domingo, 1 de marzo de 2009

MÚLTIPLOS

La carnicería parece el escenario de una peli gore. Los azulejos blancos, el suelo, todo está lleno de sangre… El que le hacía los recados al bar del Justo está colgado de un gancho por el pescuezo, con un hacha sobresaliéndole de la cabeza y una mirada de asombro que le hace parecer hasta cómico. La señora Consuelo, la bruja gorda que siempre llegaba gritando y con malas formas, está tirada en el suelo con las piernas dobladas como si fuera una muñeca de trapo, la falda subida hasta los muslos, le falta un brazo y tiene un cuchillo de carnicero clavado en el estómago, justo donde tiene apoyada la mano del brazo que todavía está pegado a su cuerpo. Ojos muy abiertos. Tiene algo en la boca. Parecen dedos… Los dedos de la mano que pertenece al brazo ausente…

Manuel sonríe, afilando con sus grandes manazas dos enormes cuchillos, mientras visualiza esta escena. Pero la puerta de la carnicería se abre y Manuel empieza a contar… 5, 10, 15, 20, 25…. Cuando se pone nervioso Manuel cuenta. Múltiplos de 5. Siempre lo hace. Desde que era pequeño, después de que le hiciera mucho daño a aquél niño que siempre se reía de él. Tanto daño que al niño lo mandaron al hospital y a Manuel le echaron del colegio. Y su tío, el hermano de su madre, el tío borracho que nadie quería excepto Manuel, le dio un día un consejo: “Manolín, cuenta. Que la vida se te pone chunga: cuenta; que alguien te pone nervioso: cuenta; que tienes ganas de estrangular a alguien: cuenta. Cuenta y respira, al final se te pasa, ya verás”. Y desde entonces, Manuel cuenta. Al principio, cuando era pequeño, lo hacía en voz alta, pero después de recibir varios cachetes de su madre, decidió hacerlo mentalmente. Múltiplos de 5. Es más entretenido. Una vez llegó al 7825.

…30, 35, 40, 45, 50, 55… Manuel ha empezado a contar porque ha llegado la señora Consuelo, una de las víctimas de sus sueños gore. Y no está su madre. Está él solo en la carnicería. Y tiene que atender a la señora Consuelo que es una mala víbora. “A ver Manuel, que es para hoy, que tengo la lavadora puesta y la comida en el fuego…” y susurrando entre dientes lo suficientemente alto para que el resto de clientes que acaba de entrar lo oiga: “Es que hay que ver qué cabeza de chorlito tiene este chico, porque vamos, si le pido pechugas, quiero pechugas, pero es que no se entera de nada… tan tonto como su tío el borracho”…. 60, 65, 70, 75, 80… Manuel calla y cuenta mientras hábilmente deshuesa, parte y prepara lo que le pide la arpía de la Consuelo. Para Manuel un día bueno es cuando no tiene que contar más de un par de veces, y sobre todo es bueno, cuando, aunque cuente, no pasa de 50. Hoy las cosas no van bien. Después de la Consuelo ha llegado el del bar del Justo, su segunda víctima imaginaria favorita, un niñato. “¿Qué pasa chaval? ¿cortando la pana, eh?” y se ríe, soltando una estruendosa carcajada. 5, 10, 15, 20, 25… “Pos venga Manolín, me vas a poner lo de siempre, y esta vez hazlo bien hombre, a ver si te funciona la neurona esa que te queda dentro de la cabezota”… 30, 35, 40, 45…

Mientras atiende al del bar, entra una chica que no conoce, no es guapa, pero tampoco fea, parece tímida, lleva un abrigo largo y un gorro de lana por donde sobresalen algunos mechones pelirrojos. Manuel, con el cuchillo carnicero en mano, para un momento y la mira. “Me parto, me parto, me parto… ¿qué pasa Manolín? ¿te ha gustao la señorita?” suelta el del bar Justo a voz en grito. La chica enrojece incómoda y Manuel también enrojece, pero de ira… 50, 55, 60, 65, 73… ¡73! Nunca, nunca en la vida se ha equivocado Manuel contando múltiplos de 5. Y ahí es cuando pierde el control. Ahí es cuando se le nubla la vista. Ahí es cuando sale de detrás del mostrador de la carnicería con su delantal verde de rayas y se dirige con el cuchillo carnicero y paso firme hacía el del bar de Justo dispuesto a cumplir sus sueños de carne, sangre y vísceras. Y este retrocede horrorizado hasta un extremo de la pequeña carnicería murmurando algo que Manuel no entiende porque es como si se hubiera quedado sordo. Acorrala al del bar en una esquina, contra los azulejos blancos y cuando está preparado a clavarle el cuchillo en la frente escucha algo a sus espaldas: 3, 6, 9, 12, 15… La chica del abrigo largo se ha sentado en el suelo, abrazando sus rodillas y se balancea mientras cuenta múltiplos de 3. Y Manuel deja caer el cuchillo al suelo. Se acerca a la chica. Se sienta a su lado y sonríe. El del bar sale pitando por la puerta, pero Manuel solo tiene ojos para esa chica que le mira asustada. “5, 10, 15, 20, 25…” esta vez Manuel, por primera vez en mucho tiempo, cuenta en alto. Los dos sonríen mientras se ayudan mutuamente a levantarse del suelo.

T. Vaquerizo

7 comentarios:

milagros dijo...

Dios los crea y ellos se juntan...
Hay algo que no entiendo, las víctimas del primer párrafo están en su imaginación, no?
Muy pero que muy gore.

Marien dijo...

Es diferente, y aunque al principio lo he visto más tétrico al final casi me dan pena los dos, con sus mismas obsesiones, contar. El azulejo blanco y la sangre, efectivamente es muy gore. Me gusta la variedad.
Marien

Anónimo dijo...

Hola Milagros y Marien,

Sí, claro, el primer párrafo se lo imagina. Lo mismo no queda muy claro... Es lo que en realidad le gustaría hacer con los clientes impertinentes que tiene, los que luego llegan a la carnicería.

Gracias también por tu comentario Marien. Sí, empecé de forma muy sangrienta pero de repente se me ocurrió ese final que es hasta tierno.

saludos a las dos!

Anónimo dijo...

Bueno, bueno, amiga ¿qué decirte?
¿Dexter? ¿La matanza de Texas? ¿Fredy Crüger? ¡menos mal qué sólo está en la imaginación del Manolillo y qué los números son como bastiones de seguridad para no cruzar ese horrendo umbral!
Ingenioso.

Mar

Juanmi dijo...

Muy buena la primera escena (al más puro estilo Peter Jackson, que antes de dirigir ESDLA fué el máximo exponente del Gore, con títulos como "Mal Gusto" o "Braindeath"), que justifica y da sentido a ese contar.

Buen reflejo del maníaco-obsesivo que intenta controlar su mal, y que acaba siempre por no poder. Y la ayuda de otra persona que, como él, emplea la misma técnica de autocontrol.

Es sanguinario pero no gratuito.

Me ha gustado.

Judi Cuevas dijo...

Para mí gusto lo mejor de este relato no es la historia en sí, si no cómo has sabido dar personalidad al personaje a través de sus fantasias sangrientas, el lugar donde trabaja, gracias a los comentarios de los clientes , el tipo de familia que tiene y sobretodo que para autocontrolarse cuenta múltiplos de 5 y no de una manera normal.
Y respecto a la historia me ha sorprendido el giro que has dado, engañando al lector haciéndole creer que verdaderamente va de un asesino y luego terminas la historia salvándole, dándole para él a una igual.

Anónimo dijo...

Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Animan a seguir!