jueves, 19 de febrero de 2009

El Maestro mudo y el Maestro que se quedó sin palabras

El viejo monje entró en el monasterio. Le recibió un joven que, después de dedicarle la correspondiente reverencia, le acompañó hasta el patio donde le esperaba el Maestro Lub Seng. El anciano había recorrido un largo camino para visitar, después de más de 30 años, a su compañero de la infancia. Éste, Lub Seng, había llegado a convertirse en el sabio más respetado de toda la región a pesar de que era mudo.

Al verse, primero se saludaron respetuosamente y a continuació se abrazaron con gran alegría. Los dos tomaron asiento cerca de la fuente que ocupaba justo el centro del gran patio. Durante unos instantes se hizo el silencio, roto sólo por el murmullo del agua.

- Mi querido y venerable Lub Seng. Todavía recuerdo los juegos que como niños compartimos, además de las juiciosas palabras que nos dedicaba nuestro Maestro. Ahora somos tú y yo los que tenemos discípulos.
Lub Seng sonrió y asintió.
- En aquella época eras un joven sediento de saber, siempre con tus preguntas, hasta el punto que muchas veces ni siquiera nuestro Maestro te contestaba porque le importunabas. Varios años después de nuestra separación, llegó hasta mí la noticia de que habías perdido el habla y aunque sentí pesar por ti, porque tú siempre tenías mucho que decir, supe que tu silencio perpetuo tenía algún motivo y ahora ¡ya sé cuál es! Lub Seng, ¡eres el Maestro más admirado y considerado a pesar de tu mutismo!
Lub Seng alzó la vista y los rayos del sol iluminaron su rostro.
- A menudo, mis discípulos me ponen en verdaderos aprietos, tal y como tú mismo hacías con nuestro mentor y es ahora cuando le comprendo: escoger las precisas palabras para que éstas hagan que alguien llegue a la verdadera comprensión, ¡ardua tarea nos ha sido encomendada!
Lub Seng se levantó, dio unos pasos, se quitó las sandalias y después de meter los pies en el agua de la fuente se quedó quieto allí mismo mirando a los ojos a su compañero, que tanta distancia había recorrido para saber el secreto de su sabiduría, abrió la boca y dijo:
- Mi querido y venerable amigo. ¿No son a caso las palabras los límites de la expresión del espíritu? ¿No encierran a caso el significado de todo, echándolo a volar habiendo antes desplumado sus alas? ¿Quieres hacerle comprender a alguien lo que es el agua? Entonces haz como yo y mete tus pies descalzos aquí. Muéstraselo, llévale hasta la fuente. Hermano, yo no soy mudo, tan solo nada puede ser realmente explicado mediante palabras.
- Pero Lub Seng, ¡no doy crédito! ¿Cómo puede ser que sin decir nada seas el Maestro más respetado?
- Porque nadie me escucha pero todos me observan. Si pretendes ser un buen maestro, entonces deberías prestar más atención a tus actos y no tanto a tus palabras.

Y de nuevo se hizo el silencio entre el Maestro mudo y el Maestro que se quedó sin palabras.

Judi Cuevas

6 comentarios:

Juanmi dijo...

Técnicamente me parece correcto. Se entiende, es ordenado y tiene un ritmo muy adecuado.

Pero son otras cosas las que hay que valorar de este relato Judi. Aún en su sencillez, lo que cuentas es quizá una de las lecciones más importantes de la vida. Porque la experiencia es lo único que enseña de verdad, ya que las palabras nunca son lo bastante precisas. Y porque decir, se pueden decir muchas cosas, pero las palabras se las lleva el viento. Lo que cuenta es lo que se demuestra, lo que se hace. Porque "Esperar no es una acción", verdad?

Muy bueno el mensaje Judi, me ha encantado, de verdad.

Judi Cuevas dijo...

Gracias Juanmi,

después de releerlo no sé si queda muy claro que tanto uno como el otro son "maestros". Además, quizás tendría que haberlo hecho de una manera que impactase más cuando el mudo habla...

Bueno, en realidad, siempre, lo que más me interesa es saber si se capta el mensaje que pretendo transmitir y veo que sí. Muuuchas gracias

Aula de Escritores dijo...

Judith,

No sé de donde sacas estas ideas, es increíble. Me ha gustado mucho, es muy original, además como soy medio budista, la verdad me ha llegado al alma.
felicidades maestra!

Irène

milagros dijo...

Un relato lleno de mensaje.
Muy bonito.

Mariano dijo...

Bravo Judi. Una enseñanza en un relato sencillo y con las palabras justas. ¿Cómo puede caber tanta profunda en tan poca superficial? Sin duda, la respuesta está en la sabiduría del monje (y la tuya).Felicidades.

Anónimo dijo...

El relato de "Los seres obnubilosos" nos muestra también una lección muy importante, aunque de forma, quizás, menos evidente.
Sigo siendo un "fan number one" de las moralejas budistas pero prefiero lo sutil, lo que se muestra sin un decir explícito.
Pero Judi, me ha gustado tu relatillo, no creas...
Un saludito,
Monky