miércoles, 13 de octubre de 2010

¡Meteoritos! - Antoni


Robert Dawson empujo la puerta del servicio de caballeros con todas sus fuerzas, pero ésta solo se abrió dos palmos, que volvió a cerrarse con la misma fuerza. Estaba enfadado, pues le habían hecho saber que durante el vuelo dispondría de desayuno, pero sin donuts y con cerveza sin alcohol. Volvió a empujar la puerta aún con más rabia y ésta por fin se abrió hasta golpear con la pared.

Algo le sorprendió. Un hombre, calvo y corpulento yacía en el suelo del servicio, un par de metros más allá de la puerta de entrada. Tenía la cara y la camisa empapadas de sangre y se tambaleaba intentando ponerse en pie.

Robert lo miró desconfiado, pues su madre le había inculcado que no debía hablar con extraños, y este le parecía todo un espécimen. A pesar de eso, la curiosidad pudo más. Era todo un experto en encontrar por Internet a gente rara, con aficiones extrañas, de esas llamadas “frikis” y esta la tenía delante y parecía necesitar ayuda.

– ¿Señor está bien? – le preguntó al extraño.

– La puer…la puerta…un gol…un golpe…nariz. – era lo único capaz de balbucear el extraño.

– Ya entiendo, se ha dado un golpe con la puerta. – Dawson analizó la situación con su peculiar perspicacia. – ¿lo ha hecho adrede o aún anda borracho?, no me extrañaría viendo lo que le cuesta levantarse. Pues debe saber que si ha roto la puerta, el aeropuerto le podría demandar y cobrarle los desperfectos, lo vi en un capitulo de CSI. De hecho, le puedo buscar en Google lo que cuesta una puerta de estas características. ¿Sabe que en Google sale todo? Será mejor que avise a algún vigilante del aeropuerto para que sepa de los hechos, que aún seré yo el que se meta en un lío por no explicar lo que he visto. – pensó en voz alta.

– No…la maleta…ayuda… – dijo el extraño mientras señalaba a su derecha.

Robert dirigió la mirada siguiendo el dedo del hombre, hasta observar que en el suelo había una maleta negra abierta y con su contenido desparramado por su alrededor.

– No se preocupe por su maleta ni por su contenido – le dirigió al extraño agitando la cabeza en gesto de reprimenda – debería preocuparse por la puerta y no por esos pedruscos que lleva en esa maleta. Realmente si que es un tío raro – volvió a pensar en voz alta.

Dawson salió del servicio, dejando a aquel atolondrado hombre sentado en el suelo de los servicios, y volvió, minutos después, con un agente de aduanas.

El agente observó la situación, el hombre sentado en el suelo empapado en sangre, la maleta con las piedras…cogió la radio que llevaba colgada a la cintura y solicitó refuerzos, un altruista ciudadano había conseguido reducir a uno de los peligrosos contrabandistas de meteoritos que durante tanto tiempo habían perseguido.

En minutos, llegaron varios agentes que esposaron al contrabandista y se lo llevaron a rastras. Mientras, des del fondo de un urinario, Dawson, gritaba “¡no se olviden de hacer fotos de la puerta para cobrarle los desperfectos!”


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un buen ritmo
Felicidades
Ferran Villergas

Anónimo dijo...

Historia curiosa y muy actual (por lo de las frikadas).
Mary Aranda

Antoni Esteve dijo...

¡Gracias!