martes, 9 de marzo de 2010

Fragmento capítulo 18 de mi novela "La huérfana en el cementerio"


Aquellas fueron unas Navidades extrañas para Lidwine. Mientras el avión que la llevaba a Lyon, para reunirla de nuevo con Béatrix, la única familia que nunca había tenido, surcaba los encapotados y tenebrosos cielos, miraba de reojo a la persona que tenía al lado preguntándose si la querría en realidad, si la estaría engañando. El rostro de Grégory era suave e inocente como el de un bebé; sus ojos azul celeste relucían de candidez, sus labios dulces y gruesos estaban fruncidos mientras mordisqueaba los restos de una piruleta, concentrado en el sudoku de la revista que tenía en la mano. Mechones rizados, de un cremoso rubio oscuro con mechas doradas, se enroscaban sobre su inmaculada frente, y sus mejillas estaban encendidas, como las de un adorable niño pequeño. ¿Era posible que hubiera verdad en las palabras de Ruben? ¿Podría ser realmente capaz Grégory de engañarla con tanta frialdad? Vaya, ¿cómo podría ser cierto? Le cogía la mano con cariño de vez en cuando, la besaba cada cinco minutos, le sonreía con su sonrisa traviesa de dientes perfectos que le hacía temblar las rodillas, sintiendo que nunca estaría a la altura de su belleza, y en definitiva, la hacía sentir más querida que nunca a cada instante, preocupándose por su bienestar y acariciándola como si fuera su gatita. Pero ¿por qué tenía Lidwine la sensación de que, realmente, no la escuchaba? ¿Por qué se sentía tan incómoda en ocasiones, como si no encajara en el mundo de Grégory? Era desconcertante.

“Me estoy volviendo paranoica incluso respecto a Grég”, pensó Lidwine con tristeza, mordisqueando una patata mientras estudiaba el hermoso perfil de éste, tan concentrado en la revista. Parecía tan dulce, tan inocente, con su cara de niño, de ángel celestial… Era imposible que Grégory le hiciera daño. Sólo de mirarle, su corazón temblaba de ardor y profundo enamoramiento. Qué más daba si a veces, cuando estaban con Dorine, pareciera que se entendían más entre ellos, o que a veces tomaran un refresco juntos en la cafetería. Grégory no sería capaz de engañarla.

—¿Ocurre algo, cariño? —preguntó Grégory con su cara perfecta contraída por la preocupación mientras alzaba la mirada del sudoku y la tomaba de la mano. Sus mejillas y sus labios, más dulcemente rojos que nunca, y su cabello agitado, que había crecido mucho en los últimos meses y ya le rozaba el cuello, enroscándose deliciosamente, fue más de lo que Lidwine pudo soportar, y con el corazón palpitante se lanzó a sus brazos, sintiendo que los ojos se le llenaban de lágrimas, por lo que ocultó el rostro, vigilando no mancharle de maquillaje, en el cuello de la inmaculada camisa blanca de Grégory. Ésta, combinada con unos pantalones grises de vestir y lustrosos zapatos modernos, le daba un aspecto de colegial inglés, sólo le faltaba la corbata, y estaba tan arrebatador que Lidwine no podía esperar a que estuvieran solos en su habitación. La pasión que sentía por Grégory la absorbía y a la vez, la hacía sentir siempre frustrada, incómoda, tonta y vulnerable. Era como un fuego devastador que la consumía lentamente y que sólo ella parecía sentir.
—No es nada —musitó apretando los labios contra el fragante y suavísimo cuello de Grégory, sintiendo su cuerpo de delirio apretado contra ella, haciéndola sentir ligeramente mareada. Se secó una lágrima con disimulo y deseó que realmente no ocurriera nada. Suavemente, se apartó para mirarle a los ojos, y éste le devolvió la mirada con un semblante de preocupación tan encantador y considerado que no pudo evitar lanzarse contra él de nuevo y besarle apasionadamente en los labios.
—Tú me quieres, ¿verdad? —preguntó con voz desesperada, tomándole de las manos y mirándole implorante.

Grégory la miró sorprendido.

—Por supuesto, Lidwine, ¿a qué viene eso? —Tomó su rostro asustadizo y pálido entre sus dos grandes manos y la miró con ternura—. ¿Qué te hace sospechar lo contrario?
—Oh, Dios —sollozó ella sin poder contenerse, apretándose contra él con desesperación, y cerrando los ojos—. Júrame que no me dejarás, que siempre me vas a querer.
—Vaya, por supuesto que sí, mi amor —Grégory la miró con su traviesa sonrisa despreocupada y lamió su piruleta seductoramente.

Lidwine por poco enloqueció al contemplar su perfecto rostro, rabiosa por su tranquilidad, por su aplomo y compostura, y se lanzó sobre sus labios salvajemente, casi devorándole, tomándole desprevenido.

—Te quiero, te quiero, te quiero —susurró entre beso y beso, mientras el sonriente Grégory alzaba las cejas entre gozoso y sorprendido.

Y mientras sentía latir, casi ahogándose, su corazón enamorado, deseó poder notar que Grégory sentía el mismo amor desesperado y obsesivo que ella debía soportar ardiendo en su interior, día tras día. Mientras él reía ante su pasión y la contemplaba con aquellos ojos inocentes y traviesos a la vez, que siempre la hacían sentir tímida, torpe y temblorosa, deseó poder ser como él. Deseó poder olvidar las preocupaciones y percibirle más cerca. Deseó que su amor no le causara dolor, sino felicidad. No entendía cómo un amor tan maravilloso y correspondido podía hacerla sentir tan frustrada, tan sedienta de cariño.

—Yo también te quiero —replicó él al fin, besándola con el mismo ardor pero sin su desespero y su miedo, siempre confiado y risueño.

Y en tanto que el avión surcaba rápidamente las nubes dejando una suave estela, Lidwine deseó con todo su corazón ser capaz de confiar en él ciegamente. Ser capaz de creerle. Su amor era como la sensación de miedo que tenía en el estómago cada vez que el avión descendía unos metros. Sólo esperaba que el amor entre ella y Grégory nunca se viera obligado a realizar un aterrizaje forzado.



Myriam Oliveras

4 comentarios:

CONRADO dijo...

Buffff!!! Myriam a ver por donde empiezo.

No sé exactamente tu edad pero me sorprende en una persona tan joven la calidad de tu escritura. Describes las escenas y los personajes, tanto física como emocionalmente de una forma magistral. Es posible que tus argumentos o tu estilo no guste a todo el mundo (piensa que Mozart tampoco gustó a todo el mundo) pero a quien llega lo puedes tener atrapado de inicio a fin. Lo que se desprende de tus escritos es la pasión que pones y lo que disfrutas con ello.

Ya sé que no soy un crítico literario profesional, de tal forma que mi crítica sólo vale como la de un lector empedernido.

Felicidades y a ver el resto de capítulos!

Myriam dijo...

Pues en dos semanas escasas cumplo 24 años :) pero la novela la terminé de escribir a los 18 o así. Muchísimas gracias como siempre por leerme y sobre todo por comentarme y decirme esas cosas tan buenas... no sabes cuánto te lo agradezco, y me resulta igual de valioso que si fuese de un crítico profesional.

Ya iré colgando algún fragmento de otros capítulos, si te interesara dame tu email y te la envío :)

CONRADO dijo...

Me alegro de que te guste mi relato, lo escribí hace unos días con un cierto tono autobiográfico. Animo si estás pasando momentos duros.
Si quieres enviarme algo más mi mail es con.san@hotmail.com

Nos vemos el viernes

Myriam dijo...

Vaya, espero que no te pasara lo que le pasa al protagonista...

Ok, cuando esté en casa te mando mi novela si quieres ^^