martes, 9 de diciembre de 2008

Soy un adicto (puede herir sensibilidades)

Mi afición a la sangre viene de lejos. Según mi madre, de bebé tan solo dejaba de llorar cuando al succionarle los pezones con fuerza, éstos sangraban en abundancia. Era entonces y no antes, cuando por fin me quedaba dormido, relajado y feliz. Desde bien pequeño, mis platos favoritos fueron la sangre frita, la morcilla y el pastel de sangre.
Pero no fue hasta los 7 años que me convertí en adicto a ella. Fue algo casual. Jugaba con mis amigos a ver quién era capaz de comerse una caja de chinchetas, y el más osado fui yo. A los pocos minutos, la tez se me tornó lívida, perdí el conocimiento, y mis padres me llevaron corriendo al hospital. Me había perforado el estómago produciendo una intensa hemorragia interna. Fue una operación larga y compleja para la que me sometieron a varias trasfusiones de sangre.
No podría describir con palabras el intenso placer que sentí cuando inyectaron la sangre directamente en mis venas. Sería absurdo incluso intentarlo. Imaginad el placer más absoluto que hayáis sentido y multiplicarlo por 1000. Solo así podréis comprender lo que sentí siendo tan solo un niño de 7 años, y lo que ha sido mi vida a partir de entonces.

Me dieron el alta a las pocas semanas, y pasé a ser un alma en pena. Nada conseguía calmar mi aflicción. Los pequeños placeres cotidianos de un niño de 7 años, como un balón nuevo, un tirachinas, dejaron de tener sentido para mí. Aquel placer sentido, aquella dulce sensación recorriendo mi cuerpo como un escalofrío de los pies a la cabeza… Nada en mi vida valdría la pena si no volvía a sentir lo que sentí en aquel hospital, nada.
Mi madre cocinaba para mí mis platos favoritos con la esperanza de animarme, pero la morcilla, los pasteles de sangre y la sangre frita, lejos de consolarme, sólo conseguían reavivar la sed de sangre que tenía.

Con 13 años me corté las venas para bebérmela, pero no me gustó. Como consecuencia de aquel intento de suicidio, como ellos le llamaron, me internaron varios meses en un hospital, y aquellos fueron los mejores meses de mi vida. Me las ingenié para acceder al banco de sangre del hospital, y cada día me bebía dos bolsas o más. Qué delicia… Tiemblo de gusto con solo recrear las sensaciones experimentadas durante aquellos meses. Me cambió el carácter. De huraño y taciturno, pasé a ser un chaval alegre y optimista, que reía con las enfermeras y disfrutaba de la vida. En ese momento de euforia estaba cuando el médico me dio el alta.
Me devolvieron de golpe a la vida de insatisfacción que tan bien conocía.

El primer asesinato lo cometí a los 18 años y se produjo de forma accidental. Nunca he querido hacer daño a nadie, lo juro. A pesar de que no me habían interesado nunca las chicas, aquella era especial. Se llamaba Blanca y además lo era. ¡Muy blanca! De un blanco tan transparente que las venas se le dibujaban tentadoramente como una maraña de hilos azules por todo el cuerpo. ¿Cómo mostrarle a un alcohólico la botella de whisky y pedirle que no se la beba?
Odio las historias de vampiros, drácula y demás. Mienten. Ojala dispusiera de unos colmillos bien desarrollados y preparados para succionar la sangre de mis víctimas sin necesidad de hacer una carnicería. ¡No es así! He tenido que ingeniármelas e ir perfeccionando mi estilo a lo largo de los años. Y con Blanca, no estuve muy fino, la verdad. Por no herir sensibilidades me ahorraré los detalles. Descanse en paz, Blanca.

Después de Blanca, llegaron muchas más, he traído una lista. Por orden alfabético: Adelina, Bernarda, Cecilia, Charo, Desiree, Francisca, Gregoria, Irene… ¿sigo? Bueno, son 54 en total, que lo sepáis. Y es que la sangre envasada está muy bien, pero una vez se prueba la fresca… no se puede comparar.

En fin, no sé qué le vais a decir al juez. Pero lo mejor es la verdad. Que soy un adicto, un enfermo. Que tengo derecho a rehabilitación. Repito que no soy un tipo violento. Por cierto, ¿sabéis si en la cárcel disponen de algo así como un banco de sangre? Lo digo por ir saliendo del paso.

Sonia Ramírez

8 comentarios:

Manuel Santos dijo...

¡Joder! (perdón).
Que fuerte. Me lo he leído de un tirón, y cada párrafo era como una bofetada... bueno, eso cuando no me he quedado simplemente con la boca abierta.
Podriamos decir que he sido un adicto a este relato, jajaja.
Muy bueno. Me sorprende esa capacidad para meterse en la piel de alguien a quien difícilmente se puede comprender y poder explicarlo como si fuera uno mismo. Creo que tienes una gran facilidad para ello.
En cuanto al mensaje: muchas veces he pensado hasta qué punto nuestra generación es capaz de renunciar a la intensidad (en general), en pos de una vida más ordenada y racional.

¡Felicidades!
Un abrazoo.

Juanmi dijo...

Genial Sonia.

Te metes muy bien en la piel de un adicto, en su forma de pensar y de actuar, algo muy difícil de entender si no lo has sido nunca, como dice Manuel.

Conduces la historia con facilidad, y hasta creas empatía.

Me ha sorprendido, me ha gustado, y el final es de o más acertado.

Me ha hecho reflexionar acerca de la verdadera voluntad de un adicto para rehabilitarse...

Muy bueno, en tu linea de originalidad.

Sonia dijo...

Gracias chicos, he dudado bastante entre colgarlo en el foro o no... La gente a la que se lo he dejado leer me ha mirado después de una manera bastante extraña, jajajajajaja.
He sido fumadora, pero a parte de eso, ni he sido ni soy adicta a ninguna otra sustancia, por lo que sale todo de mi imaginación, eh? Lo dejo claro por si acaso. Y odio la morcilla y todo lo relacionado con las vísceras para comer, jajajaja.

Juanmi dijo...

Si has sido fumadora, ya sabes lo que es una adicción, y de las gordas, eh? Te lo dice otro ex-fumador

De todos modos no te voy a quitar mérito ninguno. Eres una mina de ideas originales, y sabes contarlas.

Lo de la morcilla es una pena, porque mira que está rica jajajajaja....

Elena Escura dijo...

Hola Sonia,

Quiero felicitarte por tu relato. Me ha fascinado cómo consigues que cada una de las líneas parezcan frases extraídas del diario del protagonista. Construyes el personaje a la perfección con frases clave.

Generas empatía y además, todo el relato está empapado de elegancia. Tu estilo es preciso, contundente... desde luego, se lee de un tirón.

Hasta luego!

Anónimo dijo...

El relato esta muy bien escrito. Pero no se debe confundir un sicopata con un adicto, no tiene nada que ver. Escalofriante....

Aula de Escritores dijo...

Se lee muy bien.


SOHO

Anónimo dijo...

Un buen manejo de términos antisociales y de ironia frente a algunos esquemas de orden moral ( ..54 en total...nada violento).
Muy bueno , me deja un sensación de repugnancia.
Felicitaciones