jueves, 27 de noviembre de 2008

Mis vecinos

Ojalá no fuera cierto, pero le vi. Vi como sus manos grandes y morenas apretaban aquel delgado cuello hasta que no ofreció resistencia. Ella había clavado sus finas y afiladas uñas en su espalda castigada por el sol hasta que brotó un hilo de sangre. Él la dejó caer. Parecía una muñeca de trapo, ligera e inservible. Cuando yacía muerta a sus pies, se le escapó una leve sonrisa para convertirse pocos segundos más tarde en una enorme carcajada. No contento con haberle robado la vida, empezó a acariciar su cara con la hebilla dorada de sus botas de piel sintética hasta desfigurar su rostro.

Me incliné doblándome sobre mí misma, con una agilidad nunca experimentada y me deslicé como una serpiente hasta el interruptor de la luz con cuidado que no pudiera percatarse de mi presencia. El patio de luces que albergaba aquellos edificios era pequeño y fácilmente podíamos contemplar la vida del vecino sin apenas esforzarnos.

Cuando logré quedar a oscuras y todavía en el suelo como un reptil asustado, intenté reincorporarme. Lo conseguí a cámara lenta, con las piernas todavía un poco flexionadas y temblorosas. Necesitaba asegurarme que no había sido una alucinación. Cubrí mi cuerpo con parte de la cortina del salón y me asomé con lentitud. En ese momento notaba mi pulso alterado, el corazón me azotaba deseando huir de mi cuerpo.

No había rastro de ninguno de los dos. Habían desaparecido en pocos minutos, aunque a mí me había parecido una eternidad. Me quedé paralizada observando el lugar del crimen, examinando cada metro de la habitación. Aun no tenía el valor suficiente para salir de mi escondite entre las cortinas. Mi cuerpo no había dejado de temblar y mi corazón seguía latiendo a una velocidad suicida.

Poco a poco fui recuperando mi aliento. Después de confirmar con mis propios ojos que en aquel lugar no había ser viviente ni cadáver alguno, empecé a dudar de la existencia de la agresión, pasando por mi cabeza la posibilidad de que hubiera sido producto de mi imaginación, aunque tampoco descartaba que hubiera sido víctima de una broma de mal gusto.

Cerré el portón de mi balcón y corrí las cortinas. Mis pensamientos se amontonaban en una calle sin salida. Mi cabeza estaba a punto de estallar. Otra vez no, por favor.

Empecé a sentir unos pinchazos agudos en la frente y el dolor no me permitía ni siquiera mover el cuello para mirar a mi alrededor. Decidí desplazarme muy lentamente hasta el sillón. Las punzadas eran cada vez más fuertes, impidiéndome avanzar. Apoyándome en la pared y deslizando mi espalda por ella logré sentarme en la alfombra.

Allí he permanecido durante un tiempo hasta que he logrado levantarme y alcanzar la mesa. Los medicamentos se apilaban y se mezclaban con los restos del almuerzo. He cogido dos comprimidos para combatir mi dolor y he logrado dormir durante el resto de la noche.

Hoy me encuentro mucho mejor. Me he levantado, he corrido la cortina, he abierto el portón y… ahí estaban, comiéndose a besos.


Milagros Herrero - Taller de escritura creativa

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho tu estilo y tu manera de describir. Creas intriga y angustia durante todo el relato para cocluirlo de un modo para mi inesperado. Bien hecho.

Sonia

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu relato. A medida que iba leyendo podía "ver" la escena que describes ya que lo haces de forma minuciosa y con mucho detalle. Utilizas expresiones que sobrecogen como "acariciar su cara con la hebilla...", "en el suelo como un reptil asustado...". Me has mantenido todo el rato con tensión y espectante por ver que pasaba en la siguiente frase. El final, corto, cortísimo pero para mi gusto muy bien resuelto. Inesperado porque consigues convencer de que realmente ha ocurrido un crimen y que no puede ser un sueño. También le has dado un toque de ternura después de tanta crueldad y angustia.
FELICIDADES!! Sigue escribiendo conmigo has ganado una nueva lectora. Seguiré tus relatos.
Carmen