martes, 26 de mayo de 2009

LA CAZA

Se apostó para observarla en silencio y a oscuras. Parecía frágil. Posiblemente era vieja, aunque a esa distancia no podía apreciarlo bien. Miró alrededor. No había nadie. Aunque podía acercarse más se contuvo. Siempre lo hacía. Era lo que más le gustaba: observar a las presas, sopesarlas, imaginar el calor de su tacto, relamerse en su espanto futuro... Abalanzarse sin más sobre una víctima no tenía ningún aliciente. No, se dijo. Mejor esperar. El encanto de su misión radicaba precisamente en eso, en deleitarse en cada uno de los actos hasta llegar, al fin, al clímax, al sometimiento final de la víctima.

Le gustaba aguardar hasta el atardecer. Entonces, cuando el sol ya había desaparecido en el horizonte, se desperezaba y aspiraba el aire, se llenaba los pulmones una y otra vez hasta que por fin percibía el perfume tibio de una presa indefensa. Al sentirlo la saliva le rezumaba por la boca y el cuerpo se le estremecía. Su cerebro lanzaba entonces al cuerpo toda suerte de señales espasmódicas, casi orgásmicas. Algo se le agitaba en las entrañas y le excitaba. Era la promesa de una nueva presa. El inicio de la cacería.

Movida por esa sensación la sangre empezaba a correr, agónica, por las venas, y la respiración se le volvía más profunda y rápida mientras, sin apenas darse cuenta, aceleraba el paso. Notaba entonces el aire acariciándole el rostro trayéndole, cada vez con más intensidad, el perfume embriagador de la inocente. ¿Cómo sería esta vez? ¿La víctima sería joven? ¿Vieja? ¿Le ofrecería resistencia? ¿Se sometería de inmediato? ¿Y si huía? ¿Estaría acaso prevenida y en guardia? Y el corazón estaba cada vez más frenético, más ansioso, más acelerado...

Y entonces, la calma. Siempre había un momento, como ahora, en que se forzaba a detenerse y tranquilizarse. Para entonces la noche ya estaba cerrada y sólo la luna le permitía deleitarse con la escena. Era el momento de intuir la silueta de su víctima, verle las corvas, aspirar su perfume... La incauta se había detenido. El viento suave de la noche transportaba el sonido de su aliento, como un ronroneo sensual. Intuyó que aquella sería una víctima deliciosa. Tuvo ganas de ser brutal y se estremeció. Pensó en la carrera que estaba a punto de empezar, y le pareció que notaba muy cerca de la boca el calor negro de la sangre al resbalar...

Al rato, su víctima se volvió de espaldas para contemplar algo en el suelo. Sintió que se desvanecía. Las corvas, el perfume dulzón que le había conducido hasta ahí, el paso de una nube ante la luna y los susurros de otros seres nocturnos se le mezclaron en la cabeza mientras los ojos se le volvían rojos y los dientes amarillos. Atacó a su víctima por la espalda. Oyó el grito agónico, horrorizado de la presa. Notó que lloraba de emoción. Imaginó la escena de lejos, y sintió toda su belleza. Para entonces tenía ya la boca a la altura de la garganta de su presa, que se agitaba, aterrada, sometida, humillada.

Le acarició la espalda con las garras y dibujó en ella seis ríos de sangre. La presa se volvió, ajena a la belleza de su muerte. Aquello enfureció a la leona que hundió sin más los colmillos en la garganta de la cebra mientras un líquido oscuro y cálido le llenaba la boca y le teñía la piel.


Dicen que una hembra adulta de león necesita unos cinco kilos de carne al día. Pero, querido lector, desconfía, hay vegetarianos, lo sé muy bien, que necesitan mucho, mucho más...

Marta M.
Curso Creatividad, estructura y técnicas narrativas

6 comentarios:

Sonia Sánchez dijo...

Por un momento me has hecho meterme en la mente de un "cazador". Me ha enganchado.
Lo que no me ha quedado muy claro es la última frase, creo que lo entiendo, pero no lo tengo claro.

Sonia dijo...

jajajaja me he pasado todo el relato dudando de si hablabamos de un león a la caza de carne fresca, o de un e un cazador de discoteca, en busca de carne fresca también. Personalmente pensaba que querías llevar al lector a pensar que se trataba de un león, para que después la cazada fuera una mujer, pero al revés me ha gustado también. La idea es original.

Judi Cuevas dijo...

Hola Marta,

felicidades por tu relato, de verdad, me ha encantado. Mientras lo leía me he convertido poco a poco en la leona y he sentido todo lo que siente ella. Está muy bien logrado, muy bien descrito.

Has utilizado frases muy buenas y líricas, muy visuales, como por ejemplo "El viento suave de la noche transportaba el sonido de su aliento, como un ronroneo sensual. Intuyó que aquella sería una víctima deliciosa".

La única pega que veo es que muy seguido repites palabras, como perfume.

Pero de verdad me ha gustado, voy a hacerme fan tuya :)

Un saludo

Mar dijo...

Gracias a todas por los comentarios. Lo cierto es que cuando veo colgado el texto veo repeticiones que antes no he sabido ver y detalles que se me han escapado antes.
Mar

Marien dijo...

Me ha gustado como juegas a crear confusión y lo consigues, al final realmente es un animal ¿ o no?. Me gusta como has descrito las secuencias de una manera natural, y me ha enganchado desde el principio para ver como acaba, humano o animal, da igual, hay quien se comporta así siendo humano, como bien dices en tu frase final.

milagros dijo...

Tu relato me ha encantado.Dibujas muy bien el deseo y estremecimiento del cazador por su presa, haciendo que el lector lo viva.
La frase que te indica Judi es preciosa, poética.
Un saludo