miércoles, 31 de diciembre de 2008

Va de mujeres...

Va de mujeres

–Si es que no me puede ir peor, Laura, que soy una desgraciá…–se lamentó Yolanda con los ojos anegados.
–Lo siento, amiga, sólo he sido sincera.
–Si ya lo sé, pero tú eres testigo del panorama que tengo. Hace un par de meses me lié con el charcutero, un pobre hombre ya mayor, y voy y me lo cargo a polvos…-Yolanda se sorbió los mocos y siguió hablando –Luego, me dejo utilizar por el escuchimirriao ese del Beni, haciéndome creer que está enfermo terminal… –la camarera se mesó el pelo para añadir –si es que no valgo pa ná, si tú tienes razón, ¿quién va a querer a mi hijo, con la madre que tiene? –preguntó la mujer, hundida.
–Yoli, ¿Qué dices, mujer? –Laura no se podía creer que su amiga estuviera tan mal.
–Qué sí, que el niño ha robao unas cazadoras, pero porque yo no he sabío educarlo, Laura, que soy una burra, que siempre pienso en lo mismo, y mira por donde me ha salío el tiro…un hijo que roba más que habla…–aseguró Yolanda pasándose la mano, con cuidado, por el párpado inferior para secarse las lágrimas sin que se le corriera la pintura de los ojos.
–Pero Yoli –dijo Laura intentando apoyarla – tranquila mujer, que las cosas no son así…
–Que sí son, Laura, que ná más hay que mirar mi historial pa darse cuenta de la clase de mujer que soy – Se señaló a sí misma –que yo no me merezco ser feliz, Laura.
–¡Pero bueno! ¿Tú te estás oyendo? ¡Eso no lo digas ni en broma, eh! Que tú vales mucho, Yoli – Laura zarandeó un poco a su amiga por el brazo.
–Que no, Laurita, que tú me conoces y ya sabes como soy –la camarera seguía insistiendo.
–Pues por eso mismo que te conozco, Yoli, reacciona mujer, o… ¿a caso me dirás que no has sido una madraza, sacando adelante a tus hijos sin la ayuda de un padre?
–Eso lo haría cualquiera, Laura. –contestó Yolanda, alisándose el delantal.
–Bueno, pues tú lo has hecho, ¿no? Además, ¿a que siempre los has querido más que a nada y siempre has tenido un beso para curar una rodilla raspada o un corazoncito roto? –Laura hablaba mostrando las palmas de sus manos.
Yoli puso cara de estar pensando en el pasado –pues sí –contestó.
–Claro, tonta, ¿y a que siempre has trabajado dieciocho horas en el bar para que ellos lo tengan todo? –la animó Laura mientras recorría el local con la mirada.
–Pues la verdad es que sí –contestó Yoli que todavía lloraba.
Laura la abrazó.
–Llora Yolanda, que así te desahogas, que esas lágrimas significan mucho –luego deshizo el abrazo para coger una servilleta de papel y dársela a su amiga.
–Que soy una pelá, es lo que significan –dijo la camarera, sonándose.
Laura puso su mejor cara de gobernanta –Mira Yoli, deja de regodearte con la autocompasión de las narices. Esas lágrimas no son otra cosa que la manera de expresar tu pena, tu dicha, tus desengaños, tu amor, tu sufrimiento y tu orgullo –Laura se contó los dedos, para enumerar cada uno de esos sentimientos –porque te voy a decir una cosa: Hay que ser una mujer de los pies a la cabeza para llevar la carga que tú llevas y seguir sintiendo amor y felicidad.
Yolanda se secó las lágrimas con las dos manos –Ay Laura, si es que una siempre ha estao sola.
–Pues mejor me lo pones, porque hay que ser muy fuerte para enfrentarse, sola, a las injusticias de la vida y no aceptar nunca una negativa, como tú haces. O para privarte de muchas cosas por tus hijos…¿Cuántas veces has dejado de comprarte ropa para poder comprársela a ellos?¿eh? –preguntó Laura.
Yolanda hizo un gesto con las manos, juntando todas las yemas de los dedos
–Así de veces, Laura –la mujer se señaló a sí misma –¿no ves la pinta que llevo siempre, con lo primero que encuentro en el mercadillo?
–Pues eso se ha acabado Yoli. Esta tarde nos vamos tú y yo de compras y ahora mismo me alegras esa cara de uva pocha, que tú vales mucho y te lo voy a demostrar.
–¿Cómo, Laura?, no podemos dejar esto solo –Yolanda señaló el pequeño salón.
Laura llamó a su suegra.
–Pepa, que Yoli y yo nos vamos a ir un ratito…¿a que te puedes quedar echándole un vistazo al bar hasta que lleguemos? –Laura miró a Pepa con intención.
–Eso está hecho. Ya me quedo yo aquí con este pimpollo – contestó la abuela, señalando a Enrique, el frutero, que estaba tomando café en la barra.

Las dos amigas se fueron al centro, donde visitaron unos conocidos almacenes. Yolanda escogió bastante ropa que se iba probando bajo la atenta mirada de Laura que, con sinceridad, la aconsejaba sobre si le quedaba bien o no.
–Lo que tendrías que hacer es cambiar un poquitín de estilo, pero sin dejar de ser tú misma, ¿sabes? –dijo Laura con simpatía –mira que mono que te queda este pantalón un poco sueltecito, y no esas mallas que me llevas a veces…
–Es que con algunas prendas no me veo, Laurita, que no parezco yo –dudaba la guapa camarera.
–Tú tranquila y coge esto –Laura le alargó dos prendas –pruébate esta falda y esta camiseta, que con el tipo tan majo que tienes, te van a quedar que ni pintadas .
Laura estaba más entusiasmada escogiendo modelitos que la propia Yolanda
–y estos vaqueros, también, que se llevan mucho y seguro que estás divina.
En otra tienda Yoli se quedó prendada de un vestido estampado del aparador, y Laura insistió en que lo comprara también.
–Hoy se tira la casa por la ventana, que tiene que hacer un siglo que no te compras nada a lo grande, así que para dentro… –Laura estaba contenta de poder ayudar a su amiga a salir del bache.

Al cabo de un rato de probadores, paseos, escaparates y demás, Yolanda se dejó puesto uno de los conjuntos de camiseta y falda tejana que se había comprado. Las dos mujeres se sentaron en una de las mesas que una cafetería había colocado en el pasillo principal del centro comercial… Una vidriera en el techo dejaba entrar la luz natural del sol del atardecer.
Mientras Laura removía con la cucharilla su cortado, Yolanda se tomaba una infusión de tila, se la recomendó Laura para que aplacara tanta llorera que había tenido durante toda la tarde. Y, mientras veían pasar a la gente, continuaban con su conversación.
-Lo que pasa Yoli, es que a veces, la apariencia exterior puede hacer pensar a los demás que somos algo que en realidad no somos, ¿me entiendes?
-Es que a mí se me acercan los peores, Laura- dijo Yolanda con cara de pena.
-Porque no te valoras tú y por eso no te valoran los demás. Tú tienes que ser la primera en darte cuenta de que eres una gran mujer, amiga, porque tú lloras de alegría cuando tus hijos triunfan y te alegras si a los demás les va bien y eres la persona más fuerte del mundo, y siempre tienes un beso y un abrazo para quien lo necesita…. Y eso está muy bien, Yoli, pero tienes el mismo defecto que tienen muchas mujeres y es que se te olvida lo que vales. Laura la animaba, estaba consiguiendo que Yolanda se quisiera más a sí misma –Así que a partir de hoy, ya sabes, a animarte y a encarar la vida de forma positiva y mirando también por ti, porque si tú estás bien, los que te rodean también lo estarán, pero si tú no lo estás, no puedes pretender ayudar a nadie. Y ya verás como con estos cuatro trapos que hemos comprao vas a ligar sin proponértelo y además con alguien que valga la pena.
-Lo dudo, Laura, pero…
-¡Pero nada! –la cortó Laura- y recuerda que otra cosa que tienes que hacer es atornillarte las bragas, el que quiera lio, que se lo curre, Yoli, no se lo pongas tan fácil…
-Tienes razón, Lola, ¡el que quiera mojar que se vaya a la fuente, oye.!- dijo la camarera, sonriendo por fin.
-Pues claro, que tú te mereces a alguien que te valore y seguro que llegará muy pronto.
-Gracias amiga, anda que no hacía tiempo que no me hablaban a mí así, muchas gracias de verdad…-dijo Yolanda, cogiéndole a su amiga la barbilla con cariño.
-¡Venga ya, que gracias ni nada! Para gracias las tuyas ¡Yoli! Hija mía no mires, pero ahí hay un tiarrón que no te quita ojo desde hace rato, yo pa mí que le has gustao…¿Qué te he dicho? ¡Si es que lo sabía!
-¿Qué tiarrón ni que ocho cuartos nena, que yo no veo a nadie?
-¡Que viene, que viene! -dijo Laura disimulando y mirando hacia otro lado.
-Buenas tardes, preciosa, ¿me puedo sentar aquí? –dijo el atractivo hombre, mirando embelesado a Yolanda.
-Pues, pues, no sé, si nosotras ya nos íbamos, ¿verdad Laura?
-Sólo quería saludarte, porque te estaba mirando desde allí, y me has parecido muy guapa, no quisiera molestarte, mi nombre es Nacho.

2 comentarios:

Aula de Escritores dijo...

Solotengo una pregunta: el autor de este relato es hombre o mujer?

Irène (escritura creativa)

Sonia dijo...

Los diálogos están muy bien creados, la conversación entre las dos mujeres fluye con mucha naturalidad. Pero el relato en si no me dice demasiado. Quizás porque no me acaba de atraer el tema.