lunes, 20 de abril de 2009

LAS NUEVE ROSAS




A Marien y a Milagros

Oscar, el chico con el pelo teñido de rubio y con algunos mechones de punta, se dirige con gesto taciturno a la floristería de Isabel, la más antigua del barrio. Se ha peleado con su novia y quiere sorprenderla con flores para pedirle perdón.
─Buenos días. Me gustaría enviar un ramo de nueve rosas rojas─ dice Oscar visiblemente impaciente y emocionado por la decisión que, sobre la marcha, acaba de tomar. “¡Rosas rojas para recuperar de nuevo a mi chica! Nueve, el día de nuestro encuentro; rojo, su color favorito…”, piensa Oscar entusiasmado con su ocurrencia.
Isabel se levanta de su taburete, deja encima de la mesa las tijeras de podar, y con una amplia sonrisa se dirige al lugar donde tiene las rosas y comienza a escogerlas para elaborar el ramo. “Seguro que es un regalo para una primera cita”, piensa la florista. Y siente la ilusión del primer amor, la vehemencia de una primera cita se cuela por sus recuerdos y se emociona casi hasta el llanto.
─Por favor, Liliana, toma nota a este chico del nombre y dirección de este bonito envío.
Liliana lleva apenas unos meses trabajando en la floristería de Isabel, pero lo que más le gusta de su perfumado y colorido trabajo son los encargos de amor. Y aunque sabe que también forman parte de la vida, detesta las coronas para los funerales. Con un gesto rápido y coqueto, Liliana se retira un mechón de su morena y rizada melena de la cara y comienza a recordar su primera cita: “¡fue tan excitante, qué guapo era aquel hombre!, un venezolano muy alto, tostadito como el café y elegante como este delicado y cuidadoso ramo de rosas rojas…”. Con la mirada lejana y soñadora, le pide los datos de envío a Oscar, que le va dictando a Liliana, la romántica:

“Rosas rojas para la flor más hermosa”
Para: María Pérez Baluarte
Avenida de los Sauces, 39,
De: Oscar Martínez López

─ Pero con mis iniciales es suficiente para que ella sepa… Por favor, ponga sólo “De: O.M.L.”, gracias─ le dice Oscar pensando en todos los detalles.
Más quiso el destino o el emotivo recuerdo de su primer amor, o ambas cosas, quién sabe, que Liliana se equivocara en dos letras. Darío, que así se llamaba su guapo venezolano, acostumbraba a hablarle a Liliana, así era él, del “cauce” que seguían las cosas en el momento en que dos personas se sentían atraídas de aquella manera.
Así que cuando Alfonso, el repartidor, recoge el ramo y la tarjeta de entrega, ésta reza así:

“Rosas rojas para la flor más hermosa”
Para: Daría Pérez Baluarte
Avenida de los Cauces, 39,
De: O.M.L.

Ese día no hay demasiados repartos y Alfonso se alegra de poder llegar algo más pronto a casa. Sus dos hijos de once y trece años, se han marchado a casa de la tía Ruth a pasar el fin de semana con sus primos. Es viernes y… ¡tiene toda la noche por delante para estar a solas con Mónica, su mujer!
Alfonso es un tipo bajito, calvo y con una sonrisa entrañable. Ha alquilado “Nothing Hill” y además ha comprado una botella de Moët&Chandon junto con una tonelada de helado de chocolate. “La noche promete”, piensa imbuido por un intenso y repentino soplo romántico, como hace tiempo no siente. Mira el resplandeciente ramo de las nueve rosas rojas, y entonces el amor le parece el sentimiento más noble y digno que un ser humano pueda albergar. Le invade una sensación de inmensa alegría.
Al otro lado de la puerta, una anciana con la mirada interrogante y el ánimo harto sorprendido, contempla sin dar crédito el ramo de las nueve rosas que Alfonso le está entregando. No se fija en esos dos apellidos que no son los suyos. Sólo lee en aquella florida y juvenil tarjeta que le trae el amor a la misma puerta de su casa, ese amor con el que tantas y tantas veces ha soñado y después de tantos años:

“Rosas rojas para la flor más hermosa”
Para: Daría
De: O.M.L.

Una lágrima se desliza, sutil, por una de sus descarnadas mejillas, mientras su vecino de enfrente, Olegario Montes Laberna, recoge en silencio su correo al tiempo que cruza con Daría una mirada que vale más que mil palabras. Una mirada que cristaliza y musita: “bendita equivocación”.


Mar Solana. Villalba, 9 de abril de 2009.










7 comentarios:

milagros dijo...

Una subperspectiva que inspira a todos sus personajes y nos llega llena de romanticismo.
Un abrazo y gracias por la dedicatoria.

Sonia Sánchez dijo...

Muy bonito y muy tierno, al final las flores llegaron dónde tenían que llegar.

Marien dijo...

Me gustó mucho tu relato cuando lo leí en tu blog, me ha encantado la confusión y sigo imaginandome a la abuelita cuando se encuentre con el vecino en el ascensor...
Fantástico, como tu sabes hacerlo.
Gracias por la dedicatoria, el ramo es chulísimo.

Mar Cano Montil dijo...

Milagros, Sonia, Marien, gracias por leerme, (algunas por dos), y por vuestros comentarios, como siempre animan muchísimo. Los incondicionales merecen siempre regalos...

;-)

Un saludo cariñoso,

Sonia dijo...

Hola Mar,

Me ha encantado tu equivocación... Me pregunto cuántas veces un simple error puede modificar el cauce de las cosas. Muy bien escrito, como todo lo tuyo. Un beso

Mar Cano Montil dijo...

¡Sonia, cuánto tiempo sin verte por aquí! Bueno, la verdad es que este blog del Aula está algo paradito, ¿verdad?

Muchas gracias por leerme, espero con avidez tu próxima historia.

Un beso y una rosa ;-)

Sonia dijo...

Hola Mar,

Muchas gracias por tu rosa, eres un sol. Es verdad que he estado un poco perdida, he estado sin conexión bastante tiempo.

Sí, veo que el blog está bastante paradito ultimamente... Espero que poco a poco se vaya animando la cosa. Gracias por esperar mis historias, la verdad es que estoy poco inspirada ultimamente, debe ser la primavera...

Un besazo!