Finalmente el héroe accede a internarse en la aventura y penetra por vez primera en el mundo especial de la historia. Lo hace como resultado de atravesar el primer umbral, y de esta manera acepta todas las consecuencias que puedan derivarse de dicha decisión, problema o reto manifestado por medio de la llamada de la aventura. Es en este momento cuando da inicio la historia. El globo asciende, el buque zarpa, empieza el romance, el avión o la nave espacial remontan el vuelo, el tren inicia su marcha. El primer umbral determina el paso entre los actos primero y segundo. El héroe una vez que ha superado sus miedos, toma la determinación de afrontar el problema y pasar a la acción. Ahora está totalmente comprometido con el viaje y ya no puede dar marcha atrás.

SEGUNDO ACTO

Las pruebas, los aliados y los enemigos:

Una vez traspasado el primer umbral, el héroe encuentra a su paso, natural y progresivamente, nuevos retos y pruebas, hallando en su camino aliados y enemigos, y poco a poco asimila las normas que rigen ese mundo especial.

La aproximación a la Caverna más profunda:

A continuación nuestro protagonista se aproxima al lugar que encierra el máximo peligro, que a menudo se encuentra bajo tierra, donde se esconde el objeto de su búsqueda. Suele tratarse del cuartel general del mayor enemigo del héroe, el enclave más peligroso del mundo especial, su caverna más profunda. Cuando el protagonista penetre en el lugar de sus temores cruzará el segundo gran umbral. Los héroes suelen detenerse a sus puertas, en preparación para lo que se cierne sobre ellos, para planear su estrategia y burlar a los guardias del villano. Esta fase se denomina la aproximación o el acercamiento.
´
La Odisea:

La fortuna del héroe toca fondo y es hora de que se enfrente directamente con quien más teme. Se enfrenta a una muerte posible y da inicio la batalla con la fuerza hostil. La odisea, este calvario, constituye un momento negro para la audiencia, que es mantenida en tensión al no saber si el protagonista sobrevivirá a esa situación límite. En tu historia debe haber un punto álgido donde tu personaje estará al límite y parecerá que no va a conseguir su objetivo.

La Recompensa:

Habiendo sobrevivido a la muerte, vencido al dragón, o matado al Mino tauro, el héroe y el lector tienen motivos para el festejo. El héroe ahora toma posesión del tesoro y obtiene finalmente su recompensa. Esta podría ser un arma singular, por ejemplo una espada mágica, o un símbolo como el Grial o algún elixir capaz de aliviar los males de la tierra herida… En algunas ocasiones la espada no es sino el conocimiento o la experiencia que posibilitan un mayor entendimiento de las fuerzas maléficas y la reconciliación con ellas. Por lo tanto en tu novela debería existir algún elemento que sea reconocible como el tesoro, tanto materialmente como psicológicamente

TERCER ACTO

El Camino de Regreso:

Pero nuestro héroe todavía no ha salido del mundo especial. Estamos, pues, a las puertas del tercer acto, y el protagonista empieza a vivir las consecuencias de su enfrentamiento con las fuerzas del mal, que supuso su particular odisea. Si todavía no ha alcanzado la reconciliación con su progenitor, con los dioses o las fuerzas hostiles, podrían enfurecerse y volverse en contra suya. Algunas de las mejores escenas de persecución se inician en este momento, cuando el héroe debe huir e iniciar el camino de regreso, perseguido por las fuerzas vengativas que ha importunado al apoderarse de la espada, el elixir o el tesoro.

La Resurrección:

En tiempos pasados, los cazadores y los guerreros debían ser purificados antes de regresar a sus comunidades de origen porque tenían las manos manchadas de sangre. Aquel héroe que se ha adentrado en el reino de los muertos tendrá que renacer y purificarse por medio de un último calvario de muerte y resurrección antes de iniciar su retorno al mundo ordinario de los vivos. Estamos ante el segundo lance a vida o muerte, poco menos que una repetición de la muerte y el renacimiento que caracterizan la odisea. La oscuridad y la muerte por fin se funden en un postrero y desesperado envite que precede a su derrota definitiva. Es una suerte de examen final para el héroe, que deberá superar una vez más para refrendar las lecciones aprendidas en el transcurso de la odisea. Estos momentos de muerte y renacimiento transforman al héroe tanto que regresa a su vida ordinaria anterior convertido en un nuevo ser con nuevas miras.

El Retorno con el Elixir:

El héroe regresa al mundo ordinario, mas su viaje carecerá de sentido a menos que vuelva a casa con algún elixir, tesoro o enseñanza desde el mundo especial. El elixir es una poción mágica con capacidad sanativa. Podría tratarse de un gran tesoro, como el Grial, que posee un poder mágico capaz de sanar la tierra herida, o sencillamente consistir en un conocimiento o experiencia que algún día podría revelarse útil para la comunidad.
Un esquema resumido quedaría de la siguiente forma:

Los héroes se nos presentan en el MUNDO ORDINARIO donde → reciben la LLAMADA DE LA AVENTURA → Al principio se muestran reticentes o bien RECHAZAN LA LLAMADA → Un MENTOR los motiva para → CRUZAR EL PRIMER UMBRAL e internarse en el mundo especial, allí → Encontrarán PRUEBAS, ALIADOS Y ENEMIGOS. → Se APROXIMAN A LA CAVERNA MÁS PROFUNDA → Atravesando un segundo umbral donde empezará su ODISEA → Se apoderan de su RECOMPENSA y → Serán perseguidos en el CAMINO DE REGRESO al mundo ordinario → Cruzan un tercer umbral, experimentan una RESURRECIÓN y esa vivencia los transforma → RETORNAN CON EL ELIXIR, una bendición o tesoro del que se beneficiará en el mundo ordinario.



Textos de Carlos Richarte. (Profesor y compañero del Aula de Escritores)

La novela policia y negra

NOVELA NEGRA Y/O POLICIACA.

La novela policial, también novela policíaca o novela detectivesca es una clase de textos o subgénero dentro de la novela, que es a su vez un subgénero de la épica o narrativa. Su principal móvil lo constituye la resolución de un enigma, que es generalmente de tipo criminal. Por tanto, se trata de una estructura novelística cerrada. Durante el transcurso de la historia se descubre al culpable y su forma de realizar el crimen. El protagonista, un policía o detective, resuelve el caso usando la razón (siglos XVIII - XIX), basándose en la indagación y observación, o usando la intuición y los sentimientos (siglos XX - XXI).
La novela policial que comenzó siendo un enigma que se proponía al lector, un desafío a su imaginación y su capacidad deductiva, con el paso de los años el género fue evolucionando hacia formas mucho más complejas que atañen a la descripción de la sociedad en general, sus partes más oscuras, y los tipos de personas que prosperan en esos ambientes.
Durante el siglo XIX, el detective de estas novelas hizo triunfar la razón por sobre todo, además de demostrar la seguridad y tranquilidad de poseer el mundo. La figura del detective privado nace como una crítica a la policía institucional del estado, ya que se consideraba que había fracasado con sus responsabilidades.
La novela policial se acerca a la naturaleza humana de una manera mucho más cruda que otros géneros, mostrando la parte amarga tanto de las personas como de las sociedades. El detective, que empezó siendo un personaje burgués, elegante y ocioso (policial inglés), fue evolucionando hacia el tipo duro que buceaba en la inmundicia de su tiempo (policial estadounidense o negro). Mientras al principio sólo se mostraban los hechos y las investigaciones del detective, luego se fue poniendo mayor énfasis en la vida y motivaciones del delincuente y las raíces socioculturales de la delincuencia.
La narrativa policial representa una fuente inagotable de buenas obras y es ineludible en la bibliografía de cualquier autor que se precie, bien escribiendo obras directamente policiacas o bien enmascarándolas bajo otros contextos. No hay nada parecido al tempo, la cadencia, las posibilidades de ritmo y estilo, estructura y técnica, que nos da este género, por mucho que sea uno de los más inamovibles y que presente algunas de las pautas mejor definidas. Es más: para un escritor hacer una buena novela policiaca es un reto. De entrada, la construcción previa no tiene nada que ver con la de los demás géneros, que se componen de delante hacia atrás. Aquí se hace necesario conocer muy bien el <> para progresar desde el <>, y, así mismo o incluso como elaboración previa, recorrer el camino a la inversa, de fin a comienzo, para que nada se nos pase por alto o se nos escape a la lógica de la narración. Pongámoslo con un ejemplo de párvulos.
Tenemos un detective y un asesinato en el punto de partida A, y sabemos que al llegar a Z el detective tiene que darnos el desenlace más satisfactorio, el único posible: decirnos quién es el asesino y proceder a su detención. Pues bien, en lugar de construir la narración desde A, hay que desconstruirla desde Z, o partir de ambos extremos para converger en alguna parte de la historia. Es como esos juegos infantiles que vemos aún en algunas revistas: una madeja muy enredada de hilos, o un laberinto impenetrable, y la pregunta: << ¿Qué camino seguirás para llegar a la salida?>>. Los caminos de una novela policiaca son inescrutables, y las preguntas que deberemos plantearnos múltiples. Puede que tengas que hacer y deshacer veinte, treinta de esos caminos ¿Por dónde empieza a investigar el detective? ¿Es mejor que interrogue primero al personaje M o al personaje P? ¿En qué momento abriremos la puerta y aparece un hombre con una pistola? ¿De qué manera vamos dando las pistas para obtener el interés del lector? Desarrollar una narración con todo ello es como hacer un puzzle, todo ha de encajar. Tienes que sembrar pistas, verdaderas y falsas, colocar a todos los personajes bajo el perfil de la culpa y hacerlos sospechosos. Juega con el lector, dale argumentos que exciten su imaginación (sin engañarle ni mentirle), hazle creer lo que quieras (te lo perdonará si el final es bueno) pero dale las respuestas que espera.
En cualquier otro género puedes dejar un final abierto, lleno de interrogantes: en este debes señalar al culpable, cerrar la historia, sin que queden fisuras de ningún tipo. Es lo que se espera de una buena novela policiaca.
Según Javier Sagarna, profesor de escritura creativa, las características del género policiaco son las siguientes:
1. En estos relatos todo está supeditado al desarrollo de la acción.
2. No deberían ser contados por un narrador omnisciente, pues el lector tendría la impresión (justificada) de que se le está ocultando información. Como mucho, el narrador puede saber lo que sabe el personaje principal, y a veces, ni eso. Es frecuente el uso de narradores del tipo observador externo, personaje protagonista o personaje secundario.
3. Es muy habitual la parición de objetos dramáticos (pistola, sangre, huellas, etc.) que, para el lector no se sienta enfadado, tienen que ser adecuadamente presentados con antelación.
4. Suelen ser relatos muy dialogados, sobre todo, los que son narrados por un observador externo.
5. Es habitual, aunque en lo absoluto obligatorio, que estos relatos comiencen en el momento del crimen (o cuando el investigador llega a la escena del crimen) y luego avancen en dos direcciones: hacia atrás, reconstruyendo los pasos del criminal, y hacia delante, siguiendo la investigación que lleve al desenlace.

NOVELA NEGRA.
La novela negra es, como la definió Raymond Chandler en su libro El simple arte de matar, la novela del mundo profesional del crimen. Debe su nombre a dos factores: a que originalmente fue publicada en la revista Black Mask de Estados Unidos y en la colección Série Noire francesa, así como a los ambientes "oscuros" que logra. El término se asocia a un tipo de novela policíaca en la que la resolución del misterio no es en sí el objetivo principal; que es habitualmente muy violenta y las divisiones entre el bien y el mal están bastante difuminadas. La mayor parte de sus protagonistas son individuos derrotados, en decadencia, que buscan encontrar la verdad (o por lo menos algún atisbo de verdad).
Este tipo de relato presenta una atmósfera asfixiante, miedo, violencia, falta de justicia, corrupción del poder e inseguridad. Muestra los efectos del capitalismo con el triunfo del individualismo, nacionalismo y racismo. Nace en las primeras décadas del siglo XX en Estados Unidos, como una variante de las historias policíacas, y difundida en revistas. La novela negra agrega la violencia a las características del género policiaco. Los crímenes se basan en las debilidades humanas como la rabia, ansias de poder, envidia, odio, avaricia, pasiones, etc. Por esta razón aparece un lenguaje más crudo, donde se le da más importancia a la acción más que al análisis del crimen. En este tipo de relato importa más la descripción de la sociedad donde nacen los criminales y la reflexión sobre el deterioro ético.[]

LA ESCENA VIOLENTA.
La escena violenta es una de las pocas excepciones que se convierte en una secuencia Dramática, por lo que en sí misma tiene un principio, un desarrollo y un final.
En la escena violenta siempre alguno de los personajes (ya sea principal o no) corre peligro a mayor o menor grado. Es, a la vez, una escena que al generar emotividad, tanto para bien como para mal, funciona como un poderoso Resorte Dramático.
Como muchas veces la escena violenta es una secuencia dramática, crea preguntas implícitas, teniendo un efecto directo la resolución de la misma sobre el eje.

Algunas escenas violentas:
Interrogatorio
Peleas
Atraco
Asalto
Abordaje
La Guerra
Una prueba
Maltrato
Tortura