miércoles, 29 de abril de 2009

LOS ABRAZOS CASTIGADOS

¡Ojalá seamos siempre conscientes de lo que somos y tenemos como seres sintientes y este relato se quede tan sólo en una hipótesis fantástica! ¿Qué pasaría si por una especie de ley marcial estuviera prohibida cualquier manifestación de amor?
Mar Solana


Errare humanum est. Pero apenas quedaban sabios ya para reconocerlo. Y a los que aún no les habían cortado la coleta, que era como se llamaba a su deceso, estaban en la cárcel, como ella.

Pris llevaba en aquella desapacible celda ya varios meses por haber amado en público, por no haber podido resistirse al calor de un abrazo. Vivía privada de cualquier libertad, por pequeña que esta fuera. Sumida en la indolencia, sucia y mal avenida; oyendo las arengas de su consejera que, diariamente y a modo de actividad carcelera enriquecedora, le inflamaban el alma como los moretones la piel tras los golpes. Pris era una hermosa mujer de apenas veinte años. Alta y de formas atléticas. Su piel, otrora del color del melocotón, ahora oscilaba entre el amarillo y el morado. Estaba sentada en su camastro, sus estilizados brazos cogían sus contorneadas y largas piernas. Inquieta, se balanceaba de un lado para otro. De sus enormes ojos color verde miel, se fugaban algunas lágrimas poblando de un brillo líquido sus lánguidas mejillas. Se rumoreaba que hoy la dejarían en libertad, pero ya no tenía ganas de seguir caminando por la opacidad de un mundo tan gris. Al fin y al cabo, sólo eran rumores.

Aquella funesta mañana, estaba recordando Pris, de camino a su rutinario, frío y mecánico trabajo, se había encontrado con la mirada de una hermosa mujer de mediana edad, complexión delgada y ojos verdes como la esperanza de sus sueños, unos ojos, así lo sintió Pris, que contenían todo el amor del mundo. Sin pensarlo y de forma instintiva, se acercó aún más a aquella mujer. Ambas detuvieron su marcha y continuaron mirándose, frente a frente, sin mover un solo músculo, algunos minutos más.
De repente y sin mediar gesto o palabra alguna, las dos mujeres abrieron sus brazos, cual alas de mariposa y se fundieron en un comprimido y comprometido abrazo durante lo que a ambas les pareció una eternidad. Instantes después, la policía de la MEE: Manifestación Expresa de las Emociones, se las llevó en un furgón de camino al EBMC: Encierro para el Bien Moral y comunitario. Sin embargo y a pesar de todo por lo que estaba pasando, seguía creyendo que había merecido la pena saborear aquella infinita ternura, aquel afecto sin límites, una vez más. Porque por mucho que el gobierno se empeñase en quitar algo de en medio para que dejara más libertad a sus cretinos y siniestros planes, lo único que estaba consiguiendo es que, en general, muchas personas lo desearan, si cabe, aún mucho más.

Pris vivía en un mundo donde la familia, tal y como la hemos conocido, había dejado de existir hacía ya más de una década, o más exactamente, había dado paso a una forma de vivir monocorde y egocéntrica: las personas vivían solas y ocupaban espacios de apenas veinte o treinta metros cuadrados.
El gobierno se había encargado de que nadie quedara sin vivienda, eso sí, a costa de hacer terribles apartamentos en serie cual panales uniformados de lo que antes era, por ejemplo, una sola casa. Y así, los edificios multiplicaban como por arte de magia su espacio y donde antes había cincuenta viviendas, ora había doscientas.

Las relaciones personales eran frías y distantes, como si de máquinas se tratara. Eran atañas puramente funcionales y mecánicas: “quieres esto… dame aquello… pásame aquel tubo… gracias y hasta mañana”. No existían las actividades sociales donde la gente se reunía para divertirse como antes. Por supuesto, a fuerza de ser tan impávidos y yermos los unos con los otros habían conseguido eliminar, aunque aún quedaban algunos supervivientes camuflados, los afectos, el cariño y la sensibilidad, antaño motores primordiales de la vida en la Tierra.
Cualquier gesto que contuviera el mínimo de afectividad entre dos o más personas estaba penado con meses de cárcel y la policía de la MEE se encargaba de que así fuera con su excelso celo vigilante, siempre velando por la seguridad del ciudadano. Siempre y sin tener en cuenta cualquier otra alternativa, era mejor no dar con los huesos de uno en la cárcel, ya que en aquel lugar las torturas mentales de toda clase campaban a sus anchas.

Toda la población tenía sus necesidades más básicas y, a veces, no tan básicas, cubiertas.
Había trabajo y comida para todos y también, el mismo salario mensual, 276.98 ajes, per cápita. El trabajo era siempre comunal, o sea, tareas para y en pro del gobierno, repetitivas, monótonas y mecánicas, pero al fin y al cabo era trabajo. Algo con lo que mantener ocupadas las cabecitas y las almas, ahora que por fin habían conseguido que dejaran de quejarse y tenían a raya todas las revueltas callejeras y a los sediciosos y sus organizaciones, bien atados en corto.
“Pan y circo” para el pueblo, esa era la máxima imperante.

Por lo que respecta al pan, hacía ya tiempo que no existían los alimentos frescos y casi toda la comida era prefabricada, envasada y enlatada. No era necesario ir a comprarla, además ya no existían los supermercados, el gobierno distribuía sendas raciones semanalmente.
Y en cuanto al circo, las únicas o más destacadas, por decirlo de alguna manera, actividades de ocio con las que la población contaba para pasar el rato después de una dura y larga jornada laboral eran los LRG (libros regularizados por el gobierno) y las MS (máquinas para el sexo).Los LRG eran textos corregidos, ampliados, algunas veces y descomunalmente censurados, la gran mayoría, por gente especializada que el gobierno tenía en sus más altas esferas para tamaños fines. La novela había desaparecido y aquellos libros tan sólo contenían frívolos pasajes carentes de sentimientos y sin apenas significado. Describían gente haciendo actividades frusleras como si de prensa rosa se tratara. No pensaban y menos, sentían ninguna clase de afectos o similares. A veces, los libros hablaban de cosas, paisajes o animales domésticos como si de cualquier enciclopedia se tratara. Para pasar el rato, vaya.Estos divertidos y amados objetos del ocio los distribuía el gobierno cada medio año, cambiando cual cromos, los que ya había por otros que ellos mismos decidían. Cinco libros por vivienda y persona, es decir, unos diez libros cada año.

Las MS o máquinas para el sexo eran artefactos destinados a proporcionar placer al ciudadano, incluso mientras repasaba un LRG. Existía uno por cada vivienda.
El gobierno había prohibido cualquier tipo de contacto entre las personas, incluido por supuesto, el sexual.
Tres años atrás, sin embargo, se permitían hasta cuatro coitos al año entre los ciudadanos que así lo demandasen y se les asignaba una pareja al azar, distinta cada vez, para cada uno de los contactos sexuales.
Pero con tantas restricciones y prohibiciones emocionales como existían, la gente acababa enamorándose perdidamente de su pareja sexual y cuando planeaban escapar o vivir juntos, el gobierno les descubría y eran inmediatamente confinados a una celda de castigo del edificio del EBMC (Encierro para el Bien Moral y Comunitario), o sea, la cárcel de toda la vida. Porque eso sí, a este gobierno le encantaban los protocolos, la burocracia y todos los nombres, títulos o palabrería rimbombante.

Cuando llegaban a la pubertad, los chicos eran sometidos a sendas vasectomías y las muchachas a un ligamento de trompas, de esta forma controlaban los embarazos que ya no eran en modo alguno deseados. Tras las intervenciones médicas, los púberes rellenaban unos cuantos formularios con los que el gobierno tenía conocimiento sobre aquellos individuos que ya podían demandar sus coitos anuales.
Pero hacía ya tres años que este servicio no era contemplado en los funestos planes de sus dirigentes por considerarlo peligroso para la “estabilidad emocional” del individuo y de la incauta población en general.

El CRA o Centro de Reproducción Asistida era una mezcla entre hospital y guardería, a la par que uno de los edificios más descomunales de todos los que albergaba aquella extraña ciudad. Era lo más parecido a un hogar que veían los ojillos recién abiertos de los bebés que allí nacían o más exactamente, de los bebés que de allí salían, porque nacer, lo que se dice nacer, no nacían. Más bien se desarrollaban en probetas y los seguían controlando en otras dependencias cuando se cumplían las treinta seis rigurosas semanas de fría gestación tubular. A los siete años eran enviados al gran HC (Hogar Comunitario), que era como un enorme internado donde vivían y recibían su instrucción académica hasta los catorce años para las chicas, y quince para los chicos, edad en la que eran intervenidos quirúrgicamente, o sea, castrados para ser más precisos. Y tras la aburrida y pertinente burocracia, les asignaban su apartamento de veinte metros cuadrados, donde vivirían hasta el final de sus días, como el resto de la población.

Antes de proceder a los sendos ligamentos y vasectomías responsables de acabar de un plumazo con la tasa de natalidad, los especialistas de el CRA se aseguraban concienzudamente la extracción de óvulos y espermatozoides no sólo de aquellos, previas pruebas, que albergaban niveles más altos de fertilidad y viabilidad, sino también de los más dotados genéticamente hablando, previos test de Inteligencia y Capacitación.
De forma, que uno podía cruzarse por la calle con su padre o con su madre y no enterarse.
Eso era lo que normalmente ocurría si todo estaba en orden.

Sin embargo, eso no fue lo que le sucedió a Pris, ahora con la mirada perdida en aquel húmedo y lóbrego rincón de su celda donde rebotaban y caían sin gravedad las palabras huecas de la perorata que le estaba dedicando en estos momentos su consejera, antes de abandonar hoy la cárcel. Por fin, la libertad se iba colando como una cálida brisa marina por todas las oquedades de aquel pequeño habitáculo.
Y aunque alguna que otra lágrima continuaba nublando su frágil ánimo, seguía creyendo que había merecido la pena. Es más, se había prometido a sí misma aferrarse a aquel abrazo con todas sus fuerzas, como un niño a su juguete. Revivir su calor, su dulzura, para poder sobrevivir en aquel medio tan hostil.
Y es que el gobierno no podía evitar que la gente se mirase, y que algunas de esas miradas se penetraran de tal forma, que despertaran los más tiernos instintos y la necesidad de amor y de ser amados que tienen los seres con alma, por más métodos y restricciones infernales que emplearan.

Cuando se suponía la ausencia de un sol en un horizonte yermo y gris, Pris abandonaba el EBMC: Encierro para el Bien Moral y Comunitario. En el furgón policial y durante el trayecto hacia su minúscula vivienda, Pris se aferraba cada vez con más fuerza a la afable ilusión de aquel recuerdo, como una corriente de aire fresco en medio de un día de calor sofocante. Una tímida sonrisa se iba dibujando en su rostro mientras leía en una pantalla gigante de publicidad, había miles de ellas por toda la ciudad: “No os améis los unos a los otros como Él os amó… por si acaso” había dicho el jefe de estado a sus ciudadanos, pensando que su amarga realidad había ganado la partida a la dulzura de cualquier memoria.
Pris volvió a sonreír sabiéndose portadora de algo que jamás nadie le podría arrebatar.

Villalba, 21 de septiembre de 2008








11 comentarios:

Sonia dijo...

Guauuu Mar,

Me has dejado boquiabierta, en serio, me ha encantado! Qué original y qué bien contado. Mientras iba leyendo me iba recordando la horrible y surrealista represión que sufren en Korea del norte. Engancha desde el principio, las líneas introductorias incitan a seguir leyendo. Sólo no me queda claro la relación entre las dos mujeres que se abrazan. Se reconocen como madre e hija? o es sencillamente un caso de aprecio mutuo espontáneo?
Muchas felicidades porque me ha encantado.

Mar Cano Montil dijo...

Gracias, Sonia. Me alegra muchísimo que te haya gustado esta historia que, aunque tiene un pequeño canto a la esperanza, apuesta por el Amor, en el fondo es muy dura.

En efecto, Pris se encuentra brevemente con su madre, algo más allá de la simpatía, les hace seguir sus sabios instintos femeninos y fundirse en aquel maravilloso abrazo...

:-))

Un beso enorme y gracias por estar ahí,

Marien dijo...

Fantástico Mar, otra vez fantástico. Me fascina lo bien contado que está cada vez que lo leo, menuda retórica y ritmo,fabuloso abrazo de amor, una historia como a mi me gusta con poso, que permanece, me ha encantado, ¡vaya escritora que estás hecha! Abrazos

milagros dijo...

Volviéndolo a leer todavia me gusta más. Un argumento muy profundo y que invita a la reflexión. Me gusta cómo lo has escrito y enfocado.
Genial.

Mar Cano Montil dijo...

Marien, Milagros, seguís siendo mis Rosas "lectoras" preferidas, ¡sois un estímulo enorme!!

Gracias compañeras,

Un abrazo y todo mi cariño desde Villalba,

Joan Villora dijo...

Hola, Mar. La idea de la historia me ha gustado, esta muy bien.

¿Es Pris un guiño a Darryl Hanna en Blade Runner?

¿Cómo mejorarla?

Siempre en mi opinión, como además es una historia tan basada en el sentimiento, quedaría mejor que se viera que la chica descubrió quien es su madre por un hecho concreto. Así quedaría claro quien es la mujer mayor (la madre la estaría esperando, no sería la primera vez que se ven) las mujeres tampoco tendrían ganas de que las pillaran, no es creíble; se las debería ver más conspiradoras, más emoción reprimida cuando se ven y prisas por buscar un callejón oscuro para abrazarse sin dudas (aquí las podrían ver y delatar).

Provocarías que el lector se preguntara por que no se pueden ver y explicar las leyes de esta civilización futurista, que no explicaría en tanto detalle, solo lo justo para que se entienda la situación. Un policía alertado por un confidente podría pillarlas infraganti y darles la bronca por lo que hacen, por ejemplo.

Yo centraría el relato en el encuentro clandestino y a que no les importa que al final las pillen porque no les pueden quitar esas ganas de abrazarse, más que en los metros cuadrados de los pisos y las vasectomías, esos resúmenes descriptivos aparcan la historia en sí.

Lo que si que hay que hacer es crear una atmósfera de miedo a que los demás delaten. Esperanza en que no, que la gente en su fuero interno piensa igual que ellas.

¿Y si la atlética joven ya fuera miembro de un grupo insurgente?

Una abrazo del Joan

Mar Cano Montil dijo...

Hola, Joan:

¡cuánto tiempo sin dejarte leer, faltaba el "rey" de la crítica por estos lares! (jejeje...)

Pues va a ser que no, Pris es Pris de "Los abrazos castigados", no es un guiño a Daryl Christine Hannah, una de las guapas replicantes de "Blade Runner".

Oye, Joan, se me ocurre a mí que con tantas ideas alternativas como das para esta historia, ¿por qué no te animas a escribir "un plagio creativo" de ella? A mí no me importaría, siempre y cuando, claro, no desguaces el alma del relato...

;-))

Un abrazo "sin castigar"

Mar Cano Montil dijo...

Me interrumpió el teléfono y no pude decirte lo más importante:

Joan, te agradezco enormemente que me sigas leyendo y que te tomes la molestia de analizar mis historias y comentarlas.

Un saludo,

Irène dijo...

Acabo de leer esta historia.
Bien escrita, no se puede negar.
pero hablando de plagio, me recuerda demasiado al mundo furutista descrito por Aldous Huxley en los años 60.Y tambien a Georges Orwell. Las ideas son las mismas, la presencia de un poder omniprsentees la misma, la protagonista que se rebela es lamisma...etc...

Hay que tener cuidado con las obras que ya han tratado estos temas.

Irène

Juan_Vista dijo...

Aunque el relato transcurre en terrenos antes transitados por otros autores, añade el frescor de la visión mostrada desde "este" presente. Mar, muchas gracias por recordarnos que el futuro puede no ser el mejor de los futuros deseados. Corremos peligro de anegar nuestras emociones en un mar de formalismos, corremos peligro de acabar convertidos en simples "plantillas", en estupendos modelos de buenos ciudadanos.

Mar Cano Montil dijo...

Iréne,

Te agradezco tu lectura y tus comentarios.
Decirte que en el terreno de la fantasía y de la ciencia-ficción, es cierto que casi todas las ideas sobre un futuro negro e incierto están ya muy trilladas, ¡vamos qué estaban ya inventadas! Sin embargo, lo verdaderamente original es cómo lo cuenta el autor,la manera qu elige para hacerlo, cómo enlaza la prosa para que unos determinados sentimientos se muestren al lector.
Siento mucho que tu sólo te hayas fijado en la idea y no en la forma de contarla. No todos los lectores percibimos o proyectamos las mismas vivencias sobre lo que leeemos...

Juan_Vista,

es la primera vez que te veo por este blog, espero que no sea la última.
Gracias por la calidad y calidez de tus palabras.

Un cariñoso abrazo para todos, sin lectores como vosotros, los escritores no existirían.