miércoles, 17 de junio de 2009

JUSTICIA O VENGANZA

JUSTICIA O VENGANZA

Al despertar, Edfran vió una gran luz que cegaba su visión; al girar la cabeza hacia la izquierda una bandeja metálica que contenía todos los utensilios que él solía utilizar, bisturí, tijeras, pinzas, gasas... a su derecha un gran scanner destacaba sobre aquella pared de blancos azulejos de brillo inmaculado.

Al intentar incorporarse comprobó atónito como sus muñecas y tobillos habían sido inmovilizados utilizando las correas de aquella camilla metálica. El pánico se iba apoderando de él de forma vertiginosa cuando de repente, detrás de su cabeza, justo en el ángulo que no alcanzaba visualmente oyó una voz, de sobras conocida, que le dijo:

- Ya estamos al final del camino.

-¿Al final del camino?- preguntó desesperadamente Edfran, mientras su tensión se aceleraba como un caballo desbocado. ¿Porqué me haces esto? insistió, ante la falta de respuesta a su pregunta anterior y en un tono cada vez más exasperado a la vez que sus brazos y piernas luchaban inútilmente por liberarse de aquellas malditas correas.

-En el fondo creo que es algo que debí hacer hace ya mucho tiempo- contestó por fin aquel personaje acercándose con paso firme hacia él.

Edfran notaba como un sudor frío le recorría el cuerpo cada vez con más intensidad, la ausencia de ropa, el helor del metal de aquella camilla y la desesperante situación lo estaba llevando al borde de un ataque de pánico.

-¡Me has drogado y traído aquí para vengarte!- gritó encolerizado.

- Venganza no es la palabra exacta- contestó con voz pausada aquel hombre de estilizada figura. Justicia lo llamaría yo –prosiguió- acercándose a la camilla y dirigiendo una encolerizada mirada justo a los ojos de un desesperado Edfran.

Abrochándose la bata blanca, dirigió sus pasos hacia la parte inferior de la camilla y ajustó las correas de los tobillos asegurándose de que los agitados movimientos no las habían aflojado, a continuación fué hacia un armario repleto de medicinas.

-¿Justicia dices? ¡Fue un maldito accidente!- exclamó Edfran dejando ir en sus gritos una clara petición de clemencia.

Girándose sobre sí mismo y de forma enérgica, aquel tipo alto, de cabello totalmente blanco y profunda mirada replicó:

-Los accidentes son acontecimientos imprevisibles, lo que ocurrió era más que previsible... -En cualquier caso –prosiguió- debí suponer que algún día podría suceder algo así. Siempre pensaste sólo en ti. Maldito egoísta. No tuviste suficiente con que Halen abandonara toda su carrera por ti, ni que nos abandonara para ir contigo a aquella maldita ciudad a pesar de su complicado embarazo. Lo único importante era tú éxito como “gran cirujano”, tus citas sociales, tú, tú… ¡tú!. Tú y el alcohol…

- ¡Piensa en todo lo vivido por Dios!, no puedes hacerle esto a tu…

- ¡Calla de una maldita vez!…cuando nació la pequeña Josan nos resultó como la luz de la vida; su delicada salud me hizo creer que nunca más me volverías a pedir que te concediera aquella plaza de director del hospital de Osgal, que no las obligarías a seguirte, que las amabas…una vez más volví a equivocarme contigo.

Edfran notaba como sus músculos se entumecían y poco a poco dejaban de responder a sus vanos intentos de moverlos. Su mirada absolutamente enrojecida era fiel reflejo de su desesperante estado.

- …aquella noche después de la cena, todos te rogamos que no condujeses, incluso te ofrecimos que te marchases y las dejases en casa; una vez más la bestia que se despierta en ti blasfemó y amenazó hasta el punto de que lo único que pudo hacer Halen –como tantas otras veces- fue rogarnos que os dejáramos partir, al fin y al cabo eran unos pocos kilómetros…egocentrismo y alcohol… explosivo coctel. El resto… ya lo conoces.

Edfran que escuchaba totalmente abatido, notaba como prácticamente había perdido totalmente la sensibilidad en su cuerpo. Sus ojos absolutamente encharcados en lágrimas miraban suplicantes a su verdugo aún a sabiendas de que sus posibilidades de sobrevivir eran prácticamente inexistentes.

Sacando un bisturí de aquella impecable bata blanca, aquella majestuosa figura se acercó a la camilla y le miró fijamente a los ojos diciendo:

-No sufrirás, al menos no físicamente.

Primero la derecha, después la izquierda, de forma absolutamente profesional y ante la total impotencia de Edfran llevó a cabo una pequeña y a la vez profunda incisión en cada una de las muñecas de su víctima. La sangre empezó a brotar y a recorrer aquella camilla creando un juego de color macabro sobre su superficie.

-Te lo suplico p …susurró Edfran con un mínimo hilo de voz y sin poder siquiera acabar sus palabras.

-Como sabes, lentamente una sensación de mareo te invadirá, sin dolor… Psicológicamente será difícil, pero tú y yo sabemos que es lo único que puedes ofrecer a aquellos dos ángeles inocentes. Quizás ellas, allá donde estén, puedan perdonarte. Espero que Dios me perdone a mí por haber engendrado un monstruo tan egoísta, tan frío e incapaz de sentir y dar amor…

Edfran escuchaba de forma enloquecedora como, lentamente, la sangre salpicaba el suelo de aquel quirófano …

Conrado S.

2 comentarios:

Mar dijo...

Bien por la historia, pero creo que hay cosas que necesitan más sutileza. Esto es, que decir "en un tono de voz más exasperado", por ejemplo, es, para mi gusto, decir demasiado; en cierto modo, es como si dijeras una obviedad para el lector. Quizás falta un poco de discurso interior, de remordimiento por parte del protagonista agonizante. Por otra parte, no me queda claro quién es la persona que lo ejecuta: ¿el padre de la mujer? ¿el padre del protagonista? ¿La madre, acaso? Y, en tal caso, ¿cómo ha ido a parar a un hospital? ¿O tal vez no lo es?

Sonia dijo...

Hola Conrado,

A mí el relato me parece que está impecablemente escrito, atrapa desde un principio y tiene muy buen ritmo. Pero para mi gusto peca de poca verosimilitud.
Es el padre el que mata a su propio hijo, y eso yo no me lo creo. No me lo puedo creer. El amor de un padre es incondicinal y está por encima de todo. Es que un padre no mataría a su propio hijo porque haya tenido un accidente de tráfico matando así a su familia, aunque estuviera borracho y tenga la culpa. Y menos a sangre fria. No cuela, yo no me lo trago.
Para mí tendría más lógica que fuera el padre de ella, y si esa solución es demasiado previsible, entonces que sea el hermano de él, amante de ella, pongamos que iba a dejar al marido para irse con su hermano, entonces sería más entendible, e igual de fuerte, que una persona sea capaz de matar a su propio hermano. En fin, cualquiera menos el padre, que no... que no me lo creo, jajajajaja.
Ya lo dije en clase y me reitero, jajajajaja