sábado, 7 de marzo de 2009

EL CRIMEN PERFECTO

Libertad Ordovás Joven

Como casi siempre al volver del trabajo, estaba mirando en la TV cualquier serie policiaca que echaran. Veía Columbo, Poirot, Monk, Ley y Orden, todas, le fascinaba mirar la que fuera.
Poco a poco se fue forjando en su mente la idea de que el crimen perfecto tenía que existir. Pero ¿cómo?
Siempre hay un forense entrometido, un CSI de turno que investiga, el médico que más que curar adivina. La escritora de novelas que lo ve todo…
Y así este pasatiempo se le fue convirtiendo en obsesión.
Contra más novelas leía, más difícil le parecía matar sin ser descubierto. Aunque al final se dio cuenta de que todos los crímenes se resolvían por el Móvil…
El móvil es lo que primero investigan, es lo que une las pruebas y también lo que acaba delatando al asesino. Cuando se tiene un móvil es que hay sentimientos de por medio, con lo cual se acaba llegando a cometer un error. Por las prisas, por la falta de planificación…. Y aún cuando se haya pensado y analizado con detenimiento, siempre queda detrás una pista que no se contempló.
¿Por qué? Pues porque en medio de todo están los sentimientos. Y todo lo que se hace desde las entrañas, desde el rencor, desde el odio y el miedo acaba turbando la mente y se produce el fallo…
De la colilla que queda en el suelo hasta las marcas de barro de los zapatos… en fin que contra más lo pensaba, más deseaba cometer el crimen perfecto. Y al final se le ocurrió.
“Tengo que hacer que el móvil no exista. Así nadie me relacionará con el caso y jamás seré descubierto. “
Fue cuando tomó el cuchillo jamonero y se lo guardó en una bolsa de súper. Salió de su casa como si cualquier cosa y se dirigió al metro. Mientras reía por dentro pensando en su genial idea, avanzó 9 paradas.
Bajó en la novena y decidió andar hacia la derecha. Cuatro calles después miró hacia arriba y encontró que el edificio le resultaba mono. Entró en la portería como cualquier hijo de vecino y llamó por el timbre al cuarto b.
Una señora preguntó quién era. —Soy el cartero —le dijo. Y le abrió sin más
Se metió en el ascensor, bastante cutre, todo hay que decirlo y subió. La señora le abrió sin miramientos.
-Hola.- Sacó el cuchillo y la apuñaló seis veces.
Sin ningún remordimiento volvió a bajar en el ascensor con el cuchillo ensangrentado en la bolsa. Giró a la izquierda y regreso al metro. Tranquilamente volvió a casa.
En su salón pensaba, -soy la hostia, este es el crimen perfecto, es imposible que me relacionen con el. Ni siquiera recuerdo el número de la portería, creo que ni la calle. No sé a quien maté, jamás me encontraran.-
Mientras tanto, un niño pequeño salía de su escondite en las escaleras de su edificio. Miró a la señora Jiménez tendida en el suelo rodeada de un charco de sangre. Empezó a llorar y corrió dos pisos abajo a buscar a su madre.
Jamás olvidaría la cara del señor del cuchillo…

1 comentario:

milagros dijo...

Bueno, yo no entiendo un asesinato sin móvil. El móvil siempre te puede delatar.
Tu asesino ha sido muy torpe porque aun teniendo la ventaja de no obrar con móvil no ha sido listo ya que no estaba solo.