jueves, 12 de enero de 2012

Una mentira para dos manchas y tres beneficios – Stasa Durdic

Aunque hacía frío ese jueves, incluso una hora después de su llegada el juez caminaba alrededor del hombre ahorcado en un árbol de un campo cercano a una villa. Mientras tanto, el cuerpo fue fotografiado varias veces y el médico terminó su informe sobre el suicidio cometido más o menos a las nueve horas de la noche pasada. Sólo se esperaba que el juez ordenara a la policía que lo quitaran del árbol, lo pusieran en el coche y se lo llevaran a la capilla. Sin embargo, el juez no ordenó nada.

Esperando que llegara su ayudante – éste se había quedado en la villa para traerle una taza de café con el fin de calentarse antes de la vuelta al juzgado ubicado en un pueblo remoto a unos cien kilómetros - el juez pensaba acerca lo que sabía sobre Luis. Primero, la policía le informó que trabajaba en el mismo juzgado pero como ayudante de otro juez; aparte, tenía constancia de numerosos engaños relacionados con los crímenes. Segundo, los curiosos villanos que se encontraban allí le comentaban que, aunque era alcohólico, Luis bebía solamente en bares por las noches y durante esas borracheras, a menudo decía que se suicidaría si su esposa intentaba divorciarse de él. Y tercero, la esposa de Luis - no tenían hijos - había confesado que en los últimos meses le chantajeaba con el divorcio para que dejara el alcohol. Además, hacía una semana por fin ella entregó los documentos y le pidió el divorcio. En otras palabras, el motivo claro para cometer el suicidio, así como la falta de huellas en el cuerpo de Luis, implicaban que no fuera necesario enviar el cuerpo a una autopsia.

Unos minutos más tarde, la llegada del ayudante interrumpió los pensamientos del juez; una vez en el sitio, el ayudante se fijó en el cuerpo y torpemente le dio el café al juez, por lo que éste se derramó en su chaqueta y provocó una mancha negra. Molesto, el juez le preguntó qué estaba pasando y el ayudante le susurró una información beneficiosa. De hecho, Luis, su compañero y amigo íntimo, el martes por la tarde recibió la petición para el divorcio y planificó, después de salir de trabajar el miércoles a las cinco, coger el primer autobús e ir a la villa - a causa de su trabajo se veía obligado a vivir en un apartamento alquilado en el pueblo - y hablar las cosas con su esposa (según las palabras del ayudante, Luis la amaba mucho y con ella compartía todo). Agradeciéndole la información, el juez llamó a la estación de autobuses y se enteró de que el primer autobús después de las cinco salía a las seis. Enseguida preguntó a la mujer si vio a Luis el día anterior. La mujer lo negó. En consecuencia, el juez ordenó enviar el cuerpo para que hicieran la autopsia.

La misma tarde, esperando los resultados en su despacho, el juez explicaba las razones de su decisión al ayudante: “Para empezar, Luis salió del trabajo a las cinco, cogió el autobús no antes de las seis, viajó al menos una hora y media hasta llegar alrededor de las ocho a la villa. Por lo tanto, en una hora no tuvo tiempo de emborracharse en un bar y suicidarse bajo los efectos del alcohol. Aparte de no tener sentido ya que él intentaba ir a casa y hablar con la esposa.” Justo al decir esto, llegaron los resultados de la autopsia. En ellos estaba escrito que en la parte posterior del cuello se encontraron dos fuerte golpes con un objeto contundente el cual le provocó la muerte. El ahorcamiento, según creía el juez, era una forma de ocultar la verdadera causa de la muerte dando a entender un suicidio, por lo que de repente llamó a la policía de la villa. A unos les ordenó el procedimiento rutinario, que arrestaran al único miembro de la familia de Luis, su esposa, y a otros que obtuvieran información sobre ella con el fin de encontrar algo sospechoso. La policía actuó con rapidez y en media hora el juez tuvo otra información curiosa. Los vecinos habían declarado que la mujer tenía un amante en la villa con quien quedaba siempre en su casa por las noches, cuando el marido se encontraba en el pueblo. En consecuencia, el juez empezó a dictar un informe a la vez que pidió un café para celebrar su triunfo: “Luis vino a casa sin avisar a nadie, vio el amante, le atacó - se supone que a la mujer no la atacó si la amaba tanto - y el amante mató a Luis debido al pánico. Por otra parte, si Luis compartió todo con su mujer, entonces compartió también su conocimiento del trabajo, los trucos. Por ejemplo, que la manera de evitar dejar huellas era envolver el cuerpo en un edredón. Luego entre los dos ´ahorcaron´ a Luis ya que uno solo no podría hacerlo; finalmente, hicieron un pacto de silencio sobre todo lo que había sucedido.” Por otra parte, el ayudante escuchó cuidadosamente y después de la explicación tuvo una duda, una vez más beneficiosa: “Pero, señor, si el golpe estaba en la parte trasera del cuello y Luis atacó al amante, la única persona que podía golpearle así sería la esposa, ¿no?”

En ese mismo instante, al despacho entró el policía que había arrestado a la esposa. Asustada, incluso antes del principio del interrogatorio, confesó que había asesinado a su marido con un paraguas estando en la casa con el amante. El juez inmediatamente derramó un sorbo de café sobre su camisa y el informe recién imprimido y casi perfecto, como el mencionado crimen. El ayudante se acercó a hacer la tercera cosa beneficiosa en ese frío jueves: limpiar todo.

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