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Tal y como habían acordado, al día siguiente a eso de las nueve de la mañana Sara se encontraba en el embarcadero de su mansión habiéndose acabado de reencontrar con todas su amigas a las que hacia dos largos años que no había visto, desde que se marchase a España.
Lógicamente en un primer instante poco antes de zarpar, las bellas chicas se abrazaron y saludaron a Sara muy calurosamente mostrándole así la alegría que sentían al tenerla nuevamente entre ellas.
Pero entonces después de los primeros saludos, la bella joven Sarmiento invitó a sus amigas a que subieran a La Criollita y una vez lo hicieron todas, entonces salieron de las inmediaciones de la mansión Sarmiento adentrándose mar adentro siendo el yate tripulado por la propia Sara.
Al mismo tiempo un poco mas lejos de allí, en ese preciso instante también José Simón estaba en el embarcadero en la parte posterior de la mansión Bolívar, recibiendo a todos sus amigos, y lo hizo con gran alegría y alborozo y con los que además compartió algunas primeras bromas.
- Que bueno tenerte con nosotros de vuelta.- expresó Gabriel muy contento y haciéndolo no solamente por el mismo, sino por el resto de los chicos también.
- Ya se te echaba en falta José Simón, hombre.- afirmó en ese momento Santiago Albizu, un joven de ascendencia puertorriqueña, de unos veintinueve años, también gran amigo del joven Bolívar.- Supongo que vienes preparado para pasarla bien rico, ¿no?
- Oye hasta la duda ofende Santiago, eso ni se pregunta.- contestó José Simón abriendo de par en par los ojos en un gesto como de sorpresa por la duda de uno de sus amigos.- - - Pero bueno señores, ¿qué les parece si mejor nos dejamos de conversación de una buena vez y nos marchamos, si? Acuérdense que mar adentro tal vez haya mas de una embarcación con algunas nenitas indefensas a bordo.
Al escuchar eso el resto del grupo comenzó a reír abiertamente imaginando y ya dando por sentado el supuesto que éste les presentaba. De manera que el grupo de hombres sin vacilar un momento mas se embarcaron enseguida en El Libertador, el nuevo y gran yate del joven Bolívar, muy dispuestos a pasar un muy buen día de primera categoría, siendo naturalmente tripulada la embarcación por José Simón.
Al cabo de unos tres cuartos de hora cuando el joven Bolívar y sus amigos se encontraban enfrascado en la diversión, entonces de repente Adrián que había desviado por unos momentos la vista, pudo observar muy complacido a lo lejos otro yate de similares características al de su amigo en el que podía perfectamente observar que se encontraba un grupo de chicas en bikini, todas ellas espectaculares.
-¡Ay Diosito, no puede ser!
-¿Qué paso Adrián?- interrogo José Simón.
- Miren muchachos, miren la divina vista que tenemos al frente.
-¡Uy si están padrisimas carnal!- apuntó Gabriel, dándole la razón a su amigo.
No obstante en realidad ellos no fueron los únicos que se fijaron, ya que de buenas a primeras y mientras se encontraban tomando tranquilamente el sol en la cubierta del yate de Sara, entonces Raquel reparo en los chicos.
- Uy virgencita, no puede ser.
-¿Qué paso Raquel, viste al hombre de tu vida?- expresó Evelyn, en tono burlón.
- Pues todavía no lo se amiga, pero es muy posible. Miren allá.- indico la bella puertorriqueña señalando al frente a sus amigas.
- Guauu, tienes razón eh amiga, tremendos papacitos- argumento Evelyn.
-¿Los llamamos?- sugirió lanzada, Raquel.
-¡Ay si, si vamos a invitarlos con nosotras, ¿no?- respondió Belén, decidida.
Sin embargo Sara que parecía ser la líder del grupo de pronto les dijo.
- No se...
- Ay Sara, no seas así. No me digas que a ti no te gustaría estar en la compañía de un papacito como esos, ¿eh?
- Claro que si, pero...
-¡Ándale Sara!, no seas gacha, porfa.- pidió Adela en este momento en nombre de todas.
Con lo cual viendo las caras de sus amigas, y en el fondo atendiendo a su deseo afirmó.
- De acuerdo. Pero ah pero eso si muchachas, acuérdense de nuestra primera regla de oro, ¿no?!, ¿a ver niñas, cual es nuestra primera regla de oro?
- Es cierto muchachas, Sara esta en lo cierto, no podemos faltarle a nuestra primera regla de oro.- apunto Evelyn dándole la razón a su gran amiga.
-¿O que paso chicas, ya se olvidaron de nuestra regla de oro?
- No Sara, claro que no, pero...- intento replicar Raquel.
-¿Qué es lo que dice muchachas nuestra primera regla de oro, a ver?- preguntó la joven Sarmiento a sus amigas como una profesora que trata de hacerles recordar a sus alumnas la lección aprendida.
De manera que ante el requerimiento de su amiga todas repitieron al unísono la tan mentada primera regla de oro que ellas mismas habían inventado y que decía que jamás bajo ningún concepto debían demostrar interés por ningún hombre cuando lo tenían delante, sin que éste antes se hubiera acercado a ellas. Y de esa forma fue como todas la repitieron.
- Muy bien muchachas. Pues entonces ya saben, esperemos a que sean ellos mismiticos quienes caigan en nuestras redes.
-¿Pero y si no lo hacen Sara?, ¿y si perdemos tremenda oportunidad, amiga?- interrogo Raquel como preocupada ante la posibilidad de perder la oportunidad de pasar lo que les quedaba de día con unos jóvenes como aquellos.
-¡Ay Raquel, ¿cómo no lo van a hacer amiga?!, mírate, míranos. Estamos súper buenas mujer, ¿cuántos hombres conoces tu que no caigan mansitos ante cinco mujeres jóvenes tan ricas como nosotras, eh?, a ver, ¿dime?- señaló Sara en una actitud de lo más segura de sí misma y señalándose a sí misma y a sus propias amigas.- Te digo yo que esos tipitos nos dicen algo antes de que pase un minuto, te lo digo en serio, créeme.
Ante las palabras tan seguras de sí misma, de sus posibilidades y las de ellas mismas, al fin entonces Raquel pensó que le haría caso y optó por aparentar indeferencia hacia los chicos, ya que como Sara decía seguramente estos serian quienes quisieran acaparar toda su atención.
Y en efecto la bella hija de Doña Fabiola no se equivocó en lo mas mínimo, dado que desde El Libertador, de manera totalmente inmediata entonces en un momento dado fue al mismo tiempo Adrián San Martín, otro de los amigos de José Simón quien reparó en la presencia prácticamente ante ellos de un yate desde el que se podía observar la mas que agradable presencia de cinco sensuales chicas de mas o menos similares edades a ellos.
amigos, los cuales absolutamente todos pertenecían a familias pudientes de la
ciudad, no siempre había sido así ya que una vez los San Martín fueron una de las familias más poderosas y respetadas de Perú hasta que cayeron en declive hasta llegar sí a una posición holgada, pero sin llegar a tener todas las fortunas e influencias de antaño.
- Vaya, vaya, tremenda sorpresa que tenemos delante, ¿no muchachos?, ¿qué les parece? Por lo que se ve, no estamos solos en medio del mar.
-¿De que hablas hombre, Adrián?- interrogo José Simón, dado que en un primer momento no había reparado en la presencia de sus vecinas, por estar distraído hablando
con el resto de los chicos.
-¿Cómo que de qué hablo, que te pasa? Miren el espectáculo que tenemos delante muchachos.- indicó éste apremiando a sus amigos a que dirigieran sus miradas hacia el yate de Sara y sus amigas.
Y claro esta estos no tardaron en hacerlo, y al verlas sus reacciones y comentarios no se hicieron esperar para nada, siendo Gabriel quien rompió el hielo.
-¡Uy no, tremendas muñecotas carnal!
Al haber escuchado las afirmaciones de sus amigas entonces al joven Bolívar no le quedó mas remedio que poner mas atención en el objetivo en el que estos insistían tanto y al hacerlo entonces José Simón pudo tener la misma oportunidad que sus amigos de ver frente a él un yate de mas o menos las mismas características que el suyo que estaba ocupado por un grupo de cinco chicas, a cual mas sexy y bella. Y al verlas lo único que éste fue capaz de decir, fue.
- Vaya, vaya, parece que esto comienza a ponerse mas que interesante, ¿no caballeros?- manifestó el chico.- Bueno pues entonces señores, habrá que ser hospitalarios con las damitas, ¿no les parece?
Con lo cual en efecto y haciendo gala de toda su galantería entonces en lo que respecta a José Simón en un su perfecto papel de anfitrión comenzó a aproximarse hasta un lado del barco justo para poder dirigirse a las tripulantes del yate vecino, las cuales precisamente y viendo como uno de los chicos de la otra embarcación parecía que iba a decirles algo no pudieron evitar ponerse bastante nerviosas.
-¡Ay, no!, miren muchachas parece... Parece que se va a dirigir a nosotras.- expresó una muy nerviosa Raquel.
Aunque entonces haciendo como acopio de valentía y de saber estar, fue justo en ese instante cuando Sara tratando de demostrar mas entereza recomendó.
- Bueno, bueno, ya tranquilícense muchachas, ¿sí? Que no crean que estamos pendientes de ellos, ¿sí? Mas bien... Arréglense, ¿no?- apuntó la joven Sarmiento en un tono de lo más pícaro llevándose sus manos al escote de su pequeño bikini y arreglándose un poco los pechos para juntarlos y darles mas voluminosidad.
Naturalmente al ver lo que su amiga hacia el resto la imitó y siguió tranquilamente disimulando y fingiendo que no habían advertido la presencia de los jóvenes, hasta que precisamente fueron interrumpidas por el propio José Simón.
- Buenos días, señoritas.
- Muy buenos días.- respondió educadamente Sara al ver al joven que tenia delante, sin llegar a recordar que ya lo había visto antes.
-¿Saben?, mis amigos y yo nos preguntábamos, ¿qué hacen unas mujeres tan bellas como ustedes, solas en alta mar, sin la compañía de unos hombres que las protejan?
-¿Protegernos, de que?
- Pues... De cualquier cosa, ¿no temen que puedan ser atacadas por algún animal, un 24.
tiburón por ejemplo?, por esta zona esos animales abundan.- señaló el joven Bolívar hablándole directamente a Sara sin ser consciente de que ya la conocía también, esbozando una seductora sonrisa y siendo ya mas que evidente el juego de coqueteo que se traía con ésta.
Ante el supuesto del chico, Sara intercambio unas miradas con sus amigas mezcladas con unas risitas ahogadas, hasta que al final la joven siguiendo con el juego que él parecía haber iniciado contestó.
- Nosotras no les tememos a los tiburones, no nos dan miedo.
Frente a una respuesta tan directa y osada por parte de la sensual chica, evidentemente José Simón se quedó apenas sin saber que decir hasta que apuntó
- Vaya, que atrevidas, ¿no?
Ante esto Sara no pudo mas que sonreír abierta y seductoramente.
- Por supuesto.
Así después de que ya habían intercambiado algunas palabras y cuando se puede decir que ya existía una buena conexión al menos entre ellos dos, entonces fue cuando el joven Bolívar decidió que era el momento de avanzar en su ataque y le propuso a Sara, aunque evidentemente lo dicho iba para todas.
- Oigan, verán... Los muchachos y yo, estábamos pensando que tal vez les apetecería subir con nosotros a mi yate. La verdad es que nos gustaría mucho que nos acompañaran en lo que queda de día, ¿qué les parece? Les aseguro que vamos a hacer que se la pasen bien chévere.
En un primer momento al escuchar la propuesta del joven, las chicas a pesar de que en su interior estuvieron saltando de la alegría que había logrado captar la atención de unos chicos como aquellos, de todas maneras quisieron tratar de hacerse las remolonas, las interesantes, hasta que finalmente la propia Sara en nombre de todas decidió aceptar la invitación de su interlocutor sin necesidad de preguntarle a sus amigas su opinión a sabiendas de cual iba a ser la respuesta de estas.
- Bueno, ok esta bien, aceptamos su invitación, ¿por qué no?
-¡Estupendo!- exclamó José Simón loco de contento al comprobar que durante todo lo que les quedara de paseo en alta mar iban a poder pasarlo en la compañía de esas cinco chicas tan sexys.- A ver déjenme que las ayude a subir, muchachas.- manifestó el joven Bolívar, muy caballerosamente.
Con lo cual de esa forma entonces las cinco chicas se levantaron de las tumbonas en las que hasta entonces habían estado tomando el sol y conversando para de la atenta mano del guapo chico que tenían delante subir hasta su yate y pasar un muy buen rato en su compañía y en la de sus amigos.
Ya una vez José Simón hubo ayudado a ascender a la ultima de las chicas, y de que ésta le diera las gracias por su amabilidad, pues entonces siguiendo con su porte de caballerosidad expresó.
- Bien señoritas, bienvenidas, siéntanse como en sus casas.
Muchas gracias, muchachos.- respondió Sara en nombre de ella y de sus propias amigas y de echo a continuación y después de haber reparado mucho mejor y más atentamente en su anfitrión la joven Sarmiento lo pensó un segundo y cayó en que éste le resultaba conocido.- Perdona, pero...
-¿Dime?
- Disculpa, pero... Bueno, lo que pasa es que me resultas conocido, no sé... ¿Puede ser que nos hayamos visto antes?, tengo la sensación de que nos hemos visto antes en algún otro lugar.
Al escucharla decir eso y pensar que ésta estaba tal vez usando una técnica que de echo
él mismo había usado muchísimas veces con muchas chicas empezó a reír y argumentó.
- Vaya, yo creía que esa estrategia era exclusivamente mía.
Esbozando una sonrisa que a José Simón se le asemejo la mas dulce y serena, a la par que sensual, Sara replicó.
- Bueno, nosotras también sabemos usas nuestras estrategias, no te creas eh.
- ¿Ah, sí?
- Claro. Pero... No es en serio, de veras que me resultas conocido.- volvió a insistir la muchacha y entonces de buenas a primeras como si acabara de tener una visión o como si acabara de recordar algo importante, se dio cuenta de que el era el chico que le había tan amablemente ofrecido el taxi a su llegada a la ciudad.
- Ya lo recordé. Tú eres el chico con el que ayer compartí el taxi en el aeropuerto, ¿te acuerdas?
Al escucharla entonces este también se acordó de repente.
- Es cierto, tu eres la muchacha que andaba apurada. Si, mira tu que casualidad, ¿no?
- Pues si, toda una casualidad.
- Aunque... Una cualidad... Preciosa, déjame decirte.
-¿Ah, sí?- respondió ella coquetamente.
- Totalmente.
Por unos instante entonces ambos guardaron silencio, aunque este fue roto por Sara que riendo pensó.
-¿Sabes, creo que no nos hemos presentado todavía? Aun no se tu nombre.
- Pues si, ayer con las prisas no te lo pregunte.
Cayendo en la anécdota esta rió y apuntó.
- Es cierto, yo tampoco caí en preguntarte el tuyo.
- Mi nombre es José Simón.
- El mío Sara.
- Bueno, ahora al menos ya sabemos quienes somos, ¿no?
- Pues si, ahora ya si.- afirmó ella no pudiendo ser capaz de dejar de admirar embelesadamente al chico.
Aunque en realidad el sentimiento era absolutamente reciproco, dado que en lo que respecta al joven Bolívar, este también era absolutamente incapaz de dejar de observarla de arriba abajo atentamente y de echo al hacerlo concluyó en que en efecto era una chica realmente preciosa, la más bella que hubiera conocido en mucho tiempo, si es que alguna vez había habido una mujer igual a Sara.
Una vez entonces estos se hubieron presentado mutuamente y al cabo de algunos breves minutos en los que se instauro un absoluto silencio durante el cual ni Sara, ni tampoco José Simón fueron capaces de apartar la mirada el uno del otro, en lo que respecta a él acabó hablando estando al parecer dispuesto a presentar a sus respectivos amigos.
- Oh, disculpen mi torpeza por favor.- argumentó el joven Bolívar aludiendo a sus amigos.- Si me permiten señoritas, permítanme que les presente a mis amigos.
Y éste se mostró dispuesto a hacerlo comenzando por un joven rubio, de ojos azules, de alrededor de un metro noventa de estatura, de complexión fuerte y de ascendencia venezolana al igual que él de nombre, Jaime Miranda.
- Él es Jaime Miranda.
- Encantado, señoritas.- respondió el joven Miranda con una excelente educación.
Al gesto caballeroso del amigo de José Simón estas se limitaron a sonreír simplemente, y de esa manera dejaron que el joven Bolívar continuara presentando a sus amigos siguiendo a partir de Jaime de derecha a izquierda.
- Y ellos, son; Santiago Albizu, Adrián San Martín y Gabriel Hidalgo.
Encantadas de conocerlas, muchachos.- expresó Sara en nombre de sus amigos.
Los encantados, somos nosotros.- señaló Gabriel en ese momento, también esbozando
una sonrisa muy sugestiva.
- Bueno muchachos, pues si les parece yo les voy a presentar a mis amigas, para que las conozcan, ¿sí?- aseguró la joven Sarmiento, con lo que a continuación y comenzando por su derecha comenzó diciendo y señalando a la primera chica que encontró.- Ella es Evelyn Dellanos.
- Gusto en conocerlos muchachos.- asevero coqueta y envalentonadamente la seductora amiga de Sara.- Estoy segura de que vamos a pasarla bien chévere, ¿no es cierto?
De eso, no te quepa la menor duda.- volvió a responder en este caso Gabriel, el cual al ver a la amiga de Sara decidió que esa iba a ser su pareja en ese día, ya que le había encantado la chica.
Al ver a su amigo lógicamente a José Simón no le cupo la menor duda de que éste ya había escogido a su presa. A pesar de que en lo que respecta a Sara, ésta pensó exactamente lo mismo de Evelyn al ver la mirada que le prodigo a Gabriel.
No obstante las miradas de estos fueron interrumpidas por la voz de la bella joven Sarmiento, que decidió continuar con las presentaciones de sus amigas.
- Mmm... bueno, este... Les presento también al resto de las muchachas; Raquel Cantizano.
Ésta evidentemente fiel a su carácter también coqueto y sexy, no lo dudo un momento a la hora de regalarles a todos una muy atrevida sonrisa, aunque en especial ésta parece que ya había hecho su elección en Adrián.
- Y ya por ultimo les presento a Belén Campillo y Adela Higares.
En estos dos últimos casos las chicas no fueron tan atrevidas como el resto de sus amigas, ya que no tuvieron el valor para saludarlos tan atrevidamente y simplemente les
dirigieron unas miradas un poco mas tímidas, sobre todo a Jaime y Santiago.
- Bueno, pues echas las presentaciones.- comenzó diciendo José Simón después de que Sara hablase.- Que les parece si ahora si comenzamos la fiesta, de verdad, verdad.
Indudablemente al escuchar semejante oferta ninguno de los presentes se negó y pronto comenzaron una fiesta en la que el anfitrión saco mas bebidas y se encargó de poner la música más alta para que todos pudieran comenzar a bailar, cosa que hicieron enseguida y fueron algunas de las chicas quienes se animaron primero sacando a bailar a algunos de los amigos del joven Bolívar.
Durante el resto de la tarde, no cabe duda de que todos lo pasaron estupendamente bien; rieron, bailaron, bebieron... No obstante hay que destacar que probablemente los que mejor se encontraban en compañía el uno del otro, quienes posiblemente mejor hubieran conectado, eran; Sara y José Simón, ya que desde que éstas llegaran la pareja no se había despegado un solo momento.
De echo en un momento dado de la tarde Sara y José Simón se encontraban muy a gusto juntos en la proa del yate, después de que éste la hubiera llevado hasta allí para enseñarle la embarcación y de esa manera ambos estuvieron tripulando el yate durante un tiempo en el que rieron abiertamente y es mas ambos dieron muestras mas que evidentes de estar pasándoselo estupendamente juntos, tanto que aunque ninguno de los dos se lo dijo al otro, interiormente ninguno tenia ganas de que terminase ese día.
En cuanto a lo que respecta a Sara, lo cierto era que hacía mucho tiempo que ésta no se sentía tan bien en la compañía de un hombre y precisamente ese fue el motivo por el cual ella no tuvo el mayor problema, ni el mayor reparo en dejar que éste la rodeara con sus fuertes brazos, abiertamente, de echo a la joven Sarmiento le parecía un sueño sentirse rodeada por los brazos de José Simón.
Pero lamentablemente para todos, aunque muy en especial para José Simón y Sara, después de haber permanecido prácticamente gran parte del día todos juntos divirtiéndose y pasándolo muy bien, finalmente les llegó el momento de volver a sus
casas y a la cruda y dura realidad de sus consabidas responsabilidades.
- La pase muy bien contigo hoy, ¿sabes?. Muchas gracias por todo.- dijo Sara despidiéndose de su acompañante.
- No hay que dar las gracias por nada, la verdad es que fue un placer para mi. Me encanto conocerte.- confesó en un tono de lo mas sincero, José Simón.
Agradecida por las palabras del chico la bella muchacha sonrió abiertamente, a pesar de que en tono de broma reprocho.
- De seguro no soy la primera a quien le dices eso, eh. A cuantas mas se lo habrás dicho.
En contra de lo que se pudiera creer, en ese caso el chico no se molesto en desmentir la intuición que ésta tenia sobre eso, no obstante lo que si hizo José Simón y esta vez siendo absoluta y totalmente sincero con ella fue asegurarle.
- Con ninguna otra he sido tan sincero como contigo, te lo puedo asegurar, Sara.
- Bueno, en ese caso supongo que debo sentirme halagada.
A esto el joven Bolívar no contesto, ya que no podía dejar de mirarlo totalmente embelesado con la dulzura de su rostro que irradiaba una sensualidad a la par que una .
Serena belleza que para el eran totalmente inusuales, diferente en todas las mujeres que
había conocido hasta ese momento. Y precisamente por eso quizás la chica lo había impactado tanto y se sentía tan sumamente atraído hacia ella.
-¿Volveré a verte?- pregunto el joven Bolívar como con desesperación, dejando mas que patente el deseo tan desesperado que tenia por volver a reencontrarse con ella aún -cuando apenas la conocía y ni tan siquiera acababan de despedirse.
- No se... Tal vez...- respondió ella como queriéndose hacer la interesante ante los ojos del chico, a pesar de que en su fuero interno lo que mas deseaba en esos momentos la joven Sarmiento era volver a ver al chico que la había echo pasar unas horas tan maravillosas.
- Ojalá sea así, ojalá pueda volver a verte pronto, Sara.- expresó José Simón al tiempo que no podía evitar acariciarle la cara a su pareja de ese día.
Ni que decir tiene que el gesto enterneció sobradamente a Sara, y no hizo mas que confirmar lo maravilloso que éste era, se veía de lejos que sabia muy bien como agradar a una mujer. No obstante por otra parte ella pensó que no tenia que hacerse ilusiones, después de todo estaba mas que segura de que no volverían a verse nunca mas.
- Bueno, yo... Nos tenemos que marchar ya.- argumentó ella tratando de coger fuerzas para tener el valor de marcharse de allí.
- Si, claro... Entiendo...- afirmó José Simón.- Nosotros... Nosotros también nos marcharemos enseguida.
de que no podía ser nada importante, después de todo el no era mas que otros chicos que pudiera haber conocido otras veces.
Una vez Sara hubo llegado a su casa, la muchacha entró tranquilamente y saludó a sus padres y a su abuelo cariñosamente, con los cuales intercambio unas breves palabras antes de retirarse a su habitación para darse una ducha antes de bajar a cenar.
Lo cierto es que por mucho que tratara de disimularlo, ni para Don Lorenzo, ni tampoco para Don Fulgencio paso inadvertido el distanciamiento de la chica, ya que durante toda la velada había permanecido absolutamente ajena a todo lo que los demás estaban hablando, no había prestado la mas mínima atención a todos los temas que habían tratado a lo largo de ese rato. Aunque el comportamiento de ella no se debía bajo ningún concepto a que estuviera triste o enfadada, sino más bien todo lo contrario, lo que en realidad le ocurría a Sara era que no estaba siendo capaz de apartar la imagen de José Simón de su mente, si ya estuvo pensando en él desde que lo conociera en el aeropuerto, ahora que lo había podido tratar mas en profundidad, que sabia su nombre, muchísimo menos. La joven Sarmiento no podía dejar de recordar al joven y los fuertes brazos de éste rodeando su cuerpo y de repente se descubrió deseando que los brazos de José Simón volvieran a abrazarla, que su voz volviera a susurrarle palabras al oído...
- Sara, ¿te encuentras bien?- preguntó de repente Don Fulgencio preocupado por el extraño comportamiento de su nieta después de que ésta llegara de su paseo en yate con sus amigas.
Lo cierto es que en un primer momento la chica no escuchó muy bien la voz de su abuelo, ni muchísimo menos lo que éste le decía, por eso hizo falta que una vez más él
patriarca de la familia llamara a su nieta. Y en esa nueva ocasión ya sí la bella y hasta ese momento distraída joven Sarmiento acabó atendiendo a las palabras del hombre.
- Eh...¿Decías algo abuelito?, disculpa no te escuche.
No, de eso ya me di cuenta.- expresó el anciano y a continuación añadió.-¿Oye que te pasa mi amor?, desde que has llegado has estado muy rara, muy distante, como... En otro mundo.
En ese momento entonces dándole la razón a su suegro, Don Lorenzo señaló.
- Es cierto mi hijita, desde que has llegado has estado muy callada.
- Disculpen papá, lo que pasa es que... Lo que pasa es que me duele un poco la cabeza, eso es todo.- respondió la chica dando la primera excusa que se le ocurrió.
-¿Quieres que llamemos a un medico, mi niña?, podemos hacer llamar al doctor Figueroa.- propuso Don Fulgencio preocupado por la salud de su nieta, aludiendo al medico personal de la familia.
- No obstante ésta no deseando preocuparlo, argumentó.
- No, no abuelito, no es necesario. Te lo aseguro. De veras que no es para tanto, es un simple dolor de cabeza, ahorita me acuesto y seguro que se me pasa enseguida, de veras, no se preocupen por mí.
- Si, eso será lo mejor, que te acuestes y descanses.- opino Doña Fabiola interviniendo en la conversación.- Te necesito bien fresca y en plenas facultades para mañana, acuérdate que es cuando comienzas a trabajar en la productora. Espero que no se te haya olvidado.
- Vamos Fabiola no seas tan exigente, ¿es que solo piensas en el trabajo? Sara no se encuentra bien, ya nos lo esta diciendo.- se quejó Don Fulgencio ante la actitud de su hija para con la joven.- Y tu lo único que haces es molestarla con tus exigencias.
- Solo le advierto y le recuerdo cuales son sus obligaciones, papá.
- No creo que haga ninguna falta hija, Sara las conoce perfectamente, estoy seguro de ello.
dijo de pronto Salvador interviniendo en la discusión familiar entre padre e hija, ya que éste se encontraba sentado alrededor de la mesa cenando junto con el resto de la familia después de haber sido invitado por la propia Doña Fabiola. Y es que para la atractiva mujer, éste debía ser tratado como uno mas de los miembros del clan, a pesar del disgusto de la gran mayoría.- Pero creo que Doña Fabiola tiene toda la razón. Opino que ya es hora de que Sara comience a centrarse en la empresa familiar, a fin de cuentas es tu negocio y el de su familia y debe centrarse en el de una vez. Para eso se supone que fue a prepararse a España, ¿no?
No cabe la menor duda de que al escucharlo hablar la molestia tanto de Don Fulgencio, como de Don Lorenzo y hasta la propia Sara fue absoluta y perfectamente evidente.
Tiene toda la razón Salvador.- respondió el anciano patriarca dirigiéndose a su empleado.- No... Debe entrometerse en nuestra conversación. No quisiera ofenderlo con mis palabras, y de veras discúlpeme si mis palabras le resultan ofensivas, pero... Honestamente Salvador, no entiendo que hace usted entre nosotros.
-¡Papá!- exclamó escandalizada Doña Fabiola al ver como el hombre le contestaba a su abogado.-¡No le hables así a Salvador!, es nuestro empleado.
- En efecto, es nuestro empleado. Por lo que se me hace mas difícil entender el motivo por el cual se sienta a comer con nosotros, si no se le permite a Celia que lleva muchos mas años a nuestro lado, ¿por qué se le permite a él?
-¡Basta papá, por favor!, no continúes ofendiendo a Salvador. Si se sienta a la mesa, es porque yo así lo dispongo. su aspecto exterior que tal vez invitaba a pensar que no era mas que una niña mimada.
Algunas horas mas tarde Don Lorenzo y Doña Fabiola se encontraban en su habitación dispuestos a dormirse cuando mientras la atractiva madre de Sara terminaba de arreglarse para meterse en la cama, su esposo entonces de repente le dijo.
- Fabiola.
-¿Dime?
- Quería que habláramos un momento.
Al escuchar eso y el tono que su marido pareció comenzar a adoptar como grave, como si estuviera a punto de decirle algo muy importante, entonces la mujer expresó.
-¿Hablar?, ¿sobre, que?, ¿qué pasa, Lorenzo?
- Escucha, es sobre Sara. ¿Oye, no crees que estas siendo demasiado dura, demasiado exigente con ella?
-¿Demasiado dura, a que te refieres?- inquirió la mujer no llegando a comprender realmente en un primer momento a lo que se podía estar recibiendo su marido.
- Sara ya no es una niña de cinco años. Tal vez no te hayas dado cuenta pero nuestra hija ya creció y se a convertido en toda una mujer, y responsable aunque te cueste creerlo.
- Bueno pues si eso es verdad, que lo demuestre, ¿no te parece?- contestó de manera totalmente inflexible la atractiva esposa de Don Lorenzo.
- Lo hará, ya veras como lo hará. Oye, de veras yo no entiendo porque te cuesta tanto creer en tu propia hija, eh.
Ante el reproche de éste obviamente a Doña Fabiola no le quedó mas remedio que tratar de defenderse, argumentando.
del mundo y no es así.
- Cualquiera que te escuchara pensaría que es una mala muchacha, mujer.
Frunciendo el ceño denotando su hastío por la insistencia de su marido, Doña Fabiola
suspiró y dijo.
-¡Ay por Dios, claro que no es eso Lorenzo, y tu lo sabes muy bien!. Que yo sea algo dura con nuestra hija no significa que en el fondo no sepa ver su valía, claro que es una buena muchacha, pero eso no quita para que me preocupe en aplicarle una disciplina. Sara debe aprender que ya no es una niña, que debe adquirir ciertos deberes, ciertas responsabilidades a fin de cuentas Hispanovisión quedara algún día en sus manos y en las de sus hijos y debe aprender a afrontarlo con disciplina.
- Bueno Fabiola como sea, no me agrado que fueras tan dura con ella durante la cena, realmente.
-¡Ays!, bueno Lorenzo, ¿sabes que?, mejor dejemos este tema por la paz, porque esta visto que no vamos a lograr ponernos de acuerdo.- manifestó la sensual madre de Sara mientras se acostaba a un lado de la cama.
- Si, mejor será. Buenas noches, que descanses, mi amor.- expresó entonces Don Lorenzo dirigiéndose a su esposa para darle un beso en los labios.
- Buenas noches, hasta mañana.- respondió esta, correspondiendo igualmente al beso de su esposo, aunque en el fondo haciéndolo mas por compromiso y por costumbre, que por ganas ya que realmente en el fondo Doña Fabiola no estaba realmente enamorada de su esposo.
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