sábado, 21 de junio de 2008

ASESINATO EN LA MAGDALENA --Carmen Mirones

ASESINATO EN LA MAGDALENA

Antonio Solórzano estuvo repasando su armario para ver que ropa se pondría. Lo hizo con una meticulosidad excesiva. Aunque no lo vería así quien le conociera.

Habían pasado cinco días y parecía que todo hubiera pasado aquella mañana. Estaba esperando la llamada del comisario que le había anunciado la centralita de la comisaría. Mientras aguardaba se puso a releer, por enésima vez, las noticias de aquel suceso.

Diario Montañés 11 de julio

Ayer: a las 10 de la mañana; Api, la dálmata del señor Antonio Solórzano, descubrió el cadáver de Berta Bustillo medio escondida entre la vegetación de la bajada a la Playa de la Magdalena desde el Paseo de Reina Victoria. El susto del señor Solórzano fue mayúsculo cuando ante los ladridos y carreras de su inteligente perra se encontró con el macabro espectáculo de una joven muerta con un arma blanca. Inmediatamente avisó con el móvil a la policía, que se personó en menos de quince minutos. El sonido de la sirena desconcertó a los madrugadores que hacían “footing” por Reina Victoria…

Eso era parte de la noticia que apareció aquel día en los dos periódicos de la ciudad, así como en los nacionales.

Antonio Solórzano no lo percibía de aquella manera tan somera cuando leyó la noticia en primera página. El escalofrío del día anterior volvió a recorrer su cuerpo, y los recuerdos le asaltaron de nuevo. El encuentro que tuvo con Berta el verano pasado no se apartaba de su mente desde que se enteró que estaba en Santander. Y ahora su cuerpo muerto entre los árboles le perseguía desde aquella mañana.

“─Api, ¿qué te pasa corriendo tanto hacia los árboles? ya sabes que no me gusta que vallas por ahí, hay botellas rotas y te puedes cortar─. Pero Api no me hacía caso, una y otra vez iba y volvía ladrando sin parar.

“Intrigado me metí entre la vegetación y descubrí su cuerpo. ─Dios, aquel cuerpo tirado allí, con los ojos ciegos mirando a… no sé a donde. Lo notifiqué inmediatamente.

“─Policía Nacional ¿dígame?

“─Mire, acabo de encontrar el cadáver de una mujer en la bajada a la Magdalena desde Reina Victoria ─mi voz temblaba.

“─¿Un cadáver? ─Preguntó la voz con un sonido mecánico, quizás por estar acostumbrado a oír las noticias más variopintas, y la mitad de ellas bromas pesadas.

“─Si señor, aquí está, entre los árboles de la bajada a la Magdalena

“─Su nombre por favor.

“─Antonio Solórzano. Por favor vengan enseguida, yo no sé lo que tengo que hacer ─mi voz asustada creo le hizo comprender que la cosa iba en serio.

“─Repitame en que sitio, y ahora mismo irá un coche patrulla. No se mueva y no se preocupe; y sobre todo no toque nada.

“Repetí el lugar. Mientras aguardaba recordé la infinidad de novelas policíacas que había leído, y en todas ellas decían las mismas palabras, “no toquen nada”. Dios,”No toquen nada”; si lo que tenía eran ganas de salir corriendo. Durante la espera mis ojos intentaban apartarse del espectáculo de aquel cuerpo joven totalmente ensangrentado; era un cuadro que me tenía hipnotizado.

“─¿El señor Solórzano?

La voz autoritaria me sonó amenazadora ─mas… ¿de que iba a tener miedo? me dije.

“─Sí, Antonio Solórzano ─y le tendí mi mano sudorosa─. A…a…anoche cuando subí por las escaleras después de mi baño no vi nada ─creo que mi voz sonaba a disculpa.

“─Soy el inspector Rodríguez. ─su boca hizo una mueca que quería ser una sonrisa, y me dio una palmadita en la espalda─. Es de los valientes ¿he? De sus datos al sargento y ya se puede ir. Más tarde le llamaremos para que haga su declaración en la comisaría. Y entonces me explicará eso de anoche. ─Esta vez su voz quería sonar amable.

“Al medio día acudí a la comisaría. Expliqué que todas las noches bajaba a la playa a darme un baño. Siempre iba con la perra, pero esa noche bajé solo. Era un poco tarde y no quise despertar a los vecinos. Tenía miedo que ladrara.

“No sé porqué, el inspector me cogió simpatía, al menos eso creí, y me hizo participe de sus descubrimientos; mientras paseaba arriba y abajo del pequeño despacho.

“─Mire, Antonio ¿puedo llamarle Antonio?

“─Por supuesto; no faltaba más.

“─Mire: yo tengo la costumbre de emplear a mi mujer para hacer la réplica de mis dudas o aciertos. Ahora, en este momento, está en el pueblo con su madre. Por lo qué, si no tiene inconveniente, podría usted hacer las veces...

“Asentí asombrado. Tuve la sensación de ser Watson o Hasting. Él me recordaba más a Colombo…sin gabardina; y yo era su mujer invisible. Usted es socio del Tenis ¿no?─.Me preguntó, siguiendo su hilo mental.

“─Sí; claro.

“─Pues yo no lo soy ─dijo con sorna.

“─Podría usted acompañarme allí para ver que nos cuentan. ¿Le molesta?

“─No: ¿Por qué me iba a molestar. Iré con usted.

“─¿Vino usted en su coche?

“─No; vine en autobús. Demasiado problema para aparcar.

“─Es igual: iremos en el mío particular. No se preocupe. Ja,ja.

“Me cogió por el brazo y nos dirigimos al aparcamiento oficial.

“En el Tenis. Los camareros habían recogido el comedor y se encontraban ya en la cafetería sirviendo cafés y copas.

“─Antonio, por favor, no se entretenga. No quisiera llamar la atención. ¿Qué hace ahí agachado?

“─Perdone; se me había soltado un cordón del zapato.

“─Cree que nos servirán una comida ligera. Yo no he comido, y la verdad, tengo hambre.

“─Supongo que no habrá ningún problema. Siempre hay alguien que se retrasa. Ahora llamo al maitre.

“─Felipe;por favor: acabo de encontrarme con este viejo amigo y no hemos comido ¿Podría la cocina prepararnos algo?

“─No faltaba más, señor Solórzano. Ahora mismo les traigo la carta.

“Amablemente nos la trajo.

“─Nos queda una ración de lubina. U hoy tampoco le apetece ─dijo sonriendo.

“─Mira Felipe: hoy no te la rechazo. Si mi amigo no la prefiere a la carne.

“─No, por Dios. Que me va a importar. Yo soy más carnívoro. Ja, ja. No se hable más; tráigame un buen filete de solomillo poco hecho.

“Lo dijo en un tono que se me puso la carne de gallina.

“Después de comer tomamos un café y encendimos un purito. Entre aro y aro de humo rompió su mutismo.

“─Por favor: presénteme al maitre con disimulo. Quiero hablar con él privadamente. No le importa ¿verdad?

“Le envié a Felipe; advirtiéndolo antes de que era el comisario de policía. Les dejé, y me acerqué a las pistas de tenis haciendo ver que me interesaba el partido de tenis, y saludé a unos amigos. Cuando regresé a la mesa, le vi que estaba pensativo. Firmé la nota de la comida y nos despedimos de Felipe.

“ ─Si, claro. ¿Por que lo pregunta?

“─Es por si tiene un traje de baño para dejarme y darnos un remojón para relajarnos.

“Me extrañó la petición, pero le conduje a mi casa que estaba en el mismo Paseo de Reina Victoria y salimos al balcón donde tenía colgado el traje de baño y la toalla que le iba a dejar.

“─Están un poco húmedos. Son los que utilicé anoche.

“─Es lo mismo, no se preocupe. ¿Me acompaña?

“─No; hoy no tengo ganas de baño, demasiadas emociones.

“Cogió el traje de baño y la toalla, Sonrío asintiendo, y se despidió con la consabida palmada en la espalda y salió de mi casa diciendo.

“─Hasta la vista entonces. No se preocupe, que se lo devolveré. Ja,ja,ja.

A las 9 de la mañana Antonio oyó la cerradura de la puerta. Filo; la señora que le venía todos los días entro angustiada con el periódico en la mano.

─Señorito; es terrible todo lo que dice la gente. No sé lo puede imaginar en la panadería me han dicho que…

─Calma Filo; Ha sido una desgracia. He estado ayer toda la tarde en la comisaría. Anda prepárame el desayuno y dame el periódico.

Al quedarse solo cogió el periódico y se dispuso a leer la noticia para calmar sus nervios.

…Berta Bustillo: que así se llamaba la joven encontrada muerta, era una chica nacida en Santander, de buena familia, y que vivía en Barcelona; ya que había ido a vivir allí para trabajar… le había salido un buen trabajo de ejecutiva… Su cuerpo ha sido acribillado a cuchilladas ,35. No faltaba ninguna joya ni ha sido violada. Los zapatos estaban tirados entre los arbustos… tampoco ha sido movida del sitio… La policía cree que podía haber sido un maníaco…

Se reclinó en el respaldo del sillón y se puso a repasar los que le había comentado el comisario Rodriguez.

“─Es casi imposible pensar que haya sido un maniático homicida. Treinta puñaladas no las dan a menos que tengas mucho odio hacia esa persona, lo que hace pensar que es una persona conocida por ella.

“Yo asentía a sus palabras, y pensaba lo mismo que él. Por las novelas policíacas que yo había leído, las puñaladas repetidas eran sinónimo de odio, y habían sido 35.

Al día siguiente obtuvieron los resultados de la autopsia. Y volvió a llamarle para comentar los hechos

“─Lo más extraño es que en la autopsia se ha visto que el arma con que la mataron tiene la hoja en forma de sierra, como el cuchillo de mesa que se utiliza para cortar la carne.

Miré mi Rolex de oro. Rodríguez seguía sin llamarme. Me acerqué a la cocina y tomé un vaso de agua. Cogí el periódico de hacía tres días. En primera plana venía la foto de Berta y un extenso reportaje.

La joven había venido a las Bodas de Plata de unos tíos, que habían celebrado en el Tenis. Parece ser que a eso de las dos de la madrugada ella decidió regresar a su casa. Se interrogó a los asistentes, principalmente a un antiguo novio. Este afirmó el haber estado hablando con ella, pero no se vio que tuviera motivo para matarla. Su relación había terminado antes de ir ella a Barcelona; e incluso él se va a casar el próximo año. Es más; dijo que el verano anterior le pareció que su vuelta a Barcelona había sido más una huída que otra cosa. Se marchó a la semana de haber llegado. Eso al menos le había dicho una amiga común…

Antonio ya lo había hablado con el comisario, mientras este se paseaba por el despacho, con los pulgares metidos por el cinturón del pantalón como cualquier John Wine.

“─Qué le parece. El novio podía tener viejos rencores ¿no?

“─Sí es muy posible ─le respondí con una voz engolada por la importancia que sentí al contar con su confianza.

“─¿La conocía usted? ─preguntó de sopetón. Lo qué por estar cerca de mí me produjo un sobresalto.

“─Oh, aquí nos conocemos más o menos todos, ya sabe, y la familia Bustillo es de las de toda la vida. Era una chica muy guapa y lanzada antes de ir para Barcelona. A lo mejor alguien la siguió o había quedado con ella en la playa ¿no?

“ Él asintió con la cabeza

“─No es mala idea.

Antonio se entusiasmó al ver que tenía en consideración sus ideas.

“─¿Sabía que se tomó solomillo en la cena?

“─ No; no me lo había dicho. ¿Que importancia tiene eso? ─. Pregunté mosqueado.

“─No, nada. Era una pregunta cualquiera. Me preocupa que los cuchillos de carne del Tenis coincidan con las heridas de las puñaladas.

“─Claro; ahora entiendo por qué menciona al antiguo novio ¿no?

Suena el teléfono, por fin, a las 10 de la mañana.

─¿Señor Solórzano? Es la policía. Le ruega el comisario Rodríguez que se persone inmediatamente.

La Voz del teléfono no admite réplica. Se miré al espejo. La chaqueta azul y el pantalón blanco estaban impecables. La camisa de seda se le empezaba a pegar al cuerpo; cosa que le molestó, pero no tenía tiempo de cambiarme.

─Adiós; Filo: no me espere para comer, se puede ir cuando acabe. Hasta mañana.

─Adios señorito: hasta mañana.

Cuando llegué, la cara de Rodríguez, no parecía tan amable como había sido hasta el momento.

─Vamos a ver, Antonio, usted dice que su perra encontró el cadáver ¿es así?

─No digo, es como fue. Si quieren la traigo para que la interroguen.

─No, no hace falta ─repuso, como si la ironía no fuera con él.

─Dice que no conocía a Berta ¿verdad?

─Bueno…sí… la conocía. Usted no me lo preguntó. Incluso en los veranos tomamos algunos vinos por la movida. Ya sabe, por Cañadío y alrededores.

─Ya, ¿y el verano pasado…?

─No fue nada del otro mundo. Yo…

Antonio iba dando datos cada vez más nervioso.

─Usted el miércoles pasado comió en el Tenis ¿recuerda? ─sus ojos profundos me miraron interrogantes.

─Si, ya le dije que comía muchas veces.

─Y comió solomillo ¿verdad? Pese a que el camarero le dijo que tenían una ración de lubina, como a usted le gusta ¿no?

La voz no le salió y se quedó con la boca abierta.

─Usted el verano pasado se sintió ridiculizado por Berta ¿recuerda?

─Oh, eso fue una tontería, ya se lo he dicho.

El sudor comenzaba a bajar por su frente, la camisa estaba completamente pegada a su cuerpo; las manos cada vez estaban más pegajosas.

─Si, lo extraño es que pese a ser una tontería se acuerda del hecho, aunque yo no se lo he especificado. Mira Antonio, dejémonos de tonterías: va a ser detenido por el asesinato de Berta Solorzano.

─Pero… ¡que tiene contra mí!

─La toalla, el traje de baño, el cuchillo. Usted utilizó la toalla para que no goteara la sangre del cuchillo que usted había tomado “prestado” del Tenis, y devuelto la tarde del asesinato cuando se brindó para acompañarme para hacer unas preguntas a los camareros. En la cafetería se agachó como si tuviera el cordón del zapato suelto, y yo los había visto perfectamente atados. Los camareros encontraron un cuchillo de carne entre las mesas, cosa extraña en la cafetería, y más, si tenemos en cuenta, que era el día después del banquete. Aquella mañana se había limpiado todo y colocado las mesas en su sitio

La dejo allí muerta… Usted estaba vestido con traje de baño, cosa que no extrañaría a nadie; ya me corroboraron los vecinos su costumbre. Así que se metió en el agua y limpió la sangre del traje de baño y la toalla. Usted no sabía que la sangre no es fácil de limpiar en una toalla tan buen como la suya. Cuando la vi con la humedad del salitre, comprendí que era muy raro en usted, tan pulcro, el haberla tendido tan mojada de agua de mar; lo más normal, es que lo hubiera echado a lavar. Quizás tuvo miedo que Filo se diera cuenta. Aunque supongo que creyó necesario demostrar lo del baño: y su convicción nos sirvió para poder hacer unos análisis, cosa que hoy, gracias a Dios y a la ciencia, tenemos forma de descubrir manchas de sangre por medio de rayos especiales, y al analizar el ADN de la sangre que encontramos en ella fue lo definitivo. Era la de Berta.

─Usted debe de leer novelas policíacas, pero se le han olvidado ver las series de la televisión ─decía con los dientes apretados─ ¡Por favor! quitadme de delante a este mal nacido, que bastante lo he tenido que aguantar sospechando de él.

Diario Montañes 25 de setiembre

Hoy ha entrado en el penal del Dueso Antonio Solorzano acusado del asesinato de Berta Bustillo el 10 de julio

El periódico de hace una semana descansa en el suelo de la celda. Un hombre con la barba de hace tres días y el traje de presidiario está sentado a una mesa de madera de pino. Los ojos le giran en sus órbitas. Emprende un monólogo.

Así que ahora estoy en el Dueso, en un departamento aislado, pues temen que sean los mismos presos los que me maten. Quizás fuera lo mejor. Yo ya estoy muerto desde antes que Berta se fuera a Barcelona. Nunca supo nadie del amor que sentía por ella. De su primera burla, cuando balbuceante, a los dieciocho años le pedí que saliera conmigo y ella se rió. Me humilló; lo mismo que el verano pasado; aunque entonces yo la asusté. Ja, ja.

El sonido de esa risa que envuelve locura, retumba en el ala del penal.

Esta vez gané yo, yo. La muy entupida por curiosidad ─según me dijo─ acudió a la cita que le di por la mañana para pedirle disculpas por mi comportamiento del verano pasado. No se creyó el que yo, un ser tan pusilánime, bajara todas las noches a bañarme a la playa con la perra. No se dio cuenta que esa noche iba solo. Fuimos andando despacio por la arena; ella con los zapatos en la mano, escuchando las disculpas que yo la iba desgranando en sus oídos, y me creyó la estúpida. La conduje en dirección a las escaleras para que continuara su camino hacia Puerto Chico. Nunca supuso que el idiota de Antonio le pudiera hacer daño a ella. ¡Ella, siempre ella! Aún veo su cara de asombro cuando la tiré sobre la tupida vegetación y allí lo hice. Aún siento el placer que sentí cuando el cuchillo penetraba en su pecho una y otra vez, entre sus costillas, rompiendo su corazón, como ella había roto el mío. Ja, ja ¡roto, roto, roto…Ja, ja…

No hay comentarios: