Soy José Linares, artista, y un día me volví loco. Como ocurrió? Es difícil de explicar. Solo puedo decir que fue una locura creada por mi; tal como si hubiera pintado un cuadro, diseñé los laberintos de la locura. Fue una noche en que me encontraba en casa de unos amigos, todos artistas. Poníamos en común nuestras ideas, nos exaltábamos unos a otros con lo fugaz de la inspiración… en fin, surgieron muchos temas, mucha emoción. Fue al fin de esa velada nocturna que salió la idea. Ser capaz de construir un delirio. Muchos saben que los delirios, que se dan en ciertas enfermedades mentales, pueden llegar a ser muy creativos, i albergar ideas nuevas; aunque no es frecuente que un delirio sea útil para la sociedad, para arrojar luz a viejos temas filosóficos, ni tal vez para uno mismo, si que puede tener su utilidad creativa y de descubrimiento. Eso pensamos aquella noche. Construir un delirio… Pero cómo? Me pregunté. Y entonces recordé una explicación: el delirio es una respuesta de la mente, ante un mundo que se desmorona, tu mundo; cuando tu realidad se derrumba como un castillo de naipes, la mente se refugia en el delirio, un mundo casi onírico en donde todo tiene su lógica, no hay incongruencias, vives en tu mundo de fantasía. Feliz como nunca. Pensé que clase de delirio quería construir; y vino uno a mi cabeza: el delirio de una persona que se cree el Salvador del mundo, ya que según el calendario Maya, este se acaba en el 2012. Esta persona quiere salvar el mundo de una forma insólita: escribiendo. Es cierto que la literatura es un regalo, una facultad que se nos ha dado para profundizar en la vida, sentir, pensar, y una infinidad de cosas más, pero,¿ salvar el mundo de la destrucción? Eso me parecía improbable. Entonces me di cuenta de algo: yo podía imaginar un delirio, articularlo como una novela de ficción, pero nunca llegaría a sentir lo que sentía la persona que tiene un delirio. Esto me creó una nueva urgencia: vivirlo. Empecé a escribir la novela que tendría que salvar el mundo. Pensé que era una buena forma de meterme poco a poco en la experiencia, pero de forma totalmente imaginaria. Yo tenía el control, lo viviría, pero lo dirigiría como se dirige la escritura que avanza misteriosa de pagina en pagina; como un sueño del que sabes que vas a despertar. Así empecé a escribir la novela. Una novela que tenía que salvar el mundo! ¿De que trataría? Pensé. Y un Lunes por la mañana lo supe, lo presentí, tuve una certeza: El tema de la novela tenía que ser espiritual, porque no había otra forma de salvar a la humanidad de la destrucción , que creando un método para que la gente estuviera en paz consigo misma. La salvación no consistía en construir una nave para ir a otro planeta, sino en alcanzar un estado de fe desorbitado, tan poderoso que la gente moriría en paz, junto con la tierra, los árboles, los ríos… porque sabría que les espera un paraíso. La exaltación novelesca me ganó enseguida. Crearía una nueva religión. Escribir un libro tan interesante me llenaba de una extraña emoción, me hacia plantearme muchas cuestiones. Durante días y semanas me encerré en mi cuarto, y escribí. Entonces empezaron los problemas. Mi mujer y mis hijos se quejaron de que la novela me tenía demasiado absorbido, que apenas les prestaba atención, y descuidaba mis obligaciones.-Pero, Magda, es un trabajo esencial. –le dije a mi mujer. –nunca había estado embarcado en una aventura semejante, tengo que escribir, tengo que hacerlo. Mi mujer me miró de forma extraña, cerró, a petición mía, la puerta de la habitación y se fue al comedor resignada. Poco a poco me fui enredando en la trama: una nueva religión, el paraíso. Sabía que lo religioso había perdido valor a ojos de una nueva sociedad caracterizada por la tecnología, la libertad, las nuevas generaciones. La religión parecía haber perdido poder. Pero, que dirían de una religión con los siguientes elementos: la liturgia del arte, el rezo de la palabra, el cielo de lo imaginario. Sería una religión con un solo dogma: el individuo tendría que consagrar su vida a un solo objetivo: leer mi libro. Yo era el Profeta, el creador de esta nueva religión. El libro estaría diseñado de tal modo, que la persona que lo leyese, poco a poco, se desvincularía del mundo terrenal, adquiriendo unas alas imaginarias que lo llevarían al mundo de la fantasía; allí estaría a salvo de la destrucción del planeta. El mundo de la fantasía era el paraíso!
Escribía y escribía, día y noche. Un día en que había estado escribiendo toda la noche, decidí salir al comedor. Me encontré que allí no había nadie; una nota de mi mujer que había dejado en la mesa:
Los niños y yo nos hemos ido a casa
De mis padres.
José, los últimos meses has estado muy extraño
No hablabas, no escuchabas mis palabras
Despierta, te estás volviendo loco.
Ha llegado una carta del periódico: has perdido tu trabajo
No se ha pagado el alquiler, si no lo pagas en una semana
Te desahuciaran.
Espero verte recuperado
Cuídate, un beso.
Por un momento quedé paralizado, no sabría describir lo que sentí. Pero en medio de profundas cavilaciones, y misteriosos pensamientos, me dije : tengo que salvar el mundo, no puedo parar, el libro tiene que estar listo antes del 2012!! Antes de entrar de nuevo en mi habitación, me miré en el espejo del pasillo y no supe reconocer mi rostro…
(La idea de construcción de un delirio, que ahora es un relato, es poder hacer una novela corta, en clave de humor, sobre la locura, que reflexione sobre nuestra sociedad y muchos aspectos ridículos de esta.)
Marc Ribas Teodoro
1 comentario:
¡Me gusta! Lo encuentro original.
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