domingo, 28 de noviembre de 2010

Toda una vida al teléfono

Título: Toda una vida al teléfono
-¡No puede haber estado 15 horas colgado del teléfono sin pausa!- exclamó el sargento asombrado.
-Algunos días estuvo más, hasta 20 horas seguidas- le corrigió al alza su subordinado.
-¿Pero y su familia? ¿Esa gente en que pensaban? ¿No lo tenían vigilado? – El sargento siempre se manifestaba como un campeón de la vida familiar, una auténtica gallina clueca con los suyos, y no concebía, pese a los muchos años de policía que llevaba a cuestas, que pudiera ser de otra manera.
-En cierta manera estaban aliviados con el cambio que había dado, como lo veían más apaciguado en su habitación hasta pensaban que había mejorado, y que las últimas pastillas que les recetó el curalocos de turno estaban funcionando… con los malos tragos que llevaban les parecía una bendición que su hijito se estuviera tranquilito.
-Hasta que llegó la factura, claro.
-Sí, claro.

Arturo les juró estar arrepentido y no volver a hacerlo nunca más. “Y no volver a creer lo que te diga ningún extraño, hijo, pregúntanos antes”. Y Arturo dijo que sí, que les consultaría, aunque se le veía confuso. Sin embargo, pensaba que menos mal que había acabado por contarle todo a su hermana; porque estaba agotado de tantas horas colgado del auricular. Sus padres optaron por dejarlo solo un minuto. Al fin y al cabo la pesadilla ya había terminado, por lo menos hasta que los llamaran a juicio, quizá pudieran recuperar algo de su dinero.

-¿Y qué hacía todas esas horas cuando tenía ganas de mear, por ejemplo? –El sargento exasperado seguía dándole vueltas al expediente.
Su subordinado lo miró con algo de compasión.
-Cada media hora la llamada se cortaba, porque había llegado al máximo. Pero si el chaval no remarcaba inmediatamente, a los pocos minutos le llamaba algún cómplice, para decirle que había causado un daño irreparable. Y entonces él se cagaba en los pantalones y volvía al teléfono.
-¡Cómo se puede ser tan idiota!
-Estaba enfermo, no regía- El subordinado sentía cierta compasión.
El sargento no. A él sólo de pensar lo que aquella familia iba a tener que pagar de sus ahorros (si los tenían) se le revolvían las tripas.

Madame Soraya había justo repuesto la cerradura de su piso hacía una semana y le dolió en el alma que los agentes la forzaran, tan nuevecita que estaba. Una pena, ahora que empezaba a ganar buen dinero, particularmente con aquel cliente tan especial que le había salido últimamente. Más de 6.000 euros en tres semanas le había sacado a él solito.
-Vaya, vaya –dijo un poli, reconociéndola, porque había estado destinado en su barrio nata- Volvemos a las andadas, ¿eh, Luisa?
-Y que ha ampliado el negocio –completó su compañero con ironía. –Ahora ya toda tu familia y amigos se mueren si cuelgas su llamada. Huy, que miedo, ni El Exorcista.
-¡Yo no hice nada!, aulló ella. Y siguió aullando conforme le registraban el piso, y empaquetaban todo para llevárselo. Pero al ver que se la llevaban a rastras, supo que estaba todo perdido.
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En el auricular la voz sigue desgranando mi futuro. Hay esperanza, podría dejar por fin las pastillas, que me hacen sentir somnoliento y estúpido todo el día. Es casi la una de la madrugada, pero el embotamiento ha dejado paso a una especie de paz interior. Todo se va a arreglar. De pronto, un pitido intermitente me anuncia que he vuelto a sobrepasar el límite de media hora al teléfono.

Necesito ir al baño con urgencia, y luego volveré a marcar. Se cumplen las 15 horas de llamadas y aún podré estar alguna más hoy, queda tiempo. ¡Mi familia va a vivir gracias a mí! Soy un héroe, igual que Superman. Le debo tanto a Madame Soraya, que me ha enseñado cómo ser útil y no el trasto inútil en que me había convertido en los últimos años.

Quizá no debí haberle hablado de ella a Elisa, pero realmente ahora que mi vida vuelve a tener sentido no pude contenerme. Le conté todo. Mi hermana algo había sospechado antes, es verdad, al verme estas semanas tan cansado siempre. Lo que no entiendo bien es su reacción, pareció… horrorizada. Quizá no me expliqué bien. Y eso que también la informé de lo genial que le iba a ir a ella en la vida. Madame Soraya me lo había confirmado con las cartas del tarot.

Un ruido en la entrada del piso. Llega gente, ¿quién puede ser? Murmullos de conversaciones y a continuación entran dos personas en mi cuarto. Con uniforme. Me hacen preguntas sobre el teléfono, sobre Madame Soraya. Veo a mis padres detrás de ellos, y a mi hermana. Mi madre llora, ¡qué raro! Elisa parece muy enfadada, y también mi padre.

-¡ES una estafa, hijo, una estafa!, me grita apenas termino de contarles. ¿De qué habla? Los policías apuntaron todo lo que les dije y se volvieron hacia mis padres. Les dijeron que no se preocuparan, que todo iba a arreglarse.

Mi padre también se enfada entonces con ellos.
-Si ustedes tuvieran que pagar 6.000 euros de cuenta de teléfono veríamos si se enfadaban o no- gruñe.

Suena en ese momento el aparato. ¡Vaya por Dios, con todo este jaleo se me había olvidado volver a marcar! Y la vida de mi familia corre peligro si no lo hago, ya me lo ha avisado Madame Soraya muchas veces. Pero antes de que pueda descolgar el auricular, se me adelanta un policía.
-¿Sí, diga? – Y escucha atentamente a la persona del otro lado del hilo. -¿De veras?- y mientras hace señas al compañero.
Instalaron entonces un aparatito súper raro conectado a la terminal. La llamada sigue un buen rato. Mis padres tiemblan y parecen enfermos.

Yo me voy preocupando, ¡otra vez había hecho algo malo sin darme cuenta, seguro!

El policía acaba de escuchar, y cuelga. Se vuelve con cara de satisfacción

-¡La tenemos! –anuncia triunfante.

Mis padres me han sermoneado todo el día, mañana y tarde. No les he entendido todo, pero dijeron que Madame Soraya me había engañado, que sólo me había tenido al teléfono para sacarme dinero, que tuviera cuidado la próxima vez, y les consultara antes… Por fin se han ido y me dejan un poco en paz. Bueno, por lo menos ahora podré dormir. Hasta que vuelva a sonar el teléfono. Un héroe nunca descansa mucho tiempo.

Firmado: María Rosario López

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece un argumento muy original. Es entretenido. ¡Felicidades!

Maria Maymó