domingo, 19 de abril de 2009

LA CORTA VIDA DEL LIBRO DE TONI CAMPANARIO

El primer ejemplar de “La Caja de los Sueños” llegó a sus manos envuelto en un sobre marrón. Su editor ya le había avisado de que el libro estaba en camino. Se preveía una primera edición de 50.000 ejemplares, aunque de momento la cosa estaba parada. La dichosa crisis. Toni Campanario había llegado a un acuerdo con su editor, imprimirían un primer libro de muestra y Toni se encargaría de que el mismo llegara a unos cuantos allegados para ver qué aceptación tenía. Solo que el primer ejemplar no iba firmado. Nadie sabría que era el libro que Toni llevaba escribiendo tantos años, ese proyecto que había mantenido en secreto tanto tiempo… La idea fue del mismo Toni, no quería que eso influyera en las opiniones de sus primeros lectores. Así que, abrió el sobre, cogió el libro y llamó a su mejor amigo, Alfredo Méndez. Se reunió con él horas más tarde, en la cafetería de siempre. Hablaron de esto y de lo otro, de aquello y de lo de más allá… y ya cuando se disponían a pagar la cuenta y marcharse, Toni, como quien no quiere la cosa, sacó de su cartera el libro y le dijo a Alfredo que se lo había dado un amigo escritor para que le diera su opinión.

- Yo ya lo he leído – le dijo Toni – pero mi amigo necesita más opiniones. ¿Te importaría leerlo y decirme qué te parece?
- ¡Claro! No hay problema. ¿De qué va?
- Bueno, prefiero no contarte nada, mi amigo es un poco pesado, insistió mucho en que no nos contaminemos los unos a los otros con nuestras opiniones personales.
- Vaya… bueno, pues le echaré un vistazo y te cuento. Me voy corriendo que Rosario tiene que haber llegado ya a casa y tengo que ayudarle a preparar la cena, hoy tenemos visita.

Toni se marchó a casa satisfecho y Alfredo se dirigió hacia su coche. Pero el coche no arrancaba. Después de un par de patadas que le dejaron el pie hecho polvo y de unas cuantas maldiciones, Alfredo decidió dejar el coche allí aparcado y coger el metro hacia su casa. La línea 2 no iba muy llena a aquella hora y encontró sitio fácilmente. Llevaba “La Caja de los Sueños” en la mano, así que aprovechó que no había nadie en el asiento contiguo para dejar allí el libro. Y pasó lo que tenía que pasar. Llegó a su parada, bajó, y el libro siguió su camino, esta vez, en solitario.

En Opera subió Gonzalo Pacheco, un estudiante de veterinaria al que le llamó la atención el libro abandonado. Miró a su alrededor pero no parecía pertenecer a nadie así que decidió cogerlo. Lo abrió y le echó un vistazo por encima, le pareció curioso que el libro no fuera firmado, no contenía información alguna acerca del autor. Lo guardó en su mochila y bajó del metro en Noviciado para dirigirse a la residencia de estudiantes de la calle San Bernardo, donde compartía habitación con un checo que estudiaba Bellas Artes. Dejó el libro sobre el escritorio de su habitación y salió a cenar algo por la zona. El checo llegó minutos más tarde atormentado. Necesitaba urgentemente una buena idea para la escultura que tenía que entregar al día siguiente. De repente reparó en el libro de Toni Campanario y lo tuvo claro. Despedazó el libro y lo utilizó para empapelar una de las sillas que había en la habitación. En honor al título del libro lo llamó “La Silla de los Sueños”. La pieza obtuvo muy buena nota y el checo decidió ir un paso más allá. Organizó una performance callejera, construyó una plataforma de madera y puso “La Silla de los Sueños” en lo alto. Enchufó un iPod a unos altavoces bastante potentes para llamar la atención. Una canción de Sonic Youth sonó a todo trapo, y una vez que tuvo el público suficiente, el checo roció con gasolina la silla y le prendió fuego. La performance duró poco, enseguida llegó un coche patrulla de la policía a quien ese día acompañaba un equipo de televisión. Toni Campanario cenaba en casa tranquilamente cuando vio la noticia en el telediario… Sintió un extraño desasosiego cuando el locutor dijo que la obra del chico se llamaba “La Silla de los Sueños”, pero enseguida el pensamiento pasó fugaz por su cabeza y siguió cenando mientras, impaciente, contaba las horas para llamar a su amigo y preguntarle qué le habían parecido las primeras páginas del libro.


Texto: T. Vaquerizo

2 comentarios:

Sonia Sánchez dijo...

Cómo mínimo el libro inspiró a alguien!!
Me he quedado con las ganas de saber que excusa le pondrá el amigo y si al final publicará su libro.

milagros dijo...

Me ha gustado tu ejercicio de subperspectiva. El recorrido del libro muestra que lo que para unos es lo más importante, para otros es insignificante.