lunes, 31 de octubre de 2011

EL REINO ROBADO (de David Rubio Sánchez)

El Reino Robado

Es necesario que los hechos vividos por mí, el gran caballero Jonás “el valiente”, y mi inseparable elfo enano sean escritos antes de que el olvido los borre para siempre.

No hace mucho vivía en el Reino de la Rivera del Río con mi viuda madre. Junto a otros valerosos guerreros, debía defenderlo de los ataques del Ominoso, el todopoderoso señor de las artes oscuras. Día tras día nos enviaba a sus terribles emisarios en reclamo de un sacrificio. Terribles dragones, centauros y gusanos de enormes bocas se cobraban su deuda de sangre y contra ellos debíamos luchar con arrojo y abnegación.

Era una época donde había tragedia pero servía para gozar de la alegría. Había fealdad, pero así se resaltaba la belleza de un mundo en el que el Sol siempre brillaba salvo cuando era solapado por las pequeñas nubes que servían de casa a los bellos unicornios voladores. Por la mañana un arcoíris enmarcaba las casas de madera y en el río siempre había bellos nenúfares de los que se podía extraer su zumo o bien su aroma, ese que tanto le gustaba a mi amada Nereida, la aprendiz del Gran Maestro que me enseñaba a mejorar mis virtudes como guerrero.

Pero, no sé precisar cuándo, todo empezó a cambiar. Nadie cayó en la cuenta pero de repente se dejaron de ver a los centauros correr por las calles.

A pesar de las advertencias de mi elfo enano sobre los planes del Ominoso para acabar con todo el Reino para siempre, no empecé a comprender sus intenciones hasta que una mañana me enfrenté con un enorme dragón en el centro del pueblo. Muy lentamente me sitúe delante de él, los dragones no ven bien de frente y es la única manera de acercarte sin que sus dientes se cierren sobre tu cuerpo. Alrededor se encontraban los pobres campesinos paralizados por el miedo al ver como un niño se acercaba a la bestia, por eso tuve que ensartar mi espada en su pecho. Pero el dragón no se movió, ni cayó al suelo su cuerpo muerto. El niño se fue llorando y casi tropezó con mi madre que venía con jugosas viandas para la comida. De vuelta a casa le comenté que el dragón no se movió un milímetro cuando le ataqué. “Oh, pero eso es muy bueno, cielo”. “No digo que sea malo, pero es raro”, exclamé.

Desde entonces pasaron los días y dejé de ver unicornios en el cielo. Pasaron las estaciones y la madera de las casas empezó a endurecerse y volverse fría como la piedra. Le pregunté a mi elfo qué podíamos hacer y me dijo que nada, sólo recordar. Nada parecía poder detener esos cambios en lo que antes era un mundo lleno de magia.

Antes de la última visita que tuve con el Gran Maestro fui, como siempre, al río a buscar nenúfares para Nereida, aunque para cogerlos tuviera que luchar contra enormes lobos hambrientos. Pero esa tarde no encontré ninguno ni hubo lobos contra los que luchar. Lo siento Nereida. “Oh, pero es muy bueno que no haya lobos, cielo”. “No digo que sea malo pero es que tampoco había nenúfares", respondí.

Hoy mi elfo enano se ha ido. Lo he buscado debajo de mi cama, en la cocina y en el lavabo. He salido a la calle y tampoco estaba bailando en la fuente de la plaza. Se ha ido con el arcoíris. Me he dado cuenta que ya sólo quedo yo. Por eso he tenido que escribir mi historia antes de que el guerrero Jonás desaparezca. Luego iré con mi madre a ver al Gran Maestro que ya no tiene una túnica sino una bata blanca, y ahora se hace llamar doctor. Le diré que mi elfo enano se ha ido y que ya no recuerdo ni tan siquiera cuando vi por última vez al Ominoso. Sé que me dirá “Oh, pero eso es muy bueno”. Mi madre reirá y se abrazará a Nereida. Yo comprenderé que en el mundo real no existen duendes, si no niños, los gusanos no son más que transporte para ir de un lugar a otro y los dragones funcionan con monedas.

Y les tendré que decir que no es que sea malo que el Reino desaparezca pero también lo han hecho mi espada, mi armadura y mi amada.

jueves, 27 de octubre de 2011

ILIANA, LA NIÑA DEL BOSQUE (ANTONIO PEDRO RIERA)

ILIANA, LA NIÑA DEL BOSQUE

Me llamo Iliana, tengo casi 11 años y ahora vivo con mi mamá y mi hermana mayor, aquí, en una casa al lado de un bosque, un bosque grande, con muchos árboles y que mamá no me deja ir sola. Mama piensa que soy muy pequeña y las pocas veces que he ido ha sido siempre cogida de la mano, tiene miedo de que me vaya corriendo y me coma un oso. Le contesto que no es verdad, no me gusta correr y nunca he visto al oso.
El bosque, siempre me ha gustado, recuerdo los veranos y los paseos subida a los hombros de papá.Las hojas eran muy verdes y el sol daba mucha luz. Caminando y hablando sin parar. Todos reíamos, mamá también.
Una tarde, octubre quizás, hacía un poco de viento y mamá me abrochó hasta arriba el anorak. Me paré un momento viendo el color amarillo que llenaba todo el bosque y su silencio. Mamá preguntó qué pasaba, contesté que nada pero no podía apartar la vista. No sé por que lo hice pero si sé que al llegar a casa, mamá nos preparó la cena. Papá no estaba en casa, hacía días que no venía y no entendía por qué. Oímos como se cerraba la puerta de casa y entró. Mamá se fue a la cocina, triste y con lágrimas que le caían por las mejillas. Ese día papá nos dijo a mi hermana y a mí que nos quería mucho y qué no lo olvidáramos. No paró de besarnos y abrazarnos. Después de un rato, se fue.
Mamá nos explicó más tarde que ya no dormían juntos, pero que nunca dejarían de ser mis padres.No la escuchaba, mi cabeza pensaba en el amarillo silencioso y triste del bosque y en lo bonito que se pone cuando es verde y soleado.
Ahora todo es diferente, a papá lo veo algunos días, hago los deberes en su piso que tiene en la ciudad y jugamos en el comedor.Mamá me ayuda a vestirme y a ponerme los zapatos. Tengo un pelo rubio y largo y mamá me da tirones, no le digo nada, por que sé que se enfada si la contesto.
Diana es mi hermana mayor y es tonta. Tiene novio desde hace meses. Siempre se están besando.No me hacen ni caso y además me ponen mala, como estar enferma sin dolerte nada.Un día le pregunté si dormían juntos, como hacían antes mis padres.Se puso roja y me gritó. Yo también me puse roja sin saber por que.
Tengo tortugas, son pareja pero no son papás, no duermen juntos y no tienen hijos.Las tortugas me gustan por sus colores en los caparazones, la hembra es de color verdoso y el macho marrón.Me gustaría tener caparazón y un color divertido. Además guardaría cosas dentro.Caminan por la caja, con sus ojos tristes y duermen cuando se aburren.
Mamá dice que son unos animales idiotas, a mi me da rabia que diga eso, fueron un regalo de papá y como siguen enfadados culpa a las tortugas.A veces imagino que soy otra tortuga, paseando por una caja más grande.
En la clase sólo me hablo con un chico que es callado como yo: se llama Ramón.Tiene peces. Un día en su casa los vi. Son azules y blancos, dan vueltas por la pecera con un buzo que suelta burbujas.
Hoy estoy sola en casa y voy a ir al bosque. Es pronto, las 10 de la mañana. Acabo el almuerzo, me llevo una botella de agua, galletas y las guardo en mi mochila. Las llaves de casa están encima del mostrador, cierro la puerta y camino hacia el bosque.El sol me da en la cara, se me escapa la risa y me pongo las gafas de sol que papa me regaló.Oigo a los pájaros, veo el verde de las hojas y al mirar hacia arriba veo el final de los árboles. Al lado un río donde cae el agua, la toco con las manos y mojo mi cara. Esta fría pero me gusta. Salto el rió (es muy pequeño) y me siento en una piedra grande, el sol no molesta y me quito las gafas.Recuerdo este sitio y también recuerdo lo divertido que era venir aquí.
Miro hacia atrás, el camino entre los árboles. No estoy lejos de casa.No lo veo venir, camina sin hacer ruido y con una bolsa transparente.
Es Ramón.
Se queda extrañado cuando me ve, se acerca y me dice hola sentándose a mi lado. Yo le contesto y le pregunto que qué hace aquí. Dice que va a tirar los peces al río y dejarlos sueltos.Estoy distraída mirando los peces de la bolsa y no lo escucho.Ramón ríe.
Empiezo a enfadarme en broma, y para que vea que no soy tonta, le doy con el dedo a la bolsa de los peces, no muy fuerte para que no se asusten. Levantándose de la piedra Ramón se acerca al río y se agacha, abriendo la bolsa. Es un poco patoso por que le cae el agua en los zapatos y los peces van de un lado a otro moviéndose con cara de loco. Ahora lo hace bien, los tira al agua y nos quedamos agachados, viendo los peces alejándose por el río. Hasta que no los vemos más.Al levantarme busco en mis bolsillos y le doy una galleta.
Ramón está serio y no para de repetir:- Mi hermano se va a cabrear, eran sus peces favoritos-, dice mientras come la galleta.Si yo hiciese lo mismo con las tortugas de mi papá, se enfadaría. Y recordé a mamá.- ¿Quieres volver a casa o caminar?-, le pregunté porque seguía sin hablar.- No lo sé,- me contestó -, estoy sólo en casa y no tengo muchas ganas de volver.
Ramón odia a su hermano mayor; le grita y le pega. Un día le vió unas letras chinas en el cuello y Ramón le preguntó como se lo había pintado. Su hermano mayor le dijo que un señor le había pinchado con una aguja y tinta por la piel y que no se iría nunca. Como su hermano es muy mentiroso, Ramón sacó el compás de su estuche y le pincho en el cuello para saber si pintaba la piel. Su hermano chillo mucho y le salió mucha sangre.Dijo que quería matarle mientras decía muchas palabrotas.
Me da la risa, Ramón esta serio y sigue hablando.
Su hermano mayor colecciona novias. Yo le contesto que las novias no se coleccionan. Si tienes una no puedes tener más y no creo que vendan álbumes para pegarlas como cromos.Ramón dice que su hermano, sale con una un tiempo, luego con otra, dos a la vez y así siempre.Le digo a Ramón que su hermano es un asqueroso y el mueve la cabeza diciendo que si.
En este momento me acuerdo de mi hermana y le pregunto si la conoce. Le explico como es mi hermana.Ramón lo recuerda enseguida, los ha visto en su casa besándose todo el rato.Viene con su novia, le echa de su habitación y Ramón se va al comedor para ver sólo la tele.Sus padres duermen juntos, pero están todo el día fuera por que trabajan y vienen a casa cuando es de noche. Está harto y por eso ha tirado los peces al río.
Se hace tarde, lo sé porque tengo un reloj con alarma y a las 4 de la tarde suena. Es para acordarme de que tengo que darle de comer a las tortugas, sino se morirán y no podrán dar vueltas por la caja. Ramón está nervioso, seguramente de miedo.No le digo nada, no sé que decirle y andamos hasta la puerta de mi casa.
Estoy contenta. Me siento otra vez igual que antes, subida a los hombros de papá. Le doy dos besos para despedirme de Ramón; no le gusta, se limpia la cara con la mano y me mira extrañado. Al entrar veo a mi hermana hablando por el móvil. Esperaré a que cuelgue, entonces le hablaré de su novio y si todo va como yo pienso, dejará de tenerlo y volveremos a jugar juntas. Y mañana si no está castigado le diré a Ramón que venga a mi casa a ver mis tortugas.
¿ Quién sabe ? Podríamos volver otra vez al bosque otro día soleado.

LA VERDADERA HISTORIA DEL POEMA "EL CUERVO"

LA VERDADERA HISTORIA DEL POEMA "EL CUERVO"
(ANTONIO PEDRO RIERA)
Quiera que en este día, con los rayos del sol poniéndose en el horizonte, reflejando su agónica luz a través de las cristalera de esta taberna, venga la musa por última vez y me de la inspiración, la cordura y la verdad de espíritu; razones todas ellas suficientes para relatar con mano firme y decidida los hechos tal como sucedieron.
Ha pasado el suficiente tiempo para que mis lectores y el mundo sepan, a través de mi puño y letra, las causas que provocaron el escribir el poema mas conocido de toda mi obra: "El Cuervo". Desde entonces se han dicho demasiadas tonterías y falsas interpretaciones que en nada se ajustan a la realidad. Ahora, sintiéndome viejo y débil noto la presencia de la Parca que viene a por mí. Es el momento, pues, de contar dicha verdad.
A mis treinta y cuatro años vivía en mi casa colonial, en Baltimore, con mi joven esposa Virginia y mi leal pero torpe criado Tobías. No era demasiado bueno en sus labores. A la memoria me vienen las no pocas veces que tuve que castigarle para que aprendiese quien era el amo y quien el criado. Pero más adelante volveré a hablar de él, no quiero adelantar acontecimientos.
Tal como decía antes, nuestro hogar era austero, sin excesos y con mis recursos económicos limitados. Escribía poco y las ventas de los libros no eran muy entusiastas. El verano campaba por nuestra ciudad y el calor era sofocante. Es la época del año que personalmente menos me gusta. La humedad y el exceso de sudor me afectan sobremanera.
Virginia es la mujer de mi vida, a sus veintitrés años es mi diosa virginal. Mi inspiración y paño de lágrimas en los momentos de flaqueza. Paciente, trabajadora y dedicada esposa. No tiene ma- yor gozo en su corazón que el de estar pendiente de mi y de mis necesidades. Sólo hay un mancha entre tanta pureza; su delicado estado de salud. No deja de toser y permanece postrada en la cama durante el día.
Hacia las ocho de la tarde y con mi vaso de vainilla y nueces de cola escribía, en la soledad del comedor, los primeros esbozos de lo que podría llegar a ser un futuro relato. Así, en el papel ha- bía escrito palabras sueltas, inconexas, tales como Busto de Palas, invierno, pesadumbre y cortinas rojas. Estaba contento, en mi cabeza bullía como una caldera a presión imágenes de tormentos, pasiones y oscuras noches. A mi lado, el "Saturday Visitor", el periódico de la ciudad que informaba como noticia principal la llegada del más famoso circo parisino "Le Siecle Des Lumieres" de tournée por nuestro país.
Oí el grito de Tobías desde la cocina acompañado del sonido de los platos estrellándose contra el suelo. Tras el brinco inicial me dispuse a andar hacia allí, mascullando imprecaciones por la nueva torpeza de mi criado. Mi alteración era tal que distraído, no vi el bulto en movimiento que se acercaba hacia una ventana cerrada y como en una exhalación lo atravesó, rompiendo el cristal en mil pedazos. Un animal de la especie pan troglodytes, comúnmente llamado chimpancé.
Su impetuosa entrada continuó en el comedor, donde atropelladamente se iba golpeando con las sillas y las patas de roble de la mesa. Después de un rato que pareció interminable, paró, aturdido.
Movido por la curiosidad, me acerqué a él con la mano extendida dispuesto a tranquilizarlo. Pero de manera traicionera me mordió y aprovechando la sorpresa y mis gritos se levantó y ascendió por la estantería repleta de libros y manuscritos apilados. Al llegar arriba se volvió a sentar, ahora más tranquilo ya que no podía alcanzarle.
Nuestras miradas se cruzaron. Pude ver la expresión de odio en sus ojos. Era evidente que me estaba desafiando, así lo creí.
Detrás mío escuché los pasos de Tobías trayéndome en una bandeja mi pipa de opio. Bien por disimular su nuevo desastre con la cubertería o por sincera sorpresa, se quedó estupefacto, quieto y con los ojos muy abiertos al ver al animal intruso descansando en la estantería. Empezó a murmurar extrañas palabras con voz tan baja que apenas se entendían. Mi criado es muy supersticioso, culpa sin duda de sus ancestros, que estando libres y salvajes en su país, Zanzíbar, les enseñaban desde la infancia los temores y miedos de sus dioses paganos. Pensábamos que una vez esclavizados y útiles para el trabajo desaparecerían estas supercherías, pero desgraciadamente no era así en todos los casos.
Sin apartar la vista del primate le ordené que buscase gasas para limpiar la mano y el látigo para darle su merecido castigo por el incidente de la cocina. Tobías soltó un bufido. Tras curarme la herida y ponerme la gasa se dirigió, a regañadientes, hacia la entrada de la casa, donde guardo mis enseres para domar a los caballos y también a los malos criados.
Más calmado me acerqué a la estantería, con paso firme y el animal, percatándose, me tiró varios papeles y algunos libros. Retrocedí un par de pasos, por puro instinto y un libro que no vi caer me dio en la cabeza, causándome, entre nuevos gritos y maldiciones, una profunda herida. La sangre bajaba con total libertad por mi frente y los ojos. Alcé la vista y le pregunté al chimpancé:
- ¿Qué quieres maldito animal?
El chimpancé me contestó. No con palabras. Sino por una cadencia que se repetía una y otra vez. Casi humano. Una risa. Constante en la altura de la estantería. Giró la cabeza y agarró con su mano peluda un libro que al instante reconocí, el "Mundus Subterraneus" de Athanasius Kircher. Miraba con interés las páginas y lo más asombroso; pasaba a una nueva cuando acaba de leer la anterior. Reí nervioso, era imposible lo que mis ojos veían. El chimpancé también. Y más fuerte que yo cuando instantes después tiró el libro. Me aparté sin dejar de vigilarle con la vista. El animal se limitó a buscar otro, ahora "El Mago" de Francis Barret.
- ¡Asqueroso animal! - dije fuera de mi.
No recibí respuesta. El chimpancé dejo de reír. Leía, y tras un rato lo tiró de nuevo hacia mí. Se irguió y tomando impulso saltó con agilidad por los muebles hasta que finalmente salió por la ventana rota y desapareció.
Olvidando el castigo ordené a Tobías que buscase al cristalero y que diese parte a las autoridades del incidente. Recogí uno de los libros que había tomado el animal, sin duda al azar, el chimpancé y pude ver sus huellas por las hojas. Daba la impresión de que el animal lo había leído con interés.
Y así pasó ese día. Con mi cabeza y mano lastimadas y sin poder escribir nada más.
A la tarde siguiente seguí con la misma rutina. Tobías me había informado por la mañana que la ventana no seria reemplazado hasta dentro de cuatro días. Virginia seguía en cama, con un ataque de tos muy fuerte.
En el comedor mi pipa estaba prácticamente consumida y ni rastro de la musa. Con aire aburrido miraba la ventana y mi corazón se aceleró, sin duda al recordar al chimpancé. Y ese momento oí golpes en la chimenea. Una sucesión de ruidos descendentes y rápidos. De pronto ahí estaba, como una aparición.
Me sorprendió verlo de nuevo, pero esta vez no me moví por temor a una nueva mordedura. El demonio ennegrecido por el carbón volvía a por otra tanda de libros. Empecé a pensar en las posibles causas del comportamiento del animal mientras él, quieto y erguido, miraba la cabeza de mármol del emperador romano Augusto con curiosidad. Con un grito firme llamé a Tobías y le ordené que permaneciese quieto, a mi lado y presto a ayudarme. El chimpancé palmeó con enfa- do el busto, seguramente por la falta de respuesta del mismo y acto seguido, volvió sus pies hacia la biblioteca subiendo por ella.
Efectuó la misma ceremonia, "El Arbor Mirabilis" de Ulric Des Mein y "El Liber Logaeth" de Alkindi Godzihe's que leídos volvió a tirar al suelo, cerca nuestro.
Todos libros ocultistas, de olvidadas ciencias... ¿Qué significaban estos rituales? Ya no podía ser una simple coincidencia. Y mientras cavilaba posibles interpretaciones lógicas a este comportamiento, el simio lanzó un tercer libro leído hacia otra ventana cerrada, rompiéndola, tras lo cual, y después de algunos saltos acrobáticos, se escapó por ella, acompañado por la oscura noche.
Tobías se movió hacia él, en un intento de perseguirlo, pero sus pies tropezaron con la alfombra con tal mala fortuna que agarrándose a la estatura de mármol, la hizo caer a mis pies, rompiéndome los dedos. Entre gritos de dolor le ordené buscar de nuevo al médico y al cristalero bajo pena de castigarlo severamente. Y mientras iba pensaba, entre lágrimas, el porque del comportamiento del animal. Recogí lastimosamente uno de los libros del suelo y pude ver sus huellas por las hojas.
El médico vino al poco y me curó de nuevo las heridas. Afortunadamente sólo me había fracturado tres dedos. Un bastón me ayudaba a caminar, a trompicones, maldiciéndome por mi torpeza al andar y por el nuevo caos originado por mi criado.
Al día siguiente y siendo otra vez la tarde, paseaba por el comedor, cojo y nervioso. Poco había avanzado en mis notas. Virginia tosía cada vez más intensamente y no me podía concentrar. Tuve que encender la pipa para que desapareciese el dolor y recuperase el ánimo. Vigilaba cada rincón, sabiendo que el chimpancé volvería y esta vez estaba preparado. En la entrada reposaba paciente mi escopeta. Tobías la había limpiado y estaba a punto. A medida que se acercaba la hora fatídica aparecían de nuevo la angustia y la pesadumbre.
Eran las nueve de la noche y ni rastro del animal hasta que...
Vi un fuego que se iba acercando. Mis ojos se empequeñecieron para agudizar la vista. Me levanté del sillón y ahí estaba ese demonio portando una antorcha que sin duda había robado del circo y se acercaba con las peores intenciones.
Grité y Tobías fue tras la escopeta en el instante que un surco de llamas entraba por la ventana rota e impactaba en la estantería.¿Otro presagio? Pensé. De manera inmediata el criado marchó corriendo a por un cubo de agua que al traerlo, tiró de manera descuidada sobre mi cuerpo en vez de hacerlo sobre la estantería que ya se estaba convirtiendo en una pira funeraria. En ese instante, el chimpancé se encaramó en la ventana, sentándose y observándome.
Y señalándome con su peludo dedo volvió a reír.
Tobías me entregó la escopeta y en un arrebato colérico la atraje hasta mí. Fue tan instantáneo que no me di cuenta de que estaba sin seguro.
Agradezco al Señor y a la Divina Providencia su intervención para impedir mi muerte, solo encuentro esa explicación. Lo que ocurrió pasó tan deprisa que apenas tuve tiempo de reaccionar: alcé la escopeta un poco más arriba de mi cara y el disparo atronó por toda la casa. Debería de haber muerto de manera instantánea. Más no fue así, me libré de morir pero no de sufrir otro lamentable accidente: el calor del fogonazo hizo arder mi pelo y las cejas. Lo último que oí antes de desmayarme fue el estertor del chimpancé por el balazo recibido y la voz triunfante de Tobías gritando:
- ¡Nunca más!
No sé cuanto tiempo había pasado, me encontraba recostado en la cama del hospital, al lado de mi mujer, recubierto por un vendaje que cubría toda mi cabeza y el doctor Desmond a mi lado, mirándome intranquilo. A duras penas pude balbucear algunas palabras y el doctor, que es algo sordo, se acercaba a mis labios en un intento de entender lo que mi dolorida boca quería decir. Tras varios intentos estériles me desmayé de nuevo.
Al recobrar el conocimiento me sirvió una copa de jerez para recobrar el ánimo, tras lo cual me relató la parte de la historia que desconocía. El fuego se extendió por toda la casa, reduciéndose a cenizas. Tobías y los bomberos pudieron rescatar a duras penas a mi enferma esposa.
Me volví a desmayar.
Transcurrió una semana. El circo fue removido de arriba abajo sin encontrar ningún rastro del animal. Examinado de manera minuciosa. El propio director, Mr. Jules confirmó, mediante la entrega de toda la documentación, que "Le Siecle Des Lumieres" nunca había tenido chimpan- cés en el espectáculo.
Todo el personal fue interrogado. Nadie supo nada. Otro enigma sin resolver. Con las fuerzas mermadas nos instalamos en la casa de mi editor y amigo Thomas White, decidido a ayudarnos.
Una mañana y más recuperado me preparé una pipa y encendiéndola, esperé la llegada de la musa inspiración que no tardó en aparecer. Sin apenas descanso escribí en pocas horas el poema. Había plasmado mis temores, mis pesadillas, el tortuoso significado de aquellas tardes.
Sin duda, era lo mejor que había hecho nunca.
Rápido cómo alma que lleva al diablo y tembloroso por la emoción le entregue el manuscrito original titulado: "El Chimpancé".
Thomas, me acompañó con el brazo y me invitó a sentarme mientras el leía el poema con interés. Poco más tarde empezó a carraspear y a rascarse la oreja nervioso. Agarré mi pipa y fumé contagiado por su estado. Después levantó la cabeza y con voz seria me preguntó:
- ¿Qué demonios es esto Edgar?
Hice un par de caladas profundas y le contesté. Defendí con ardor mi poema mientras Thomas negaba con la cabeza todas mis afirmaciones. Se acaloró tanto la conversación que mi editor, dando un puñetazo en la mesa concluyó:
- Esto es impublicable. Escríbelo de nuevo. Y olvídate del maldito chimpancé
Me dejó estupefacto. Pensaba que había escrito mi obra maestra y mi editor lo despreciaba.
Aspiré una bocanada de mi pipa, en silencio y derrotado en la batalla dialéctica. Tras unos instantes le contesté desafiante:
- Déjame el despacho. Una hora te pido.
Thomas asintió y allí me dejó, sólo. Malhumorado por su contestación y mareado por mi pipa paseé distraída mi mirada por la habitación. Mi editor es un gran cazador y ahí estaban, como mudos trofeos, las cabezas disecadas de varios animales. Zorros y bisontes en su mayoría. Me detuve en uno negro y pequeño. Sus ojos clavados sobre mi: un corvus corax.
Las alas orgullosamente desplegadas, el pico señalándome delatoramente como un recordatorio del maldito chimpancé. Un ave fénix renacido tarde tras tarde martirizándome mi existencia: un cuervo.
Reescribí el poema de manera furiosa. A mi cabeza vinieron imágenes de ventanas abiertas en noches aciagas, pájaros enigmáticos y el dolor por la perdida de un ser amado, (algo que posteriorrmente iba a ser muy profético).
El resto, mis queridos lectores, ya es sabido. Esta vez Thomas dió su consentimiento y lo publicó. No hace falta decir el enorme éxito que tuvo el rebautizado poema llamado ahora como "El Cuervo" para los críticos y el público en general.
Hasta Virginia parecía que recobraba la salud, pero por desgracia por poco tiempo, ya que murió tras sufrir dolores insoportables, víctima de tuberculosis.
Durante los años siguientes cayeron mas cuentos y muy pocos poemas, como libros ardientes golpeando las ventanas de la razón y la desesperanza. Más no todo fue malo. En los momentos de inspiración y acompañado por la musa aproveché fragmentos de ellos para escribir varios, entre ellos: "Conversación con una momia", por los vendajes que recubrieron mi cara, y más tarde: "Los asesinatos de la Rue Morgue", convirtiendo al chimpancé en un gorila asesino.
Otra idea que me rondó durante varios días y luego rechacé, fue la de gigantesco mono que tras ser capturado en África, destrozaba mi ciudad al ser liberado por descuido.
Estoy llegando al final y es noche cerrada aquí, en esta taberna repleta de borrachos. Mandaré al mozo que entregue esta nota a la redacción del periódico local, confiando que la publiquen de manera íntegra. Mi legado a las generaciones venideras.
Y después, seguiré bebiendo entre callados suspiros, recordando a mi pobre esposa Virginia y la risa del chimpancé que día a día me visitan como una letanía perenne.

miércoles, 12 de octubre de 2011

DESTINADOS CAPITULO 5

5

Eran justo las ocho menos cuarto de la mañana, cuando Sara se despertó y después de haberse bañado y vestido bajo a desayunar al comedor junto a toda la familia.

Finalmente ya a eso de las ocho en punto de la mañana, la joven Sarmiento acompañada de sus padres llegaban a las instalaciones de Hispanovisión, dispuesta a trabajar y a demostrarle a su madre que no era una buena para nada como ella podía llegar a creer.

Naturalmente nada mas entrar en la empresa y mientras se dirigían hacia los ascensores, todo el mundo que estaba por allí los vio y al ver a Sara no lo dudo un momento a la hora de dirigirse a saludar a la hija de sus patrones, de una manera totalmente cariñosa aunque muy respetuosa eso sí, y es que a pesar de la posición de Sara esta era una joven que pronto se hacia querer por cualquiera que la conociera, y además estaba la ventaja de que ella no era una de esas chicas de sociedad que miraba a los demás por encima del hombro, sino que era muy sencilla y accesible.

No obstante después de algunos minutos de haber permanecido en la antesala de la empresa saludando a algunas personas como por ejemplo; el portero, las recepcionistas y algún que otro ejecutivo que se encontraron a su paso, finalmente la bella chica en compañía de sus padres se dirigieron hacia los ascensores dispuestos a subir a la planta mas alta, lugar donde estaba situadas gran parte de los despachos de los directivos.

Y precisamente prácticamente justo al salir del ascensor y cuando se dirigían hacia el que iba a ser a partir de ahora el despacho en cual iba a trabajar Sara, entonces ésta y sus padres de repente se toparon con un tipo mas bien bajito, como de un metro sesenta de estatura como máximo, regordete, de cabello y ojos negros, vestido con una camiseta de color blanco muy ajustada a su orondo cuerpo y pantalones blancos de lino. Éste respondía al nombre de Gilberto Guerra.

-¡No lo puedo creer!, ¡Sara, Sara Sarmiento!

Beto, mi amor!- exclamó la muchacha extendiendo los brazos preparada para abrazar a su amiga, que además era uno de los profesionales que conformaban la plantilla de guionistas de la empresa, aunque no uno cualquiera, sino la estrella de Hispanovisión, dado que en los últimos años los índices de audiencia les habían demostrado que las telenovelas escritas por él, eran las mas vistas.

Baby, pero que sorpresa, ¿qué sorpresa es esta Dios mío?!

- Hola mi Beto. ¿Qué paso mi vida?.- expresó la joven Sarmiento muy contenta de ver a su empleado, y además amigo, mientras extendía los brazos para recibir su caluroso abrazo y dos besos en su rostro.

-¡Oye pero mira nada mas, estas preciosa niña, verdaderamente sensacional!

- Ay gracias, mi Beto.- respondió Sara muy agradecida y esbozando una muy amplia sonrisa mientras se daba la vuelta como con el objeto de que su amigo la observara detenidamente bien.- Oye pero déjame decirte que tu también estas bien bello, eh.

Ay gracias, baby. Se te agradece, eh.- argumentó el guionista imitando a su joven amiga y desfilando ante ella de igual modo.

- Bueno, pero...Cuéntame, ¿qué tal todo por acá?, ya sabes a lo que me refiero, ¿no?- señaló Sara en un tono de lo mas pícaro. Y es que la chica podía tranquilamente hablar con el sobre hombres, dado que en ese aspecto Beto tenia los mismos gustos que su amiga, debido a su homosexualidad, la cual no solamente no tenía porque ocultar por supuesto, sino que además se sentía bien orgulloso de ella.

-¡Uy!, la verdad es que bastante bueno, eh. Deja que te cuente.

-Que chevere. Bueno pero esto mi amor, hay que hablarlo detenidamente, ¿sí? Mejor, ¿qué te parece si nos vemos mas tarde, tomamos un cafecito en mi despacho y ya de

paso me cuentas todos los chismes que haya atrasados?, ¿te dices?- le sugirió la joven Sarmiento a su amigo y empleado.

- Claro que si preciosa, como tu quieras. Será mejor que por ahora te dejo solita para que acabes de adaptarte nuevamente a la rutina diaria. Te prometo que más tarde me paso por tu oficina, y conversamos.

- Ok mi Beto, allá te espero, eh.

- No te preocupes mi belleza, que en cuanto me desocupe te prometo que te visito en tu despacho y nos ponemos al tanto de todos los chismes buenos que te tengo que contar.- aseguró Gilberto muy emocionado de volver a ver a su amiga.

De esa manera entonces una vez la hija de Doña Fabiola y su empleado se hubieron terminado de despedir después de haber dado sendos besos cariñosos, pues la joven continuo el corto recorrido que les quedaba hacia el despacho que sus padres habían decidido asignarle, el cual por supuesto estaría perfectamente situado y cerca del que correspondía a su madre, como presidenta.

Por cierto precisamente antes de entrar en él, en la antesala a su despacho ya estaba aguardándola desde hacia un rato su amiga Belén, la cual iba a trabajar codo a codo con Sara como su asistente personal y naturalmente al encontrarse las dos chicas se saludaron muy calurosamente, pese a estar bajo la reprobable mirada de Doña Fabiola, la cual continuaba sin mostrarse para nada de acuerdo con la idea que su hija había tenido de emplear a una de sus amigas.

-¡Belencita!

- Sara, llegaron.- expresó la bella peruana al ver a su amiga.

- Si, disculpa si llevas demasiado tiempo esperando. Lo que pasa es que bueno... Tu sabes, todo mundo me paraba para saludarme.

- Si claro, es normal.

- Pero bueno ya estoy acá, y dispuesta a darle bien duro al trabajo. Y espero que tu también, eh.- advirtió la joven Sarmiento en tono de broma hacia su amiga.

Como cabía esperar y haciendo alarde de una gran responsabilidad por su parte, a parte de que no quería quedarle mal no solamente a su amiga sino tampoco la familia de esta a la que apreciaba enormemente, señaló.

- Por supuesto que si Sara, les juro que no se van a arrepentir de haberme dado este trabajo y esta oportunidad, de veras.

- Yo estoy seguro de que así va a ser.- respondió Don Lorenzo demostrando una gran confianza en la amiga de su hija.

- Se lo agradezco mucho, Don Lorenzo.

- No hay de que, estamos seguros de que no nos hemos equivocado con tu contratación. Además, ¿quién mejor que tu, que eres una de las mejores amigas de Sara, para trabajar junto a ella codo con codo?

- Bueno, la verdad es que yo les agradezco mucho la confianza que han depositado en mi. La verdad es que verdaderamente necesitaba mucho este trabajo. Y lo único que les puedo decir, es que prometo no defraudarlos.

- Francamente, eso esperamos.- espetó de repente en un tono sumamente seco, Doña Fabiola.- Aquí se viene a trabajar, y no a andar de chismes con las amigas.

- Por supuesto señora, a eso vine.- aseguro Belén cabizbaja y en un gesto como de humillación. .

aseguro Belén cabizbaja y en un gesto como de humillación. .

A pesar de que hubiera podido decir algo, en ese momento Sara prefirió guardar silencio pues no pretendía inmiscuirse en una discusión con su madre delante de su amiga. Pero ella no estaba dispuesta a permitir que ésta, la humillase.

-Mamaá. Por favor...

-No te preocupes Sara.- intervino Belen.- Tú mamá, tiene razón.

-¿Qué tiene?- inquirió la madre de Sara.- Es bueno aclarar conceptos antes de empezar. Para que no haya equiocos...

Definitivamente la chica no podía con su madre. Siempre se las arreglaba para acabar diciendo la última palabra.

Afortunadamente tras esa pequeña conversación, la mujer salió del despacho de su hija. Al quedarse otra vez a solas, Sara se vio en la obligación de pedirle perdón a Belen.

-Perdon amiga. Yo no...

-Tranquila Sara. Pierde cuidado.- señaló esta con una dulce sonrisa.

En otro punto no lejos de allí, José Simón salia entonces de su despacho acompañado de Gabriel, pues pretendia dar una vuelta por las instalaciones. Aunque sobre todo lo que quería era ir a ver a alguna que otra conquista que se había dejado poco antes de irse de viaje.

En esas estaban, cuando por el camino se encontraron con su padre quién lo instó a una reunión dentro de un rato

-Bueno, deja que vaya a saludar a algunas personas y ahorita te caigo por allá. ¿Ok?

En un primer momento el hombre estuvo a punto de negarse. No obstante, después lo pensó mejor y decidió claudicar momentaneamente. Necesitaba que su hijo estuviera en su puesto, pero lo conocia y sabía que no valdría de nada enfrentare a él el primer día.

-Esta bien. Ve y saluda a quién tengas que saludar. ¡Pero no tardes, ¿entendido?!

- Sí papá, tranquilo.

-¡Diez minutos!, ¿oíste?- reitero severamente Don Gonzalo.

De esa manera pues los dos jóvenes se dirigieron hacia uno de los pisos mas altos, lugar donde se encontraban los diferentes platós de grabación para que sobre todo y ante todo las actrices lo saludaran.

Una vez los dos jóvenes hubieron entrado en uno donde se estaba grabando una de las varias novelas que había en proyecto durante todo ese año, a excepción del plantel de actores y actrices que se encontraban actuando en ese preciso momento, el resto del personal no tardo demasiado tiempo en darse cuenta de la presencia no solamente de Gabriel, sino sobre todo de José Simón y como es lógico no lo dudaron un solo segundo a la hora de dejar por un momento sus respectivos quehaceres y revolucionar absolutamente todo el plató para recibir como se merecía al hijo de Don Gonzalo.

Como era de esperar el joven se alegro y se emociono mucho al recibir la bienvenida de sus amigos, ya que a pesar de ser en realidad empleados, gracias a la generosidad de José Simón y a su carácter altruista éste no era el típico hijo de jefe que lo miraba a uno por encima del hombro, sino que tenia a todos y cada uno de ellos como uno mas de la gran familia que eran MundoLatin.

Sin embargo cabe diferenciar él echo de que a pesar de que para todos los que allí estaban el joven Bolívar era algo mas que un jefe, lo cierto es que en lo que respecta al plantel de actrices esto se cumplía en toda regla, debido al echo de que la mayoría de ellas habían formado parte de su larga lista de conquistas. Y precisamente una de las primeras chicas que se lanzó a saludarlo, y por cierto de una manera bastante directa ya que no lo dudo un momento a la hora de avanzar hacia él y rodearlo seductoramente con sus brazos alrededor

del cuello mientras le daba un excitante beso cerca de la comisura de los labios, fue Gemma Torres, una bella joven de nacionalidad peruana, unos veintiséis años, de alrededor de un metro sesenta de estatura, de tez blanca, ojos de un verde muy profundo, cabello castaño oscuro y naturalmente un cuerpo escandalosamente sensual.

-¡José Simón!, mi amor, que rico tenerte de nuevo entre nosotros. Ya... Te echábamos de menos, eh.- aseguro la joven usando un tono de voz muy sugerente y particular al hablar, que iba naturalmente dirigido directamente hacia él.

-¡Gemma, preciosa!, oye pero lo mismo digo, eh.- aseguro categóricamente el joven Bolívar dirigiendo una exhaustiva mirada a la exuberante actriz deteniéndose en su sensual anatomía.- Por lo que veo, sigues igual de rica que siempre.

-¡Ay gracias, muñecote!, ¿sabes?, por acá se te extraño bastante.

- Yo también las extrañe mucho a ustedes.

-¿Ah, sí?, ¿a... Todas por igual?- se intereso la sexy peruana subrayando bien la frase.

Naturalmente él advirtiendo su tono de voz y dándose cuenta de lo que ella quería decir con esas palabras, pues le contestó mientras le ofrecía una sonrisa de lo más atrayente.

- Bueno, a todas, todas, no. A... Alguna mas que otra, en especial.

Y después de haberle dicho esto a la actriz, la atrajo hacia sí y comenzó darle unos cálidos besos por el cuello y la cara, hasta llegar a sus labios. Y por supuesto esto José Simón no tuvo problema en hacerlo a prácticamente la vista de todo el mundo, dado que a fin de cuentas Gema no era la primera chica con la que había tenido alguna aventura, a pesar de que la diferencia estuviera en que esta se puede decir que era algo mas concreto, sin que llegaran nunca a tener nada serio, ni muchísimo menos oficial, naturalmente.

-¿Almorzamos juntos, mi amor?- pregunto Gemma.- Tenemos que celebrar tu regreso, eh. Anda, no seas malito dime que si anda, dime que si vamos a almorzar juntos.

A pesar de que le hubiera gustado en ese momento satisfacer los deseos de la exuberante actriz, lamentablemente el joven Bolívar tuvo que rechazar la propuesta debido al echo de que tenia que ponerse a trabajar de inmediato.

Me encantaría muñeca, de veras que me encantaría almorzar en tu compañía. Pero... Me cae que no va a poder ser, al menos de momento. Tu sabes princesa, estoy recién llegado y todavía tengo que ponerme al tanto de todo.

-¡Ay bueno!, pero no por eso vas a dejar de almorzar, ¿o sí? Entonces, ¿qué mas da que saques un poquito de tu tiempo para que estemos juntos, sí?

Manteniéndose firme en su decisión y dando a demostrar que no le gustaban las ataduras, José Simón se mostró inflexible.

- No, en serio Gemma. Mira te juro que en cualquier otro momento, que para cuando me haya desocupado ahí si te prometo que salimos un día a cenar, a almorzar... A lo que tu quieras. Además te prometo que la pasaremos bien rico.- argumento el chico sonriendo pícaramente y acercando sus labios a los de la actriz.

De esa manera entonces a ella no le quedó mas remedio que aguantarse las ganas por el momento y dejar que su presa se le escapara de entre las manos.

- Esta bien mi amor, pero acuérdate de lo que me estas prometiendo, eh. Para que después no me vengas con que se te olvido, ¿ok?

- Tranquila princesa, que lo tendré muy presente.- sentencio el joven Bolívar muy seguro de sus palabras. Aunque entonces a continuación y dispuesto a despedirse de su conquista, al tiempo que volvía a besarla suavemente le dijo.- Bueno ahora si ya me tengo que ir, solamente quise pasar un momento para saludarlos a todos. Aunque ahora ya me tengo que ir, debo ponerme de una vez al frente y todavía me falta saber donde me ubicó mi papá.

- Conociéndolo, de seguro que lo hizo en el mejor despacho. A fin de cuentas eres su hijito adorado, ¿no?

- Claro que si.- expresó él esbozando un gesto como de orgullo.- En fin preciosa, te veo mas tarde. Chao, me alegro mucho verte y comprobar que sigues tan rica como siempre, eh.

Finalmente entonces después de eso ya si José Simón volvió a despedirse de todo el mundo, al tiempo que el director encargado de la telenovela que en esos momentos estaba grabando Gemma los llamaba a todos para volver al trabajo. Aunque entonces mientras el hijo de Don Gonzalo y su amigo se alejaban bajo la atenta mirada de la sensual peruana, una de sus mejores amigas también una actriz de origen colombiano venia a interrumpirla.

- Ahora si debes de estar bien contenta, ¿no amiga?

-¡Ay ni te imaginas Lizzet!, la verdad ya tenia bastante ganas de que José Simón volviera a aparecer.

- No me cabe la menor duda. Tu siempre has estado interesada en él, en conquistarlo.

- No te equivocas amiga. José Simón Bolívar me interesa, me interesa mucho.

- Ay bueno sí Gemma, pero para ser sinceras lo cierto es que a ti no te interesa tanto él porque lo ames. A ti lo que te interesa realmente de ese tipo es lo que representa, su fortuna, ¿o no?

Al escuchar a su amiga y verse realmente descubierta, lo cierto es que la ambiciosa peruana naturalmente por el hecho de estar con su mejor amiga no tuvo el mayor reparo en esbozar una amplia a la par que malévola sonrisa.

- Oye, ¿cómo me conoces amiga? Te juro Lizzet, te juro que ahora que José Simón a regresado no voy a permitir por nada del mundo que se me vuelva a escapar, ¿me oíste?..¡Por nada del mundo!, y estoy dispuesta a hacer lo que sea para atraparlo. Yo no

nací para quedarme con esto, amiga.- indico Gemma señalando lo que tenían alrededor.

Yo no nací para quedarme en una simple actriz de segunda categoría. Yo lo quiero, ¡TODO!

- Bueno Gemma, pero eso ya lo tienes. Digo, con el amiguito que te echaste, ¿tu sabes?

Al escuchar hablar de esa manera a su inseparable amiga, a decir verdad en un primer momento la chica tuvo una reacción para con esta un tanto violenta ya que no quería que nadie la escuchara decir eso, debido a lo que asió fuertemente a su amiga por los brazos.

-¡Oye, ¿qué te pasa estúpida?!, ¿te volviste loca?, acuérdate que nadie puede saber eso. Absolutamente nadie aquí puede saber lo que hay entre nosotros, ¿me oíste? Ya te lo he repetido muchísimas veces.

-¡Bueno esta bien, no te enojes conmigo Gemma por favor!. Suéltame me estas haciendo daño.

Viendo que su reacción tal vez había sido algo desmedida entonces decidió liberar a su amiga de sus brazos, y más calmada le repitió.

- Nadie aquí puede saber eso, Lizzet. Si eso pasa, el negocito se me va al piso y francamente no estoy dispuesta a que eso pase. Yo ya me acostumbre a un buen estilo de vida, y por nada del mundo voy a renunciar a él. Si no que por el contrario, aspiro a

escalar mucho mas alto. Te repito que yo lo ansió absolutamente TODO, no vine a este país para conformarme con migajas.

- Desde luego hay que ver que tú si eres bien ambiciosa, ¿no amiga?

ahora que José Simón esta de regreso no pienso permitir que nada, ni nadie arruine los planes que tengo con él.

No obstante como si pretendiera minarle sus ilusiones, de pronto entonces Lizzet cual pepito grillo le sugirió a su amiga.

- Oye Gemma, no es que yo quiera fastidiarte, ¿no? Pero... Ahora que lo pienso bien, ¿no se te a ocurrido pensar que tal vez en todo este tiempo que ha pasado, José Simón puede tener ya su dueña? Tu sabes a lo que me refiero, ¿quién te dice que ya José Simón no encontró a alguien?

A pesar de que quiso negarse a esa posibilidad, en el fondo y aunque fuese tan solo por unos momentos la sensual peruana se detuvo a pensarlo por unos segundo, reconoció que su amiga tenia toda la razón y que esa posibilidad era mas que posible a pesar de conocer bien al joven y saber que este era un mujeriego empedernido, en un primer momento le costaba imaginar que una mujer hubiera podido cazarlo seriamente. Sin embargo después de un momento pensándolo, ésta decidió que no iba a amargarse la fiesta pensando en esa posibilidad ahora que éste había vuelto y fríamente aseveró.

- No sé, no sé si eso pueda ser cierto Lizzet. Aunque en cualquier caso, vuelvo y te repito que esta vez José Simón no se me va a escapar. Estoy mas que dispuesta a lograr que ese hombre sea para mí, y no voy a consentir que nadie se cruce en mi camino. Y bueno si por cualquier motivo eso sucede, no voy a dudarlo un segundo en hacer lo que sea, para apartar de mi camino a todo aquel que represente un obstáculo para lograr lo que quiero con ese hombre. Te puedo jurar amiga, que sea como sea, y tenga que hacer lo que tenga que hacer, pienso lograr conquistar a José Simón. Ya lo veras, mas tarde que temprano, tendré a ese papito comiendo de mi mano. ¡Eso puedes jurarlo! Y si por cualquier mala jugada del destino ya hay en estos momentos cualquier otra mujer en la vida de ese hombre, pues que pena mamita pero que se vaya preparando porque la que le viene si es dura.

Al escuchar hablar a sí a su amiga, lo cierto es que a pesar de que en algunas ocasiones Lizzet sentía temor por esta, por otro lado lo que sentía era una gran admiración por ella, sentía que tenia mucho que aprender de ella. Con lo cual después d escucharla lo único que pudo hacer fue reír junto a ella de una manera maléfica y como compadeciéndose de la supuesta mujer que estuviera con José Simón si es que esta ya existía.

Una vez José Simón hubo llegado a la planta donde estaban ubicados los despachos de los ejecutivos de MundoLatin, antes de dirigirse al que iba a ser el de éste el joven acompañado de su inseparable amigo se dirigieron ante Don Gonzalo para que el patriarca de la familia le diera algunas instrucciones a su hijo. Como cabía esperar el hombre al hablarle a su hijo no dejo de mostrarse tan inflexible y duro con él, como siempre.

No obstante entonces después de casi media hora soportando una charla por parte de su padre sobre lo que se esperaba de él de ahora en adelante, sobre lo que representaba estar al mando de un puesto tan sumamente importante como el que iba a adquirir de ahora en adelante en ese lugar y sobre todo escuchar el reiterativo discurso de su padre a propósito de que debía aprender a afrontar responsabilidades desde ese momento, ya que a fin de cuentas todo eso seria algún día suyo y de sus hijos, pues finalmente entonces el joven Bolívar acompañado de Gabriel estos siguieron a Don Gonzalo que los condujo hasta un amplio y cómodo despacho con todas las comodidades, inclusive un confortable sofá y una mesa supletoria para que las visitas se sintieran mas a gusto. Por supuesto al observar todo aquello el chico no pudo evitar dejar escapar una sonrisa, ya que todo aquello le parecía muy bueno, y estaba seguro de que a pesar de todas las responsabilidades que le iba a tocar afrontar a partir de ese momento, pues se iba a sentir bastante a gusto.

No obstante y para ser honesto, no solamente fue eso lo que satisfizo a José Simón, sino lo que más le gusto a éste fue comprobar como era la joven que su padre le había asignado como secretaria. Una escultural joven de unos veinticinco años, de estatura alta, cuerpo de modelo y de apariencia muy sexy. Su padre al presentársela le dijo que se llamaba Gina, era de origen venezolano.

Obviamente el chico la saludó cortésmente y le aseguro que a pesar de que a partir de ahora iba a ser su jefe, tampoco quería que lo viera como tal y bromeó con la idea de que el no era tan serio como su padre, a lo que la joven esbozo una tímida sonrisa.

Pero entonces finalmente después de eso y tras algunos minutos, tanto Don Gonzalo, como Gabriel se despidieron de José Simón para dejarlo que se terminara de instalar en sus dependencias y comenzara con su trabajo de una vez.

Y precisamente una vez estos se hubieron ido fue lo que éste se dispuso a hacer, ya que estaba deseoso de demostrarle a su padre que también podía llegar a ser una persona responsable y dejar de ser el chico alocado y parrandero de siempre.

A pesar de que muy pronto el joven Bolívar se enfrasco en todo el trabajo que tenia por delante, a decir verdad en un determinado momento de la tarde y mientras se encontraba revisando unos contratos que debía aprobar su concentración sin saber muy bien se vio de repente asaltada por el recuerdo de Sara. Definitivamente y muy en contra de sí mismo esa mujer le había robado la tranquilidad, de repente se descubrió pensando en ella, en su voz, en su rostro, en cu cuerpo...

-¿Pero que me esta pasando?, ¿qué me esta pasando con esa mujer, porque no soy capaz de dejar de pensar en ella?, ¿qué es esto que estoy sintiendo? Yo jamás había experimentado nada igual, ¿por qué?

En ese preciso momento en otro lado de la ciudad y cuando se encontraba igualmente ocupada en su trabajo preparando la presentación de una de las ultimas telenovelas que pretendían que se convirtiera en un gran éxito internacional, Sara que en ese momento estaba haciendo un breve receso ya que se encontraba un poco agotada, tuvo tiempo para en ese intervalo sin ser realmente consciente y de modo completamente inesperado comprobar como a su mente acudía la imagen de José Simón, del rato que habían pasado en el yate de éste, de su conversación, de sus ojos... Y lo extraño es que se percato de que lo recordaba con un gran agrado, sin entender demasiado bien la razón de ese echo.

-Por qué tengo tantas ganas, tantos de deseos de volver a encontrarte José Simón?, hasta ahora nunca ningún hombre me había gustado de esta manera. Yo nunca había sentido esto que estoy sintiendo, ¿pero... Que es?, ¿qué es esto que siento cuando lo recuerdo?, ¿será... Será que esto es... Amor?. ¡No, no eso... Eso es imposible, a penas lo conozco!, ¿cómo va a ser eso?

Con lo cual después de tratar de auto convencerse de que lo que sentía por José Simón, no podía ser amor, ya que apenas lo conocía. Entonces la bella joven Sarmiento se obligó a sí misma a regresar a su tarea.


martes, 11 de octubre de 2011

DESTINADOS. CAPITULO 3

4

Tal y como habían acordado, al día siguiente a eso de las nueve de la mañana Sara se encontraba en el embarcadero de su mansión habiéndose acabado de reencontrar con todas su amigas a las que hacia dos largos años que no había visto, desde que se marchase a España.

Lógicamente en un primer instante poco antes de zarpar, las bellas chicas se abrazaron y saludaron a Sara muy calurosamente mostrándole así la alegría que sentían al tenerla nuevamente entre ellas.

Pero entonces después de los primeros saludos, la bella joven Sarmiento invitó a sus amigas a que subieran a La Criollita y una vez lo hicieron todas, entonces salieron de las inmediaciones de la mansión Sarmiento adentrándose mar adentro siendo el yate tripulado por la propia Sara.

Al mismo tiempo un poco mas lejos de allí, en ese preciso instante también José Simón estaba en el embarcadero en la parte posterior de la mansión Bolívar, recibiendo a todos sus amigos, y lo hizo con gran alegría y alborozo y con los que además compartió algunas primeras bromas.

- Que bueno tenerte con nosotros de vuelta.- expresó Gabriel muy contento y haciéndolo no solamente por el mismo, sino por el resto de los chicos también.

- Ya se te echaba en falta José Simón, hombre.- afirmó en ese momento Santiago Albizu, un joven de ascendencia puertorriqueña, de unos veintinueve años, también gran amigo del joven Bolívar.- Supongo que vienes preparado para pasarla bien rico, ¿no?

- Oye hasta la duda ofende Santiago, eso ni se pregunta.- contestó José Simón abriendo de par en par los ojos en un gesto como de sorpresa por la duda de uno de sus amigos.- - - Pero bueno señores, ¿qué les parece si mejor nos dejamos de conversación de una buena vez y nos marchamos, si? Acuérdense que mar adentro tal vez haya mas de una embarcación con algunas nenitas indefensas a bordo.

Al escuchar eso el resto del grupo comenzó a reír abiertamente imaginando y ya dando por sentado el supuesto que éste les presentaba. De manera que el grupo de hombres sin vacilar un momento mas se embarcaron enseguida en El Libertador, el nuevo y gran yate del joven Bolívar, muy dispuestos a pasar un muy buen día de primera categoría, siendo naturalmente tripulada la embarcación por José Simón.

Al cabo de unos tres cuartos de hora cuando el joven Bolívar y sus amigos se encontraban enfrascado en la diversión, entonces de repente Adrián que había desviado por unos momentos la vista, pudo observar muy complacido a lo lejos otro yate de similares características al de su amigo en el que podía perfectamente observar que se encontraba un grupo de chicas en bikini, todas ellas espectaculares.

-¡Ay Diosito, no puede ser!

-¿Qué paso Adrián?- interrogo José Simón.

- Miren muchachos, miren la divina vista que tenemos al frente.

-¡Uy si están padrisimas carnal!- apuntó Gabriel, dándole la razón a su amigo.

No obstante en realidad ellos no fueron los únicos que se fijaron, ya que de buenas a primeras y mientras se encontraban tomando tranquilamente el sol en la cubierta del yate de Sara, entonces Raquel reparo en los chicos.

- Uy virgencita, no puede ser.

-¿Qué paso Raquel, viste al hombre de tu vida?- expresó Evelyn, en tono burlón.

- Pues todavía no lo se amiga, pero es muy posible. Miren allá.- indico la bella puertorriqueña señalando al frente a sus amigas.

- Guauu, tienes razón eh amiga, tremendos papacitos- argumento Evelyn.

-¿Los llamamos?- sugirió lanzada, Raquel.

-¡Ay si, si vamos a invitarlos con nosotras, ¿no?- respondió Belén, decidida.

Sin embargo Sara que parecía ser la líder del grupo de pronto les dijo.

- No se...

- Ay Sara, no seas así. No me digas que a ti no te gustaría estar en la compañía de un papacito como esos, ¿eh?

- Claro que si, pero...

Ándale Sara!, no seas gacha, porfa.- pidió Adela en este momento en nombre de todas.

Con lo cual viendo las caras de sus amigas, y en el fondo atendiendo a su deseo afirmó.

- De acuerdo. Pero ah pero eso si muchachas, acuérdense de nuestra primera regla de oro, ¿no?!, ¿a ver niñas, cual es nuestra primera regla de oro?

- Es cierto muchachas, Sara esta en lo cierto, no podemos faltarle a nuestra primera regla de oro.- apunto Evelyn dándole la razón a su gran amiga.

-¿O que paso chicas, ya se olvidaron de nuestra regla de oro?

- No Sara, claro que no, pero...- intento replicar Raquel.

-¿Qué es lo que dice muchachas nuestra primera regla de oro, a ver?- preguntó la joven Sarmiento a sus amigas como una profesora que trata de hacerles recordar a sus alumnas la lección aprendida.

De manera que ante el requerimiento de su amiga todas repitieron al unísono la tan mentada primera regla de oro que ellas mismas habían inventado y que decía que jamás bajo ningún concepto debían demostrar interés por ningún hombre cuando lo tenían delante, sin que éste antes se hubiera acercado a ellas. Y de esa forma fue como todas la repitieron.

- Muy bien muchachas. Pues entonces ya saben, esperemos a que sean ellos mismiticos quienes caigan en nuestras redes.

-¿Pero y si no lo hacen Sara?, ¿y si perdemos tremenda oportunidad, amiga?- interrogo Raquel como preocupada ante la posibilidad de perder la oportunidad de pasar lo que les quedaba de día con unos jóvenes como aquellos.

-¡Ay Raquel, ¿cómo no lo van a hacer amiga?!, mírate, míranos. Estamos súper buenas mujer, ¿cuántos hombres conoces tu que no caigan mansitos ante cinco mujeres jóvenes tan ricas como nosotras, eh?, a ver, ¿dime?- señaló Sara en una actitud de lo más segura de sí misma y señalándose a sí misma y a sus propias amigas.- Te digo yo que esos tipitos nos dicen algo antes de que pase un minuto, te lo digo en serio, créeme.

Ante las palabras tan seguras de sí misma, de sus posibilidades y las de ellas mismas, al fin entonces Raquel pensó que le haría caso y optó por aparentar indeferencia hacia los chicos, ya que como Sara decía seguramente estos serian quienes quisieran acaparar toda su atención.

Y en efecto la bella hija de Doña Fabiola no se equivocó en lo mas mínimo, dado que desde El Libertador, de manera totalmente inmediata entonces en un momento dado fue al mismo tiempo Adrián San Martín, otro de los amigos de José Simón quien reparó en la presencia prácticamente ante ellos de un yate desde el que se podía observar la mas que agradable presencia de cinco sensuales chicas de mas o menos similares edades a ellos.

amigos, los cuales absolutamente todos pertenecían a familias pudientes de la

ciudad, no siempre había sido así ya que una vez los San Martín fueron una de las familias más poderosas y respetadas de Perú hasta que cayeron en declive hasta llegar sí a una posición holgada, pero sin llegar a tener todas las fortunas e influencias de antaño.

- Vaya, vaya, tremenda sorpresa que tenemos delante, ¿no muchachos?, ¿qué les parece? Por lo que se ve, no estamos solos en medio del mar.

-¿De que hablas hombre, Adrián?- interrogo José Simón, dado que en un primer momento no había reparado en la presencia de sus vecinas, por estar distraído hablando

con el resto de los chicos.

-¿Cómo que de qué hablo, que te pasa? Miren el espectáculo que tenemos delante muchachos.- indicó éste apremiando a sus amigos a que dirigieran sus miradas hacia el yate de Sara y sus amigas.

Y claro esta estos no tardaron en hacerlo, y al verlas sus reacciones y comentarios no se hicieron esperar para nada, siendo Gabriel quien rompió el hielo.

-¡Uy no, tremendas muñecotas carnal!

Al haber escuchado las afirmaciones de sus amigas entonces al joven Bolívar no le quedó mas remedio que poner mas atención en el objetivo en el que estos insistían tanto y al hacerlo entonces José Simón pudo tener la misma oportunidad que sus amigos de ver frente a él un yate de mas o menos las mismas características que el suyo que estaba ocupado por un grupo de cinco chicas, a cual mas sexy y bella. Y al verlas lo único que éste fue capaz de decir, fue.

- Vaya, vaya, parece que esto comienza a ponerse mas que interesante, ¿no caballeros?- manifestó el chico.- Bueno pues entonces señores, habrá que ser hospitalarios con las damitas, ¿no les parece?

Con lo cual en efecto y haciendo gala de toda su galantería entonces en lo que respecta a José Simón en un su perfecto papel de anfitrión comenzó a aproximarse hasta un lado del barco justo para poder dirigirse a las tripulantes del yate vecino, las cuales precisamente y viendo como uno de los chicos de la otra embarcación parecía que iba a decirles algo no pudieron evitar ponerse bastante nerviosas.

-¡Ay, no!, miren muchachas parece... Parece que se va a dirigir a nosotras.- expresó una muy nerviosa Raquel.

Aunque entonces haciendo como acopio de valentía y de saber estar, fue justo en ese instante cuando Sara tratando de demostrar mas entereza recomendó.

- Bueno, bueno, ya tranquilícense muchachas, ¿sí? Que no crean que estamos pendientes de ellos, ¿sí? Mas bien... Arréglense, ¿no?- apuntó la joven Sarmiento en un tono de lo más pícaro llevándose sus manos al escote de su pequeño bikini y arreglándose un poco los pechos para juntarlos y darles mas voluminosidad.

Naturalmente al ver lo que su amiga hacia el resto la imitó y siguió tranquilamente disimulando y fingiendo que no habían advertido la presencia de los jóvenes, hasta que precisamente fueron interrumpidas por el propio José Simón.

- Buenos días, señoritas.

- Muy buenos días.- respondió educadamente Sara al ver al joven que tenia delante, sin llegar a recordar que ya lo había visto antes.

-¿Saben?, mis amigos y yo nos preguntábamos, ¿qué hacen unas mujeres tan bellas como ustedes, solas en alta mar, sin la compañía de unos hombres que las protejan?

-¿Protegernos, de que?

- Pues... De cualquier cosa, ¿no temen que puedan ser atacadas por algún animal, un 24.

tiburón por ejemplo?, por esta zona esos animales abundan.- señaló el joven Bolívar hablándole directamente a Sara sin ser consciente de que ya la conocía también, esbozando una seductora sonrisa y siendo ya mas que evidente el juego de coqueteo que se traía con ésta.

Ante el supuesto del chico, Sara intercambio unas miradas con sus amigas mezcladas con unas risitas ahogadas, hasta que al final la joven siguiendo con el juego que él parecía haber iniciado contestó.

- Nosotras no les tememos a los tiburones, no nos dan miedo.

Frente a una respuesta tan directa y osada por parte de la sensual chica, evidentemente José Simón se quedó apenas sin saber que decir hasta que apuntó

- Vaya, que atrevidas, ¿no?

Ante esto Sara no pudo mas que sonreír abierta y seductoramente.

- Por supuesto.

Así después de que ya habían intercambiado algunas palabras y cuando se puede decir que ya existía una buena conexión al menos entre ellos dos, entonces fue cuando el joven Bolívar decidió que era el momento de avanzar en su ataque y le propuso a Sara, aunque evidentemente lo dicho iba para todas.

- Oigan, verán... Los muchachos y yo, estábamos pensando que tal vez les apetecería subir con nosotros a mi yate. La verdad es que nos gustaría mucho que nos acompañaran en lo que queda de día, ¿qué les parece? Les aseguro que vamos a hacer que se la pasen bien chévere.

En un primer momento al escuchar la propuesta del joven, las chicas a pesar de que en su interior estuvieron saltando de la alegría que había logrado captar la atención de unos chicos como aquellos, de todas maneras quisieron tratar de hacerse las remolonas, las interesantes, hasta que finalmente la propia Sara en nombre de todas decidió aceptar la invitación de su interlocutor sin necesidad de preguntarle a sus amigas su opinión a sabiendas de cual iba a ser la respuesta de estas.

- Bueno, ok esta bien, aceptamos su invitación, ¿por qué no?

-¡Estupendo!- exclamó José Simón loco de contento al comprobar que durante todo lo que les quedara de paseo en alta mar iban a poder pasarlo en la compañía de esas cinco chicas tan sexys.- A ver déjenme que las ayude a subir, muchachas.- manifestó el joven Bolívar, muy caballerosamente.

Con lo cual de esa forma entonces las cinco chicas se levantaron de las tumbonas en las que hasta entonces habían estado tomando el sol y conversando para de la atenta mano del guapo chico que tenían delante subir hasta su yate y pasar un muy buen rato en su compañía y en la de sus amigos.

Ya una vez José Simón hubo ayudado a ascender a la ultima de las chicas, y de que ésta le diera las gracias por su amabilidad, pues entonces siguiendo con su porte de caballerosidad expresó.

- Bien señoritas, bienvenidas, siéntanse como en sus casas.

Muchas gracias, muchachos.- respondió Sara en nombre de ella y de sus propias amigas y de echo a continuación y después de haber reparado mucho mejor y más atentamente en su anfitrión la joven Sarmiento lo pensó un segundo y cayó en que éste le resultaba conocido.- Perdona, pero...

-¿Dime?

- Disculpa, pero... Bueno, lo que pasa es que me resultas conocido, no sé... ¿Puede ser que nos hayamos visto antes?, tengo la sensación de que nos hemos visto antes en algún otro lugar.

Al escucharla decir eso y pensar que ésta estaba tal vez usando una técnica que de echo

él mismo había usado muchísimas veces con muchas chicas empezó a reír y argumentó.

- Vaya, yo creía que esa estrategia era exclusivamente mía.

Esbozando una sonrisa que a José Simón se le asemejo la mas dulce y serena, a la par que sensual, Sara replicó.

- Bueno, nosotras también sabemos usas nuestras estrategias, no te creas eh.

- ¿Ah, sí?

- Claro. Pero... No es en serio, de veras que me resultas conocido.- volvió a insistir la muchacha y entonces de buenas a primeras como si acabara de tener una visión o como si acabara de recordar algo importante, se dio cuenta de que el era el chico que le había tan amablemente ofrecido el taxi a su llegada a la ciudad.

- Ya lo recordé. Tú eres el chico con el que ayer compartí el taxi en el aeropuerto, ¿te acuerdas?

Al escucharla entonces este también se acordó de repente.

- Es cierto, tu eres la muchacha que andaba apurada. Si, mira tu que casualidad, ¿no?

- Pues si, toda una casualidad.

- Aunque... Una cualidad... Preciosa, déjame decirte.

-¿Ah, sí?- respondió ella coquetamente.

- Totalmente.

Por unos instante entonces ambos guardaron silencio, aunque este fue roto por Sara que riendo pensó.

-¿Sabes, creo que no nos hemos presentado todavía? Aun no se tu nombre.

- Pues si, ayer con las prisas no te lo pregunte.

Cayendo en la anécdota esta rió y apuntó.

- Es cierto, yo tampoco caí en preguntarte el tuyo.

- Mi nombre es José Simón.

- El mío Sara.

- Bueno, ahora al menos ya sabemos quienes somos, ¿no?

- Pues si, ahora ya si.- afirmó ella no pudiendo ser capaz de dejar de admirar embelesadamente al chico.

Aunque en realidad el sentimiento era absolutamente reciproco, dado que en lo que respecta al joven Bolívar, este también era absolutamente incapaz de dejar de observarla de arriba abajo atentamente y de echo al hacerlo concluyó en que en efecto era una chica realmente preciosa, la más bella que hubiera conocido en mucho tiempo, si es que alguna vez había habido una mujer igual a Sara.

Una vez entonces estos se hubieron presentado mutuamente y al cabo de algunos breves minutos en los que se instauro un absoluto silencio durante el cual ni Sara, ni tampoco José Simón fueron capaces de apartar la mirada el uno del otro, en lo que respecta a él acabó hablando estando al parecer dispuesto a presentar a sus respectivos amigos.

- Oh, disculpen mi torpeza por favor.- argumentó el joven Bolívar aludiendo a sus amigos.- Si me permiten señoritas, permítanme que les presente a mis amigos.

Y éste se mostró dispuesto a hacerlo comenzando por un joven rubio, de ojos azules, de alrededor de un metro noventa de estatura, de complexión fuerte y de ascendencia venezolana al igual que él de nombre, Jaime Miranda.

- Él es Jaime Miranda.

- Encantado, señoritas.- respondió el joven Miranda con una excelente educación.

Al gesto caballeroso del amigo de José Simón estas se limitaron a sonreír simplemente, y de esa manera dejaron que el joven Bolívar continuara presentando a sus amigos siguiendo a partir de Jaime de derecha a izquierda.

- Y ellos, son; Santiago Albizu, Adrián San Martín y Gabriel Hidalgo.

Encantadas de conocerlas, muchachos.- expresó Sara en nombre de sus amigos.

Los encantados, somos nosotros.- señaló Gabriel en ese momento, también esbozando

una sonrisa muy sugestiva.

- Bueno muchachos, pues si les parece yo les voy a presentar a mis amigas, para que las conozcan, ¿sí?- aseguró la joven Sarmiento, con lo que a continuación y comenzando por su derecha comenzó diciendo y señalando a la primera chica que encontró.- Ella es Evelyn Dellanos.

- Gusto en conocerlos muchachos.- asevero coqueta y envalentonadamente la seductora amiga de Sara.- Estoy segura de que vamos a pasarla bien chévere, ¿no es cierto?

De eso, no te quepa la menor duda.- volvió a responder en este caso Gabriel, el cual al ver a la amiga de Sara decidió que esa iba a ser su pareja en ese día, ya que le había encantado la chica.

Al ver a su amigo lógicamente a José Simón no le cupo la menor duda de que éste ya había escogido a su presa. A pesar de que en lo que respecta a Sara, ésta pensó exactamente lo mismo de Evelyn al ver la mirada que le prodigo a Gabriel.

No obstante las miradas de estos fueron interrumpidas por la voz de la bella joven Sarmiento, que decidió continuar con las presentaciones de sus amigas.

- Mmm... bueno, este... Les presento también al resto de las muchachas; Raquel Cantizano.

Ésta evidentemente fiel a su carácter también coqueto y sexy, no lo dudo un momento a la hora de regalarles a todos una muy atrevida sonrisa, aunque en especial ésta parece que ya había hecho su elección en Adrián.

- Y ya por ultimo les presento a Belén Campillo y Adela Higares.

En estos dos últimos casos las chicas no fueron tan atrevidas como el resto de sus amigas, ya que no tuvieron el valor para saludarlos tan atrevidamente y simplemente les

dirigieron unas miradas un poco mas tímidas, sobre todo a Jaime y Santiago.

- Bueno, pues echas las presentaciones.- comenzó diciendo José Simón después de que Sara hablase.- Que les parece si ahora si comenzamos la fiesta, de verdad, verdad.

Indudablemente al escuchar semejante oferta ninguno de los presentes se negó y pronto comenzaron una fiesta en la que el anfitrión saco mas bebidas y se encargó de poner la música más alta para que todos pudieran comenzar a bailar, cosa que hicieron enseguida y fueron algunas de las chicas quienes se animaron primero sacando a bailar a algunos de los amigos del joven Bolívar.

Durante el resto de la tarde, no cabe duda de que todos lo pasaron estupendamente bien; rieron, bailaron, bebieron... No obstante hay que destacar que probablemente los que mejor se encontraban en compañía el uno del otro, quienes posiblemente mejor hubieran conectado, eran; Sara y José Simón, ya que desde que éstas llegaran la pareja no se había despegado un solo momento.

De echo en un momento dado de la tarde Sara y José Simón se encontraban muy a gusto juntos en la proa del yate, después de que éste la hubiera llevado hasta allí para enseñarle la embarcación y de esa manera ambos estuvieron tripulando el yate durante un tiempo en el que rieron abiertamente y es mas ambos dieron muestras mas que evidentes de estar pasándoselo estupendamente juntos, tanto que aunque ninguno de los dos se lo dijo al otro, interiormente ninguno tenia ganas de que terminase ese día.

En cuanto a lo que respecta a Sara, lo cierto era que hacía mucho tiempo que ésta no se sentía tan bien en la compañía de un hombre y precisamente ese fue el motivo por el cual ella no tuvo el mayor problema, ni el mayor reparo en dejar que éste la rodeara con sus fuertes brazos, abiertamente, de echo a la joven Sarmiento le parecía un sueño sentirse rodeada por los brazos de José Simón.

Pero lamentablemente para todos, aunque muy en especial para José Simón y Sara, después de haber permanecido prácticamente gran parte del día todos juntos divirtiéndose y pasándolo muy bien, finalmente les llegó el momento de volver a sus

casas y a la cruda y dura realidad de sus consabidas responsabilidades.

- La pase muy bien contigo hoy, ¿sabes?. Muchas gracias por todo.- dijo Sara despidiéndose de su acompañante.

- No hay que dar las gracias por nada, la verdad es que fue un placer para mi. Me encanto conocerte.- confesó en un tono de lo mas sincero, José Simón.

Agradecida por las palabras del chico la bella muchacha sonrió abiertamente, a pesar de que en tono de broma reprocho.

- De seguro no soy la primera a quien le dices eso, eh. A cuantas mas se lo habrás dicho.

En contra de lo que se pudiera creer, en ese caso el chico no se molesto en desmentir la intuición que ésta tenia sobre eso, no obstante lo que si hizo José Simón y esta vez siendo absoluta y totalmente sincero con ella fue asegurarle.

- Con ninguna otra he sido tan sincero como contigo, te lo puedo asegurar, Sara.

- Bueno, en ese caso supongo que debo sentirme halagada.

A esto el joven Bolívar no contesto, ya que no podía dejar de mirarlo totalmente embelesado con la dulzura de su rostro que irradiaba una sensualidad a la par que una .

Serena belleza que para el eran totalmente inusuales, diferente en todas las mujeres que

había conocido hasta ese momento. Y precisamente por eso quizás la chica lo había impactado tanto y se sentía tan sumamente atraído hacia ella.

-¿Volveré a verte?- pregunto el joven Bolívar como con desesperación, dejando mas que patente el deseo tan desesperado que tenia por volver a reencontrarse con ella aún -cuando apenas la conocía y ni tan siquiera acababan de despedirse.

- No se... Tal vez...- respondió ella como queriéndose hacer la interesante ante los ojos del chico, a pesar de que en su fuero interno lo que mas deseaba en esos momentos la joven Sarmiento era volver a ver al chico que la había echo pasar unas horas tan maravillosas.

- Ojalá sea así, ojalá pueda volver a verte pronto, Sara.- expresó José Simón al tiempo que no podía evitar acariciarle la cara a su pareja de ese día.

Ni que decir tiene que el gesto enterneció sobradamente a Sara, y no hizo mas que confirmar lo maravilloso que éste era, se veía de lejos que sabia muy bien como agradar a una mujer. No obstante por otra parte ella pensó que no tenia que hacerse ilusiones, después de todo estaba mas que segura de que no volverían a verse nunca mas.

- Bueno, yo... Nos tenemos que marchar ya.- argumentó ella tratando de coger fuerzas para tener el valor de marcharse de allí.

- Si, claro... Entiendo...- afirmó José Simón.- Nosotros... Nosotros también nos marcharemos enseguida.

de que no podía ser nada importante, después de todo el no era mas que otros chicos que pudiera haber conocido otras veces.

Una vez Sara hubo llegado a su casa, la muchacha entró tranquilamente y saludó a sus padres y a su abuelo cariñosamente, con los cuales intercambio unas breves palabras antes de retirarse a su habitación para darse una ducha antes de bajar a cenar.

Lo cierto es que por mucho que tratara de disimularlo, ni para Don Lorenzo, ni tampoco para Don Fulgencio paso inadvertido el distanciamiento de la chica, ya que durante toda la velada había permanecido absolutamente ajena a todo lo que los demás estaban hablando, no había prestado la mas mínima atención a todos los temas que habían tratado a lo largo de ese rato. Aunque el comportamiento de ella no se debía bajo ningún concepto a que estuviera triste o enfadada, sino más bien todo lo contrario, lo que en realidad le ocurría a Sara era que no estaba siendo capaz de apartar la imagen de José Simón de su mente, si ya estuvo pensando en él desde que lo conociera en el aeropuerto, ahora que lo había podido tratar mas en profundidad, que sabia su nombre, muchísimo menos. La joven Sarmiento no podía dejar de recordar al joven y los fuertes brazos de éste rodeando su cuerpo y de repente se descubrió deseando que los brazos de José Simón volvieran a abrazarla, que su voz volviera a susurrarle palabras al oído...

- Sara, ¿te encuentras bien?- preguntó de repente Don Fulgencio preocupado por el extraño comportamiento de su nieta después de que ésta llegara de su paseo en yate con sus amigas.

Lo cierto es que en un primer momento la chica no escuchó muy bien la voz de su abuelo, ni muchísimo menos lo que éste le decía, por eso hizo falta que una vez más él

patriarca de la familia llamara a su nieta. Y en esa nueva ocasión ya sí la bella y hasta ese momento distraída joven Sarmiento acabó atendiendo a las palabras del hombre.

- Eh...¿Decías algo abuelito?, disculpa no te escuche.

No, de eso ya me di cuenta.- expresó el anciano y a continuación añadió.-¿Oye que te pasa mi amor?, desde que has llegado has estado muy rara, muy distante, como... En otro mundo.

En ese momento entonces dándole la razón a su suegro, Don Lorenzo señaló.

- Es cierto mi hijita, desde que has llegado has estado muy callada.

- Disculpen papá, lo que pasa es que... Lo que pasa es que me duele un poco la cabeza, eso es todo.- respondió la chica dando la primera excusa que se le ocurrió.

-¿Quieres que llamemos a un medico, mi niña?, podemos hacer llamar al doctor Figueroa.- propuso Don Fulgencio preocupado por la salud de su nieta, aludiendo al medico personal de la familia.

- No obstante ésta no deseando preocuparlo, argumentó.

- No, no abuelito, no es necesario. Te lo aseguro. De veras que no es para tanto, es un simple dolor de cabeza, ahorita me acuesto y seguro que se me pasa enseguida, de veras, no se preocupen por mí.

- Si, eso será lo mejor, que te acuestes y descanses.- opino Doña Fabiola interviniendo en la conversación.- Te necesito bien fresca y en plenas facultades para mañana, acuérdate que es cuando comienzas a trabajar en la productora. Espero que no se te haya olvidado.

- Vamos Fabiola no seas tan exigente, ¿es que solo piensas en el trabajo? Sara no se encuentra bien, ya nos lo esta diciendo.- se quejó Don Fulgencio ante la actitud de su hija para con la joven.- Y tu lo único que haces es molestarla con tus exigencias.

- Solo le advierto y le recuerdo cuales son sus obligaciones, papá.

- No creo que haga ninguna falta hija, Sara las conoce perfectamente, estoy seguro de ello.

dijo de pronto Salvador interviniendo en la discusión familiar entre padre e hija, ya que éste se encontraba sentado alrededor de la mesa cenando junto con el resto de la familia después de haber sido invitado por la propia Doña Fabiola. Y es que para la atractiva mujer, éste debía ser tratado como uno mas de los miembros del clan, a pesar del disgusto de la gran mayoría.- Pero creo que Doña Fabiola tiene toda la razón. Opino que ya es hora de que Sara comience a centrarse en la empresa familiar, a fin de cuentas es tu negocio y el de su familia y debe centrarse en el de una vez. Para eso se supone que fue a prepararse a España, ¿no?

No cabe la menor duda de que al escucharlo hablar la molestia tanto de Don Fulgencio, como de Don Lorenzo y hasta la propia Sara fue absoluta y perfectamente evidente.

Tiene toda la razón Salvador.- respondió el anciano patriarca dirigiéndose a su empleado.- No... Debe entrometerse en nuestra conversación. No quisiera ofenderlo con mis palabras, y de veras discúlpeme si mis palabras le resultan ofensivas, pero... Honestamente Salvador, no entiendo que hace usted entre nosotros.

-¡Papá!- exclamó escandalizada Doña Fabiola al ver como el hombre le contestaba a su abogado.-¡No le hables así a Salvador!, es nuestro empleado.

- En efecto, es nuestro empleado. Por lo que se me hace mas difícil entender el motivo por el cual se sienta a comer con nosotros, si no se le permite a Celia que lleva muchos mas años a nuestro lado, ¿por qué se le permite a él?

-¡Basta papá, por favor!, no continúes ofendiendo a Salvador. Si se sienta a la mesa, es porque yo así lo dispongo. su aspecto exterior que tal vez invitaba a pensar que no era mas que una niña mimada.


Algunas horas mas tarde Don Lorenzo y Doña Fabiola se encontraban en su habitación dispuestos a dormirse cuando mientras la atractiva madre de Sara terminaba de arreglarse para meterse en la cama, su esposo entonces de repente le dijo.

- Fabiola.

-¿Dime?

- Quería que habláramos un momento.

Al escuchar eso y el tono que su marido pareció comenzar a adoptar como grave, como si estuviera a punto de decirle algo muy importante, entonces la mujer expresó.

-¿Hablar?, ¿sobre, que?, ¿qué pasa, Lorenzo?

- Escucha, es sobre Sara. ¿Oye, no crees que estas siendo demasiado dura, demasiado exigente con ella?

-¿Demasiado dura, a que te refieres?- inquirió la mujer no llegando a comprender realmente en un primer momento a lo que se podía estar recibiendo su marido.

- Sara ya no es una niña de cinco años. Tal vez no te hayas dado cuenta pero nuestra hija ya creció y se a convertido en toda una mujer, y responsable aunque te cueste creerlo.

- Bueno pues si eso es verdad, que lo demuestre, ¿no te parece?- contestó de manera totalmente inflexible la atractiva esposa de Don Lorenzo.

- Lo hará, ya veras como lo hará. Oye, de veras yo no entiendo porque te cuesta tanto creer en tu propia hija, eh.

Ante el reproche de éste obviamente a Doña Fabiola no le quedó mas remedio que tratar de defenderse, argumentando.

del mundo y no es así.

- Cualquiera que te escuchara pensaría que es una mala muchacha, mujer.

Frunciendo el ceño denotando su hastío por la insistencia de su marido, Doña Fabiola

suspiró y dijo.

-¡Ay por Dios, claro que no es eso Lorenzo, y tu lo sabes muy bien!. Que yo sea algo dura con nuestra hija no significa que en el fondo no sepa ver su valía, claro que es una buena muchacha, pero eso no quita para que me preocupe en aplicarle una disciplina. Sara debe aprender que ya no es una niña, que debe adquirir ciertos deberes, ciertas responsabilidades a fin de cuentas Hispanovisión quedara algún día en sus manos y en las de sus hijos y debe aprender a afrontarlo con disciplina.

- Bueno Fabiola como sea, no me agrado que fueras tan dura con ella durante la cena, realmente.

-¡Ays!, bueno Lorenzo, ¿sabes que?, mejor dejemos este tema por la paz, porque esta visto que no vamos a lograr ponernos de acuerdo.- manifestó la sensual madre de Sara mientras se acostaba a un lado de la cama.

- Si, mejor será. Buenas noches, que descanses, mi amor.- expresó entonces Don Lorenzo dirigiéndose a su esposa para darle un beso en los labios.

- Buenas noches, hasta mañana.- respondió esta, correspondiendo igualmente al beso de su esposo, aunque en el fondo haciéndolo mas por compromiso y por costumbre, que por ganas ya que realmente en el fondo Doña Fabiola no estaba realmente enamorada de su esposo.