jueves, 26 de febrero de 2009

La Dama de Honor

Sentí que alguien estaba detrás de mí, muy pegado, respirándome en el cogote. Podía ser cualquiera de la pandilla: era la primera noche de las fiestas del pueblo y ahí estaba yo, con ellos, sorbiendo cubatas de Ballantines en el solar del Moro y defendiendo a muerte la política de fichajes del Real Madrid para la nueva temporada, mientras el amanecer arañaba el cielo negro allá a lo lejos, por donde las norias y las montañas rusas.

Me giré, condescendiente. Un tío con media cara negra me estudiaba de arriba a abajo. Sus ojos rabiaban de odio. En la mano derecha, grande como una hoja de palmera, su vaso de litro de cerveza parecía una tacita de la Tetería Aladino. El olor de su aliento era de los que dejaban el suelo de la cocina pleno de cucarachas panza arriba.

Era Rafa el Caretas. Lo conocía de vista, cómo no. Tenía una mancha de nacimiento que le coloreaba negra la mitad izquierda de la cara, el pobre. ¡Su madre, que se le antojó un negro!, había dicho una vez un gracioso. Nunca había hablado con el Caretas, no tenía ni idea de lo que querría en ese momento y tampoco me moría de ganas por averiguarlo. Me giré de vuelta a mi alegre piña de colegas achispados.

Unos dedos gordos como plátanos se posaron en mi hombro.

«Eh, tú.»

Me di la vuelta otra vez. Para mi desgracia, el Caretas continuaba ahí.

«¿Qué pasa? ¿Qué miras, subnormal?», me preguntó con una voz que, a su lado, las melodías de sintetizador del equipo del Moro sonaban como burbujitas de envoltorio de plástico al ser explotadas con el pulgar. «¿Mi mancha negra? ¿Que te da asco o qué?»

«No», dije.

«¿Qué tal te parecería tener tu otra?», bramó, agitando un puño rocoso frente a mi cara. «¿Te mola la idea?»

«No», repetí, corto de sinónimos.

Los ojos del Caretas echaban chispas como dos huevos en una sartén. El que estaba en la zona de sombra parecía más grande, más enloquecido y surcado por hilos de sangre más gruesos que el otro. El vaso de plástico explotó en su mano derecha dejando paso a un segundo puño, que se alzó amenazador entre burbujeantes ríos de cerveza y espuma.

Alguien gritó: «Ya está armándola, el Caretas».

Di un paso atrás. El Caretas, uno adelante. Yo, otro atrás y él ya planeaba seguirme, cuando unas convulsiones lo sacudieron y lo ablandaron como a un petit suisse. La mitad blanca de su rostro se volvió más blanca, lunar. En un segundo me estaba vomitando encima, luego alrededor y los chorros finales se los quedaron sus vaqueros Leavi’s.

Cayó inconsciente al suelo, sobre un charco color lila.

A mi espalda mis amigos lloraban de risa. Un océano de rostros se giró hacia mí y hacia lo que quedaba del Caretas, y, de entre ellos, una persona, la chica elegida Dama de Honor de las fiestas de Villapeñas, se le acercó en su vestido de plata, talle de sirena, tirabuzones soleados, playas de Cancún en sus ojos, y le dijo entre sollozos: «No es por ti, Rafa, no es por tu cara, el problema soy yo, lo siento, de verdad que lo siento, te lo ruego, perdóname.»

Esteban Muñoz
Escritura Creativa

4 comentarios:

Judi Cuevas dijo...

Hola Esteban,

lo que más me ha gutado de tu relato es el lenguaje que utilizas. Es como si alguien de la calle te estubiese explicando una anécdota que le ocurrión una noche estando de fiesta. Esto lo hace real y a la vez cómico por las comparativas que haces por ejemplo con el petit suisse o los ojos como huevos en una sartén, jajaj.
Con todo esto has hecho que el lector visualice perfectamente la escena y sobretodo a "el Caretas".

Creo que lo has ordenado y enlazado todo muy bien.

Anónimo dijo...

A mi también me ha gustado porqué es ordenado y coloquial,nada artificioso, la comparación con los huevos fritos me parece muy graciosa, es como si te lo contara un amigo. Muy natural y real.

milagros dijo...

Esteban, yo me he perdido en el último párrafo que no termino de entender.
El relato tiene puntos de humor muy simpáticos.
Me ha gustado.

Manuel Esteban Muñoz dijo...

Hola. Muchas gracias por los comentarios.
En el último párrafo, Milagros, intento sugerir el porqué de la actitud violenta e irracional del Caretas: la Dama de Honor rechazó sus proposiciones amorosas. La vieja historia de la Bella y la Bestia.
Saludos
E.M.