miércoles, 14 de enero de 2009

KONDENADOS EN LA KASA OKUPADA 1

Desperté como cada noche, sobresaltado por el ruido que estaba haciendo un intruso en la casa. Pero había algo más, lo que sonaba era una música, muy ruidosa, diabólica, nunca había oído nada igual. También se oían risas y gritos, cogí la pistola que Isabel había dejado encima de la mesita de noche. En una esquina de la habitación, retozando sobre un viejo colchón raído, habían dos chicos jóvenes, ambos con un extraño peinado, como si se hubieran puesto una fregona en la cabeza, era difícil distinguir al chico de la chica si no fuera por que los dos estaban completamente desnudos. Me acerqué a ellos apuntándoles con el arma, la chica gritó.
- ¡Ey tío, lárgate! ¡Estamos echando un polvo!- Dijo el chico.
Una voz gritó mi nombre en el salón. Salí de la habitación y bajé las escaleras, la casa estaba llena de jóvenes andrajosos a los que costaba tanto distinguirlos como a los dos chicos que había dejado arriba fornicando. Abajo, entre la extraña cortina de humo de los cigarrillos de los chicos, me esperaba como cada noche él. Todo a nuestro alrededor había desaparecido y la casa volvió a ser la de siempre. Los dos interpretamos nuestros papeles. “¿Qué haces aquí?” Le pregunté. “He venido a matarte”
Nos apuntamos con nuestras pistolas y disparamos. Caí muerto al igual que el. ¿Pero como morir cuando estas muerto? Eso me hizo volver a la realidad. Los jóvenes que habían sido los involuntarios espectadores de nuestra tragedia, lejos de asustarse y salir corriendo o enloquecer, aplaudieron. Me levanté al igual que mi eterno rival totalmente ensangrentado. Nos miramos estupefactos sin saber que hacer. Uno de los jóvenes se nos acercó.

- ¡Tíos ha sido genial! ¡¿Vosotros también sabéis la leyenda?!
- ¿Leyenda? ¿Qué leyenda?- Preguntó una chica.
A nuestro alrededor se había formado todo un grupo de jóvenes.
- Mi abuelo me contó una vez, que hace cincuenta años, aquí vivió un matrimonio, la mujer del pavo, le puso los cuernos con su mejor amigo y luego los enredó para que se mataran el uno al otro. Se quedó con la pasta y no se supo más de ella. En cuando a los dos pringados aquellos, dicen que se escuchan ruidos por las noches y que por eso no vive aquí nadie.
- A mi esas cosas me dan mucho respeto.- Dijo otra chica.
- ¡No le hagas caso, se está quedando con nosotros!- Dijo otro chico.
Pronto el grupo se disolvió y todos aquellos jóvenes siguieron con la fiesta como si no existiéramos.
- ¿Enserio pasó eso?- Me preguntó mi rival estupefacto.
- Lo he olvidado. Lo único que sé es que estoy cansado y esta no se parece a la casa donde vivía.
Nos sentamos en un rincón a reflexionar y hablar de los viejos tiempos, pasando totalmente desapercibidos para el resto de la gente, y llegamos a la conclusión de que no valía la pena seguir con aquella farsa que habíamos mantenido durante tanto tiempo. Al amanecer nos disolvimos como el humo de los cigarrillos que habían estado fumando durante toda la noche. --------------------------------------------------
KONDENADOS EN LA KASA OKUPADA 2
La casa era perfecta. Llevaba muchos años desabitada y daba un poco de miedo, pero con poco de limpieza y alguna mano de pintura, podía quedar habitable. Todos los chicos pusieron de su parte, incluso vinieron chicos de otras casas ocupas a echar una mano. Luego trajeron los colchones, los sacos de dormir, las neveras portátiles llenas de cervezas y de comida. También trajeron una minicadena co mp3 y música, mucha música. La voz se corrió por toda la ciudad y los chicos acudieron de todas partes para la inauguración de la casa.
Nadie se dio cuenta de que aproximadamente a las doce de la noche, la puerta principal de la casa se abrió y se cerró sola sin que nadie hubiera entrado o salido y cualquiera podía ser el que estuviera tirando objetos de un lado a otro. Aquello era una fiesta y esas cosas pasan.
En una de las habitaciones de arriba, en la que una pareja había subido para hacer el amor, hizo acto presencia la misteriosa y pálida figura de un tipo de tez pálida, casi resplandeciente, vestido con pijama y un batín de dormir, en la mano llevaba una pistola. La chica al verlo dio un grito de pánico.
- ¡Ey tío, lárgate! Estamos echando un polvo.- Le dijo el chico al extraño.
El espectro les apuntó un momento con la pistola, pero algo atrajo su atención en otro lado y se fue atravesando la puerta sin llegar a abrirla. Pero los chicos pensaron que ara todo un efecto da alguna droga y siguieron a lo suyo sin darle importancia.
Abajo las figuras de los dos espectros fueron completamente visibles para todos los asistentes a la fiesta, vieron como después de cruzar un par de frases las dos figuras se disparaban mutuamente. Nadie sabía quienes eran, a todos les pareció cojonudos los disfraces y todos aplaudieron al ver como se mataban, luego siguieron con la fiesta como si nada. Los espectros se levantaron y se miraron estupefactos ante la indiferencia general.
- ¡Tíos ha sido genial! ¡¿Vosotros también sabéis la leyenda?!- Dijo un chico que fue hacia ellos.
- ¿Leyenda? ¿Qué leyenda?- Dijo otra chica.
Pronto se formo un pequeño corro alrededor de los dos espectros, El chico contó como dos amigos se habían matado en aquella casa hacía cincuenta años por la mujer de uno de ellos y que desde entonces, la gente decía que en la casa se oían ruido y pasaban cosas raras. Nadie le hizo demasiado caso a la leyenda y el grupo no tardó en disolverse.
En ese momento los dos espectros fueron conscientes, de que habían olvidado la razón por la que cada noche se mataban el uno al otro y de que ya todo carecía de importancia. Al amanecer, los dos espectros se disolvieron como el humo de los porros, sin que nadie reparara en ellos.


Juan Carlos Fernández.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha gustado él relato más en primera persona que en tercera. No están mal, pero te han salido un poco flojos.