sábado, 13 de junio de 2009

Hambre

Tengo miedo. Estoy escondida detrás del sofá mientras David enfurecido lanza uno a uno los vasos contra la pared. Tiemblo. Los cristales se esparcen en forma de mal augurio, percibo las paredes estrechándose, me cruje el estómago y me dejo llevar por la pesadez de mis párpados. Sus grotescas palabras me suenan a silbidos lejanos hasta que ya prácticamente no oigo nada.

Ahora me doy cuenta de que no debía habérselo dicho. Cualquier persona cuerda sabe que las historias de cuernos no deben contarse, yo también, pero Antonio no para de presionarme y yo temía que si no daba el paso errante de contárselo a David, Antonio no me iba a pagar nada hoy, porque hoy tengo que verlo. No le he dicho nada a David del dinero, por supuesto, no soy una puta, solo busco una salida para ambos, para David y yo, claro está, un camino fuera de la miseria. Ya hace más de un mes que terminé mis suplencias de maestra en la escuela del pueblo, también de que echaron a David de la fábrica de pizarras, así sin más, porque quebró la empresa y apenas sin cobrar, apenas sin comer. Mi David, me da pena. Yo quiero que todo vuelva a ser como antes, estábamos muy bien los dos en nuestra casa de campo antes de que todo quebrase. Ahora me da lástima haberle herido, preferiría no haberle contado nada, no recordar nada de esta conversación.

-¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras? ¿Qué es todo este desorden? Tengo hambre. ¿Qué hora es? –digo mostrándome más trastornada de lo que estoy.
-Tranquila cariño, te has desmayado. ¿Tu me amas, verdad? Todo debe ser culpa del hambre. No te preocupes, encontraré algo de trabajo muy pronto y nos comeremos un gran entrecot con un tinto del bueno. Dame tiempo Clara, yo te amo mucho, no me imagino la vida sin ti. Dime que aun me amas.
- Claro mi amor, que tontería. ¿Por qué lloras?
-¿En serio no recuerdas nada?
-¿De qué? Habré tenido una bajada de tensión, eso es todo.
-No entiendo como no puedes recordar, ¿te encuentras bien?
-Si cariño. Solo es hambre, desde que nos quedamos sin trabajo que apenas comemos.

Tal vez no sea verdad que le he dicho nada a David, tal vez la verdad sea sólo que me he desmayado, la tensión, ¿por qué no? Tal vez David me mire triste y resentido porque también esta desesperado. Tal vez nada sea verdad, tal vez. A mi David yo le amo mucho, es un buen hombre, me quiere tanto que sería capaz de olvidar el daño que le he hecho, tal vez. A Antonio también lo amo, pero no tanto. No es un buen hombre pero hay química y la adrenalina de traspasar los límites, además, me paga a veces y nosotros necesitamos dinero. Esta tarde tengo que verlo sin falta o ni David ni yo comemos. Antonio vive en el pueblo a unos diez kilómetros de nuestra casa en la aldea. Tal vez sea verdad que David no sepa nada, tal vez Boby, nuestro perro travieso, se subió a la mesa y rompió los vasos, tal vez pueda inventarme una excusa para bajar al pueblo.
-Cariño, esta mañana limpiando la casa, he encontrado unas monedas. Bajaré al pueblo, a ver si puedo comprar algo para cenar, ni que sea una barra de pan con atún. Quédate si quieres en casa y así limpias estos cristales, maldito perro, si no fuera tan juguetón no lo perdonaría, pero no sé que tiene que cuando me mira con estos ojitos olvido sus salvajadas. Mejor me voy o me cerraran el supermercado.
-Ya bajo yo al pueblo si quieres.
-No, no, que a ti se te da mejor poner la leña para encender la chimenea.
-Va, déjame acompañarte. Esta tarde te has desmayado, no quiero que te pase nada.
-Cariño, no voy a tardar mucho. Aprovecha para poner velas y así tenemos una cena romántica como las que hacíamos antes, me haría ilusión.

Al viejo motor le cuesta arrancar bajo la fría escarcha pero lentamente se pone en marcha entre los eucaliptos coruñeses del campo. A la segunda curva me suena el móvil. Es Antonio preocupado por saber si se lo he dicho. Me despido alegando que nos vemos en media hora en su casa y paro el coche aturdida. Pienso que David tiene razón, debe ser el hambre. Intento pensar, recapacitar, tomar una decisión una vez más y, nada. Pongo el coche en marcha y compro las malditas latas de atún. De vuelta cojo el desvío hasta la casa de Antonio asegurándome de que nadie me ha visto.

Antonio sonriente me abre la puerta. Nos besamos con hambre, devorándonos hasta alcanzar el clímax.
-Debo irme –Confieso.
-Quédate a cenar. Tengo una botella de vino y unos entrecots que nos esperan bajo la penumbra del fuego.
-No puedo, lo sabes.
-¿No se lo dijiste?
-No –miento, tal vez¾. No he podido.

Veo a David impaciente tras los cristales de la casa esperándome. Entro, pero no dice nada; se le nota aun turbado. Hay velas entre las piedras del salón y una mesa vestida sin comida. David me mira deseoso y miedoso. Sonrío, corto unas rebanadas de pan, lo beso agradecida y me pego una ducha rápida y profunda. Me visto con mi viejo vestido para las veladas especiales y comemos bajo la temerosa mirada de David que aun tiene los ojos cristalinos. Se nota que hay que romper el hielo, así que al fin acordamos por unanimidad abrir la botella de orujo que reservábamos para cuando vinieran nuestros amigos.
Sentados en el sofá, frente a la chimenea y a media botella, siento mis ojos húmedos reflejados ante las rojizas pupilas de David.
-¿En serio no te acuerdas de lo sucedido esta tarde?
-No hay nada que recordar. –Digo y me digo-. Será el hambre.
- ¿Cuántas veces...? ¿Cuánto tiempo...? ¿Por qué...?
-Te digo que no hay nada que recordar mi amor. Te amo desde siempre.
-Esta bien, yo también te amo mucho. Voy a bajar al pueblo a por otra botella de orujo. Espérame tranquila que enseguida vuelvo.
-¡David! Pero si aun nos queda media botella y está todo cerrado a estas horas. Además, no tenemos dinero.
-No te preocupes de nada, relájate y olvídate del dinero. No habrá nada que recordar.

2 comentarios:

Sonia dijo...

Hola Rosa,

El relato engancha desde el primer momento y está muy bien escrito, me ha gustado mucho, pero creo que hay algunos puntos en los que me he perdido. ¿Dónde va David al final? ¿Qué es lo que no habrá que recordarse? ¿Va a cargarse al otro tío? ¿Porqué ella no recuerda nada de lo que ha pasado? ¿le pegó David al enterarse una paliza a ella que le hizo perder el conocimiento?
Creo que igual si dejaras más claros estos puntos la historia ganaría.

Un saludo.

Mar dijo...

Hola Rosa,
me pasa lo mismo que a Sonia. No acabo de ver bien lo que quieres decir. Quizás hay muchas cosas que dices y que distraen del núcleo de la historia.
Espero que mi comentario te sirva para mejorar este relato que puede ser todavía más interesante.
Mar