domingo, 29 de marzo de 2009

LA PITONISA

Todo empezó a los 5 o 6 años, cuando vi en la tele a Uri Geller doblando cucharas. Me empleé a fondo en ello, me concentraba durante horas, pero nada. No había manera. Años después, ya de adolescente, seguía fascinada con los sucesos extraordinarios, con lo paranormal, y fue entonces cuando descubrí las cartas del Tarot, la tabla Ouija, y hasta la bola de cristal, gracias al programa de la tele. Así que, a los 18 mi vocación estaba clara: quería ser pitonisa. A mi madre le pareció muy bien, incluso me ayudó con mi imagen y un día me tiñó el pelo de rojo. Así que mi pequeño negocio clarividente empezó pronto y opté por no ir a la universidad para dedicarme de lleno a mi vocación. Me compré un montón de libros y estudié bien a los famosos adivinos que salían por la tele. Luego solo tuve que acondicionar un poco mi habitación de adolescente. Fuera los muñecos y los colorines. Con unas cortinas gruesas de terciopelo, una mesa camilla y unas cuantas velas mi consulta quedó inaugurada. Solo faltaba un pequeño detalle, mi nombre. Esto es muy importante para una pitonisa, así que mi madre y yo estuvimos dándole vueltas casi una semana hasta que por fin, un día, me convertí en Madame Ursula. Me pintaba mucho la cara y a veces me ponía túnica y turbante, para parecer mayor, porque una pitonisa joven no inspira mucha confianza.

Empecé practicando con las amigas, y para ser sincera, se me daba mejor adivinarles el pasado, al menos el que yo había compartido con ellas, que el futuro. Pero soy una mujer de recursos, yo diría que me crezco ante las complicaciones, así que empecé a vaticinar un futuro más moldeable, algo sencillito en donde yo pudiera intervenir sin que se notara demasiado. Algo para lo que luego necesité un ayudante, ya que la cosa se complicó más de la cuenta. Pero vamos, por orden… La idea realmente era buena, yo vaticinaba el futuro, y en vez de esperar a que se cumpliera por obra y gracia del destino, pues… le echaba una mano.

La primera vez fue con Merche, una antigua amiga, le vaticiné que rompería con su novio. Fue una crueldad, lo sé. Pero estaba empezando, y no hay nada como el boca a boca para que tu negocio empiece a prosperar. Fue bastante sencillo. El novio de Merche recibió un buen día una carta anónima donde se decía que su novia era algo así como un putón verbenero que le ponía los cuernos día sí, día también. Y claro, rompieron. Y a la semana vino Merche llorando, diciéndome que había dado en el clavo, que era increíble que lo hubiera adivinado. Y luego vinieron más amigas de Merche. Y yo, Madame Ursula, pues me iba animando.

Pasaron los años. Y el negocio crecía. Mi madre murió, la pobre. Y al quedarme sola, se me fue definitivamente de las manos. Un día, maldad pura la mía, se me ocurrió vaticinarle a la vecina del cuarto que iba a tener un accidente de coche. Y oye, que mandé a un raterillo del barrio a que le hiciera un apaño en los frenos del vehículo en cuestión. Y la pobre tuvo un accidente tremendo. Estuvo dos meses en el hospital echa un cristo. Pero es que lo peor de todo … bueno, lo peor de todo es que no tuve remordimientos. Es que era una vecina muy pesada, y fue estupendo tenerla fuera sin molestar ese tiempo. Además mi reputación creció muchísimo entre el vecindario. Y a partir de ahí… Bueno, el raterillo se convirtió en mi ayudante, le daba un tanto por ciento de las ganancias, que por aquel entonces eran ya muchas. Y vaticinaba el futuro que me daba la gana. A veces también cosas buenas, no solo maldades. Dependía de mi estado de humor y de lo bien o mal que me cayera la persona en cuestión.

Lo de Paco, el cartero, fue la gota que colmó el vaso, lo sé. Pero es que era tan impertinente… Así que, cuando vino a mi consulta y me contó que estaba harto de todo y que solo pensaba en la muerte, pues oye, que me lo puso a huevo. Y así a lo bruto, le vaticiné que moriría en 24 horas. Y no se asustó ni nada, se fue tan contento el tío tonto. Al día siguiente, cuando iba con la saca haciendo el reparto diario, un coche le embistió en un paso de cebra. Es que mi ayudante muy discreto no era, todo hay que decirlo. Y claro, le cogieron la matrícula. Llamaron a la policía. Le pillaron, y el miserable lo contó todo. Pero bueno, no pasa nada, aquí en la cárcel se vive bien. Y además tengo un plan. Solo tengo que conseguir que la directora me deje leerle la mano, porque aquí Tarot no tengo. A ver si cuela. A ver si cree en el futuro. En ese futuro donde pone en libertad a Madame Ursula y gracias a ello gana mucho, mucho dinero. Porque eso está hecho. Del futuro ya me encargo yo.


T. Vaquerizo

6 comentarios:

Manuel Esteban Muñoz dijo...

Hola
Es un relato muy entretenido. Me gusta la idea de que si el destino no está escrito, espérate tú, que ya me encargaré yo de escribirlo.
Y, aunque el destino parezca algo tan cerrado como una sentencia de cárcel, siempre se puede reescribir. ¡Pa eso están los poderes mágicos!
Del dinero.
Saludos

Judi Cuevas dijo...

Hola,

si he de decirte la verdad, tu relato me ha sabido a poco! quería leer más anécdotas de como esta pitonisa hacía el futuro realidad.
Quizás por eso he encontrado el final un poco precipitado. Podrías acortar la introducción y centrarte más en las triquiñuelas que hacía para que sus predicciones no fallasen.
Pero está bien, fácil de leer, un buen ritmo, gracioso e ingenioso! Gracias por avisar, jamás me fiaré de nadiel llamado Ursula...

Un saludo

Sonia dijo...

Jajajajaja... Qué divertido! Me ha encantado desde el principio hasta el final. Muy original, escrito con muy buen ritmo. A mi también se me ha hecho muy corto. Felicidades.

milagros dijo...

Un relato muy divertido.
Con el negocio que tenía montado, lástima lo del fallo del ayudante...

Anónimo dijo...

Gracias a todos! Y sí Judi, tienes razón en que el final es un poco precipitado, pero es que se trataba de un ejercicio en el que se nos pedía que no nos excediéramos más de una página, por eso quizás el final resulte precipitado...

Irène dijo...

estoy de acuerdo con Judi.
el relato es demasiado corto, nos quedamos con hambre.

habria que alargarlo, vale lapen porque es muy humorístico, muy bien conseguido.

Irène