domingo, 15 de febrero de 2009

La carta

Por Cintia Castelló.
Ejercicio de Subperspectiva cerrada. Escritura Creativa.


La carta está en peligro. Las nuevas tecnologías ponen a ésta en recesión, constituyendo una seria amenaza al componente romántico de la misma. Aunque jamás podrá sustituirse su carisma, su poder, el peso de su tradición, el componente personal, nostálgico y bohemio que supone plasmar en papel lo que fluye de nuestra mente.

Todo empieza con una simple y sencilla hoja en blanco. Pluma en mano, y mensaje todavía abstracto en nuestro pensamiento. La idea está fecundada, sabemos el mensaje que queremos transmitir. Pero hay que darle forma. Mimamos la letra y perfilamos el mensaje. Remitente y destinatario definidos. Redactamos el saludo, el cuerpo de la carta, y nos despedimos. Fecha y firma. Metemos la carta dentro de un sobre, y escribimos en el reverso y el anverso los datos para que el mensaje llegue a su destino. Acudimos a correos, compramos un sello y la lanzamos en el buzón.

La carta se zambulle en un mar de mensajes y letras. Puede contener sentimientos, vivencias, relatos, memorias, noticias o emociones. La carta tiene la virtud de transportar de aquí a allí lo que queremos decir y como lo queremos decir. La escribimos con ilusión, la mandamos con esperanza y la recibimos con expectación. La carta vuela, fluye, flota en la nada. Recorre mares y océanos. Pueblos y ciudades. El mensaje es lanzado al infinito, al todo, al universo. Sólo el autor y quien está ahí arriba sabe lo que pone la carta. El mensaje forma parte del mundo. No es nuestro hasta que no está en nuestro buzón.

Y se acerca. Se acerca a su destino. La vibración de su presencia se hace notar. El destinatario siente su llegada. “Me tengo que marchar. Estoy esperando noticias de Martín”. Y llega a casa. Mira el buzón. El cartero dejó algo. Dentro hay un sobre con el remite que esperaba. Hay noticias.

Coge la carta, y se la guarda en el bolso. Quiere leerla tranquilamente en su habitación. Se prepara un té caliente, y le añade una cucharada de miel, para endulzar la lectura. Sube al cuarto, coge una manta y se sienta en la cama. Caliente y cómoda, al fin saca la carta. Huele el sobre. Huele a él. Esa carta le trae su presencia. Da un sorbo de té, y respira profundamente. La abre y tan solo leer “Mi amada Laura” sus ojos se convierten en vidrio cristalino. La carta no es una hoja de papel, es un símbolo. Es él. Es su corazón. Laura se sumerge en la lectura. Le siente allí con ella, está con ella. Sus almas están unidas por un hilo invisible, en forma de letras y mensaje. Su letra, le acerca a él, a su presencia impalpable, imaginaria, irreal.

Cuando termina de leer la carta se tiende a llorar en su cama. La abraza. Le abraza a él. Siente nostalgia, aflicción por su ausencia. Él está allí a su lado. Casi podría decirse que puede sentir sus labios.

La carta le hace soñar. Un texto escrito por él, llena de palabras con sentido, mantiene viva la llama del amor, la ilusión, la esperanza de un futuro compartido, carente de distancias.

1 comentario:

milagros dijo...

Me ha gustado, sobre todo la parte final.
Quizas la primera parte la veo mas como una introducción, no?