sábado, 13 de noviembre de 2010

UN AMULETO DE LA BUENA SUERTE (Maria Maymó)

Y dale, otra vez. Ni adrede. Raúl la tiene harta. Raúl y su manía de apagar las colillas en la cabeza del elefante. ¡Hay que ver!, con una colección tan variopinta de ceniceros distribuida por todo el salón, tantas posibilidades donde elegir y no hay día en que el amigo de su hermano con quien comparten piso, no tenga otra intención que ensañarse con la figurita del elefante del cenicero de mármol blanco.

- Si vuelve a aplastar uno solo de sus pitillos sobre el elefante, no me callo.

- Si quitaras de en medio tu querido elefante, no tendrías de qué preocuparte.

- ¿Por qué demonios tengo yo que quitar mi elefante del salón cada vez que él aparece? ¿por qué no puede apagar las colillas como todo el mundo?

- Apaga las colillas en un cenicero.

- Apaga las colillas en un amuleto de la buena suerte.

- Será un amuleto de la buena suerte, pero sigue siendo un cenicero.

- Da igual, o se lo dices tú o se lo digo yo, pero no pienso permitir esa falta de respeto por mis cosas.

- No vas a llamarle la atención por una tontería, la próxima vez quitas el elefante y nos ahorramos un problema.

Álvaro se pierde y Laura terca como una mula, se mantiene en sus trece de no quitar del salón su elefante de la buena suerte.

Raúl ajeno a la conversación aparece de nuevo con un cigarrillo en la mano y Laura atenta, le acerca un cenicero.

- ¿Qué mosca te ha picado hoy, tan servicial? De todas formas gracias, pero prefiero el del elefante.

- El del elefante no puede ser.

- ¿Ah no?

- No. El del elefante es un amuleto de la buena suerte.

- ¿Un amuleto de la buena suerte? ¿Quién lo dice?

- Todos los elefantes con la trompa doblada hacia arriba traen buena suerte y si encima son blancos cómo éste, mejor.

- Primera noticia.

- Es una tradición hindú.

Raúl agarra el cenicero y examina al elefante. Laura se lo quita de las manos y lo coloca en la mesilla del salón.

- Además, no debes andar toqueteándolo. Para proporcionarte fortuna debe estar en un lugar visible y de espaldas a la puerta de entrada.

- No me hagas reír. Tú, toda una científica creyendo en supersticiones. Todo eso son bobadas. Además un elefante pegado a un cenicero es de cajón que muy buena fortuna no va a proporcionarte, sobre todo si se refiere al tema de la salud. ¿No te parece?

Y Raúl con cinismo aplasta el cigarro contra la cabeza del elefante. A Laura se le agota la paciencia y lo obsequia con un empujón.

- ¿Tú eres sordo o bobo?

- A mí no me empujes. ¿Pero que te has creído niñata?

Y la agarra de las muñecas.

- ¡Suéltame!

- Te soltaré cuando me dé la gana. Si piensa s que vas a darme órdenes andas lista.

El sofoco y la impotencia hacen mella en el rostro de Laura.

- ¡Suéltame que me haces daño!

- ¡Cállate y atiéndeme primero! Si crees que voy a consentirte por ser una chica, está claro que no me conoces. Y ya puedes ir guardándote tus supercherías, porque a mí me importan un comino tus tonterías y que sepas que pienso apagar mis cigarros donde me dé la real gana. ¿Lo entendiste bien?

Raúl amenazante, le retiene las muñecas alzadas ante su cara unos segundos más…, las suelta, se aleja y justo cuando llega a la puerta se da la vuelta con un dedo levantado.

- Y que sepas…

Algo pesado y contundente se estrella contra su rostro y lo noquea.

- ¿Y que sepas qué pedazo de alcornoque? ¡Matón de medio pelo! ¿Trae o no trae buena suerte un elefante blanco de trompa levantada? ¿Hay mejor suerte que librarse de un energúmeno como tú?

Laura recoge del suelo el cenicero con el elefante. Lo examina, no tiene ningún desperfecto, solo lo afean unas gotas de sangre que se apresura a limpiar y acto seguido deposita de nuevo el elefante sagrado en la mesilla del salón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha sorprendido leer tu relatos, guarda cierta relación con el mío. Podríamos hacer una seríe, :)
Muy bien escrito, como el anterior.
Mary Aranda

Anónimo dijo...

Gracias. No sé cual es el tuyo.