jueves, 12 de marzo de 2009

La muerte de Lord Carnarvon

"He escuchado su llamada y le sigo". Estas fueron las últimas palabras de Lord Carnarvon, refiriéndose al faraón Tutankhamón, en medio del delirio antes de morir.
Apenas 5 semanas antes, había sufrido la picadura de un mosquito en la mejilla izquierda. La picadura se le infectó, se le hinchó y al afeitarse con una navaja, se cortó sobre la zona inflamada. De poco le sirvió la cura con yodo que se aplicó. La fiebre le subió hasta 40ºC de temperatura. Su hija intentó su traslado a El Cairo, pero se encontraba tan sumamente débil y agotado por la fiebre que no tuvo ánimos para viajar. Allí, alertados por su hija, se dieron cita a los pocos días su esposa Lady Almina y su médico de cabecera el Dr. Johnson que estaban en Inglaterra, y su hijo Porchey que estaba en la India. También Carter recibió un telegrama y se desplazó inmediatamente hasta el Hotel donde se encontraba su amigo y mecenas.
Llegaron tarde. Lord Carnarvon estaba casi inconsciente. Deliraba. Fué diagnosticado de septicemia y neumonía. Y el 5 de abril, a la 1:50 a.m.. ciento treinta días después de la apertura de la tumba, dejaba de existir.
Cuenta su hijo que, en el mismo instante de su muerte, súbitamente se apagaron las luces. En la central eléctrica no supieron dar una explicación técnica. Cuenta también que por extraña coincidencia, su perra Susie, que estaba mutilada de una pata, y que tantas veces acompañó a su amo en sus viajes a Egipto, moría en la finca de Highclere, a miles de kilómetros, al mismo tiempo que Lord Carnarvon.
A partir de la muerte de Lord Carnarvon, comenzó la leyenda de la venganza del Faraón por haber alterado su tranquilidad al profanar su tumba.
Se cuenta que un ostrakon de arcilla de los utilizados por los escribas egipcios para hacer sus anotaciones tenía una inscripción que decía: "La muerte golpeará con su bieldo a aquel que turbe el reposo del Faraón". Y que un amuleto hallado en la cámara principal, tenía otra inscripción que decía: "Yo soy el que ahuyenta a los profanadores de tumbas con la llamada del desierto. Yo soy el que custodia la tumba de Tutankhamón".
Como dando la razón a la maldición, al poco tiempo de la muerte de Lord Carnarvon, moría también su hermano menor Aubrey Herbert, de 48 años de edad, suicidándose en un arrebato de locura. Poco después, en Egipto, moría también la Hermana de la Caridad que actuó como enfermera del noble inglés y que le atendió hasta su muerte.
Comenzaron así una serie de muertes que parecían misteriosas y que desconcertaron a los más incrédulos. En 1929 en el Bath Club al que pertenecía, moría el Secretario de Lord Carnarvon, Richard Betkell, hijo único de Lord Westenrys, cuando al parecer gozaba de buena salud. Lo encontraron muerto en su cama. Su padre, al parecer desesperado por la muerte de su hijo se lanzó al vacío desde un séptimo piso, en el que se encontró una jarra de alabastro procedente de la tumba de Tutankhamón. Por si eso fuera poco, el coche fúnebre que llevaba el cadáver, atropelló accidentalmente a un niño de 8 años y le mató.
Aún no podemos estar seguros, a día de hoy, de que Tutankhamón haya dado por finalizada su venganza. Por eso, os aconsejo que destruyáis este texto después de haberlo leído. Yo negaré haberlo escrito.

Mariano Salvadó (Ejercicio relato histórico- Curso Escritura Creativa)

6 comentarios:

Irène dijo...

Mariano,

Muy bueno!Muy ien escrito y con un buen toque de humor, como a mi me gusta!

Felicidades!
Irène

milagros dijo...

Me ha gustado mucho tu relato, pero por si las moscas, o mejor dicho mosquitos, yo negaré haberlo leído.

Juanmi dijo...

Yo no he leido nada, así que no ha podido gustarme ningún relato ambientado en el antiguo Egipto.

En consecuencia, no puedo decirte que el relato está bien documentado (lo de la perra Susie fué el detonante que hizo que se empezara a hablar de malcidión), aunque de haber existido, y yo leído, te habría apuntado que, según recuerdo yo, la famosa frase que amenaza a quien perturbara la paz del faraón estaba escrita en el sello que guardaba el acceso a la última cámara, morada postrera de Tutankhamón.

No puedo comentarte que me gusta el ritmo trepidante que tiene, y ese toque misterioso... Aunque si alguna vez escribes este relato, te apuntaré un par de opiniones personales (y sólo eso, personales, eh?):

1.- Te diría que la historia es trepidante porque el mito de la maldición lo es en sí mismo, es la idea la que produce el misterio y la que te da ese morbillo de pensar que está basado en hechos reales. Pero el relato en sí mismo no. Te diría que creo que te has centrado tanto en la parte documentada, que has descuidado incorporar partes imaginativas, fuerzas dramáticas de tu cosecha. Eso, supongo, sería lo que haría que este relato me pareciera más una enumeración de hechos que un historia, más fantástica o menos.

2.- Supongo que a consecuencia de esto, yo hecharía de menos un eje definido, un hilvanado que juntara todas las piezas, en otras palabras, un argumento. Quizá yo habría empleado la maldición y los datos históricos sólo como trasfondo, como marco donde se desarrolla la acción; acción que sería de mi cosecha.

Pero esto serían palabras subjetivas de un simple lector, y las diría desde el cariño, y con el máximo respeto por tu obra eh?
En el supuesto de que hubieras escrito el relato, claro...

jejejejejeje............

Mariano dijo...

En el supuesto de que hubiese leído tu comentario, lo cual supondría el haber escrito algún relato histórico ambientado en el antiguo Egipto, te agradecería tus comentarios que, seguro serían muy acertados.

Nunca he escrito me ha motivado el relato histórico, por lo que deberíamos achacar a tal apatía la falta de imaginación y estructura argumental.

Prometo que, si alguna vez escribo un relato de este tipo lo tendré en cuenta y le pondré más ganas.

Es una lástima que no puedas leer este comentario, puesto que yo nunca leí el tuyo y ni siquiera recuerdo en qué equipo jugaba el tal Tutankhamón.

No gracias,

Mariano.

PD: Espero que ésto nos libre de la maldición, sino te veo en el más allá y comentamos personalmente.

Sonia dijo...

Vaya panda de gallinas estáis hechos. Yo, a cara descubierta, reto en persona al mismísimo pokemon ese o como quiera que se llame ese chulo de playa Egipcio que va maldiciendo a la gente, a que se atreva conmigo. Y vosotros, que sois compañeros míos en estas fatigas literarias, si me hacéis críticas positivas a todos mis futuros relatos, tampoco tenéis nada que temer.

Juanmi dijo...

Sonia, lamento comunicarte que yo ya no tengo miedo ninguno. No soy tan supersticioso como para creer que el espíritu de un faraón, cuya muerte es un misterio, va a visitarme de improviso. Ni siquiera creí en ello anoche, cuando las luces de la casa oscilaron hasta apagarse con un chasquido eléctrico, mientras yo leía. No me preocupé en absoluto, pues tengo una reserva de velas para estas ocasiones. Aun cuando los magnetos y diferenciales estaban repuestos, mantuve la calma. Luego, y reconozco que ahí sí me sobresalté, la puerta del balcón, antigua y usada hasta el límite, se abrió de golpe. Una ráfaga de aire, caliente y seco, se arremolinó en las cortinas y apagó la vela que sostenía. Creo recordar que ese aire olía a arena y sol, pero no pude fijarme mucho, pues el libro que sostenía (un enorme volúmen de Dumas) me resbaló de las manos cayendo sobre mi pie. Tras sofocar un grito para no despertar al vecindario, todo quedó en silencio. "Bah, como escribió Dickens, paparruchas" me dije a mí mismo. Y decidí que ya era hora de acostarse. Sin embargo, llamó mi atención ese silencio del que te hablo, porque parecía como si el aire se tragara el sonido, no oía ni mis propios pasos. Inquieto (pero sólo un poco eh?) me dirigí a los 20 metros de pasillo que separan mi comedor del dormitorio. Caminaba con precaución, pues la oscuridad era total, cuando una puerta tras de mí chirrió largamente. Me detuve en seco, sabiendo que en casa no había nadie más. Me giré. ¿Por qué hacemos eso?, cuando vemos una película con esta situación, todos le gritamos absurdamente al personaje que no entre, que no vaya o que no suba esa escalera... Y cuando nos toca a nosotros ale, a cagarla! Yo me giré, sudando como un maldito pollo asado. A esas alturas quizá sea de recibo reconocer que algo nervioso sí estaba, así que llevé mi mano temblorosa hasta la puerta y la empujé con decisión. El aire se removió inquieto, el portazo despertó a los perros de medio bloque, y a mi me dió un vuelco el corazón. Pero el baño estaba vacío. Me sentí idiota, y me fuí a la cama. Pero para mi sospresa, un débil resplandor se escapaba bajo la puerta de la habitación. El pasillo parecía alargarse hasta el infinito, distorsionando la distancia, aunque eso bien podría haber sido sueño. El caso es que, tras varios minutos aferrado al pomo de la puerta, temblando, agarrotado y húmedo como Octubre, la abrí muy muy despacio, tratando de atisbar por la ranura. Todo parecía normal, y mis pulsaciones se relajaron. Cuando entré, una solitaria vela lucía sobre mi escritorio. Seguramente la habría puesto yo cuando se fue la corriente. Soy un despiste. Y el apagón pudo ser de la compañía. No había motivo para el miedo, asi que apagué la vela y me metí en la cama.
Esta mañana, al levantarme, he descubierto algo que me ha apenado profundamente: parece que anoche, cuando se fue la luz, tiré sin querer un reloj de arena del Sahara que me regalaron unos amigos. Nunca hubiera dicho que esos chismes contenían tanta arena eh? Todo el comedor y la cocina estaban cubiertos de un manto ocre. Pero cuando he encontrado mi cruz Ankh (la llave de la vida, que me regaló un mercader en El Cairo) sobre un montículo terroso, rota por la mitad, me he alarmado un poco, pero sólo un poco vale?.

Quizá era efecto de la marihuana, pero yo ya he matado dos gallos, me he hechado un conjuro para el mal de ojo, duermo en un círculo de protección y tengo un amuleto que repele el mal. Además, aunque he descubierto que no es bueno para el cuello, camino mirando hacia atrás por si me siguen, memorizo las caras de todo el mundo, y analizo mi entorno como Terminator para evitar pasar bajo escaleras, que me caiga una maceta en la cabeza, o que me atropelle el 56 en hora punta.

Así que como ves, miedo ninguno Sonia. ¡Que venga aquí el Tutank-Mamón ese, que dé la cara! ¡Que a mi ya no me puede hacer nada! Sonia y yo te esperamos, flaquito!

(estooooo... que te iba a decir, Sonia... Que digo que me acerco un momento a Segovia a por tabaco. Ya volvere, vale? Ves ocupándote de la momia esa eh?...)


Jaaaaaaaaaaaaaaaajajajajajajajajaja
jajajajajajajajajajaja.....