jueves, 20 de noviembre de 2008

CALLE ABAJO



Me detengo un momento y les observo
-¡Que envidia! ¡Cuanta energía!
Sigo observándoles, me siento inquieto. La envidia y la admiración están desapareciendo.
-Todo esto me resulta tan, tan familiar…y sin embargo no estoy seguro
Pero. ..¿Que ocurre? ¿Ya he vivido esto antes? ¿Estos chiquillos van a… morir?
-Dios mío, ¿Qué hago?
- ¿Y si estoy soñando otra vez?
-No, estoy despierto, muy despierto.
Dos chiquillos corren calle abajo. Entre burlas y empujones, no parece que corran, van rodando. Chillan, se ríen, se paran, siguen rodando, vuelven a chillar. Balancean sus cuerpos, el peso de sus mochilas debe ser considerable.

Hace tres noches, me susurró al oído.
-¡Cuidado con los niños!
-¿Qué niños? Yo no tengo niños
-¡Atento! ¡La segunda esquina!
Ante mi, como si estuviera viendo una película, dos chiquillos corrían calle abajo. Seguí mirando, no me gustaba lo que estaba viendo. Me incorpore empapado de sudor y lagrimas, y una vez más esa angustiosa presión en el pecho.
-Bebí demasiado anoche, lo sabía, y acabe por pagar el precio.
Recordé la última visita con mi buen amigo el Doctor Jonás
-Si no te cuidas extremadamente cualquier día de estos puedes padecer un infarto, si, si, tu ríete. Te estoy hablando muy en serio.

Sigo indeciso sin apenas moverme, miro a un lado y a otro. No hay nadie. Estoy solo.
Ya he visto esto antes .No estoy soñando ¡Esto es real! Si, ahora estoy seguro, es real. Se lo que va a ocurrirles pero no sé como evitarlo.
- Dios mío, ¿Qué hago? ¿Grito?
-¡Ey, chavales!
¿Pero que les digo? Deteneos, vais a…. No, no, no. Pensarán que estoy loco.
Intento detenerlos. Corro calle abajo. Sigo corriendo pero no consigo alcanzarles.
Los chiquillos apenas han sentido la presencia de alguien corriendo hacia ellos. Siguen jugueteando y riéndose.
No llego, no puedo alcanzarles. ¡Como corren los puñeteros! Me detengo, pienso un poco. ¿Qué hago? ¿Grito? No. Estoy enfermo pero no loco.
Sigo corriendo calle abajo. Los chiquillos están acercándose a la primera esquina. Sigo sin alcanzarles.
-¡Por favor No! ¡Deteneos! ¡No! ¡No! ¿Pero que no me oyen? ¿Les estoy llamando? No hagan eso. ¿No saben lo que les espera?….
Me detengo, necesito respirar. Maldita sea el corazón me va a estallar.
-¡Ey! ¡Vosotros!
Vuelvo a correr calle abajo, cada vez los siento más lejos y ya han cruzado la primera esquina. No puedo más. Me detengo e intento recuperarme, respiro despacio, así muy bien, así. No puedo continuar. Quiero gritar, sí gritar. He decidido que voy a gritar.
-¡Ey, no me oís!
Apenas oigo mis gritos solo los latidos del corazón que me fustigan el pecho. Siento presión, mucha presión. Apenas puedo respirar, me estoy ahogando
-Por favor, no crucen la siguiente esquina. Van a… morir…
-¿Pero no hay nadie más aquí?
Estoy solo, sollozando como un niño por no ver morir a otro niño. Tengo miedo, estoy asustado, muy asustado, y no puedo hacer nada. ¿Realmente no puedo hacer nada?
Extiendo los brazos moviéndolos lentamente, arriba y abajo. Nada. Nadie me ve.
A lo lejos uno de los chiquillos tropieza. Se levanta, me ha visto. Se detiene y mira calle arriba. Sigo moviendo los brazos, ahora con más energía, arriba, abajo. El chiquillo sigue parado mirándome. ¡Bien! He captado su atención.
Más abajo el otro chiquillo sigue corriendo ajeno a la situación. De repente se detiene y llama a su amigo.
-Venga Joe ¿Qué haces? ¿Acaso te has rajado?
Joe se ladea y hace gestos a su amigo en dirección a mí
-Hay un hombre ahí arriba. Le ocurre algo.
-Anda déjalo, es un viejo, estará cansado.
-Mira sus brazos, creo que pide ayuda.
-Joe, no seas nena, vamos.
El otro chiquillo emprende el camino y sigue corriendo calle abajo, esta vez solo.
Joe no sabe que hacer, se mueve en círculos. El otro chiquillo vuelve a detenerse.
-Venga Joe, vamos a llegar tarde.
-Ahora vengo. Déjame ver que le ocurre a ese hombre.
Joe empieza a subir lentamente apoyándose en cada una de sus piernas mientras balancea los brazos.
Yo sigo recostado en un árbol, apenas respiro, el dolor es intenso, muy intenso. Me estoy deslizando hacia el suelo. Sigo agarrado al árbol. Joe sigue subiendo tan lentamente… prácticamente no puedo verle. ¿Esto es el fin? Y el otro chiquillo, ¿sigue calle abajo?
Joe está frente a mí, me mira tímidamente.
-¿Esta Usted bien?
No distingo sus palabras, pero sé que me está hablando. A uno lo tengo a salvo, al otro no sé como avisarlo. Miro a Joe y consigo levantar una mano en dirección al otro chiquillo. Joe gira su rostro en dirección calle abajo, vuelve a mirarme, encoje los hombros. No entiende nada.
Sentado en el suelo apenas consigo seguir sujeto al árbol.
A lo lejos, entre una nube gris, (al menos así es como yo lo veo) el otro chiquillo está a punto de alcanzar la siguiente esquina. Pero ¿Qué ocurre? Milagrosamente se detiene, se gira, mira hacia arriba. Ah! Por fin puedo dejar de luchar, relajarme y descansar.
-Joe, ¿Qué haces? Tu madre siempre dice que no hables con desconocidos. ¿No lo recuerdas?
-Creo que este hombre se está muriendo.
-Pamplinas, estará borracho.
Y fatalmente, da media vuelta.
Un claxon, dos. Frenazo. Estruendo. Gritos.
Joe me mira, sus ojos acechan odio, se enoja, mira calle abajo, vuelve a mirarme. Está indeciso. Por fin me habla.
-¿Lo ve? Por su culpa. Han atropellado a Marcos. ¡! Viejo borracho ¡!
Joe sale disparado calle abajo gritando.
Marcos, pienso. Así se llamaba el chiquillo que no he podido dejar a salvo. Estoy cansado. Me desvanezco. Creo que……estoy muriendo.
Mi vida por la de un chiquillo. ¿Y el otro? El susurro apareció de nuevo. Como la primera vez se acercó a mi oído, y entre sollozos.
-Te mostré lo que ocurría pero olvidé enseñarte como evitarlo. Lo siento…..

Angels Enrique

3 comentarios:

Gablogger dijo...

La historia te engancha rápido. De fácil lectura, muy buen ritmo. Mientras leía pensaba que el infarto del viejo era cuestión de líneas (yo lo huibese matado...). Siento que se descuido al susurro para de pronto hacer el cierre con él. Igual muy entretenido el relato.

Anónimo dijo...

Me ha creado mucha angustia, he estado en vilo desde las primeras líneas y me he puesto fácilmente en la piel del protagonista...

Bueno, muy bueno.

Ainara Rivera

Aula de Escritores dijo...

La historia te atrapa con facilidad. Enseguida me he preguntado qué estaba pasando. La acción es trepidante, y me ha producido una sensación de ahogo, de asfixia, tal y como le sucede al protagonista.

No obstante, creo que algo tan determinante en tu relato como ese susurro, que es quien genera la historia, tiene en conjunto poco peso, y crea preguntas que quedan sin respuesta. Yo me he quedado con las ganas de saber más, o al menos de que estuviera más presente, aunque no me parece mal dejar al lector un poco de libertad siempre que eso no afecte al eje, porque cambiaría tu relato.

Trepidante y angustioso. Me ha gustado.

Juanmi