sábado, 30 de octubre de 2010

El sabor salado de la tristeza - Erika

Está a punto de conciliar el sueño cuando él la abraza por la espalda y un beso húmedo en la nuca ya no la estremece como solía hacerlo. Luego una leve caricia con la punta de los dedos va recorriendo su torso desnudo hasta detenerse en su cadera, se separan los dedos y la palma de su mano se posa en el muslo buscando la entrepierna. Ella se encoje, su rostro se endurece y como tantas otras veces una inmensa nostalgia se apodera de ella. Cierra los ojos y piensa en cuánto le gustaban antes sus caricias, recuerda sus propios labios insaciables hoy cerrados y perezosos. Claro que lo quiere, como no iba a hacerlo. La culpabilidad penetra en sus carnes, porque él no merece esto, no merece este silencio que sólo rompen excusas banales. Aferrada a su pasado piensa que no puede permitirse este dudar absurdo, no concibe forma de que esto pueda acabarse, no se atreve a pensarlo. Ha de poder recuperar lo que tenía, lo que sentía, porque era demasiado valioso para dejarlo escapar. Forzando una sonrisa se da media vuelta para ir a buscar su boca. Desliza las manos entre su cabello rizado. Pasea suavemente la lengua y la nariz pegadas a su cuello y su pecho, buscando reencontrar el olor y el sabor de su piel. Esta noche le devolverá todo el amor que le debe. Esta noche recuperará todo el amor que le falta. Abriendo las piernas se sienta sobre él, y él se aferra a su espalda abrazando la esperanza. Ahora son los jadeos de él los que rompen el silencio, y su sudor invade el ambiente. Ella sigue concentrada en recuperar el pasado, pero su alma se derrumba y le duele el pecho al pensar que el pasado era placentero y hoy el amor le duele, y ya no puede evitarlo, con cada movimiento se le empañan más los ojos, y por primera vez en mucho tiempo no puede contener tanto desconcierto. Una lágrima se escapa irremediablemente de entre sus párpados, silenciosa rueda despacio por su mejilla, hasta desprenderse suavemente para caer en el abismo que le llevará hasta él en un instante que romperá la eternidad del amor, y al chocar contra sus labios, él siente el sabor salado de la tristeza. Sus manos fijas en las caderas de ella detienen el balanceo, y una de ellas se eleva temblorosa buscando lo inevitable. Un pulgar enjuga unos párpados cargados de lágrimas que ya no pudieron retener. “Sólo tenías que decirlo…” Él se escurre entre las sábanas, se levanta y desaparece en la oscuridad, mientras ella hunde su rostro en la almohada para ahogar su llanto, al tiempo que se dice que por fin ha terminado su tormento.

erika.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un relato muy tierno. Muy bien descrita la escena y las emociones del personaje.
Mary Aranda

Anónimo dijo...

Me gustó...emociona, que es lo que creo que todo relato debe hacer.
Por poner un "pero", yo utilizaría un poco más los signos de puntuación, para imponer un ritmo más pausado al lector.
Juanjo Piedra

Anónimo dijo...

Erika, sabes expresar muy bien los sentimientos, las sensaciones, y lo haces con mucha clase, con mucha dulzura.
La historia es dura, y nos la has presentado con mucho realismo.
La pega: echo en falta algún punto y a parte para descansar, para poder respirar de tanta emotividad.
Precioso.

Pamela Espigares