viernes, 1 de abril de 2011
LA PELOTA (SUBPERSPECTIVA DE ANTONIO PEDRO RIERA)
LA PELOTA (ANTONIO PEDRO RIERA) El niño juega en la calle con una pelota haciendo malabares, es sábado por la tarde y sus amigos no han salido todavía, tampoco tiene deberes y esta concentrado jugando. Levanta el pie y le da un balonazo demasiado fuerte, la pelota sale despedida rebotando en un coche, calle abajo. El conductor del mismo insulta al niño y este, acobardado se va corriendo a su casa olvidando la pelota. Entre golpes e insultos desciende por la izquierda de la calle, donde una pareja de ancianos la ven pasar y la abuela, entusiasmada, intenta cogerla con las manos extendidas y cae al suelo. El abuelo, asustado, intenta ayudarla y desvía la pelota de un bastonazo y la pelota baja a la derecha de una calle que hace pendiente. Tropieza con un árbol y parece que se va a parar, pero en un extraño giro en espiral en el bordillo de un árbol, la acelera de nuevo, hasta los pies del dueño de un bar que está fumando en la puerta, y este, cabreado por la poca clientela que hay dentro le da un puntapié que atraviesa por los aires la calle como si fuese un globo a medio gas. Nadie se extraña cuando del cielo ven bajar una pelota en medio de una rúa por los derechos de los homosexuales, nadie oye el grito del hombre del megáfono soltando slogans, entre bailes y música estridente, y casi nadie percata el balonazo que recibe en toda la cabeza. La pelota salta de un camión sin techo a otro camión, y sus integrantes, creyendo que es un juego de la organización, se la van pasando con las manos, sin dejar que toque el suelo. Un gay bizco, se equivoca al palmearla y dándole con demasiada fuerza sale despedida a la acera donde es recogida por un rumano despistado que lleva un carrito del súper. Sobresaltado por el impacto no para a pensar lo que ha ocurrido, está demasiado ocupado en correr, perseguido por un guardia de seguridad de un Carrefour cercano. Toman velocidad, el carro y el rumano, bamboleándose la pelota dentro del carrito y cuando el hombre logra despistar al guarda la tira directamente a las manos de una adolescente okupa. Está, sorprendida deja con tranquilidad la pelota en el suelo y con la puntera de sus botas militares, chuta, apuntando directamente a su exnovio perroflauta, que despistado, se está liando un cigarro, dándole en el bajo vientre. El perroflauta, encogido y dolorido la cabecea en una postura imposible y la pelota, desplazada en diagonal por la acera, acelera de velocidad. Llega hasta la calle de abajo, donde se oyen gritos y cargas policiales. Los antidisturbios tiran gases lacrimógenos contra una casa okupada. Ocupada, entre otros, por la expareja anterior. Un policía con mala leche la cuela en la portería de la casa con un golpe de su escudo donde está un rasta encolerizado volteando bolsas de basura y tirándolas a los policías. En uno de los molinillos el rasta alcanza la pelota y esta vuelve a salir, impulsada en parte por el furor del rastas y la rabia de los antidisturbios. Entre las aceras, bajando por calles de izquierda a derecha, sin respetar ninguna lógica, camina ligera la pelota hasta que suavemente, toca el pie de un parado, que escucha en silencio y asqueado la conferencia de prensa del alcalde. Su discurso sobre las equipaciones y las necesidades del barrio lo tiene alterado, le da todo igual, al jubilado y al alcalde. Y en un arrebato, se agacha y cogiendola con las dos manos le estampa la pelota en la cara del alcalde. Ese momento queda registrado en directo por todas las cámaras de televisión y más tarde, emitido en los telediarios, zappings y el youtube, donde alcanzará récords de visitas. Y el niño del primer párrafo estando en su casa, aburrido y viendo la televisión grita: ¡ Mi pelota !
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1 comentario:
Hola Antonio
Ya conocía tu relato, del día en que nos lo leiste en clase. Genial la subperspectiva. Me gusta mucho la escena final con el discurso del alcalde, el pelotazo en directo y el niño que reclama a gritos su pelota.
Animo. Sigue deleitándonos.
Hasta pronto
Jovita
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