miércoles, 19 de noviembre de 2008

AFONÍA

Marcelo se desperezó, agitó graciosamente el cuello, refrescó su cabeza en el agua de un barreño y se dispuso a hacer gárgaras antes de ensayar el canto matinal que realizaría en breve. Bañado por la luz metálica que separa el tramo entre la noche y la madrugada, humedeció la garganta, hinchó los pulmones y espiró enérgicamente, pero sus cuerdas vocales no produjeron ningún sonido. Extrañado, irguió de nuevo el cuello, cerró los ojos, apretó los puños esta vez, cargó los pulmones de aire y exhaló con todas sus fuerzas. Pero nada. La voz no le salía.

Hubiese querido hacer gala de unos nervios de acero, pero ése no era un rasgo propio de su carácter. Ensombrecido, caminó en círculos e intentó emitir algún sonido, pero en el corral únicamente se escuchaba la respiración acompasada de las gallinas dormidas.

Un gallo sin voz era un gallo acabado, concluyó Marcelo ante aquella manera tan poco gloriosa de poner fin a un historial impecable, a una trayectoria sin tacha. Pero eso no era lo más grave. Sin su canto, obviamente, no amanecería, la tierra dejaría de rodar y el mundo se quedaría a oscuras.

Abatido por estos pensamientos, pegó el lomo a la tela metálica que circundaba el gallinero y se dejó caer. Pero la tristeza le duró poco, porque Marcelo, de naturaleza voluble y un lado práctico bastante marcado, pronto se sorprendió a sí mismo intentando descubrir el lado positivo al asunto.

Un mundo a oscuras tampoco era tan mala idea. Siempre le había gustado trasnochar, pasear a solas cuando el mundo parecía estar parado. Tampoco estaba mal dejar de madrugar o dejar de poner orden entre las gallinas ponedoras. Además se libraría del perro, siempre alocado y amenazante durante el día y ausente durante la noche. Poco a poco, Marcelo empezó a animarse y una sonrisa se le dibujó en el pico mientras encendía un cigarro y observaba a los polluelos.

De hecho, el giro que estaba dando su vida, estaba realmente bien, pensó dando una calada al cigarrillo mientras repasaba los últimos años de su vida. Tendría que haber sido menos riguroso, la responsabilidad había enterrado sus instintos más profundos, los auténticos. Debería haber cantado siempre que hubiese tenido ganas, todas aquellas veces que me sentía feliz, que fueron muchas y reprimidas. Su función de gallo despertador había exigido algunas renuncias y esa había sido una de ellas.

Ahora, sin voz, podría entonar siempre que quisiera, sin riesgo de molestar o despistar a nadie, cantaría para él y para adentro, pero cantaría cuánto deseara. Y estos pensamientos le hicieron sentir más ligero y más libre y al sentirse más libre comenzó a pensar a lo grande, a sentir que todo era posible. En un mundo a oscuras sería lo que siempre había querido ser: un gallo de pelea.

Pelearía, combatiría, pero en serio, nada de refriegas domésticas con el pavo o encontronazos con los pollos. Marcelo se convertiría en un gallo de pelea profesional. Un auténtico peso pluma.

Satisfecho con la nueva vida que ya anticipaba, apagó la colilla en la arena, se acostó sobre un fardo de paja, cerró los ojos y empezó a imaginar. Se vio a sí mismo saliendo por el pasillo de un pabellón deportivo, vestido con calzones negros y un batín rojo de raso con su nombre bordado en letras de oro a la espalda. El público, entregado, corea su nombre. Él da saltitos de calentamiento en el ring y lanza algún gancho al aire mientras el entrenador prepara la banqueta y las toallas en un rincón del cuadrilátero. Un pensamiento le llevaba al otro y todo es realmente nítido. Los gritos del gentío, el sudor de los corredores de apuestas, las esbeltas mujeres que en bikini recorren el ring anunciando el primer asalto...incluso los momentos de concentración y soledad que viviría en el vestuario minutos antes del combate.

Y en esas estaba Marcelo, recreando la que sería su nueva vida en un mundo a oscuras cuando a lo lejos escuchó las campanas de la iglesia y sintió, con el corazón encogido, como un débil rayo de sol le acariciaba el plumaje.

Irene Miranda
Escritura Creativa

7 comentarios:

Irène dijo...

Buenas tardes

Una pregunta muy estupida: ¿Como se puede editar un relato aqui?

Gracias

irène
escritura creativa

Aula de Escritores dijo...

Mm? No entiendo la pregunta. Si ya está colgado, jeje.
Referente al relato: me ha encantado. Imaginarme al gallo fumándose un cigarro y planeando su futuro es una imagen brutal.

Manuel Santos.

Anónimo dijo...

Es muy, muy bueno. Me ha gustado mucho. Y eso que a mí no me van demasiado los cuentos, pero es que este es genial. Es fácil imaginar cada escena, y no dejas de sonreir en ningún momento. Y el final, tan inesperado como original. Pobre Marcelo!! Yo ya lo estaba viendo en la esquina del ring esperando el siguiente asalto... jajaja!

Ainara Rivera

Anónimo dijo...

Sencillamente genial. Ni una pega, me ha encantado! Felicidades!

Irène, supongo que no eres la misma Irene que ha publicado este relato. Para colgar un texto, te vas a la parte de arriba a la derecha del blog, donde pone acceder, y clicas en nueva entrada de taller de escritura creativa.

Un saludo,
Sonia Ramírez

Eric dijo...

Muy muy bueno, sinceramente me parece un cuento de aquellos que acaban siendo un mega guión de película de animación. Un cuento donde el protagonista claramente caricaturizado toma comportamientos de humanos. Joder, esto hay que llevarlo a BlueSky, Pixar Animation o Sony Entertaiment. Era tu intención?
Qué bueno lo de ... "peso pluma", y lo de... "Se vio a sí mismo saliendo por el pasillo de un pabellón deportivo, vestido con calzones negros y un batín rojo de raso con su nombre bordado en letras de oro a la espalda. El público, entregado, corea su nombre. Él da saltitos de calentamiento en el ring y lanza algún gancho al aire mientras el entrenador prepara la banqueta y las toallas en un rincón del cuadrilátero", tu si que tienes madera.

Felicidades Irene por tu escritura. Espero que el combate dure mucho y nos relates el desenlace!!

Aula de Escritores dijo...

Una fábula genial Irene, al más puro estilo de "Evasión en la Granja"

Y ese punto dramático, cuando Marcelo se da cuenta que no es tan importante como se cree, que con voz o sin ella la vida va a seguir... Como el cuento de la lechera.

No es que le falte dinamismo, pero quizá me pide ser un poco más corto. Eso sin desmerecer para nada tu trabajo, que me parece muy bueno.

Juanmi

Irène dijo...

Muy bueno el cuento. Nunca había visto un gallo así......muy gracioso. Sigo sin entender como colgar un relato, debo ser muy estúpida....Irène