El vecino del ático primera antes o después nos dará problemas... Este mes es la segunda vez que le he visto entrar en su piso con una jaula repleta de ratolines profetizó la Sra. Reme que vivía en el mismo rellano y en la puerta contigua.
Qué hombre tan extraño, yo creo que le falta algún tornillo recalcó Francisca, amiga de Reme y propietaria del cuarto segunda.
Los vecinos que residían en el bloque B-2 de la calle Verdi en pleno corazón del barrio de Gracia empezaban a preocuparse por las rarezas de Damián, el inquilino del ático.
Ya hace algún tiempo que el presidente de la comunidad estuvo a punto de llamarle la atención prosiguió la Sra. Reme. Creemos que hizo reformas en su vivienda a escondidas y sin autorización. Durante varios días y en horas diferentes subió por el ascensor placas metálicas y unos cristales que parecían ventanas.
Aquella tarde fría y lluviosa la Sra. Reme se hacía la remolona, era una persona mayor con los achaques propios de su edad, y desde que enviudó cada vez le apetecía menos salir de su piso para hacer las compras. Al final se decidió, abrió su puerta y al mirar al rellano casi le da un patatús, en ese preciso momento su vecino el “rarillo” salía del ascensor con una gran jaula, pero esta vez ¡horror! llena de hamsters. La Sra. Reme no se pudo contener, desenfundó su lengua y le disparó el interrogante a bocajarro.
¿Qué vecino, ahora se va a dedicar a la cría de hamsters?
No Sra., me los voy a comer crudos replicó Damián burlonamente, y sin dar más explicaciones entró en su vivienda.
Como era comprensible la noticia corrió como la pólvora por toda la escalera. Cuchicheaban en pequeñas tertulias improvisadas y las conversaciones siempre giraban sobre el mismo tema. ¿Qué hará ese hombre con los ratones? Cada persona tenía su propia teoría, desde que hacía sacrificios con animales vivos en ceremonias de magia negra, pasando por los que afirmaban que lo suyo era la reproducción para luego venderlos, claro que esta teoría quedaba desmentida al preguntarse unos a otros si había visto alguna vez a Damián salir de su piso con los roedores. Al final, la opinión mayoritaria seguía siendo la más peliculera, el vecino era un vampiro venido a menos y se conformaba con la sangre de los pequeños animalitos.
Evidentemente llegado a este punto la intranquilidad de los vecinos se multiplicó. El bloque se convirtió en un gigantesco gran hermano, con docenas de ojos vigilando al díscolo vecino cuando entraba por la portería. A su paso, automáticamente todas las mirillas se transformaban en mini cámaras que escudriñaban todo lo que portara. Así detectaron que Damián había introducido en su piso como mínimo treinta hamsters más en los últimos tres meses.
Ya los vecinos empezaban a tener miedo hasta de cruzarse con él, los más fantasiosos incluso decían que los colmillos le habían crecido. Pero lo “gordo” estaba por llegar. El servicio de vigilancia siempre atento a las mirillas y al ascensor, detectó transcurridas tres semanas de aparente tranquilidad lo que se consideró la noticia “bomba”. Fue visto a su paso por la portería, y mientras esperaba el ascensor con una jaula sospechosa y disimuladamente cubierta. El temor fue confirmado por la confidente del ático. ¡El contenido de la jaula eran conejos!
Aquello fue la revolución vecinal, todos a una se dirigieron al presidente de la comunidad exigiéndole una reunión urgente. La asamblea general se celebró a las veinticuatros horas. Ni los vecinos más viejos del bloque recordaban una reunión tan breve y unánime. (Alguno irónicamente comentó que para cambiar la instalación de los contadores del agua tardaron dos años en ponerse de acuerdo). La junta vecinal refrendó al presidente para que en nombre de todos exigiera explicaciones al vecino del ático en lo referente a la acumulación de animales en su piso, y en el supuesto de que no fueran satisfactorias denunciarlo a las autoridades sanitarias y municipales. El día elegido para la cita fue el sábado a las doce del mediodía.
No les dio tiempo. El jueves por la tarde tronó en todo el bloque la voz de Damián gritando como un poseso ¡Socorro, auxilio! A continuación varios fortísimos golpes, pasados unos minutos apenas se oían balbuceos. Apresuradamente algunos vecinos colindantes, al escuchar las llamadas de socorro subieron velozmente. La puerta del ático primera estaba cerrada, repetidamente llamaron a Damián, al otro lado los gritos continuaban implorando auxilio, pero cada vez con menos intensidad. Aquello tenía mala pinta pensaron los vecinos, y rápidamente llamaron a la policía. En pocos minutos llegaron varios coches patrullas y los agentes se hicieron cargo de la situación.
La policía inició su protocolo de actuación: primero llamaron a la puerta notificando que abrieran en nombre de la autoridad, no hubo respuesta. La segunda fue la más efectiva, un certero golpe con un gran mazo abrió la puerta de paren par. Los agentes entraron con precaución en la vivienda, ya los vecinos les habían puesto al corriente de los antecedentes del inquilino.
En el comedor no había rastro de violencia, a continuación ojearon la habitación más próxima al comedor, la puerta estaba entreabierta y en el interior permanecía silencioso. Al fondo del pasillo estaba la siguiente, al acercarse escucharon gemidos muy débiles. Intentaron entrar, pero la puerta estaba cerrada por dentro. Los agentes ejecutaron la segunda opción del protocolo sin contemplaciones. Una vez abierta la puerta dos policías entraron con sigilo, pero apenas dieron dos pasos tuvieron que retroceder a toda velocidad. La escena que contemplaban les cortó la respiración y un escalofrío recorrió sus cuerpos. Al fondo de la habitación había un gran terrario transparente con la puerta entreabierta; en el suelo y al lado del mismo permanecía Damián fuertemente inmovilizado. Sus ojos, completamente abiertos parecían que se iban a salir de sus orbitas revelaban el pánico que sentía. Su jadear lento y entrecortado pronosticaba una inminente asfixia. Por todos los rincones de la habitación reptaban libremente un ramillete de pequeñas y variadas serpientes. Mientras tanto, Damián seguía vigorosamente atrapado entre los anillos de una colosal Boa constrictor.
Noviembre de 2010
Sebastián Romera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario