Bajo el soleado ventanal de la residencia de ancianos, Antonia, a sus noventa años, observa el paisaje boscoso desde su silla de ruedas, con la mirada perdida, mientras su hija Celia le cepilla el pelo sentada a su lado.
Las dos guardan silencio, observando los árboles y escuchando los trinos de las golondrinas, como cuando pasaban los veranos en el chalet de la sierra.
Por primera vez en varios días, Celia sonríe.
Su madre se da cuenta y la mira.
—Hija mía —dice, mientras una lágrima le recorre la mejilla— ¿Por qué Dios me ha permitido vivir para verte con Alzheimer?
Joan Villora Jofré
Curso de Narrativa. Ejercicio de microrelato (ventana-compartir)
6 comentarios:
Pequeño relato que contiene realidad y tristeza a partes iguales.
¡Cuántos sentimientos podemos llegar a mostrar en tan poquitas líneas!
:-(
Un cariñoso saludo desde Villaba, Joan
Jugando un poco al despiste consigues un microrrelato con mucha carga emocional y bien contado, conciso y sin adornos innecesarios.
A mi me cuesta mucho contar una historia con tan pocas palabras.
Saludos
Mucha belleza y sentimiento en pocas palabras. Me ha gustado mucho.
Desgarrador. Un puñetazo en todo el mentón.
Bravo Joan.
Muchas gracias. Espero que os haya gustado, aunque me ha salido bastante cruel.
Fijaos que, en realidad, no juego al despiste: no muestro cosas que no son y digo que la madre tiene 90 años.
Lo que quería denunciar es que la gente no ve más allá de lo establecido y nuestras propias preconcepciones a veces nos engañan.
… y, de paso, hacer un microrrelato no humorístico.
Un abrazo del Joan
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