martes, 9 de marzo de 2010

DOLOR AUTOR CONRADO SANCHEZ

Andaba vagando por el centro de aquella gran ciudad. Eran ya casi las diez de la noche de un viernes cualquiera. La corbata que tan elegante lucía en la mañana caía absolutamente desorientada; la camisa y la elegante americana a juego con el pantalón, apestaban a tabaco; acababa de consumir el tercer whisky en un bar postmoderno donde, a sus cuarenta y algo, con aspecto de oficinista errático, le habían servido de mala gana. Justo antes de salir de aquel local tan fashion, uno de los tantos espejos que lo decoraban le había devuelto la imagen de un tipo hundido, con una barba incipiente y algunas canas. La imagen que hacia dos días hacía girarse a más de una mujer hoy escupía dolor y pena. Dolor. Pena.

El apetito había huido como despavorido. Desde hacía dos días apenas comía. Desde hacía dos días casi no dormía. Llevaba huyendo dos días. Dos malditos días. De repente sintió el timbre del móvil y casi con desesperación lo buscó en el bolsillo interior de su americana. Mentira. El maldito teléfono no había sonado, quizás si en su deseo, pero en realidad hacía dos largos días que no sonaba. Probablemente estaría una eternidad sin sonar.

Amar duele. Ese era el título de una bella canción que ahora le resonaba con amargura en su perdida mente. ¿Qué era el amor? Acaso una burla del destino. Un sentimiento capaz de dar vida y de hacer morir. Acaso una broma macabra en el camino. Amor, hasta hace dos días sol, hoy tinieblas.

Siguió caminando entre la gente sin ver, sin ser visto, sin ser nadie, sin querer ser. Exhausto, se sentó en un banco y hundió su mirada en el asfalto. Segundos después, la luz de una intensa luna de invierno, creó reflejos caprichosos con las lágrimas que se derramaron suavemente por sus mejillas hasta el suelo. Hacía dos días que lloraba.

Hacía dos días que la primavera lo había dejado huérfano, que las mariposas eran negras, que el sol abrasaba con su helor.

Hacía dos días que Gloria, su princesa Gloria, entregaba sus pétalos a otro trovador.

2 comentarios:

Myriam dijo...

Cuánto entiendo este texto, precisamente hoy me resulta muy oportuno. Genial como siempre :)

Txus Molina dijo...

Aunque es corto, te da tiempo de empatizar con el personaje, y aunque no pasa mucho mantienes el suspense hasta el final.