domingo, 15 de marzo de 2009

VACACIONES DE VERANO

El elefante era azul, azul intenso y tenía la trompa roja. El pequeño Santi lo encontró nada más llegar a la casa de sus abuelos, en el corral de la parte de atrás de la casa. Había gallinas y un par de vacas. Y ahora, también, un elefante azul.

En cuanto llegaban las vacaciones de verano sus padres le llevaban a casa de sus abuelos. Como siempre, era un verano caluroso, y en el pueblo extremeño, durante el día, no se veía un alma. Los del pueblo salían muy temprano por la mañana a hacer sus recados y sus labores del campo, y en cuanto el sol estaba en alto solo se escuchaba el sonido de las chicharras. A Santi no le importaba pasar allí las vacaciones, le dejaban campar a sus anchas y siempre encontraba cosas con las que divertirse. Este año tenía un elefante azul en el corral. Y además, hablaba.

Los días en el pueblo, para Santi, se sucedían a través de un horario marcado por las actividades cotidianas: desayunar, ayudar a los abuelos a echar de comer a los animales, jugar con el elefante azul, comer, dormir la siesta, jugar otra vez con el elefante azul, cenar y por último, antes de dormir, sentarse en el porche a escuchar al abuelo contar historias fantásticas mientras fumaba su gran puro diario. El abuelo sabía hacer figuras con el humo y Santi se reía mientras averiguaba las formas que salían de su boca. Al lado de su abuelo, siempre, su cenicero con forma de estrella. Un cenicero de colores que le regaló Santi hacia un par de años, cuando el abuelo se puso malo y estuvo ingresado en el hospital.

El verano transcurría con normalidad. Santi se hizo muy amigo del elefante, pero un día cometió un error. Habló con el elefante sin darse cuenta de que su abuela andaba cerca. Y su abuela no era como su abuelo, su abuela no entendía de sucesos fantásticos. Así que, llamó asustada a sus padres y les dijo que Santi hablaba solo, les dijo que no jugaba con otros niños, que se pasaba todo el tiempo en el corral y que dudaba de que el niño estuviera cuerdo. Al día siguiente llegaron sus padres. Pero su abuelo impidió que se lo llevaran. Su abuelo se sentó con ellos en el porche, cogió su cenicero con forma de estrella y se puso a fumar de su gran puro mientras hacia figuras de humo y les tranquilizaba con su voz suave.

Un par de semanas después Santi se levantó a desayunar, pero el abuelo no estaba. Su abuela tampoco. Una vecina que no paraba de llorar le preparó el desayuno, aunque se le quemaron las tostadas y se le derramó la leche, de lo nerviosa que estaba. Después le dijo que se sentara y entonces le explicó que su abuelo se había ido al cielo y que su abuela había ido a despedirle. Cuando acabó de desayunar Santi salió al corral, pero el elefante azul también se había ido. Por la tarde llegaron sus padres, también llorando, y se lo llevaron. Pero antes Santi se guardó el cenicero con forma de estrella de su abuelo.

Santiago Almeida se dio cuenta de que se había quedado ensimismado recordando el pasado. Volvió en sí mismo, carraspeó, y con una sonrisa, miró al niño que tenía sentado enfrente, en su consulta, y le guiñó un ojo, mientras le preguntaba a la madre:

- Entonces, dice que el niño, desde que murió su abuelo, no ha vuelto a hablar con esos duendes imaginarios, ¿no es así?
- Sí, así es. Es una buena noticia, ¿no?
- Bueno, como psicólogo, y por experiencia propia además, puedo decirle que la muerte de un familiar querido puede haber provocado que el niño, de alguna manera, al afrontar la realidad, se haya convertido en adulto, dejando de lado su mundo imaginario. En cuanto a si es una buena noticia… depende. Es una pena que la realidad nos haga dejar de ser niños tan pronto, ¿no cree?
- Sí, es posible, pero yo, la verdad, me quedo mucho más tranquila ahora que no tiene esas visiones…
- Bueno, pues entonces creo que hemos terminado el tratamiento. De todas formas, ¿le importaría dejarnos solos un momento?

La mujer pareció confundida un segundo, pero al momento sonrió, dio un beso al niño y salió del despacho del psicólogo. Santiago miró al niño y le dijo:

- No te olvides nunca de esos duendes. Forman parte de ti. No te olvides nunca de soñar y de ser un niño… Ahora ya puedes irte.

El niño salió corriendo, abrió la puerta del despacho y desapareció. Santiago abrió uno de los cajones de su mesa y sacó el cenicero de colores con forma de estrella de su abuelo. Encendió un cigarrillo y sonrió mientras las virutas de humo quedaban suspendidas en el aire formando un elefante.


Texto: T. Vaquerizo

6 comentarios:

Marien dijo...

Me encanta la historia que te ha salido del binomio fantástico, original y bien trazada desde mi novata opinión. Estupendo el final. Me ha gustado mucho y me ha sorprendido que terminen con todos sus miembros intactos y sin sangre.Todavía me acuerdo del relato anterior.!!!!! Es broma.

Mar Cano Montil dijo...

Qué historia tan entrañable, Tere, me gustan todas aquellos cuentos y relatos que nos ayudan a conectar con nuestro "niño interior", como este que has escrito tú. Estoy totalmente de acuerdo con "Santi": ¡nunca deberíamos olvidar nuestro pequeño universo imaginario, nuestras conversaciones con hadas, elfos y demás seres fantásticos, tan afanosamente construído desde la infancia!
Saludos

milagros dijo...

Me ha gustado tu relato.
A los niños nunca se les debería arrebatar su edad mágica.

Sonia dijo...

Qué historia tan tierna! Me ha encantado. Está muy bien llevada desde el principio. Logras transmitir ese vínculo tan fuerte y especial entre el niño y el abuelo, que hace que al perder al abuelo, pierda también la ilusión y la magia.

Joan Villora dijo...

La historia es entrañable y queda en el recuerdo. Por lo tanto, es buena.

¿Sugerencias para mejorarla?
Pues se me ocurre que sería interesante hacer más suave la transición entre la historia del niño y el psicólogo que es actualmente.
Mejor si no tienes que decir que el psicólogo estaba en una ensoñación, quedará mejor si lo muestras y se pueda deducir claramente que él era el niño del elefante.
Además podría verse más las relacines niño-elefante-abuelo en escenas, al igual que el miedo a que el niño no esté bien e incluso enlazar esto último con el caso en la consulta.
Sólo es una sugerencia que espero que te sirva.

Saludos de Joan.

Anónimo dijo...

Muchas gracias a todos. Y sí Joan, me sirven tus sugerencias, siempre son bienvenidas.