jueves, 24 de febrero de 2011

El Brujo Indio

En un bar nocturno, en la profunda noche, se oyó una extraña conversación entre dos hombres. Uno de ellos, en el frenesí del alcohol, gritó: -Me siento como un elefante atrapado en un cenicero. Es que nadie se da cuenta, que mi cigarrillo se consume como se consume mi vida, y no puedo escapar! Un hombre delgado y viejo, de rasgos indios, se lo quedó mirando con sorpresa.
-te das cuenta de lo que acabas de decir? Un elefante atrapado en un cenicero.-repitió como para sí.- interesante…
El primer hombre dijo:
-y que hay de interesante?. –su cara reflejaba mil noches como esa, de alcohol y perdición, en aquel bar escondido en una calleja céntrica de una gran ciudad.
-Mira, hace años que no hago esto, pero veo bondad en tu mirada, y la mirada a veces es ciega. Te voy a ayudar. –El viejo indio pensó unos instantes.- Ahora vete a casa, y antes de dormir, pronuncia la frase unas cuantas veces, como si fuera un mantra, y duerme; mañana me cuentas.
El hombre se fue a su casa, y ya en su cama pronunció repetidamente: Un elefante en un cenicero, un elefante en un cenicero, un elefante en un…
Esa noche tuvo un sueño muy vivido: soñó que era un elefante, un grandioso y majestuoso elefante que se paseaba por la selva, en una libertad desconocida, una libertad de la conciencia, un estado primigenio de comunión con la naturaleza; pero en un momento determinado del sueño se encontró preso; intuía quien lo apresaba, pero solo tenía la sensación de estar preso, en un inmenso cenicero. Se despertó sobresaltado y sintió una punzada de temor en los primeros segundos de vigilia, cuando te encuentras en la frontera entre el sueño y el despertar. Encendió un cigarrillo y se quedó mirando el pequeño cenicero de cristal que le regalaron en su cumpleaños. Se sentía aturdido.
A la noche siguiente fue al bar, y se encontró con el viejo indio. Este le hizo un gesto para que se sentara en su mesa. El local estaba en penumbra y casi vacio.
-Has soñado? Preguntó.
-Sí. –Dijo el hombre- y como nunca había soñado, realmente sentía ser un elefante, y era una sensación muy curiosa, no hay palabras para describirla, solo, tal vez…
-Qué? –los ojos del indio brillaban inescrutables.
-Libertad.
-Y qué o quién era lo que te apresó?
-Supongo que el cenicero, ¿no?
-No hagas suposiciones, siente.
-no comprendo.
Se produjo un lento silencio, que duró unos instantes, pero que contenía una magia intrínseca.
-Ahora dejemos un momento el mundo del sueño; vamos al mundo del pensamiento, al mundo de las palabras. Un elefante es un animal muy fuerte, grande, con una gran fuerza, eso nos dice la lógica ¿verdad?
-Sí.
-Siguiendo la razón, ¿como un elefante puede estar preso en un cenicero?
-No sé. Es lo que sentí.
-Eso es! Lo que sentiste. Y lo sentiste en un momento de mucha exaltación; en mi cultura, antiguamente, se le asignaba un animal a cada ser humano; tu animal es el elefante, siéntete afortunado de poseer su fuerza, ahora te toca lidiar con el obstáculo.
-el cenicero?
-Eso es solo simbología, pero los símbolos están muy enraizados en la mente humana. Así que lo usaré para sanarte. Sabes, me gustó mucho cuando gritaste la frase, y la frase en sí.
-Porque?
-Porque le daré la vuelta, escucha: Un cenicero pegado en un elefante. Tienes un problema. ¿Qué tienes que hacer?
El hombre sonrío asombrado por la habilidad del viejo indio, y dijo:
-Tengo que usar mi fuerte trompa de elefante para lanzar lejos de mí ese viejo cenicero, que tanto tiempo me ha causado sufrimiento.
Dicen que no volvió a beber, y se convirtió en otra persona.

Marc Ribas

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Marc,
me ha gustado aún más este ejercicio. Sigue así!!
Ainhoa.

Lorena. dijo...

Felicidades por este relato.