martes, 17 de junio de 2008

Somos eléctricos

“Los colchoneros tenemos prohibida la palabra duro. Nosotros decimos firme.” “Vale, firme, éste es más firme que el otro, ¿no?” “Va a sensaciones, los dos son de MI” “¿MI?” “Muelles independientes, lo único que cambia es el recubrimiento, éste es de viscolástica.”

Viscolástica, me suena, diría que tiene algo que ver con la NASA. El tema sideral no me impresiona. Me imagino durmiendo en una urna de aluminio y cristal, flotando entre nebulosas y estrellas enanas, roncando a la puerta de Tannhäuser. No acabo de hacerme a la idea.
Vuelvo al primer colchón, me estiro otra vez. “Ponga, ponga los pies, para eso está el plástico” Me estiro del todo, mis pies rozan el escaparate. Una niña pasa. Luego una pareja de viejos y después una mujer con un carrito de la compra. “Éste es más blando” “No es blando, es suave” “Ya” “¿Le cuelga la cabeza?” “¿Cómo?” “¿Le cuelga la cabeza para atrás?” “Perdone, no le entiendo” “Si el colchón fuera blando, no aguantaría, su cuerpo estaría más hundido que su cabeza y usted la notaría caer hacia atrás”
No, no se cae, debo admitir, a regañadientes, me apetecía decir que éste colchón era blando. “Éste tiene el recubrimiento de látex” “¿Látex?” “Sí, la mayoría de colchones de gama alta llevan látex” Cedo a la tentación y me imagino embutido, casi amortajado, en un condón gigante, avanzando a pequeños saltitos por mi nuevo dormitorio. “No tenía ni idea de que se usara para fabricar colchones” “Pues ya hace años, ¿cuánto hace que se compró su colchón actual?” “Once, se lo compré a usted” “Ah, en esa época no salíamos de los muelles o la espuma…todo ha cambiado mucho” “Sí, supongo que sí”
Suena el móvil, me levanto a por mi chaqueta y lo saco del bolsillo. Tarde, han colgado. Es Laura, seguro, nunca espera más de dos o tres tonos sin colgar. La llamo yo, pero comunica. Quizás está dejándome un mensaje. Llamo al 123. “Hoy saldré tarde de la oficina, no vengas hasta las nueve”. Su voz suena alegre.
“La industria colchonera consume ya más látex que el sector de los profilácticos” “Ah, ¿sí?”. “Sí, desde que se empezó a usar en nuestro campo los precios del látex no han parado de subir. Yo creo que los Durex y compañía no están muy contentos. En el último congreso no parábamos de hacer bromas” Sonrío estúpidamente, veo a cincuentañeros con bisoñé riendo y gritando en el bar del hotel, proclamando la era del descanso, follar forma parte del pasado. O quizás follar también es una palabra proscrita en la colchonería. ¿Usan copular, hacer el amor? No sé.
Qué tiene de alegre llegar tarde, decirle a alguien que no se pase hasta las nueve. Tal vez el retraso es buscado. Una reunión a última hora con un compañero alto y guapo. Cuando ya no queda nadie en la oficina. Relajados los ánimos, él se habrá remangado ya, tú te abres un botón de la camisa, movida por el calor o los nervios.
“Han salido muchas novedades en los últimos años. Los de MI llevan un filamento de carbono entre muelle y muelle” “¿De carbono?” “Sí, descargan nuestros iones negativos. Ya sabe, somos eléctricos. Pero a las yayas no se lo explico, no entienden nada, son capaces de creer que el colchón da calambrazos, je je” Sonríe y descubre unos caninos, inútiles supongo, para el día a día de un colchonero.
Cómo se puede decir con alegría no vengas hasta las nueve, llegaré tarde a casa. Qué tiene eso de alegre, si quién viene a tu casa a las nueve es tu marido, del que te estás separando, y viene a llevarse la enésima caja de cartón a su asqueroso flamante piso de 40 metros.
“Claro que si quiere ir a lo tradicional siempre podemos optar por un buen colchón de muelles de los de toda la vida, los que se fabrican ahora son excelentes” Miro a Anglada y por unos segundos no sé qué decir. “Los de ahora son muy buenos, mejores que el que compró en su época, seguro que el que se quede ahora le va a durar más de once años” Ya.
Piso que le ha costado una pasta y que es una mierda comparado con el dúplex en el que vivíais juntos, que te has quedado tú tras pegarle la patada en el culo. Bueno, la verdad es que dicho así quizás sí que tienes motivos para estar eufórica. El que no tiene razones para estar contento soy yo.
“Después miramos los precios, verá que son bastante buenos, tenemos un acuerdo en exclusiva con los fabricantes. Son de Valencia, llevo trabajando con ellos desde hace tiempo y nunca me han fallado” “Qué bien” “Es importante, yo tengo una reputación a mantener. No se trata de colocar lo más caro. Tengo una visión de negocio a largo plazo y quiero que el cliente quede contento. Como usted, mire, once años después y ha pensado en mí para solucionar su problema de confort”. Será cabrón, problema de confort, ahí el tío la ha clavado.

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