jueves, 11 de diciembre de 2008

Creer

Recuerdo el día que dejé de creer en la magia. Se me antoja lejano y desdibujado, pero aún lo recuerdo. Supongo que ya lo intuía, desde que el encanto de la navidad se diluyó años atrás, colándose entre las sábanas de un armario, de donde mi familia sacaba mis regalos de reyes. Tras eso, ver en un pedazo de oblea la carne de Cristo me resultó complicado, pero siempre estaba esa duda infantil…

Los siguientes años pasaron inadvertidos. Tuve una infancia feliz, y me cuesta poco emocionarme al volver la vista atrás y comprobar lo sencillas que eran las cosas. La felicidad era tan simple entonces, estaba tan a mano… Pero aquella simiente que se plantó en mí un 5 de Enero arraigó poco a poco, y en el silencio de mis mejores años, germinó con sutileza.

Y comencé a ver el mundo con ojos adolescentes. Aquel renacer de los sentidos me hizo permeable, sensible a los giros irreversibles de la vida. Pero sobre todo, a la crueldad. En una época en que te sientes invencible, la traición me derrotó, robando el aliento con que mi fe en la magia se alimentaba. Con el alma herida de muerte, la amistad y la confianza, prendidas de la mano, me abandonaron una tarde y no volví a verlas. Y dejé de creer.

Luego todo me dio lo mismo. Siempre fui el rebelde silencioso, y créeme, no hay nada peor que alguien que se rebela sin motivo, y sin que te des cuenta. Cuando sientes que no hay por lo que luchar, nada vale la pena. Vagas de día en día sin meta ni objetivo, en una luz crepuscular que ni calienta ni se apaga. La vida dejó de llamarse vida aunque no fuera consciente, y mi juventud se desangró por los rincones del tiempo, ese que dice curarlo todo.

Aunque las sombras se fueron diluyendo, la aridez de mi camino se prolongó hasta que te conocí. Entonces todo cambió. Por primera vez me sentí orgulloso de a dónde me habían llevado mis pasos. A pesar de lo que podría haber sido mi vida, y que nunca será, ha valido la pena. Hoy creo otra vez en esa magia omnipotente, que hace de cada instante un nuevo amanecer.

Donde quiera que estés, te gustará saber que me has resucitado, que te lo debo todo, y que en la próxima vida si la hay, no dejaré de buscarte hasta que dé contigo de nuevo. Pero si pudiera pedir un deseo, pediría ser otra vez tan desdichado como fui, renunciando sin pensarlo a mi fe, si con ello tú lograras recuperar la tuya.


Juanmi, Taller de Escritura Creativa

4 comentarios:

Manuel Santos dijo...

Hola!
Es emotivo, desde luego. Aunque hay algo que me falla.
Quizá el conflicto inicial sea demasiado difuso (perder la fe en la magia es algo que puede ser muy amplio; quiero decir que no te genera una expecativa muy concreta).
En cuanto al resto del relato, me queda la sensación de que se quiere explicar una vida entera en una página. A mi parecer no es un formato que facilite el tránsito de la emoción. Quizá me habría centrado en uno solo de esos momentos que explica el protagonista.

Un abrazo!

libertad dijo...

guau!!!!!!! me encanto!

Sonia dijo...

Hola Juanmi,

Me gusta el tema del relato, ese perder la magia, o dejar de creer en ella, para recuperarla después, es algo que en mayor o menor medida nos ha pasado a todos.
Pero me da la sensación de que me falta información para llegar a emocionarme del todo, me gustarían más detalles que me involucraran más en la historia.

Juanmi dijo...

Si, quizá tenéis razón.

Ahora que lo releo, me doy cuenta de que quizá se han de dar muchas cosas por supuestas, presume el conocimiento del lector de mucha información que no se dibuja.

He de trabajar en ello.

Gracias a los dos