sábado, 30 de octubre de 2010

El potrero - Claudia

Por el camino subiendo la montaña no había mucha gente, no sabíamos hacia donde nos dirigíamos, no conocíamos el territorio yo manejaba siguiendo la carretera y buscando un lugar tranquilo para descansar, mientras ella, callada, me ponía la mano en la pierna, la mire y vi en sus ojos ansiedad y ternura, la mano estaba fría, le sudaba, yo lo sentía , el sudor atravesaba mi pantalón, y su rostro estaba lleno de felicidad, la misma felicidad que la seguía acompañando desde el día anterior, ella sabia lo que iba a pasar, lo anhelaba pero no me lo decía.

Continué subiendo la montaña, quería alejarme del ruido, de la gente, de los carros, de la carretera, estaba buscando un paisaje, un potrero que nos regalara un aroma lleno de naturaleza, y aunque no se lo pregunté yo sabia que ella deseaba lo mismo.

La decisión la tomamos con el cuerpo, con el cuerpo del deseo pero también con el alma. Pero que era el alma para mi en ese momento? Era una palabra completamente nueva, yo estaba estrenando alma, apenas la empezaba a conocer, la tenia dormida, mi alma era algo que me hacia reír, me hacia suspirar, escribir, bailar, cantar, pero sobre todo me hacia sentir, sentía con el corazón pero yo decía que sentía con mi alma, porque ese sentimiento era mas profundo, mas puro, pero yo no sabia como describirlo y entonces le puse nombre y lo bautice,” los sentimientos del alma” y cuando yo sentía su presencia, y cuando sentía su ausencia decía que sentía con el alma.

Al fin llegamos a un lugar alejado, solo había árboles, vacas y boñiga por todas partes, el día estaba nublado y empezaba a caer una leve llovizna, dejamos el carro al lado del potrero y empezamos a caminar buscando un árbol que nos ayudara a escampar, bajamos el tapete del carro para no empantanarnos, nos acostamos y abrimos el paraguas, como si estuviéramos de picnic pero sin mantel de cuadros, ni canasta de frutas, no habíamos llevado nada para comer ni beber, solo nos teníamos el uno al otro.

Conversamos un rato, disfrutamos el paisaje, nos miramos, nos besamos, nos quitamos los zapatos, puse mi mano en su cinturón, los pantalones los dejamos a un lado, le quite la camisa, se quito las medias, me quite la camisa, le quite la ropa interior, me puse encima y cuando todo se estaba consumando, en el momento mas intimo...en ese instante donde los cachetes de ella se enrojecen, .... todo se esfuma. Aparecen de la nada unos campesinos que murmurando y hablando en voz baja uno grita “páguele pieza”. Y entonces el susto fue tal que lo único que se me ocurrió fue taparle su cuerpo desnudo con la sombrilla, y yo quede con la nalga pelada mostrando el trasero muerto de risa y a la vez temblando de susto.

Era mi primera vez, era la primera vez que desvestía a una mujer, era la primera vez que me atrevía a amar libremente sin importar tiempo y espacio, y me imagine que no correría ningún peligro si lo hacia en el campo, me parecía todo tan natural, que no imagine que dos campesinos con sus hijos fueran a pasar cerca del árbol que escogí para escamparnos de la lluvia y amarla.

Pero como el amor nos vuelve tercos, no deje que ese sueño, nuestro sueño se fuera a acabar con ese penoso episodio, entonces esperamos un rato y cuando los perdimos de vista nos volvimos a dar amor, nos dimos la dulce pruebita del amor y mi alma sintió deseo, sintió pasión y ella sintió mis dulces caricias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho que tuviera un final feliz a pesar de la situación.
Escena muy lograda.
Mary Aranda

Claudia dijo...

Gracias Mary......