domingo, 3 de abril de 2011

EL CASO DE LA ELEFANTE BAILARINA

Los extremos de la mesa estaban cubiertos por dos torres de papeles, enmarcando en el centro la figura del Juez, que le sonreía mientras jugaba con un vulgar boli bic.

- Veamos si usted es capaz de explicarme todo este lío, porque la declaración de sus compañeros los payasos, ha sido, y permítame la expresión “de chiste”. - y el juez estalló en risas girándose hacia su secretaria - ¿Lo ha cogido Jiménez?, payasos y chiste, ¿a qué es muy bueno?.

La secretaria esbozó una sonrisa cansada.

- Si Señor Juez, lo he cogido a la primera, y le recuerdo una vez más que Jiménez se prejubiló hace dos meses, no estaría mal que me llamase por mi nombre alguna vez. Me llamo A – NA.

- Ya se que usted no es Jiménez – ahora la melancolía nubló la cara del Juez – a Jiménez si le gustaban mis chistes.

Ana, alias Jiménez, movió con furia el ratón del ordenador.

- ¿Podríamos empezar ya con las diligencias?. Este señor tendrá cosas que hacer, y a mí me gustaría salir hoy un poco pronto, para variar. Tengo que hacer la compra y cocinar para toda la semana. Y sinceramente, con la declaración de los payasos ya he tenido bastante por hoy. - la secretaria colocó sus dedos sobre el teclado y lanzó una mirada amenazante al Juez.

El Juez centró su atención en el final del túnel de papeles, donde un hombre se comía las uñas con saña.

- Entonces, ¿usted es el domador de la elefante?. - Al pronunciar “elefante” el Juez sonrió urdiendo un chiste para sus adentros.

- No, yo no, yo soy sólo su cuidador, el domador es... bueno, era, mi hermano. - y añadió un poco más bajo – a mí no me gusta salir a la pista, tengo miedo escénico.

- ¿Cuánto tiempo lleva usted encargándose de … como se llama ... ? - el juez revolvió entre sus papeles.

- Ely – apuntó la secretaria – la elefanta se llama Ely, como la amiga de Pocoyó.

- ¿Pocoyó? - preguntó el Juez. - ¿Ese quién es? ¿Otro payaso?.

- No, es un dibujo animado que tiene por amiga una elefante rosa llamada Ely. A mis sobrinos les encanta. - la secretaria contestó sin separar la vista del ordenador, como si el diálogo no fuese con ella.

- Perdonen, pero se llama “Verbena”, Ely era su nombre artístico. - Puntualizó el cuidador tímidamente.

- Vaya, que curioso, no sabía que los animales tuviesen nombres artísticos – el Juez parecía a punto de estallar en risas, ante la mirada cada vez más severa de Ana. - Bueno, ¿Cuánto tiempo llevaba usted encargándose de “Verbena”?.

- Desde siempre, “Verbena” nació en el circo, como yo, mi padre me encargó su cuidado y educación, decía que era muy importante desarrollar lazos de afecto entre el animal y su domador.

- Pero usted no era su domador, ¿no?, no podía serlo porque tiene “miedo escénico”. - Señaló el Juez.

De repente el Juez dejó de parecerle al cuidador un tipo gracioso con problemas para recordar nombres, y en su cerebro empezó a percibir tenues señales de alarma.

- No, pero no me importaba, disfrutaba cuidándola, no hay nada mejor que recibir el cariño del animal, son seres puros. - al descubrir que ya no le quedaban uñas por devorar, el cuidador optó por apoyar las manos sobre la mesa, bien lejos de la boca.

El Juez contempló unos segundos los dedos carcomidos.

- Seres puros y maniáticos, o por lo menos “Verbena” lo era, según los payasos, nunca salía a escena sin fumar antes un cigarrillo, usando un cenicero propio al que estaba terriblemente apegada. Es una historia curiosa sin duda, una elefanta fumadora con un agudo sentido de la propiedad privada... no se ve todos los días. ¿Por cierto, cual era la opinión de su padre al ver que usted había convertido a un “ser puro” en una fumadora empedernida?.

- Mi padre murió hace un año, antes de que “Verbena” empezase a fumar, y se nos ocurriese la forma de sacar adelante el circo. - El cuidador se tapó la cara con las manos, al tiempo que se balanceaba atrás y adelante-.

Ni el Juez ni la secretaria parecieron sorprenderse ante el comportamiento del cuidador, uno porque estaba mirando hacia un punto invisible en el aire, pensativo, y la otra porque se limitaba a teclear mirando de vez en cuando al Juez con antipatía.

Repentinamente el Juez abandonó su ensoñación: - ¿Podría usted explicarse un poco mejor? ¿Contarnos la historia desde el principio, cuando su padre muere, y “Verbena” se convierte en la primera elefanta adicta a la nicotina?.

El cuidador vaciló, tomó aire, y tartamudeando aveces, casi sin respirar otras, contó su historia:

- Mi hermano y yo heredamos el circo arruinado, la situación era desesperada, fuimos vendiendo todos los animales hasta que sólo nos quedó “Verbena”, no podíamos deshacernos de ella, era una más de la familia, como una hermana pequeña un poco tonta, no se si me explico. - El Juez asintió comprensivo - Entonces, mi hermano, vio en la tele un programa infantil “Pocoyó” ¿lo conoce?, en el salía bailando un niño azul con una elefanta rosa llamada Ely, eso dio la idea a mi hermano, “Verbena” siempre había tenido aptitudes para el baile, le encantaba la música desde pequeña, sólo teníamos que cambiarle el nombre y pintarla de rosa. Nos anunciamos como “El Circo de Ely”, la idea era buena, atraía al público, pero teníamos un problema: “Verbena” se ponía histérica cuando la pintábamos de rosa, y más que bailar, correteaba como una loca por la pista. Buscamos mil remedios, pero no había forma, hasta que un día, no se como, alguien le dio un cigarrillo y... se relajó. Desde entonces, mientras la pintaba de rosa para actuar, ella fumaba.

- Nunca había oído nada igual – el Juez parecía realmente sorprendido – Desde luego, el mundo animal es un misterio. Pero creo que ha olvidado mencionar un elemento importante en su historia: el cenicero.

- ¿Qué?. - El cuidador palideció. - Era un cenicero normal y corriente, de los chinos... no se que importancia puede tener.

- Según los payasos, el cenicero sí era importante. - la sonrisa había desaparecido de la cara del Juez mientras exhibía un papel en la mano.- En su declaración aseguran (sin dejar de reírse) que “Ely”, o “Verbena” como usted la llama, tenía obsesión por un cenicero determinado, si no se lo daban, se ponía furiosa y era difícil de manejar. Los payasos lo describen, y leo textualmente, como “una horterada azul oscuro con peces amarillos”. Sin embargo, en la jaula de “Verbena” encontramos este otro cenicero – y el juez alzó como un trofeo un cenicero azul pintado con flores. - Es parecido al habitual, pero no es el mismo, y el “accidente” parece indicar que “Verbena” descubrió la suplantación y se enfureció.

- No lo se, es posible. - balbuceó el cuidador.

- Según todos los testigos, usted era la única persona que accedía a la jaula de “Verbena”, y el que tocaba sus cosas. Por tanto, el único que pudo cambiar los ceniceros. - el juez inclinado sobre la mesa, se mostraba implacable.

- Es cierto, lo admito, sustituí el cenicero por otro parecido cuando se rompió, creí que “Verbena” no se daría cuenta, por amor de dios, no es más que un animal...

- Pero se dio cuenta.

- Sí, eso parece...

- Entonces, la pregunta ahora es: ¿Dejó usted salir a su hermano a la pista con un animal enfurecido?.

- No, yo no podría... yo quería a mi hermano y a “Verbena”. Nunca les haría algo tan horrible. Cuando se rompió el cenicero, mi hermano decidió comprar uno nuevo, parecido. Dijo que los elefantes no pueden distinguir unas flores de unos peces... el siempre tenía buenas ideas, era muy listo, y yo le hice caso. Antes de actuar, le dije que “Verbena” estaba muy nerviosa, y que deberíamos cancelar la función, pero no quiso, teníamos todas las localidades vendidas, habría sido un desastre.

- Entonces, ¿un domador experto como su hermano, se arriesgó a actuar con un animal nervioso?. - la incredulidad del Juez se palpaba en el ambiente.

- El pensó que cuando saliesen a la pista, “Verbena” olvidaría su cenicero, y actuaría por rutina.

- Pero no fue así – el Juez no daba tregua al cuidador que temblaba ligeramente y le costaba hablar.

- No... “Verbena” perdió la razón y …

- Le mató. Lo tiró al suelo y le pisó la cabeza, delante de cientos de niños histéricos. El Juez apoyó la espalda en el sillón, se colocó la chaqueta y la corbata en su sitio. Por unos momentos sólo se oyeron en el despacho las teclas del ordenador. - ¿Usted afirma que todo ha sido un accidente provocado por la imprudencia de su hermano? Dijo el Juez suavemente.

- Bueno... sí, yo le advertí, pero no me hizo caso.

- Entonces ya hemos terminado – dijo el juez, coreado por el suspiro de alivio de la secretaria. Salvo por un pequeño detalle. Si fue un accidente, ¿por qué escondió el cenicero dentro de un saco de forraje?. - como si fuese el triunfo de una partida de cartas, el juez arrojó sobre la mesa un cenicero azul con peces amarillos.

Noemí Herrera

ejercicio del binomio

No hay comentarios: