viernes, 8 de abril de 2011
Historia Lírica de la Locura
Nací hace mucho tiempo. Yo, diosa misteriosa que al que toca con su mirada cambia para siempre. Soy tan antigua como la humanidad; de hecho nací de ella, del contacto entre el humano y el complejo mundo. O más bien sería decir que germine como una semilla misteriosa dentro de las aguas profundas del espíritu humano. Hoy quería hablaros de mí, porque no hay nadie que me conozca tan bien como yo misma. Esta va a ser una historia diferente, una historia sobre unas profundidades inhabitables que, por no comprender, hemos convertido en un tabú. En verdad estoy en cada instante de la vida. Cuando tocamos con las manos un cielo imaginado que tiene forma de ideas incontrolables, o cuando bajamos al infierno en una melancolía abrasadora. Estoy en las tormentas que asustan al hombre, en la pobreza impotente y en la naturaleza indiferente que no entiende de supuestas leyes humanas. Estoy en todas las cosas de la vida, que luchan por vivir y crecer y que al final resulta ser un caos al que buscamos cobijo y al que queremos dar forma para sentir que dominamos nuestras vidas y que estamos seguros. No quiero hacer apología de mi misma y tocar con mis ojos de luna a la razón y a la socialización sobre la que se han construido las civilizaciones. Pero tengo cosas a decir y a aportar al mundo. Tengo muchas caras y en mi interior hay infinidad de puertas que esperan ser cruzadas. Esperan ser cruzadas para comprender la existencia humana y nuestro derecho más preciado: la libertad. Tradicionalmente se me ha asociado con la sin razón y la vulgaridad; con la debilidad mental y seres deformes. Se me ha acusado de traición y se me ha catalogado como lo peor que le puede suceder a una persona. No negaré que alguna de mis caras más duras haya recaído sobre la faz de la tierra. No negaré mi culpa. No soy ni inocente ni culpable, soy como el universo: indiferente a los deseos de los hombres. Estoy entretejida a la totalidad de la vida como las raíces de un árbol a la tierra. Pero vosotros, los humanos, podéis hacer uso de mi. Atravesando mis puertas con precaución y valentía podéis internaros en nuevos senderos que os lleven a la realización. Se trata de recuperar una parte de la infancia; la parte espontanea y desinhibida de los niños. Cuando sintáis subir desde el fondo a la infancia lejana, me comprenderéis mejor, porque todos los niños están locos; locos de alegría, de espontaneidad, de volar por encima de la seriedad, de libertad en la palabra y en los actos; y en verdad, los niños, son muy razonables y sensatos. Lo que pasa es que su mente es pura, no está contaminada por el sistema social; su conciencia es pura energía. Vosotros podéis cumplir un sueño: la experiencia y el autocontrol del adulto, con la inocencia y libertad del niño. Os contaré una historia. Una de esas viejas historias que se cuentan por ahí: Era una vez un escritor que vivía en París en el siglo XVI. Soñaba con crear algo especial, algo diferente; algo que cautivara a los intelectuales de la época. Se dedico a viajar por Europa y a conocer a las gentes y lugares remotos para estudiar el alma humana y desvelar los secretos de la existencia. Se dice que poseía un talento extraordinario y mucha imaginación, pero que estaba limitado por un mal cruel e incapacitante: era tan inhibido que no lograba vivir con soltura; las garras de la vergüenza(la misma vergüenza de la que se ha valido la sociedad para controlar al pueblo) lo tenían preso en la oscuridad de la mente. Se dice que sufría, pues no hay peor mal que el hombre encerrado. No en prisiones del estado, sino en las prisiones invisibles de la propia mente. Una noche estaba el escritor en su pequeño piso en París, anotando los apuntes de una posible historia. Eran ya altas horas de la madrugada cuando se asomó a la ventana para contemplar la noche. Cuentan que en la noche antigua y lejana, el escritor posó sus ojos inteligentes en la luna y que allí, durante un instante, vio claramente la locura. Una lágrima de emoción incontenible rodaba por su dura mejilla, al tiempo que un poema impregnaba una hoja: Entre tu mirada Y mis palabras Entre tus labios Y mi alma He visto una luz que me lleva por senderos soñados desde el fondo de una ilusión
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