El frío había llegado por fin a Barcelona y los cristales estaban completamente empañados; en realidad la temperatura era más baja de lo normal para estar a mediados de octubre. Fuera, el viento silbaba lúgubremente agitando las hojas caídas de los árboles, en tonos cobre y dorado, que formaban como una alfombra de terciopelo que cubría las calles heladas. Chris acababa de recogerme de mi clase de ballet, y yo me encontraba de pie sobre la moqueta, vestida con un maillot y un tutú haciendo el tonto mientras él me miraba tumbado en la cama con una sonrisa en los labios. Obviamente ya me había duchado y cambiado después de la clase, pero a Chris le hacía gracia verme hacer algo de ballet y ahí me teníais con mi tutú de cuando representé El lago de los cisnes y mis preciosas zapatillas de punta en satén rosa claro. Hice una última pirouette y luego una réverence, exagerando los gestos para que se riera. Él se puso a aplaudir y se rió; estaba tan guapo que si le miraba era incapaz de ejecutar ni un solo paso. Esa tarde vestía una camiseta blanca muy ajustada con dibujos de calaveras en gris oscuro, de manga larga. Sin embargo, la llevaba arremangada, pues la calefacción estaba demasiado alta, y sus suaves mejillas tenían un delicioso tono rojo manzana. También llevaba un pantalón de pana marrón ancho e iba sin zapatillas, sólo con unos calcetines grises. Su pelo estaba tan increíblemente liso como siempre, y relucía como si hubieran espolvoreado algún tipo de mineral negro centelleante por cada una de sus hebras. Me sacó la lengua en broma, mostrando su piercing.
—Muy bien, eres una bailarina genial —Palmeó la cama para que me acercara y mi corazón comenzó a latir con fuerza. Recuerdo perfectamente que en ese momento sonaba Angels de Within Temptation.
Me tumbé a su lado y él me besó. Su piel estaba muy caliente y suave, y sus labios sabían a fresa. Se apartó lo justo para mirarme y suspiró tristemente mientras me colocaba bien un mechón que se había soltado del moño.
—No quiero irme pasado mañana, Iris... —Me abrazó con fuerza y yo apoyé la cabeza en su hombro.
—Yo tampoco quiero que te vayas —musité con mi vocecilla de niña, dulce y fina. Él sonrió y me miró.
—Adoro cómo hablas y sobre todo tu acento español. Es tan gracioso... —Me besó la punta de la nariz y luego la frente, las mejillas, la barbilla y por último la boca. Noté cómo su pasión crecía, mientras me introducía lentamente la lengua y su mano ascendía por mi cintura.
—Chris —exclamé apartándome un momento, con las mejillas enrojecidas, justo cuando él trataba de bajarme los tirantes del maillot. Debajo, como puede imaginarse, no llevaba sujetador—. Quiero... ya sabes, contigo, pero... quería decirte que soy virgen y... —Me sentí muy violenta y me mordí el labio inferior—. Sólo que lo tengas en cuenta.
Una sonrisa muy curiosa se formó lentamente en el rostro de Chris, y se acercó a mí para susurrarme al oído.
—¿Sabes? Yo también soy virgen.
—¡No! No te creo —exclamé, mientras poco a poco sin embargo, iba creyéndolo y sonreía llena de alborozo e incredulidad. Chris asintió aún con esa sonrisa peculiar, entre divertida y tímida, con los ojos brillantes.
—Sólo Tom lo sabe, los otros creen que lo hice con Ina. Me daba vergüenza decirles que aún soy virgen, aunque reconozco que es una chorrada. Simplemente, quería esperar a estar con la chica adecuada. Alguien de quien estuviera enamorado —Su sonrisa se dulcificó y me acarició con ternura la mejilla. Yo sentí un inmenso escalofrío y cerré los ojos para grabar bien en mi mente aquellos instantes previos.
En aquel momento comenzaban a sonar los acordes misteriosos y de lenta cadencia de Aquarius de Within Temptation, y todo a mi alrededor olía al champú de vainilla de Chris. Es curioso como hay cosas que permanecen en nuestra mente con tal intensidad que nos parece estar reviviendo un momento incluso años después. Ese fue uno de ellos. Recuerdo los nervios, el miedo y la excitación, mi corazón palpitando tan fuerte que cada latido parecía hacer temblar al mundo entero. Recuerdo perfectamente la tersura impoluta del rostro de Chris, enrojecido por el calor, sus labios seductores entreabiertos, mostrando sus dientes perlados, su nariz de muñequito, sus ojos felinos fijos en mí, brillantes. Recuerdo el zumbido de la calefacción, el silbido del viento, la sensación de mis medias rozando contra las sábanas, las manos ardientes de Chris en mi cintura. Pero sobre todo, recuerdo la sensación de euforia, de estar en un sueño, y al mismo tiempo el miedo, el miedo de estar suspendida a mil metros del suelo y no querer mirar abajo, para no ver que quizá de golpe caería sin remedio y me estamparía contra el helado suelo. Todo lo anterior a aquel momento estaba negro, completamente negro, y ya no podía volver atrás... Por suerte ya no podía volver atrás.
Si Chris siempre se había mostrado dulce conmigo, realmente aquella tarde se superó a sí mismo. Cuando apagó la luz y comenzó a besarme, yo sentí miedo, pero él supo cómo hacer que ese miedo fuera convirtiéndose lentamente en excitación, en un deseo tan punzante y doloroso de tenerle dentro de mí que olvidé cualquier manía, vergüenza o duda. Comenzó a besarme por el cuello, dándome pequeños mordiscos, y cuando llegó al maillot, me lo bajó con delicadeza y prosiguió besando y mordisqueando mis pechos, mientras yo creía estar a punto de desmayarme. De ese momento sólo soy capaz de recordar como una ola de fuego que me atrapaba de golpe en su interior y me enloquecía, y dos segundos después ya estaba desnuda y los labios y las manos de Chris estaban por todas partes, volviéndome loca.
Creo que otra cosa curiosa es cómo nos quedamos con el olor de las personas grabado en la nariz. En los meses siguientes que pasé sin la dulce compañía de Chris, su olor me siguió adóndequiera que fuera; el olor de su piel, de su pelo, de su cuerpo. Tenía un cuerpo perfecto, suave, sin apenas vello, esbelto y delgado. En ocasiones, acariciando su piel me daba la impresión de estar tocando seda, y cuando hundía el rostro en sus cabellos, su dulce e intensa fragancia me dejaba prácticamente desmayada de gusto. Me perdí totalmente en el intenso aroma de su cuerpo, como de bebé; todo él despedía un olor dulce y natural, afrutado, delicioso, y me encantaba oír como gemía de dolor y placer al mismo tiempo cuando no podía evitarlo y le clavaba los dientes, en ocasiones demasiado fuerte, por todos los rincones de su tersa y suave piel. No sabría decir cuánto tiempo nos acariciamos y recorrimos con los labios y la lengua, absorbiéndonos el uno al otro, empapándonos con tanta fuerza del aroma del otro que aún horas después su olor permaneció como grabado a fuego en mí, volviéndome loca. Sólo sé que en un momento determinado él rasgó el envoltorio del preservativo y luego se colocó sobre mí; yo me puse tensa y le recibí con temor, mientras él forcejeaba, haciéndome bastante daño, tanto que las lágrimas acudieron a mis ojos, pero al fin se deslizó dentro de mí y cuando comenzó a moverse dejé de sentir el dolor y un frenesí se apoderó de mi cuerpo.
Hicimos el amor tres veces casi seguidas. Cuando terminamos, ya estaba muy oscuro fuera. Permanecimos el tiempo que nos quedaba antes de que yo tuviera que volver a mi casa para cenar muy juntos, aún desnudos, en la cama, enredados el uno en el otro. Yo estaba apoyada en su pecho con las piernas por encima de las suyas, acariciando su suave pelo mientras él recorría la línea de mi costado y de mi pecho con las yemas de las dedos; tuve que pedirle que parara pues estaba volviendo a excitarme y no nos quedaba tiempo para hacerlo una vez más. Hacer el amor con él era una situación casi enloquecedora, pues a pesar de lo mucho que me hacía disfrutar nunca quedaba satisfecha, siempre quería más y más, hambrienta de sus besos y sus caricias, de la sensación dulce y excitante de tenerle dentro de mí y pensar que éramos uno, sólo uno.
4 comentarios:
Bien por tí Myriam. La redacción y las formas son claramente de ese estilo tuyo que tanto nos gusta a tus seguidores. Con unas pinceladas de juventud pero indiscutiblemente tuyo.
Un abrazo
Gracias como siempre, Conradín :P
Ei, ¿cómo vas?
¡Hacía tiempo que no me pasaba por aqui!
Como siempre tu narrativa absorve...
Ei, ¿cómo vas?
¡Hacía tiempo que no me pasaba por aqui!
Como siempre tu narrativa absorve...
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