miércoles, 2 de julio de 2008
Consejos para escribir escenas de humor
2.- El resumen es menos divertido que la escena. Entre más igualado esté el tiempo real del tiempo ficticio es mejor.
3.- Desarrolla tu sentido crítico. Piensa que a veces hay que reírse de la escala de valores establecida y no por eso estás ofendiendo a nadie (si de verdad lo haces con respeto y dentro de contexto, claro).
4.- La oposición de dos personajes ante una misma situación ayuda a generar risas.
5.- Los diálogos son una excelente herramienta para el humor. Nos pasamos la vida diciendo cosas divertidas, así que regaladles a vuestros personajes esa cualidad también, con independencia del género que escojáis.
6.- Si escribirlo te ha causado risa, buena señal.
7.- Si piensas crear un absurdo, cuidado, si no está bien contextualizado caerás en lo inverosímil y no causará risa, sino un “¿qué se fumó este escritor?”.
8.- Los dobles sentidos deben ser elegantes, cuida de no caer en vulgaridades u obviedades.
9.- Los comportamientos de los niños, o de personas enfadadas injustificadamente pueden ser útiles para crear situaciones cómicas, pero debe quedar claro que actúan desde una posición no racional.
10.- La política y la religión son temas escabrosos, más en los tiempos que corren. Si no vas a publicar en un medio periodístico, mejor camina por otros senderos.
Espero que os sean de utilidad. Saludos a todos.
Ana Marín
martes, 1 de julio de 2008
A
Adivino que el que siga leyendo estas palabras no le importa no saber o quizás simplemente es curioso por saber de mi aventura. Quizás os decepcione a los segundos y a los primeros, estáis de suerte, porque todas las preguntas que os puedan crear estas líneas jamás serán respondidas.
Me encuentro en R. Ya queda menos para Z. Para llegar hasta aquí he tenido que matar bestias, montar a caballo, tomar drogas, alistarme al ejercito, luchar contra facciosos…
Mi aventura es una peligrosa, violenta y es posible que muera en ella pero mi objetivo es lo único que importa. ¡He de legar a Z!
Me ha bendecido un Gurú, mordido una hidra, atacado la ironía…
Me han metido en una jaula, arrastrado kilómetros y tirado a un lago.
Me han maniatado y cortado la nariz, una oreja y… el pene…
Finalmente he atravesado mil quebrados para llegar hasta aquí, a R.
R es un río. Son unos rápidos. Mi balsa no aguantará mucho más. Que pase esto no es conveniente pues no se nadar. El sonido fuerte de los troncos que conforman mi balsita me avisa de lo peor, “¡Rrrrrrrrr!”, esto se desarma. ¡Piensa A! Veo una rama más adelante al que podría alcanzar y trepar por el árbol hasta tierra. ¡Ahora, salta A!
Una vez en tierra examino mi mapa, me oriento y comienzo a caminar hacia el siguiente punto de mi aventura. Camino y camino. El paisaje verde se ha ido convirtiendo poco a poco en un inmenso desierto de arena. Arena por todas partes. Dunas y dunas de arena. Dunas que cambian el paisaje de la noche a la mañana. Calor. Un sofocante e insoportable calor que me está derritiendo. Me hierve la sangre y se me abrasa la piel. Ahora se que he llegado al siguiente punto. He de vencer al Sol. De aquí a T solo hay Sol. Arena, calor, Sol, Sol, Sol… Me deshidrato.
Han pasado horas desde que empezó mi enfrentamiento con el sol. No siento mi cuerpo. Solo avanzo por el mero pensamiento de realizar mi objetivo, mi única razón de ser. No se cuantas veces en mi aventura me ha visitado la mismísima muerte ,pero se que la he burlado siempre, y ésta no puede ser una excepción.
Se vislumbra en el horizonte algo. Algo real. Es una gran pancarta. ¿Será éste el siguiente punto de mi aventura?¿Será T?
A duras penas he llegado al pie de la gran pancarta y se que he llegado a mi siguiente punto puesto a que, escrito en una de sus caras, aparece la palabra TABÚ.
¿Qué significa esto? ¿Qué tengo que hacer?
Allá de donde yo provengo existe un gran tabú. Yo y la gente como yo tenemos prohibido, bajo pena de muerte, pronunciarlo. ¿Me estarán retando a que lo pronuncie? Mi cabeza y mi corazón se encuentran en una gran encrucijada. ¿Qué hacer? ¿He de cometer sacrilegio para conseguir mi objetivo? Por el otro lado, si no consigo mi objetivo, ¿cuál es el sentido de mi vida?
¡No puedo rendirme y quedarme con las manos vacías! ¡No he llegado hasta este punto para nada!
Grité nuestro tabú con todas mis fuerzas: “¡¡ !!”
No preguntes qué fue lo que pronuncié, nunca lo sabrás, se feliz en la ignorancia.
En el momento que he pronunciado el tabú ha habido un terremoto. Las arenas se han tornado verdes praderas llenas de vida, bosques frondosos y han brotado ríos por todas partes. ¡Si, lo he conseguido! Puedo ver el punto V en el horizonte. Esta lejos pero llegaré.
He oído un ruido tras ese arbusto… ¡No me lo creo! Ha aparecido un majestuoso animal legendario y trota vigoroso ante mí. Un unicornio.
Ahora lo entiendo. Él me llevará a mi siguiente punto. El unicornio me llevará a V. Cabalgar sobre un Unicornio no es como hacerlo sobre un caballo pero no os voy a contar porqué, simplemente es algo mágico.
U me ha llevado a la ladera de V. V es un volcán. Tengo que subir hasta la cima, donde se halla el cráter, donde espero encontrar mi siguiente punto.
Subo por la ladera, salto de roca en roca, escalo por sus paredes.¡Estoy muy cerca!
Una vez coronada su cima tengo ante mi una visión majestuosa. En el cráter de este volcán, que se extinguió hace muchos siglos, ha crecido todo un ecosistema. La vida brota por todas partes y justo en el centro, a varios kilómetros de donde me encuentro yo ahora, se alza majestuoso mi objetivo, Z.
Camino, trepo y vadeo por el cráter en sentido a Z. Empiezo a sentirme bien. Muy bien. Presiento que estoy cerca. Y efectivamente, se alza ante mis ojos mi gran destino, el más sagrado de todos los templos, la torre más alta de este mundo, el Zigurat de la Sabiduría. Construida por los Dioses en piedra blanca y decorada con, pata, oro y piedras preciosas en sus muros. En su pié, el Zigurat de la Sabiduría está rodeado por una gran mota repleta de aguas infestadas de bestias inmundas. La única forma de entrar es bajando el puente levadizo que lo comunica con el resto del mundo . Situado frente a la mota, ante la entrada principal de la torre, donde veo el puente subido, he encontrado un barril de madera y un grial encima de éste. Ésta debe ser mi última prueba antes de lograr mi objetivo. Con ayuda de una roca rompo la tapadera del barril. Está lleno de un líquido altamente alcohólico. Cojo el grial y lo hundo en el líquido, llenándolo hasta el borde. Beberé pues este es mi destino.
Al principio el alto contenido de alcohol tensa mi cuello y todos los músculos de mi cara. Al tercer trago ya disfruto del sabor de este exquisito licor. Es whisky, el oro líquido producido por los Dioses. Esto es una señal…
De repente ha habido un gran estruendo y el puente comienza a bajar y, con otro gran estruendo y temblor de tierra, se coloca para dejarme pasar y completar mi aventura, para que pueda entrar y subir a lo alto del Zigurat de la Sabiduría.
Varios os habréis dado cuenta de que han habido dos puntos a los que no he tenido que llegar para completar mi aventura y cumplir mi objetivo. Efectivamente. X e Y. Esto es muy sencillo de explicar. X e Y no pertenecen a mi aventura si no a la tuya. X e Y son un enigma. X e Y son las respuestas de todo lo que te has preguntado hasta ahora. X e Y es la razón de mi objetivo, es el tabú que tuve que pronunciar, la explicación de todo esto. X e Y son las incógnitas de la ecuación de tu vida. X e Y es no saber pero querer conocer. X e Y es la ignorancia…
Ahora voy a entrar en el Zigurat sagrado y nunca sabrás qué pasará ni porqué pasará. Pero que no te importe, se feliz en la ignorancia. Ahora os tengo que dejar…
ADRIANA
Llevaba siete horas trabajando de pié sirviendo cañas, cafés y pinchos de tortilla. Solo me quedaba una hora. Tenía los pies machacados. Podría haber sido por la pérdida de costumbre ya que había estado suspendido de empleo y sueldo esta última semana. Y tampoco había dormido nada anoche…
Miré una vez más la pantalla en verde y negro de mi móvil; nada. Y había sido nada en siete horas que llevaba trabajando y mirando el móvil.
-¡El móvil a la taquilla!¡Os tengo dichos que el teléfono guardadito cuando estéis trabajando!- me gritó Manolo, el metre del bar.
-Vamos Manolo, ya te he dicho que estoy esperando una llamada muy importante…-le contesté.
-No me vengas con tonterías Martínez. O lo guardas o coges la puerta y te vas a tomar por culo, que suficiente tengo ya contigo…
Esa es la relación que tengo con él. El motivo de mi sanción había sido llegar tarde al trabajo reiteradamente. Manolo se hartó y pensó que de esta forma escarmentaría. El motivo de mis llegadas tarde reiteradas había sido Adriana.
-¡Una caña!
-¡En seguida!-grité
-¿Me pone unas patatas bravas por favor?
-¡Una de bravas!-grité
A Adriana la conocí un domingo por la mañana en una rave de psicodelic trance a las afueras de Parla. Nos habíamos descubierto así como a las doce del mediodía y estuvimos bailando y dejándonos llevar juntos el resto de la tarde. No hubieron muchas palabras más que las que hicieron falta para intercambiar nuestros números de móvil. Ese día consistió en miradas entre el uno y el otro. También hubieron sonrisas y abrazos. También droga y alcohol.
Ella llevaba un vestido largo al estilo psicodélico de los hippies de los sesenta. Llevaba colgados todo tipo de collares y pulseras con amuletos pacifistas, budistas e hindúes. Tenía el pelo moreno ondulado y larguísimo. Al terminar la fiesta le llamaron sus amigos hippies con los que se marchó en la vieja furgoneta de uno de ellos. Intercambiamos una última mirada y una última sonrisa. Ella se fue. Yo me quedé un rato mirando como se alejaba la furgoneta. Cogí el móvil y en la agenda busqué “Adriana”. La encontré. Volví a guardar el móvil y me fui con mis amigos.
Adriana era poeta. O eso es lo que siempre he pensado desde el primer sms que me mandó. Yo se los respondía como malpodia y luego esperaba un nuevo “¡piiiiii-piii!” de mi móvil con el último mensaje de ella. Me pasé una semana entera acostándome con ella, y no lo digo literalmente, si no que nuestras conversaciones vía sms se desarrollaban por la noche cuando yo ya me había acostado para madrugar el día siguiente. Ella me mandaba sus geniales poesías y yo le respondía con mediocres cursiladas que parecía que le gustaban o, cuanto menos, le hacían gracia.
La primera noche solo dormí dos horas pero aguanté bien en el trabajo. La segunda volví a dormir dos y a duras penas aguanté de pié en el bar las ocho horas. La tercera, la cuarta, la quinta, la sexta y la séptima me quedé dormido y llegué tarde al trabajo. De aquí mi suspensión de empleo y sueldo.
Lo primero que hice cuando me dieron la noticia de la suspensión fue pillar un pollo de eme, otro de speed, llamar a los colegas e irnos a otra rave de psichodelic trance en la Casa de Campo.
Efectivamente; Adriana estaba ahí. Ese día tampoco hablamos. Nos miramos, nos sonreímos, nos abrazamos, y, al final de la fiesta, nos besamos…
Pasé una semana acostándome con ella, y lo digo literalmente. Pasé prácticamente toda la semana de suspensión de empleo en su casa, un antro de artistas que compartía con otros hippies en Lavapiés.
La última noche que pasé con ella fue como las cinco anteriores. La mañana no:
Sonó el timbre de su casa. Ella pegó un salto de la cama y salió disparada hacia la puerta de entrada. Yo me incorporé y pude ver por la abertura de la puerta de la habitación a Adriana abriendo en el hall de entrada.
-¡Lorenzo!-gritó ella.
¡Hola nena, he vuelto!-dijo Lorenzo.
Lorenzo era el compañero de piso de Adriana que llevaba fuera seis meses de viaje por la India.
Adriana se tiró a los brazos de aquel hombre barbudo y con rastas que le llegaban por el culo y le dio un beso como el que me había dado a mí anoche; y las cinco noches anteriores.
-¡Te tengo que contar tantas cosas nena!¡No te imaginas las ganas que tenía de verte!
-¡Ay Lorenzo! Cuánto esperaba este momento.¡Espera un momento!-dijo ella y vino corriendo a la habitación donde yo miraba ahora las sábanas de la cama
-Paco corre, ha llegado Lorenzo. Me temo que tienes que irte, queremos estar solos,¡tiene tantas cosas que contarme! Dúchate antes de irte si quieres. ¡Vamos, vamos, levanta!
Yo me levanté, no me duché, me vestí, saludé a Lorenzo y me fui.
Esto fue ayer por la mañana. Me pasé todo el día de ayer frente a la tele. Horas y horas de tele con el móvil en la mano a modo de mando a distancia. De vez en cuando lo miraba. Por la tarde-noche decidí apagar la tele. Leí todos los mensajes guardados que tenía de Adriana. Luego decidí escribirle uno y esperé… Nada.
Después mandé otro y esperé… Nada de nada.
Me acosté pero no podía dormir. Al rato volví a leer todos los mensajes guardados de Adriana y, al rato, volví a enviarle otro.
Pasé toda la noche con el móvil en la mano y mirándolo cada cinco o seis minutos. Todos los sonidos de noche me recordaban al “piiii-piii” del aviso de “mensaje recibido” y siempre miraba rápidamente para descubrir, siempre, que era imaginación.
De repente sonó mi alarma. No había dormido nada y era mi primer día de curro después de la suspensión.
Miré el móvil. Nada…
Siete horas cincuenta y cinco minutos llevo sirviendo tercios, cortados y bocadillos de calamares. Quedan cinco. Miro el móvil; nada.
-¡Martínez!
-¡Vamos Manolo, que ya me voy, dame un respiro anda!
-Te la estas jugando conmigo Martínez. Anda, vete ya y llamas a tu novia o a quien tengas que llamar, pero como vea la mierda del móvil contigo mañana, vas a la calle, ¿entendido?
-¡Que siiii Manolo! Venga,¡hasta mañana!
Me he cambiado, he cogido el metro, he llegado a casa y he encendido la tele; he mirado el móvil y nada. Vuelvo a mandarle otro mensaje a Adriana.
Tengo hambre, ayer no comí nada en todo el día y hoy tampoco. Más que hambre es sensación de ardor en el estómago. Dejo el móvil, por primera vez en 48horas en la mesilla del salón y voy a la cocina a prepararme un sándwich mixto, que es lo único que se me ocurre preparar ahora.
Pan, queso, jamón de york y pan. No voy a calentarlo.
- “¡Piiii-pii!¡Piii-pii!”
“¡Un mensaje, oh dios, un mensaje!”
Al correr al salón he tirado el sándwich al suelo, roto una botella que había en la encimera, tropezado con el cubo de la fregona y vertido su contenido por el suelo, resbalado con el agua y caído dándome un golpe bestial en la cabeza, pero ya tengo el móvil en mis manos.
“1 mensaje recibido” pone en su pantallita.
Aprieto “leer” y espero durante medio segundo, mas largo de lo normal,y puedo leer por fin:
“El saldo de su tarjeta está agotado.”
D.G.F.
FILIPPA TOMATELLI
El detective echó una buena mirada al cadáver de Francesco. Ya le habían practicado la autopsia ya que presentaba varios tajos unidos por puntos que bien parecían remiendos de una red de pesca. Su piel estaba muy pálida pero había tenido un aspecto muy similar en vida. Numerosos cortes y magulladuras por todo el cuerpo debidos a la metralla desprendida por la bomba que le mató.
La cabeza era como un balón desinflado, como si su cráneo se hubiese reducido a añicos y no sostuviese su cobertura.
Seguidamente ,en un extraño acto, el Detective Capitán Ciuletti se agarró las manos por detrás de la espalda e inclinó la cabeza, seguida por los hombros, seguidos por la espalda, hasta posicionar sus orificios nasales a unos centímetros del cadáver.
Luego cerró los ojos…
Luego inspiró delicadamente por la nariz acompañándolo de un suave movimiento circular de éste…
Las comisuras de sus labios se elevaron tímidamente y apretó las manos con fuerza.
En ese preciso instante hizo entrada silenciosa en la habitación el Doctor forense Cábal, presenciando sorprendido el extraño comportamiento del detective.
-¡En su punto,¿eh?!- le gritó el Dr.Cábal con esa potente y grave voz de gordo, que es lo que era antes que doctor.
Ciuleti pegó un gran salto del susto y en seguida le subió la sangre a la cabeza de la vergüenza, pero esto no se notó ya que Ciuletti, antes que detective, era un gordo de sempiterna cara roja.
-¿Cuánto tiempo lleva ahí?- le espetó de vuelta al dr.Cábal.
- El suficiente, detective. En cualquier caso, sr.Ciuletti, le interesará mucho lo que hay en el cajón de al lado…
Los dos se encontraban en el depósito de cadáveres del
departamento de homicidios de la capital. Un lugar frío debido a las neveras que almacenaban a más de una centena de cuerpos que habían recibido una muerte no-natural. La poca luz que daban las bombillas que colgaban de cables que salían del techo, se reflejaba en las puertas metálicas de los cajones que disponían de los cadáveres tumbados plácidamente, dormidos para toda la eternidad, sin molestar y sin ser molestados. El zumbido eterno de las neveras e intermitente de las bombillas era el único ruido que les acompañaba.
La semblanza con un cementerio de nichos decadente era razonable.
El Detective Ciuletti volvió a meter el cajón en la nevera y se dispuso a tirar del nicho a su derecha. Tiró con fuerza.
Vio aparecer ante sus ojos el cuerpo verde, en avanzadísimo estado de descomposición, de algún desgraciado absolutamente irreconocible.
El hedor que le azotó le produjo una pequeña arcada que consiguió disimular bien. Era como caer repentinamente en una fosa séptica y tragar un poco…
Trabajando duro para disimular el mal cuerpo y el mareo, el Detective Ciuletti se percató de que el doctor Cábal se estaba partiendo de risa apoyado con una mano en una camilla y golpeándola con la otra nerviosamente.
- ¡Ay!…espera que coja aire…
¡Ay que risa!¡Que cara has puesto!
¡Que noooo tonto, que era una broma!¡Solo quería ver la cara que ponías!
¡A este no le olisqueas,¿eh?! Je,je…
-Muy graciosa Cábal. ¿Sabes?, tienes la gracia en el puto culo de gordo que tienes…
-Tranquilo, tranquilo Ciuletti, no te pongas así, que solo era una broma. Además, tengo una verdadera sorpresa para ti, sin guasa. Está en el cajón de encima de Francesco.
Ábrelo sin miedo amigo, no te va a defraudar.
-Eres estúpido Cábal, ahora tengo la puta peste metida en la nariz y me has dejado el estómago revuelto.
-Ya será menos Ciuletti. Te digo lo que vamos a hacer:
Tú le echas un vistazo a mi sorpresa, que seguro que te cambia la cara. Luego, mientras yo lo preparo todo, tu te sales a tomar el aire y te fumas un cigarrito para despejarte y prepararte para lo bueno.
¿Qué me dices amigo? No todos tus amigos te preparan sorpresas como ésta,¿verdad?
-Vale Cábal, pero te aseguro que si es otra broma de las tuyas te meto el muerto por tu…
-Puto culo de gordo, si, si, si…Ciuletti, podrías ser más original con tus insultos. De todas formas: olvida la rabia; despeja tu mente. Vamos amigo; abre el cajón…
Ábrelo…- le dijo susurrando casi como si estuviese tratando de hipnotizarle.
El detective agarro del tirador del cajón y tiró suavemente. Lentamente salía la plataforma que portaba una cabeza, seguido por un cuello y hombros, seguidos por un pecho y brazos, tripa, cadera, piernas y pies.
Ciuletti se quedó helado. Con los ojos, que ahora le brillaban, fijados en el cadáver que acababa de exponer.
Como si estuviera embriagado no pudo evitar volver a olisquear este cuerpo y seguidamente acariciar esa suave e impoluta piel que le recordó a la seda. Se quedó extasiado durante unos segundos mirándole el pecho, acariciándole la piel y percibiendo el olor del cadáver de una preciosa fémina de unos treinta, a la que también se le había practicado ya la autopsia.
En un momento de cordura Ciuletti giró la cabeza y vio como le miraba, horrorizado, el Doctor Cábal.
Avergonzado se incorporó saliendo del éxtasis momentáneo en el que se había sumido.
-Filippa Tomatelli. Viuda y esposa fallecida de nuestro querido amigo Francesco Benedetti. Murió por una parada cardiaca en la misma explosión que su marido.-le explicó el doctor.
-¡Es estupendo Cábal!¡Es la mejor sorpresa que me podrías haber traído!¡Eres un genio, gordo! Un genio.
¡Bien! Prepáralo todo, la quiero lista para cuando vuelva. Voy a tomar un poco el aire y a fumarme ese cigarro.
-¡Si Capitán!- le gritó Cábal contagiándose del estado de excitación del detective.
- ¡Ah! Y Cábal… Ya sabes como me gusta a mi,¿verdad?
Cábal se volvió hacia él y le tiró una mirada de seguridad seguido de una sonrisa, la cual devolvió el detective que, acto seguido, salió de la habitación.
Fuera en la calle el Detective Capitán Ciuletti se abrochó la gabardina y se amarró bien el sombrero ya que hacia algo de frío y soplaba el viento un poco. Se encendió un cigarro y pensó en su viejo amigo, el Doctor Cábal. De cómo se conocieron en los años de la guerra; de cómo pasaron hambre; de cómo se las apañaron… Luego vino la posguerra y como, apoyándose el uno en el otro consiguieron trabajo en la policía. Con los años la amistad fue creciendo por mucho que sus personalidades chocasen:
Él: frío y antisocial ; Cábal: Bromista y extrovertido.
Su amistad sobrevivió a la guerra al igual que sus aficiones adoptadas en esos tiempos de escasez y forzosa unidad.
Su amistad era especial.
Su gran afición era aun más especial.
Apagado el cuarto cigarro, Ciuletti volvió a entrar en el edificio. Eran las tres de la madrugada por lo que solo quedaba en el edificio el guarda nocturno, dormido como siempre, en su puesto de vigilancia. Llegó al depósito de cadáveres.
Al entrar en la habitación le invadió un olor delicioso.
Un olor que le hizo salivar y cerrar los ojos para imaginar deliciosos manjares dispuestos en una mesa larga para el festín de todo un rey. Un suave olor de la carne de más exquisita calidad, delicadamente especiada y cocinada en su propia grasa, ablandada por una parrilla al rojo. Vuelta y vuelta nomás, dejando un centro rojo y jugoso que se derrite en la boca al gusto del más exigente y carnívoro rey de todo un pueblo.
Los dos gordos se miraron… Y sonrieron.
- Como a ti te gusta, amigo.- le dijo el doctor sonriendo maliciosamente y apuntándole un plato con, lo que parecía ser el antebrazo y mano de una persona.
- Filippa a la Tomatelli.- continuó, bromeando.
Sin decir una palabra, Ciuletti levantó el manjar y se llevó a la boca un poco de antebrazo.
El éxtasis volvió a él. Se le volvieron los ojos y su cara mostró una mueca de placer absoluto. Mordisco a mordisco la textura de la carne le dio escalofríos de placer y la explosión de sabor hizo que la lengua se convirtiese una extensión de su virilidad extasiada y a punto del orgasmo.
Bocado a bocado el ritual caníbal del Detective Capitán Ciuletti y el Doctor forense Cábal se llevó a cabo con magnífica solemnidad durante el resto de la noche, llegando a acabar con toda señal de carne del cuerpo de la preciosa Filippa Tomatelli.
Dos magníficos amigos con un terrible secreto.
Dos magníficos gordos con un terrible problema de apetito.
D.G.F.
BENITO SCOLARI
Pero Don Benito había muerto y el mundo paralelo de las mafias se vio conmocionado. Los Jefes de las demás bandas se vieron en una tesitura difícil: con Don Benito muerto, ¿quién mantendría la paz, la unión y el respeto entre camaradas criminales?
Quizás la respuesta fuera Fionna Marcesani, viuda del fallecido Don Benito. Conocida como La Artificiera por las bombas que hizo explotar matando a varios representantes del antiguo gobierno de Mussolini , allá en los años de la dictadura.
Se había convertido en madre de los hijos de Don Benito, cocinera personal de Don Benito, y asesora criminal de su banda.
Muchos le atribuían los logros de Don Benito, pero muchos le culpaban por su muerte.
Versión oficial de su muerte: mala caída patinando sobre hielo… Cuanto menos, sospechoso.
La situación que se planteaba era la siguiente:
Cinco y veinte de la tarde. Se había preparado una gran recepción en la mansión de la familia Scolari para rendir los últimos respetos al capo más pacífico, unificador y respetado que jamás hubiese pisado la nación.
Todos los demás jefes habían venido con sus mujeres e hijos para demostrar el verdadero respeto que sentían por el gran Benito Scolari.
Su cuerpo, vestido con un traje blanco tumbado en un ataúd también blanco(lo cual le daba un aspecto divino) al frente de una gran sala de la mansión, que usaba regularmente para sus estilosas fiestas y cocktails que nunca más disfrutaría.
Fionna, la viuda artificiera, vestida de negro al pie del ataúd hablaba silenciosamente con el cadáver…
-Benito… Benito, Benito…
No es justo Benito.
Éste no era el plan Benito. Te has adelantado al plan estúpido patán.
Con todo lo que hemos construido con sudor, sangre, tiempo y paciencia.
La gente te respetaba. Te creían y hasta te querían. Esa gente realmente pensaba que eras su dios.
Todos ya me conocían y muchos me habían empezado a respetar. Me habían empezado a considerar su reina así como tú eras su rey. ¡Pero no todos, y muchos no es suficiente!
Solo te pedía tiempo Benito. Tiempo en que habrías vivido feliz, habrías comido bien y todo hubiera sido como hubieras querido. Habría sido como vivir en el paraíso, amado…
Con el tiempo habrías caído enfermo y ningún médico hubiera sabido qué tenías, solo que era grave y terminal.
Te habrían dado seis meses de vida en los que te habrías dedicado a organizarlo todo perfectamente para tu sucesión.
Es aquí cuando, gracias a tus palabras, yo hubiera ganado popularidad, respeto y confianza. Todos te creen a ti Benito querido.
Después de seis meses habrías muerto con una sonrisa en la cara y en la cama, una muerte de lo más dulce, sabiendo con seguridad que el castillo de naipes que habías construido con tanto esfuerzo no se desplomaba irremediablemente sino que, gracias a tu amada esposa, Fionna Marcesani, tu imperio seguiría en pie.
Pero noooo, no podía ser así… Estornudaste y cayeron todos los naipes uno a uno y amontonados en la mesa quedaron las barajas que habías utilizado, las barajas que los dos habíamos utilizado.
¡Teníamos que rememorar tu infancia en el dichoso lago donde patinabas de niño! ¡Lo que nunca me dijiste era que nunca habías aprendido a patinar estúpido patán!
Diez segundos duraste recordando tu infancia:
Allá voy, a ver si me acuerdo de esto, mírame soy una bailarina olímpica fueron tus últimas y patéticas palabras…
¿Ahora qué, inútil? ¿Qué voy a hacer? Nunca me aceptarán como te aceptaron a ti, como controlador todopoderoso de las bandas criminales de la nación. Incluso hay muchos de ellos que realmente piensan que yo te maté. Seguro que los muy estúpidos nunca lo hubieran sospechado si todo hubiese sido como planeado y si te hubiese matado, querido. Esos estúpidos cabeza huecas no soportarían que una mujer les mandase, así, tan de repente.
¡Solo hacía falta tiempo Benito, solo insignificante tiempo, de lo que hasta el más pobre de entre los pobres dispone!
No me dejas otra opción esposo mío…
Nunca me ha gustado improvisar, me gusta la buena organización, como a ti, pero la reina del crimen ha de saber de todo y creo que te lo voy a demostrar.
Francesco, Rino, Giussepe, Marcello… Han venido todos…
Han venido todos amado. Todos te respetan tanto que como muestra han venido con sus mujeres e hijos. Esto representa el poder que tenías; el poder que tendré…
Se acerca el momento Benito…
En exactamente dos minutos y medio me iré apenada de este lugar y cogeré un coche para alejarme de mi pasado rumbo a un futuro mejor como la reina todopoderosa del imperio Scolari.
En exactamente cinco minutos y medio el temporizador que llevas en el bolsillo del pantalón accionará una chispa que reaccionará con los 40kg de Trinitrotolueno que hay embutidos en tu cuerpo sustituyendo tus órganos blandos, y saltaras por los aires, llevándote contigo al cielo a todos tus amígueles y a sus familias.
La verdad es que es un plan perfecto; y me has quedado muy bien… Soy una artista. No puedo negarte que hoy, Benito mío, estás más guapo que nunca.
En fin Benito, éste es nuestro adiós. Todo podría haber sido diferente y más fácil pero que se le va a hacer, la vida está llena de improvistos.
Solo espero que ahí arriba patines como una verdadera bailarina olímpica y todos te alaben…
Es la hora…
¡Ah! ¡Y no te confundas Benito mío! ¡yo siempre te he querido y siempre te querré…!
¡Ciao amore!
D.G.F.
PARADISSO 2.0
-En breves momentos aterrizaremos en la base lunar de Paradisso 2.0. Por favor, permenezcan sentados y con sus cinturones de seguridad abrochados hasta que la nave se detenga por completo.- dijo una suave voz femenina por la megafonía de la nave.
¡Ya estaba cerca! Nunca pensé que acabaría viniendo, pero la verdad es que encontrar trabajo en la Tierra era cada vez más complicado y, cundo lo encontrabas, los sueldos eran tan míseros que rara era la vez que llegabas a fin de mes sin sufrir lo insufrible.
Hubo un ligero meneo de la nave. Sonó un “¡ping!” y se apagaron unas lucecillas en el techo del transbordador.
-Bienvenidos a Paradisso 2.0, capital del Estado Lunar. La hora local es de las 12:05 del mediodía, la temperatura exterior es de -158ºC y disfrutamos de un sol excelente típico de esta cara de la Luna. Esperamos que el viaje haya sido de su agrado y deseamos volver a verle a bordo. En nombre de toda la tripulación de la nave les deseamos una buena estancia en Paradisso 2.0.
Me habían hablado mucho de la Luna y nunca pensé que finalmente viajaría aquí en busca de una vida mejor.
Salimos por la puerta delantera y avanzamos por un pasillo hasta llegar a una Terminal donde recogimos nuestras maletas. Luego una azafata de muy buen ver nos guió hasta un trenecillo que nos llevaría a la ciudad en sí. Me senté en un sitio con ventana. Al salir de la Terminal, el tren circuló por un túnel de cristal en la superficie lunar.
Quedé absolutamente asombrado al ver ese desierto gris tan inmenso. Era sobrecogedor. Solo se veía arena gris, rocas grises, cráteres grises y, en el horizonte, montañas grises. Aquí el cielo era totalmente negro y, aunque pegaba un sol de justicia, se podían ver más estrellas de las que jamás había visto. Alucinante pensé. Absolutamente alucinante.
El tren empezó a girar bordeando una montaña en forma de trapecio y, como no, gris. Detrás de la montaña, de forma repentina, apareció majestuosa, una semiesfera de cristal de un tamaño titánico que albergaba en su interior una modernísima ciudad de color gris metálico y blanco, con numerosos rascacielos con luces de todos los colores imaginables en sus vértices… Paradisso 2.0.
Era como uno de esos souvenir a los que das la vuelta y nieva sobre una pequeña Torre Eiffel o Big Ben pero de dimensiones absolutamente sobrecogedoras.
A medida que se iba acercando el tren a la gran burbuja de cristal pude diferenciar una primera fila de edificios blancos en forma de iglú con pequeños huertos a sus lados. Sin duda esta era la zona residencial. Había oído que en la Luna el problema de abastecimiento de comida se había solucionado con cultivos urbanos en los jardines personales de los residentes. Pasradisso 2.0 era autosuficiente.¡Viva la Luna!
Detrás de estos edificios bajos, otros bastante más altos en forma de pirámide con múltiples ventanas en todas sus caras y luces fluorescentes en sus esquinas. Los talleres lunares.¡Cuánto había oído hablar de ellos!
Detrás de éstos se levantaban otros edificios de entre unos treinta y cincuenta pisos, unos blancos y otros de cristal. Los blancos no tenían paredes entre piso y piso. Parecían más bien los esqueletos de rascacielos. Entre piso y piso pude diferenciar el color verde. Esto se debería al cultivo de las planta madereras, ornamentales y comestibles que me habían contado que cultivaban también,¡seguro! Las de cristal dejaban ver en su interior la infraestructura de lo sería un invernadero en la Tierra. No dejaba de alucinar. Todos estos edificios con sus correspondientes luces multicolor en sus vértices.
A sus espaldas se erguían majestuosos unos altísimos rascacielos de muy diversas formas. El más habitual era el de platillo volante gris sujetado por un gran cilindro del mismo color cubierto de ventanas y luces en toda su superficie. Estaba también el de forma de chupa-chups, el de forma de vela de barco, llama de fuego, gota de agua, palmera, orquídea y petaca. Todas con sus luces psicodélicas, ventanas gigantes, pinturas brillantes y un aura eléctrico a su alrededor que les hacía parecer edificios divinos. Este sería el centro neurálgico de la ciudad. El complejo administrativo, económico y comercial de Paradisso 2.0.
Cuanto más se acercaba el pequeño convoy a la gran burbuja pude ver diversos carteles publicitarios llenos de neones de colorines y pantallas de plasma por varias zonas. Incluso pude distinguir anuncios donde salían personas vestidas con ese estilo tan de moda ahora en la Tierra:
poca ropa, ésta de colores blanco, azul y rojo, con cortes angulosos pero serenos. Grandes lazos o capas de color azul eléctrico a las espaldas y sombreros, gorras y peinados también angulosos y también azules. Esto si que era estilo y no su imitación en la Tierra.¡No podía esperar para comprarme mi primer conjunto!
Pero lo primero era conseguir casa y trabajo. Esto no iba a ser un problema ya que me habían informado que en Paradisso 2.0 había empleo total y que todos sus habitantes recibían una casa-huerto como parte de su sueldo. Esto sonaba totalmente como el paraíso. Una nueva vida en el paraíso, el sueño de cualquier persona de la Tierra. Y allí iba yo…
Todo habría sido perfecto. Yo habría sido un buen lunático. Habría sido feliz. Muy feliz.
Es terrible haber tenido la felicidad tan cerca y no disfrutarla. Me han puesto la miel en los labios, pero no estoy rabioso. La falta de oxígeno no me permite sentir rabia.
Los niños y los ancianos ya han caído. Solo quedamos unos pocos infelices demasiado agotados como para movernos ni tan siquiera para hablar. Solo nos acompañan nuestros pensamientos mientras nos asfixiamos en este minúsculo vagón de tren descarrilado postrado en la inmensidad del desierto gris frente a Paradisso 2.0.
Al menos puedo decir que la vista es maravillosa…
HABITACIÓN 999
Que, ¿A dónde he llegado?
Pues escuchadme amigos míos porque he llegado a un lugar que a todos nos interesa. Un lugar que nadie puede despreciar. Un lugar con el que todo el mundo sueña…
Amigos, he llegado al Paraíso.
Y mentiría si digo que es la primera vez que lo visito, pero el primer punto que os quiero remarcar sobre el Paraíso es que nunca es igual, o sea siempre es diferente, cada vez que lo visitas.
Yo mismo he estado aquí en numerosas ocasiones y en todas ellas he vivido geniales sensaciones, visto increíbles paisajes, escuchado preciosas melodías y olido deliciosos aromas… Pero en cada ocasión han sido diferentes sensaciones, paisajes, melodías y aromas.
En cualquier caso amigos, os puedo contar por experiencia propia que hoy, en el Paraíso, la tierra respira.
Es como si el suelo que pisas fuera parte de un ente súper mega gigante al que se le nota cada inspiración y cada expiración, dándote la sensación de andar sobre el mar o a ir en barco o incluso de pisar cojines, si gustáis.
También las nubes se organizan de tal modo que crean asombrosas formas tridimensionales de algodón en el cielo del Paraíso.
Si ahora miro al cielo puedo corroborar esto que acabo de decir.
Bien… Puedo ver una locomotora de vapor, conducido por un ciervo con sombrero, que suelta humo por su chimenea y tira de dos vagones de principios de siglo, dos tanques alemanes de la segunda guerra mundial y una banana gigante de esas que se arrastran por al agua y llevan a turistas extranjeros en las playas de moda.
Veo también que el convoy ha sido adelantado por un submarino nuclear ruso que, a su vez, está echándole una carrera al mismísimo Submarino Amarillo de los Beatles.
He de apuntar que el juego de luces que desprende ese enorme y gigantesco Sol es frenético. Luz, sombra, luz, sombra. Luz blanca, luz amarilla, luz blanca, luz roja, luz azul, luz blanca. De los tonos cálidos a los fríos de segundo a segundo. Del amanecer al mediodía al ocaso de momento a momento. Del verano al invierno al otoño a la primavera…
Si miro al frente y continúo mi camino no tardo en perder la línea recta e incluso el equilibrio. Esto se debe a lo que ya os comenté:
Inspira… Expira…
Aquí sientes el poder de la gravedad actuar sobre todo tu cuerpo. Notas la presión que ejerce todo el aire de este mundo sobre tu piel. Notas las suaves brisas provocadas por la respiración de los seres vivos que la habitan.
Ésta es una sensación abrumadora que hemos de denominar éxtasis… El bienestar total.
Amigos, llevados por esta sensación suspiraremos, quizás sonriamos, y seguiremos nuestro camino.
Al frente se me presenta un camino de tierra sobre el cual, haciendo gala de gran organización y creatividad, las piedrecillas y los cantos de la misma, se han puesto de acuerdo para formar mosaicos romanos representando cacerías, batallas y escenas de la vida cotidiana del romano “bien” en la época del emperador César Augusto.
El camino transcurre por un arbolado que se encuentra a los dos lados de éste.
Estos árboles son de troncos multicolor y de hojas de colores fluorescentes. Verde, amarillo, rojo, naranja, rosa fosforitos a intervalos regulares e irregulares creando fascinación al ojo humano.
Estos árboles tienen la faceta de ser árboles bailarines y se menean de un lado al otro, se retuercen sobre si mismos y se agarran de las ramas creando, a su vez, una música celestial que me engloba totalmente y se alía con el sonido de mis pisadas sobre los mosaicos romanos, haciéndome partícipe del espectáculo musical.
En un desequilibrio de los míos casi caigo al suelo pero ha salvado mi caída un amistoso árbol al que al tocar con mis manos desnudas he notado, que por muy rugosa y dura que parezca su corteza, es de una suavidad remarcable. Tal es su suavidad que siento ganas de quitarme la ropa y restregar mi cuerpo contra este tronco.
Pero no lo haré. Me contentaré con un abrazo en el cual siento la energía vital del árbol e incluso puedo notar el oxígeno puro que expira por sus poros.
¡Ay!
Vaya amigos. Parece que este árbol me ha hecho un regalo. Ha dejado caer sobre mi cabeza un gran melocotón de colores y brillos cambiantes, suave y delicioso aroma y suavidad superior a la del tronco.
Dejadme deciros que comer en el Paraíso es una empresa delicada. Puede entrañar complicación por la pérdida total del apetito. Pero en mi caso hoy amigos míos, siento la necesidad de morder este manjar que me ha ofrecido la madre naturaleza.
¡Mmmm! Lo estoy disfrutando tanto como aquellas noches locas con Samantha.
Su jugosidad, su textura, su sabor… Que recuerdos…
Es totalmente indescriptible. Comería solo melocotones como este para el resto de mi vida. Melocotones a la Samantha. Samantones. O melocomanthas…
Permitidme que me siente para comentaros un punto que nunca se os ha de escapar cuando queráis viajar al Paraíso.
Dejadme que os advierta de un peligro: la increíble cercanía al Paraíso del, respetado y temido, Infierno.
Me veo en la obligación de deciros que la llave del Paraíso es inebitablemente también la llave del Infierno.
Imaginaros amigos que vais aun hotel y pedís una habitación. Se os entrega la llave de la habitación 999...
O… ¡espera un momento! ¡Quizás sea la llave de la habitación 666!
La verdad es, amigos míos, que esta llave abrirá tanto la 999 como la 666 y depende de nosotros mismos(nuestro estado de ánimo, nuestro entorno)elegir bien la habitación en la que acabaremos… Paraíso o Infierno.
Hoy tras la puerta 999 he llegado al Paraíso…
Hoy la llave que he utilizado para viajar al Paraíso ha sido psilocybe cubensis colombiana fresca. Unos quince gramos.
Alucinante amigos. Alucinante…
Niños no intentéis esto en casa.
D.G.F.
ENRIC
"No llegaré..."pensó.
Parecía muy improbable que Enric realmente llegara. Estaba destinado a no llegar... Este era su fin, probablemente...
Enric, una persona pequeña de estatura y grande de anchura. De belleza fea y cabellera calva. De movimiento lento y nervioso con torpeza como matiz. De vestimenta desfasada, anticuada, apagada y descuidada. Aspecto desordenado, destartalado, abandonado. Una barba desigual en corte y desigual en color. Unos ojos pequeños, casi inexistentes, escudados tras unas telescópicas lentes de por lo menos 8 aumentos, de pasta plástica sobredimensionada y negra.
Enric, persona solitaria por obligación, persona rara por elección, curioso e interesante para la minoría, marginado por la mayoría .Su olor, el de la col cocida .su forma de ser, un desastre. De esas personas que parece que se esfuerzan por hacer las cosas mal y con cuidado de hacer bien el ridículo y que el máximo número de personas puedan ser testigo de ello.
Todos tenemos un Enric en nuestras vidas, incluso puede que nuestro Enric sea uno mismo.¿Tú eres Enric? ¿Conoces a alguno?
¡¡ Ay Enric, que mala suerte tienes!!¿ por qué la mala suerte se ceba con gente como tú?¿Lo hacéis aposta? Si no, lo parece.
¿Por qué corres bajo la lluvia invernal sin paraguas? Posiblemente porque lo olvidaste en el bar donde te tomaste un café o, mejor dicho, se lo tomó tu jersey, y tú solo te escaldaste el pecho. O posiblemente con el viento se voltease y saliese volando golpeando a unas ancianas que pasaban y tu mismo, persiguiendo el paraguas, las golpeases y luego resbalases cayendo violentamente en medio de la carretera obligando a algún conductor a frenar bruscamente para no matarte de humillación...
¿Por qué no vas a llegar Enric? Sabes que podrías haber salido con tiempo suficiente para llegar.¿ Lo haces adrede? Sabes que este puede ser tu fin, ¿verdad? Que puedes acabar aquí literalmente. Enric,¿por qué eres tan Enric?
Parecía que amainaba. Enric se dispuso a salir de la cobertura del árbol no sin antes ponerse en la cabeza, con el estilo que caracteriza a Enric, una bolsa de plástico que tenía en un bolsillo(si, Enric guarda bolsas de plástico en los bolsillos entre tantas otras cosas)para repeler el agua que caía que ahora solo era un chirimiri. ¡Preciosa estampa!
Empezó a caminar con su movimiento de brazos característico(de atrás a delante, en horizontal y con una violencia innecesaria),luego a trotar y acabó cabalgando precariamente por la calle plena de charcos resbaladizos, ahora sujetándose la bolsa de plástico para que no saliera volando. ¡Un bello cuadro!
No habría sido Enric si no hubiera pisado un charco especialmente resbaladizo y caído brutalmente contra el duro y empapado pavimento, resbalando como un pelele (brazos aquí, brazos allá)varios metros, dando seis o siete vueltas de campana y cuatro o cinco sobre su eje con una violencia exagerada muy al estilo Enric, acabando al borde de una alcantarilla con pinta de muerto, bolsa de plástico en la cabeza y todo.
¡ Qué mala suerte tienes Enric! ¡Qué hiciste para merecer esto! ¿Te miró un tuerto? ¿se te cruzo un gato negro? ¿Se te cayó la sal, pasaste por debajo de una escalera , abriste un paraguas en casa, rompiste un espejo? ¿Hiciste varias de estas cosas a la vez? Conociéndote seguro que hiciste la combinación total. La combinación de malos augurios tan perfecta que te aseguraste la mejor mala suerte del mundo.
Enric despierta. Enric despierta o no llegarás. Enric despierta o nunca volverás a no llegar. ¡Eres tremendo Enric!
La imagen era patética: el cuerpo rechoncho de Enric estaba tirado en el suelo . La mitad en la acera, la otra mitad en la carretera (esta siendo la mitad de la cabeza). Un brazo atascado bajo su espalda en una postura dolorosa y de posible fractura y dislocación del hombro, el otro metido en la alcantarilla como si estuviese buscando algo dentro. Las piernas torcidas dolorosamente, una hacia Pinto y la otra hacia Valdemoro .La bolsa de plástico ahora sustituía a la cabeza ya que la había tapado por completo tapando por completo sus vías respiratorias.
Ahora Enric no podía respirar. La inconsciencia en el que el golpe le había sumido no tenia pinta de pasarse rápido. Ahora Enric se estaba muriendo. Si nadie le despertaba pronto o por lo menos que le quitaba la bolsa de la cabeza aquí se iba a quedar. Segundo a segundo se iba asfixiando y conociendo la mala suerte de nuestro amigo no era muy probable que pasara absolutamente nada.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac…
No… No pasa nada. Vaya final. ¡Pobre Enric!
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac…
En fin...Habremos de decir que finalmente Enric... no llegó...
D.G.F.
natalie
Mi pobre Natalie era una mujer fuerte. Era valiente a la hora de afrontar adversidades y así lo había demostrado. Pero mi pobre Natalie cambió de la noche al mañana.
Una mañana desperté a su lado (premio que se me había concedido por haber ganado su corazón hacía ya doce años) y su cara angelical pero dura, sus ojos dulces y decididos, su boca suave y magnetizadora, todo, todo había cambiado. Estaba pálida, sudaba, los ojos muy abiertos y con la mirada fijada en la nada. Se mordía nerviosamente el labio inferior y se había provocado una buena herida sangrante. Las manos agarrotadas sujetaban las sábanas con fuerza. Parecía ausente. Parecía como si le hubieran robado el alma.
-Esta noche he visto a Andy- me había dicho…
Se ha derrumbado, pensé. Había decidido rendirse. Pero, ¿por qué ahora? Con lo fuerte y valiente que había sido estos últimos tres años desde la muerte del pobre y desgraciado Andy…
¡Nuestro pobre Andy! El desconocido síndrome de Sackten había decidido tomar el cuerpo del débil e indefenso Andy y demostrarnos toda su crueldad. Decició deformar sus piernecitas, sus bracitos, su cabecita, lenta y dolorosamente, durante tres años, luego deformandole los órganos internos provocándo así la muerte de un angelito que cualquier mirada inocente habría confundido con un demonio.
A mi pobre Natilie y a mi nos costó el cielo y la tierra superarlo después de todo lo que habíamos luchado por darle una vida medianamente normal. Pero la verdad es que los dos lo superamos, o acaso no teníamos fuerza y valentía…
Natalie la había perdido aquel dia. Tal y como la he perdido yo hoy. La debilidad y la corbadía nos han vencido.
-He visto a Andy- me había dicho…
Ahora se que es verdad. Aquella noche le vió, y por eso se derrumbó.
Él estaba a los pies de la cama , de pie, mirándola fijamente a los ojos , sonriendo dulce pero siniestramente con su boca deformada por el Sackten. Su piel blanca como la de un muerto, sus pupilas blancas como las de un ciego. Sus bracitos torcidos extendidos hacia delante y las manitas abiertas pidiendo un abrazo. Lo se… Lo se con certeza ya que es así como he visto a Natalie estas dos últimas noches…
Ha sido hoy al volver del cementerio de visitar sus tumbas que he tomado esta decisión. La de emular a Natalie.
La mañana que Natalie despertó siendo débil fue al cementerio y ahí pasó todo el día. Por la noche decidió volver casa para abandonar la lucha definitivamente y rendirse sin condiciones… Fue cuando llegue a casa del trabajo que descubrí a mí pobre Natalie, sonriente, tomando un baño caliente en aguas rojas con una nota a su lado pidiéndome perdón…
Llevo una media hora en la bañera y el agua sigue deliciosamente caliente. La intensidad del rojo que me rodea empieza a recordárme a color del agua que rodeaba el cuerpo sin vida de mi pobre Natalie. No debe quedar mucho, ya empiezo a marearme. La verdad es que estoy muy relajado. Ser débil es bastante fácil, no siento dolor. Por eso he optado por esta opción supongo:
es más fácil que luchar y ser un heroe. Solo me da pena que no me quede nadie a quién dejarle una nota de perdón. Es triste, sin embargo, sonrío. Me siento más cerca de mi Natalie.
Ahora comprendo su sonrisa aquel día y también la de la misteriosa figura de Natalie que me visitó estas dos últimas noches.
Siento como pierdo el conocimiento.
Allá voy mi Natalie… Allá voy…
D.G.F.
miguelito
Cuando Miguelito era pequeño había vivido una situación traumática.
Fue cuando tenía diez años y vivía con su madre y con su padre en una de esas viviendas de protección oficial al sur de la ciudad. Vivían en un quinto con hermosas vistas al descampado de detrás del edificio seguido de la siempre bulliciosa y ruidosa autovía. El descampado en cuestión estaba lleno de escombros de las obras de los vecinos, basura de todo tipo, una furgoneta abandonada y una ración o dos de la clásica jeringuilla aquí y allá. Cuando llovía aquello se ponía terrible. Se convertía en un barrizal con varios “estanques” en ciertos puntos.
La noche anterior había llovido, y mucho. Naturalmente a Miguelito y a sus amigos del barrio les encantaba esta oportunidad de ponerse perdidos y después poner toda la casa perdida, y no tardaron en ponerse las botas de goma, los chubasqueros y correr al descampado. Los padres de Miguelito no se preocupaban ya que se controlaba a los tres niños chapoteando en los charcos desde la ventana.
Jugaban a ser exploradores explorando un nuevo planeta con ayuda de sus super-trajes anti-agua que les permitía caminar por esa extraña superficie.
De repente a Miguelito se le quedó una bota atascada en el fango y al levantar la pierna sacó solo el pie con el calcetín colgando de la puntera y volvió a meter el pie desnudo en el barro. Oscar y Jaime, sus dos amiguillos se partieron de risa, exagerándola con malicia como hacen los niños, para humillar a Miguelito.
En ese momento se oyó un gran estruendo proveniente de la autovía justo a sus espaldas y cayó del cielo un coche del revés aplastando sin remedio a Oscar y a Jaime, arrastrándose después unos quince metros más dejando un camino rojo sobre el fango y nubes rojas en los charcos.
Miguelito no se movió...El barrio entero no se movió...
Cabezas en las ventanas, cuerpos en los balcones, coches parados en la carretera... Los padres de miguelito también miraban en estado de shock .
Hubo un instante, solo unos segundos, de silencio. El tipo de silencio que paraliza las cosas.
El coche con las ruedas apuntando al cielo empezó a echar humo por el motor y a hacer el ruido de una tetera cuando el agua hierve. Del portón de atrás, bastante dañado, empezó a emanar, muy lentamente, un líquido muy muy espeso de un color blanco impoluto que contrastaba mucho con los colores de aquel cuadro. Lentamente cayendo por los vértices de vehículo y resbalando al suelo juntándose con el rojo pasión, formando pequeños regueros en él.
Parecía que el planeta extraño que exploraban los tres niños se había hecho realidad. La misión iba a tener que abortarse ya que un objeto volador no identificado había causado dos bajas en la compañía. El líquido blanco y espeso bien podía ser la sangre del ser extraterrestre que pilotaba la nave.
Miguelito seguía inmóvil, con los ojos muy abiertos pero con una mirada inexpresiva y con un pie desnudo aún metido en el frío barro.
Ahora corrían todos los que se hallaban en la zona a socorrer al niño y a los accidentados. Iban acercándose a la zona del incidente por todas direcciones de una forma lenta y torpe por culpa del barro y los charcos. Parecían un montón de muertos vivientes arrastrándose hacia su nueva víctima.
Ya se oían las sirenas lejanas de ambulancias, bomberos y policía que venían al rescate.
El líquido blanco y espeso seguía brotando del coche y lentamente se desplazaba por la alfombra roja dispuesta para la ocasión, como si de una celebridad en los Oscar se tratara. Despacito, a trompicones, éste se encontraba ya a unos pasos de los tobillos de Miguelito.
Su padre, que había salido del estado de shock y que ahora se encontraba en estado de ansiedad, era uno de los zombies que corrían, despacito, a trompicones, hacia su hijo. Miró por un instante al coche que había causado la tragedia. Era una extraña visión: un vehículo, claramente de reparto, del revés, algo deformado y echando humo, seguido por una cola roja y blanca asemejándose a alguna bandera desconocida por él.
Se fijó por un instante en el lateral del coche.
Había algo pintado. Una marca y un slogan.
Pudo leer:
CUAJADAS IBÁÑEZ , ¡para quedarse cuajado!
D.G.F.
domingo, 29 de junio de 2008
EL PATIO - Borges


sábado, 21 de junio de 2008
El Viento del Bierzo --Carmen Mirones
El Viento del Bierzo
Isabel estaba impaciente por saber a donde iría con Alonso la semana de vacaciones que cogerían por el Pilar. Hacía días que estaban discutiendo por ello. Así que ni corta ni perezosa había decidido hacerlo por fórmulas mágicas.
Entró muy decidida en el cuartito de estar donde Alonso estaba sentado tranquilamente mirando la televisión. Muy sería, con voz que simulaba una orden le dijo.
─Alonso saca el mapa grande de España.
Alonso; saliendo de su ensimismamiento la miró con asombro.
─!Bueno, bueno¡ ahora voy ─y del revistero sacó el mapa que hacía un mes que estaba dando vueltas por toda la casa.
Isabel sacó del fondo de los grandes bolsillos de su falda marrón favorita, un péndulo de cuarzo.
─¿Me puedes decir qué es eso? ─le preguntó con cara de asombro.
─Mira, Alonso, estoy tan aburrida de discutir sobre el sitio donde vamos a ir de vacaciones, que he decidido ir a la tienda esotérica de la esquina para que me dieran una solución, y me han vendido esto. ─Dicho lo cual se puso a bambolear el péndulo─. Anda, pues es verdad que gira. Me han dicho que tengo que pasarlo por todo el mapa hasta que se pare. Eso querrá decir que es ahí donde tenemos que ir.
Alonso la miraba asombrado, mientras la decía.
─Estas como una cabra.
De pronto el péndulo se paró.
─Astorga ─dijo Isabel, con voz un poco desconsolada, pues le hubiera gustado ir a Canarias para disfrutar de unos días de sol. Mientras, Alonso, con la boca abierta, asentía con la cabeza; mientras rebobinaba un recuerdo.
“Hacia unos años, había leído un legajo que poseía su padre. Era un incunable en el que se contaba una leyenda”.
Alonso e Isabel habían alquilado una habitación en un albergue; era enorme, y tenía dos grandes sillones delante de una magnífica chimenea de mármol blanco, que siempre estaba encendida, con un cuadro de
Era el segundo día de vacaciones, cuando bajando de la montaña comenzó a soplar un frío viento que producía un extraño sonido; parecía una melodía tocada por los oboes de una gran orquesta. Isabel sintió que un frío recorría todo su cuerpo; no era producido por aquellas rachas, era algo más profundo que la estremecía.
─Alonso, ¿no te suena como una nana? ─preguntó con voz temblorosa.
─Eso dice la leyenda ─repuso, pasando un brazo por sus hombros.
─¿De qué leyenda me hablas?
─Ya te lo contaré delante de la chimenea.
Isabel se dejó conducir por el brazo de Alonso hacia el albergue. La posadera al verla tan descompuesta, les condujo al comedor y se apresuró a llenarles un plato de una humeante y olorosa sopa que acababa de traer de la cocina.
─Coma señorita. Ha debido de coger frío, ha salido este viento del Bierzo y…
Inés, más confortada, subió con su marido las escaleras que les conducían a la habitación. Se puso su falda marrón y fue a sentarse sobre las rodillas de Alonso; que estaba fumando su pipa.
─Bueno, ahora cuéntame lo de la leyenda. Le dijo con voz curiosa, mientras se arrebujaba en sus brazos.
─Pero Isabel; si estabas aterrorizada.
─Sí, pero eso era antes de tomar la sopa. Es que hacía mucho frío ─musitó.
Alonso, dejando la pipa en el cenicero, comenzó a contar la historia de Inés.
Verás: por aquella época; un antepasado mío, llamado Aureliano Señor de Liébana: luchaba junto al rey Ordoño I. En esas guerras lo que se buscaba era continuar defendiendo la tierra yerma, libre de moros, hasta el río Duero. Otro que también tomaba parte era el joven conde de Astorga. Estos dos personajes le interesaban mucho al rey, pues mi antepasado le proporcionaba guerreros y Fernán, que así se llamaba el conde, una defensa desde las montañas de León. Todo eso dio lugar a que el rey le propusiera a Aureliano que ya que tenía una hija en edad casadera, lo hiciera con el joven Fernán, y a cambio le compensaría con tierras en el llano. Lógicamente le interesaban a Aureliano estas condiciones; pues de esa manera, sus siervos, tendrían trigo sin tener que hacer incursiones peligrosas para robarlo en las tierras de la meseta. Pero esa es otra historia, quizás necesaria para comprender a los personajes de aquella época.
Ines, que así se llamaba la hija de Aureliano, era una bella jovencita de quince años que vivía feliz en el valle de Liébana; quizás, por ser un sitio que siempre estuvo libre de los moros se vivía con cierta libertad…
─Continúa con tu historia ─le repuso, arrellanándose más entre sus brazos.
─Bueno, prosigo: Al principio todos los pormenores del ajuar de novia la entusiasmaron. Sus nuevos vestidos; incluyendo el de novia. A esto había que añadir diferentes brocados que llevaba de dote. Los cuales habían sido requisados por su padre a los moros y judíos en sus incursiones por las tierras llanas.
Inés acudió a Astorga acompañada por su aya; ese fue el único apoyo y compañía que llevaba. Al llegar vio un castillo con almenas que parecía se iba a desplomar de un momento a otro entre las peñas.
Fernán era un joven bien parecido que se le presentó de una manera afable. Cosa que agradó a Inés, pero ese sentimiento fue cambiando por el de miedo, ya que advirtió una mirada de odio hacia ella, procedente de su futura suegra.
A los dos días se celebró la boda a la que acudieron representantes del rey Ordoño I, que les llenaron de presentes. Fueron, incluso, casados por el arzobispo con gran fausto. Inés ante tantas emociones estaba aturdida; y no era consciente que la noche se acercaba. Fue acompañada por su aya a sus aposentos donde la ayudó desnudarse y prepararse para la noche nupcial. Su madre, parece ser que la instruyó un poco sobre la noche de bodas. La suya había sido dichosa, pues ella había conocido de siempre a Aureliano; y cosa extraña en aquella época, se puede decir que su boda fue por amor.
Inés estaba temblorosa y más cuando vio que su flamante marido llegaba a la habitación rodeado de todos los nobles que asistieron a la boda, y de su temida suegra. Fernán había bebido en abundancia y no tuvo precisamente miramientos con ella. Inés vio, olió y sintió una boca que la recorría por el cuerpo. Un fuerte dolor sintió en sus entrañas; entonces Fernán mostró a todos los presentes su trofeo, un paño manchado por abundante sangre que demostraba la perdida de la virginidad de su joven esposa.
Pero no sólo acabó con su virginidad… lloró por la perdida de sus ilusiones, de su infancia, de su madre y de sus hermanos. Su única compañía era su querida aya que la consolaba de su añorada merma de libertad, en aquellas frías habitaciones donde le había encerrado su suegra para darle más independencia, según decía.
Fernán, al ver que ella no colaboró mucho en sus satisfacciones carnales, por no decir animales, decidió pasar el resto de su estancia en el castillo frecuentando la compañía de las criadas, cosa que a ellas si parecía satisfacerlas, dado las risas que por la noche se podían oír saliendo de los establos y las cocinas.
El rey reclamó a Fernán para que tomara parte en la siguiente escaramuza: así que se dispuso su marcha. Cuando se iba a despedir de Inés; a la que casi no había visto desde la noche de bodas, se le acerco su madre llevando en sus manos una especie de corsé de hierro con un candado. Él la miró extrañando, pero penetraron juntos en los aposentos de Inés. Y les dijo.
─Este cinturón es el que llevé yo cuando tu padre abandonaba el castillo para luchar contra el moro, ahora será Inés la que lo tenga que llevar cuando tú te ausentes.
La voz de triunfo de la suegra vino acompañada de una sonrisa y una mirada de serpiente, en la que se vislumbraba la venganza por sus experiencias pasadas.
Inés no entendía nada; nunca había visto semejante artilugio; y de pronto se vio enfundada en un corsé de hierro con una ligera apertura en la parte baja. El pánico fue tan grande que no supo que decir, se sintió paralizada cuando su suegra lo cerro con una llave que dio a su hijo. Éste se la colgó del cuello, y haciéndole una reverencia salió del cuarto acompañado de su madre que le miraba sonriente, mientras miraba a Inés de reojo.
Por la noche volvió a llorar entre los brazos de su aya y le preguntó qué era aquello que la habían puesto. Ella se lo explico lo mejor que pudo.
─Es para que no puedas estar con hombre alguno mientras el señor conde este fuera.
“Pero ¿con quien iba a estar ella si estaba prisionera en sus habitaciones?” Se preguntaba una y otra vez; en las frías habitaciones, donde nunca entraba el sol por las pequeñas ventanas; pero si el frío del invierno, por muchos tapices que las cubrieran.
Durante los primeros días el corsé fue una incomodidad, pero pasados quince días, el sudor, mezclado con restos de orines, heces y sangre menstrual; se puede uno imaginar que un olor nauseabundo se estaba haciendo dueño de su cuerpo. Las llagas comenzaron a hacer presencia, y los dolores inaguantables, pese a que la buena aya procuraba calmarlos con un ungüento que daban a los caballos en las cuadras.
─Los sufrimientos de la pobre niña debían de ser horribles ─murmuró Isabel con voz acongojada.
─Era la época. Pero si te va a hacer sufrir no sigo.
─Ni se te ocurra dejarme a medias ─dijo con voz enfurruñada.
─Bueno, continuaré.
A los cuatro meses regresó Fernán. Llegó con su lleve y la quitó el corsé. Parece ser que se horrorizó al ver el cuerpo de su pobre mujer. Pero su madre se encargó de quitarle cualquier sentimiento de misericordia.
─Esto es lo que tiene que sufrir todas las mujeres para que nadie dudara de su fidelidad.
Unos días después de curas con agua de rosas y tomillo, a la que la sometió su aya, tuvo relaciones por segunda vez con su marido; no es que fueran muy afectuosas, pero menos desagradables que la primera, según ella recordaba. No obstante él continuó frecuentando las cocinas y las cuadras para obtener más satisfacción física. Pero alguna vez volvía con Inés, pese a la repugnancia de ésta. Al cabo de dos meses supo que había quedado embarazada, cosa que la salvó del cinturón de castidad durante unos meses, ya que Fernán volvió a las escaramuzas.
Al cabo de siete mese Inés se puso de parto, todo el mundo pensó que el niño moriría, pero vivió. Hubo una sorpresa: tuvo mellizos, un niño y una niña. El niño fue trasladado inmediatamente a los aposentos de la abuela, diciendo ésta que dos eran mucho para que los cuidara ella, y además era muy pequeño, así que necesitaría que lo amamantara un ama de cría.
Inés se vio separada de su hijo, al que apenas veía, ya que la suegra siempre encontraba alguna disculpa para que no pudiera hacerlo.
Cuando regresó Fernán de sus batallas o escaramuzas, se entero de que tenía dos hijos, no fue una cosa que le impresionara mucho, y no entendió las quejas de su mujer reclamando el tener al niño con ella.
Pasaron unos meses en los que Fernán estuvo, como siempre, con escarceos entre las criadas, y visitando a Inés de vez en cuando.
Al cabo de tres meses llegó otra vez su marcha para luchar contra los moros, y la suegra volvió a aparecer con el flamante corsé de hierro y su sonrisa malévola. De nada sirvieron las lágrimas de Inés, y otra vez comenzó su suplicio.
Una noche, cuando iba a meter a la niña en su cuna, estuvo contemplando el cuerpecito sonrosado y las diminutas piernas moviéndose en libertad, sin ninguna llaga. Algo se apoderó de ella y con voz lastimera dijo. “Tú no vas a sufrir lo que yo estoy sufriendo.” Se arrodilló ante el pequeño altar, que tenía en su cuarto, con una imagen que representaba a
Todos se habían retirado en el castillo. En las almenas la guardia se había ido a las cocinas a calentarse, aprovechando que sus superiores se habían retirado a dormir. Inés subió sigilosamente las escaleras que la conducían a ellas, se dirigió a la parte donde el castillo parecía que se iba a desplomar al abismo. Era febrero, y el viento del Bierzo se oía runfar por entre las montañas. Inés apretando más a la niña entre sus pechos cerró los ojos y se lanzó al vacío mezclándose entre los copos de la nieve que caían del cielo, como si quisieran acompañarlas y arroparlas. No se sintió un quejido, nadie las oyó. Sólo que al día siguiente ni Inés ni la niña aparecieron, pese a la búsqueda por todo el castillo. Posiblemente su suegra se legrara de esa desaparición. Ahora ya nadie se interpondría entre su querido Fernán y ella. La única que lloró por ella fue su fiel aya.
Las montañas estaban cubiertas de nieve y fue, a partir de entonces, cuando el viento del Bierzo comenzó a sonar de una manera diferente. Sus cuerpos no fueron encontrados hasta la primavera, cuando después del deshielo, un pastor vio a unas aves de rapiña hacer círculos sobre unas peñas; él creyó que era una oveja que se le había perdido hacía dos días. Pero al acercarse vio un bulto de ropas. La cara de Inés no existía, había sido comida por las alimañas, pero la de la niña se había mantenido intacta al estar protegida por los mantos, apretados todavía por los brazos de su madre y la nieve que las había cubierto hasta entonces.
Hubo gran alboroto en toda Astorga. “El fuerte viento del Bierzo las debió de lanzar fuera de las almenas”, decían las gentes. Nadie quiso decir o saber que fue Inés la que se lanzó entre la nieve aquella noche de febrero. El conde Fernán hizo que se celebraran unos grandes funerales a los que asistió toda la nobleza. El acongojado padre de Inés también estuvo presente. Sus cuerpos fueron enterrados en uno de los muchos monasterios que existían en Astorga. El aya regresó de nuevo a Liébana, y con sus historias dio pábulo a la leyenda.
Fue entonces cuando las llamas en la chimenea chisporrotearon y saltaban como fuegos artificiales, iluminando el cuadro de
Isabel sollozando se dejó resbalar hasta la alfombra; unos gruesos lagrimones corrían por su rostro; y al sacar un pañuelo del bolsillo, el olvidado péndulo salió enroscado a él. Al tenerlo entre sus manos le dejo que se moviera libre a la manera de un manómetro; y a su ritmo, el viento del Bierzo que entraba por las ranuras de las ventanas comenzó a sonar como una vieja nana.
…duérmete lucerito
De la mañana…
Carmen Mirones 10/04/08
ASESINATO EN LA MAGDALENA --Carmen Mirones
ASESINATO EN
Antonio Solórzano estuvo repasando su armario para ver que ropa se pondría. Lo hizo con una meticulosidad excesiva. Aunque no lo vería así quien le conociera.
Habían pasado cinco días y parecía que todo hubiera pasado aquella mañana. Estaba esperando la llamada del comisario que le había anunciado la centralita de la comisaría. Mientras aguardaba se puso a releer, por enésima vez, las noticias de aquel suceso.
Diario Montañés 11 de julio
Ayer: a las 10 de la mañana; Api, la dálmata del señor Antonio Solórzano, descubrió el cadáver de Berta Bustillo medio escondida entre la vegetación de la bajada a
Eso era parte de la noticia que apareció aquel día en los dos periódicos de la ciudad, así como en los nacionales.
Antonio Solórzano no lo percibía de aquella manera tan somera cuando leyó la noticia en primera página. El escalofrío del día anterior volvió a recorrer su cuerpo, y los recuerdos le asaltaron de nuevo. El encuentro que tuvo con Berta el verano pasado no se apartaba de su mente desde que se enteró que estaba en Santander. Y ahora su cuerpo muerto entre los árboles le perseguía desde aquella mañana.
“─Api, ¿qué te pasa corriendo tanto hacia los árboles? ya sabes que no me gusta que vallas por ahí, hay botellas rotas y te puedes cortar─. Pero Api no me hacía caso, una y otra vez iba y volvía ladrando sin parar.
“Intrigado me metí entre la vegetación y descubrí su cuerpo. ─Dios, aquel cuerpo tirado allí, con los ojos ciegos mirando a… no sé a donde. Lo notifiqué inmediatamente.
“─Policía Nacional ¿dígame?
“─Mire, acabo de encontrar el cadáver de una mujer en la bajada a
“─¿Un cadáver? ─Preguntó la voz con un sonido mecánico, quizás por estar acostumbrado a oír las noticias más variopintas, y la mitad de ellas bromas pesadas.
“─Si señor, aquí está, entre los árboles de la bajada a
“─Su nombre por favor.
“─Antonio Solórzano. Por favor vengan enseguida, yo no sé lo que tengo que hacer ─mi voz asustada creo le hizo comprender que la cosa iba en serio.
“─Repitame en que sitio, y ahora mismo irá un coche patrulla. No se mueva y no se preocupe; y sobre todo no toque nada.
“Repetí el lugar. Mientras aguardaba recordé la infinidad de novelas policíacas que había leído, y en todas ellas decían las mismas palabras, “no toquen nada”. Dios,”No toquen nada”; si lo que tenía eran ganas de salir corriendo. Durante la espera mis ojos intentaban apartarse del espectáculo de aquel cuerpo joven totalmente ensangrentado; era un cuadro que me tenía hipnotizado.
“─¿El señor Solórzano?
La voz autoritaria me sonó amenazadora ─mas… ¿de que iba a tener miedo? me dije.
“─Sí, Antonio Solórzano ─y le tendí mi mano sudorosa─. A…a…anoche cuando subí por las escaleras después de mi baño no vi nada ─creo que mi voz sonaba a disculpa.
“─Soy el inspector Rodríguez. ─su boca hizo una mueca que quería ser una sonrisa, y me dio una palmadita en la espalda─. Es de los valientes ¿he? De sus datos al sargento y ya se puede ir. Más tarde le llamaremos para que haga su declaración en la comisaría. Y entonces me explicará eso de anoche. ─Esta vez su voz quería sonar amable.
“Al medio día acudí a la comisaría. Expliqué que todas las noches bajaba a la playa a darme un baño. Siempre iba con la perra, pero esa noche bajé solo. Era un poco tarde y no quise despertar a los vecinos. Tenía miedo que ladrara.
“No sé porqué, el inspector me cogió simpatía, al menos eso creí, y me hizo participe de sus descubrimientos; mientras paseaba arriba y abajo del pequeño despacho.
“─Mire, Antonio ¿puedo llamarle Antonio?
“─Por supuesto; no faltaba más.
“─Mire: yo tengo la costumbre de emplear a mi mujer para hacer la réplica de mis dudas o aciertos. Ahora, en este momento, está en el pueblo con su madre. Por lo qué, si no tiene inconveniente, podría usted hacer las veces...
“Asentí asombrado. Tuve la sensación de ser Watson o Hasting. Él me recordaba más a Colombo…sin gabardina; y yo era su mujer invisible. Usted es socio del Tenis ¿no?─.Me preguntó, siguiendo su hilo mental.
“─Sí; claro.
“─Pues yo no lo soy ─dijo con sorna.
“─Podría usted acompañarme allí para ver que nos cuentan. ¿Le molesta?
“─No: ¿Por qué me iba a molestar. Iré con usted.
“─¿Vino usted en su coche?
“─No; vine en autobús. Demasiado problema para aparcar.
“─Es igual: iremos en el mío particular. No se preocupe. Ja,ja.
“Me cogió por el brazo y nos dirigimos al aparcamiento oficial.
“En el Tenis. Los camareros habían recogido el comedor y se encontraban ya en la cafetería sirviendo cafés y copas.
“─Antonio, por favor, no se entretenga. No quisiera llamar la atención. ¿Qué hace ahí agachado?
“─Perdone; se me había soltado un cordón del zapato.
“─Cree que nos servirán una comida ligera. Yo no he comido, y la verdad, tengo hambre.
“─Supongo que no habrá ningún problema. Siempre hay alguien que se retrasa. Ahora llamo al maitre.
“─Felipe;por favor: acabo de encontrarme con este viejo amigo y no hemos comido ¿Podría la cocina prepararnos algo?
“─No faltaba más, señor Solórzano. Ahora mismo les traigo la carta.
“Amablemente nos la trajo.
“─Nos queda una ración de lubina. U hoy tampoco le apetece ─dijo sonriendo.
“─Mira Felipe: hoy no te la rechazo. Si mi amigo no la prefiere a la carne.
“─No, por Dios. Que me va a importar. Yo soy más carnívoro. Ja, ja. No se hable más; tráigame un buen filete de solomillo poco hecho.
“Lo dijo en un tono que se me puso la carne de gallina.
“Después de comer tomamos un café y encendimos un purito. Entre aro y aro de humo rompió su mutismo.
“─Por favor: presénteme al maitre con disimulo. Quiero hablar con él privadamente. No le importa ¿verdad?
“Le envié a Felipe; advirtiéndolo antes de que era el comisario de policía. Les dejé, y me acerqué a las pistas de tenis haciendo ver que me interesaba el partido de tenis, y saludé a unos amigos. Cuando regresé a la mesa, le vi que estaba pensativo. Firmé la nota de la comida y nos despedimos de Felipe.
“ ─Si, claro. ¿Por que lo pregunta?
“─Es por si tiene un traje de baño para dejarme y darnos un remojón para relajarnos.
“Me extrañó la petición, pero le conduje a mi casa que estaba en el mismo Paseo de Reina Victoria y salimos al balcón donde tenía colgado el traje de baño y la toalla que le iba a dejar.
“─Están un poco húmedos. Son los que utilicé anoche.
“─Es lo mismo, no se preocupe. ¿Me acompaña?
“─No; hoy no tengo ganas de baño, demasiadas emociones.
“Cogió el traje de baño y la toalla, Sonrío asintiendo, y se despidió con la consabida palmada en la espalda y salió de mi casa diciendo.
“─Hasta la vista entonces. No se preocupe, que se lo devolveré. Ja,ja,ja.
A las 9 de la mañana Antonio oyó la cerradura de la puerta. Filo; la señora que le venía todos los días entro angustiada con el periódico en la mano.
─Señorito; es terrible todo lo que dice la gente. No sé lo puede imaginar en la panadería me han dicho que…
─Calma Filo; Ha sido una desgracia. He estado ayer toda la tarde en la comisaría. Anda prepárame el desayuno y dame el periódico.
Al quedarse solo cogió el periódico y se dispuso a leer la noticia para calmar sus nervios.
…Berta Bustillo: que así se llamaba la joven encontrada muerta, era una chica nacida en Santander, de buena familia, y que vivía en Barcelona; ya que había ido a vivir allí para trabajar… le había salido un buen trabajo de ejecutiva… Su cuerpo ha sido acribillado a cuchilladas ,35. No faltaba ninguna joya ni ha sido violada. Los zapatos estaban tirados entre los arbustos… tampoco ha sido movida del sitio… La policía cree que podía haber sido un maníaco…
Se reclinó en el respaldo del sillón y se puso a repasar los que le había comentado el comisario Rodriguez.
“─Es casi imposible pensar que haya sido un maniático homicida. Treinta puñaladas no las dan a menos que tengas mucho odio hacia esa persona, lo que hace pensar que es una persona conocida por ella.
“Yo asentía a sus palabras, y pensaba lo mismo que él. Por las novelas policíacas que yo había leído, las puñaladas repetidas eran sinónimo de odio, y habían sido 35.
Al día siguiente obtuvieron los resultados de la autopsia. Y volvió a llamarle para comentar los hechos
“─Lo más extraño es que en la autopsia se ha visto que el arma con que la mataron tiene la hoja en forma de sierra, como el cuchillo de mesa que se utiliza para cortar la carne.
Miré mi Rolex de oro. Rodríguez seguía sin llamarme. Me acerqué a la cocina y tomé un vaso de agua. Cogí el periódico de hacía tres días. En primera plana venía la foto de Berta y un extenso reportaje.
…La joven había venido a las Bodas de Plata de unos tíos, que habían celebrado en el Tenis. Parece ser que a eso de las dos de la madrugada ella decidió regresar a su casa. Se interrogó a los asistentes, principalmente a un antiguo novio. Este afirmó el haber estado hablando con ella, pero no se vio que tuviera motivo para matarla. Su relación había terminado antes de ir ella a Barcelona; e incluso él se va a casar el próximo año. Es más; dijo que el verano anterior le pareció que su vuelta a Barcelona había sido más una huída que otra cosa. Se marchó a la semana de haber llegado. Eso al menos le había dicho una amiga común…
Antonio ya lo había hablado con el comisario, mientras este se paseaba por el despacho, con los pulgares metidos por el cinturón del pantalón como cualquier John Wine.
“─Qué le parece. El novio podía tener viejos rencores ¿no?
“─Sí es muy posible ─le respondí con una voz engolada por la importancia que sentí al contar con su confianza.
“─¿La conocía usted? ─preguntó de sopetón. Lo qué por estar cerca de mí me produjo un sobresalto.
“─Oh, aquí nos conocemos más o menos todos, ya sabe, y la familia Bustillo es de las de toda la vida. Era una chica muy guapa y lanzada antes de ir para Barcelona. A lo mejor alguien la siguió o había quedado con ella en la playa ¿no?
“ Él asintió con la cabeza
“─No es mala idea.
Antonio se entusiasmó al ver que tenía en consideración sus ideas.
“─¿Sabía que se tomó solomillo en la cena?
“─ No; no me lo había dicho. ¿Que importancia tiene eso? ─. Pregunté mosqueado.
“─No, nada. Era una pregunta cualquiera. Me preocupa que los cuchillos de carne del Tenis coincidan con las heridas de las puñaladas.
“─Claro; ahora entiendo por qué menciona al antiguo novio ¿no?
Suena el teléfono, por fin, a las 10 de la mañana.
─¿Señor Solórzano? Es la policía. Le ruega el comisario Rodríguez que se persone inmediatamente.
─Adiós; Filo: no me espere para comer, se puede ir cuando acabe. Hasta mañana.
─Adios señorito: hasta mañana.
Cuando llegué, la cara de Rodríguez, no parecía tan amable como había sido hasta el momento.
─Vamos a ver, Antonio, usted dice que su perra encontró el cadáver ¿es así?
─No digo, es como fue. Si quieren la traigo para que la interroguen.
─No, no hace falta ─repuso, como si la ironía no fuera con él.
─Dice que no conocía a Berta ¿verdad?
─Bueno…sí… la conocía. Usted no me lo preguntó. Incluso en los veranos tomamos algunos vinos por la movida. Ya sabe, por Cañadío y alrededores.
─Ya, ¿y el verano pasado…?
─No fue nada del otro mundo. Yo…
Antonio iba dando datos cada vez más nervioso.
─Usted el miércoles pasado comió en el Tenis ¿recuerda? ─sus ojos profundos me miraron interrogantes.
─Si, ya le dije que comía muchas veces.
─Y comió solomillo ¿verdad? Pese a que el camarero le dijo que tenían una ración de lubina, como a usted le gusta ¿no?
La voz no le salió y se quedó con la boca abierta.
─Usted el verano pasado se sintió ridiculizado por Berta ¿recuerda?
─Oh, eso fue una tontería, ya se lo he dicho.
El sudor comenzaba a bajar por su frente, la camisa estaba completamente pegada a su cuerpo; las manos cada vez estaban más pegajosas.
─Si, lo extraño es que pese a ser una tontería se acuerda del hecho, aunque yo no se lo he especificado. Mira Antonio, dejémonos de tonterías: va a ser detenido por el asesinato de Berta Solorzano.
─Pero… ¡que tiene contra mí!
─La toalla, el traje de baño, el cuchillo. Usted utilizó la toalla para que no goteara la sangre del cuchillo que usted había tomado “prestado” del Tenis, y devuelto la tarde del asesinato cuando se brindó para acompañarme para hacer unas preguntas a los camareros. En la cafetería se agachó como si tuviera el cordón del zapato suelto, y yo los había visto perfectamente atados. Los camareros encontraron un cuchillo de carne entre las mesas, cosa extraña en la cafetería, y más, si tenemos en cuenta, que era el día después del banquete. Aquella mañana se había limpiado todo y colocado las mesas en su sitio
La dejo allí muerta… Usted estaba vestido con traje de baño, cosa que no extrañaría a nadie; ya me corroboraron los vecinos su costumbre. Así que se metió en el agua y limpió la sangre del traje de baño y la toalla. Usted no sabía que la sangre no es fácil de limpiar en una toalla tan buen como la suya. Cuando la vi con la humedad del salitre, comprendí que era muy raro en usted, tan pulcro, el haberla tendido tan mojada de agua de mar; lo más normal, es que lo hubiera echado a lavar. Quizás tuvo miedo que Filo se diera cuenta. Aunque supongo que creyó necesario demostrar lo del baño: y su convicción nos sirvió para poder hacer unos análisis, cosa que hoy, gracias a Dios y a la ciencia, tenemos forma de descubrir manchas de sangre por medio de rayos especiales, y al analizar el ADN de la sangre que encontramos en ella fue lo definitivo. Era la de Berta.
─Usted debe de leer novelas policíacas, pero se le han olvidado ver las series de la televisión ─decía con los dientes apretados─ ¡Por favor! quitadme de delante a este mal nacido, que bastante lo he tenido que aguantar sospechando de él.
Diario Montañes 25 de setiembre
Hoy ha entrado en el penal del Dueso Antonio Solorzano acusado del asesinato de Berta Bustillo el 10 de julio…
El periódico de hace una semana descansa en el suelo de la celda. Un hombre con la barba de hace tres días y el traje de presidiario está sentado a una mesa de madera de pino. Los ojos le giran en sus órbitas. Emprende un monólogo.
Así que ahora estoy en el Dueso, en un departamento aislado, pues temen que sean los mismos presos los que me maten. Quizás fuera lo mejor. Yo ya estoy muerto desde antes que Berta se fuera a Barcelona. Nunca supo nadie del amor que sentía por ella. De su primera burla, cuando balbuceante, a los dieciocho años le pedí que saliera conmigo y ella se rió. Me humilló; lo mismo que el verano pasado; aunque entonces yo la asusté. Ja, ja.
El sonido de esa risa que envuelve locura, retumba en el ala del penal.
Esta vez gané yo, yo. La muy entupida por curiosidad ─según me dijo─ acudió a la cita que le di por la mañana para pedirle disculpas por mi comportamiento del verano pasado. No se creyó el que yo, un ser tan pusilánime, bajara todas las noches a bañarme a la playa con la perra. No se dio cuenta que esa noche iba solo. Fuimos andando despacio por la arena; ella con los zapatos en la mano, escuchando las disculpas que yo la iba desgranando en sus oídos, y me creyó la estúpida. La conduje en dirección a las escaleras para que continuara su camino hacia Puerto Chico. Nunca supuso que el idiota de Antonio le pudiera hacer daño a ella. ¡Ella, siempre ella! Aún veo su cara de asombro cuando la tiré sobre la tupida vegetación y allí lo hice. Aún siento el placer que sentí cuando el cuchillo penetraba en su pecho una y otra vez, entre sus costillas, rompiendo su corazón, como ella había roto el mío. Ja, ja ¡roto, roto, roto…Ja, ja…