miércoles, 4 de febrero de 2009

Un Nazi Intelectual

- ¡Alto! ¡Acerquen la nave para el abordaje y no intenten ninguna maniobra o abriremos fuego!

Al oír estas palabras, el temor a un error o una desinteligencia en la operación montada me llenó de terror. ¿Me había equivocado al escapar? Terminaría mis días bajo el fuego de la metralla?
Quién capitaneaba la nave respondió rápido y en perfecto inglés, que un jerarca nazi, que estaba a bordo, se entregaría a las autoridades y que la operación había sido acordada con los más altos niveles del gobierno de Gran Bretaña.

Todo comenzó en Viena, invierno de 1907, el frío apenas permitía mover las manos, pero el deseo de pintar hacía que me olvidara y cojiera los pinceles y mezclara colores casi confundiéndome con la primavera.
A mi lado pintaba Adolfo, que estaba intentando ingresar a la Academia de Bellas Artes, donde había sido rechazado dos años antes. Era una persona extraña, solitaria, pero con ideas que me atraían. Mis estudios en filosofía me permitían discutir con él sobre la condición humana, la sociedad, el destino de la humanidad, los derechos del hombre….
A partir de la pintura y las tertulias que montábamos tras una taza de té bien caliente, que permitía desentumecer los huesos, fue naciendo nuestra amistad.

Los años pasaron, me recibí de Licenciado en Filosofía y marché a doctorarme en Munich. Adolfo vivía en esa ciudad desde que decidió partir de Viena por no haber aprobado por segunda vez el ingreso a Bellas Artes. Me reencontré con él, recordamos viejos tiempos de miserias y necesidades. La amistad fue creciendo con el trato permanente.
Su figura política crecía rápidamente, su habilidad para tejer alianzas y su capacidad de oratoria lo proyectaban como futuro dirigente de Alemania. Un día entre té y té, siempre fue un amante del té, me convocó a integrarme a sus filas. No dudé y me enrolé en el movimiento Nacional Socialista. Mi formación católica y mis ideales de un mundo mejor, en especial para los pobres, hicieron que me encandilara con esa doctrina y creyera que podría ser una solución para los males que aquejaban a la sociedad y un freno a la marea roja y atea que avanzaba sobre Europa.

Fui durante varios años una de las personas de confianza de su entorno, pero a medida que el movimiento crecía y Adolfo conseguía más poder, mis dudas se agrandaban respecto al fin último de sus ideales.

Mis vinculaciones con el mundo intelectual y la Iglesia, permitían mantener en cierto equilibrio las relaciones del partido con estos sectores. Pero con el paso de los años, el aumento desmedido de poder y las acciones despóticas de Adolfo, hicieron mella en estas relaciones y comencé a ser visto con recelo en ambos sectores.

Mi incomodidad y disconformidad iban en aumento. Cuando se inició la persecución a los judíos, mis ideales respecto al partido comenzaron a tener un cuestionamiento interno mucho más profundo. La idea de discutir estas acciones con Adolfo me aterrorizaba, sabía que de hacerlo sería hombre muerto.

Llegó la invasión a gran parte de Europa. El ambiente en Berlín era cada día más irrespirable y comencé a planear mi fuga. La llamé así pues no había alternativa para el entorno de Hitler, fidelidad al líder o muerte.

Me llevó varios meses planificar ni huida. Recurrí a relaciones que me había dado la cercanía al poder y a maquinar un sinnúmero de alternativas. Finalmente decidí tomar unos días de descanso en la costa francesa, con la aprobación de Adolfo. Había acordado con gente de la resistencia mi ida a Inglaterra. Sabía que no sería recibido como un héroe, pero era la única alternativa viable, que tenía alguna probabilidad de éxito.

Una noche de julio de 1940, subí a una pequeña nave, cuyo capitán era de la resistencia francesa y partimos en dirección al sur de Gran Bretaña.

No he muerto. Sobreviví al abordaje. Mi situación se aclaró en un par de horas, luego que el oficial a cargo de la nave inglesa hablara con el comando central.

Fui tratado como un nazi disidente y estuve en prisión hasta dos años después de finalizada la guerra. Fui indultado por no tener cargos en mi contra y al salir de la cárcel pude incorporarme a la sociedad. Inicialmente trabajé en la reconstrucción de Londres, posteriormente, gracias a un ex compañero de estudios que se había radicado en Londres a comienzos de 1930, pude volver a los claustros donde imparto clases de filosofía.

Había perdido 20 años de mi vida por un ideal que terminó siendo una historia de terror. Los 7 años en la cárcel me han permitido reflexionar, no sin dolor, de todo aquello que quedó en el camino…..
mi familia destruida, mis amigos de muchos años muertos o desaparecidos, mi casa, mis mascotas, mis libros y una lista tan extensa de lugares, afectos y pequeños detalles que no logro terminar de enumerar.
He vuelto a los orígenes, a mis clases y mis libros, de donde quizá nunca debí salir. Hoy más que los ideales de una sociedad justa y equitativa, defiendo los ideales del hombre, su libertad y el derecho a vivir en paz, que son la base de la sociedad que soñé.

Londres, 15 de septiembre de 1950.

1 comentario:

Juanmi dijo...

Si señor!!!

Ya te lo dije el dia que lo leiste en clase. Es magistral. Está documentado, es sobrio y directo...

Pero ya sabes, este es el primer capítulo de tu novela Guillermo ; )

A qué esperás? ; )