viernes, 27 de febrero de 2009

El ladrón

Mar Solana

Haciendo gala de una presteza inaudita en ella, planeó. Más bien levitó, si uno lo observaba desde lejos, durante apenas unas décimas de segundo sobre los cuatro escalones metálicos del autobús. Se abalanzó sobre aquel que creía su presa. Cogiéndole por las curtidas solapas de lo que parecía un abrigo de piel, le espetó─: ¡devuélveme lo que me has quitado en el autobús, desgraciado!─ Algunas personas que pasaban por allí, las que esperaban en la parada y todas las que iban apeándose del autobús, se arremolinaron, expectantes, alrededor de la extraña y a la vez, cómica pareja.Era una mujer muy joven, delgada como el tallo de una flor. Tenía el pelo castaño con irisaciones de color granate. Su mirada, perdida y vidriosa, se enfocaba a través de unos ojos verdes que con la indolencia que pesa sobre una vida plagada de pesar y despropósitos, se habían negado ya a refulgir. ─ ¡Qué me des ahora mismo lo que me has quitado, sé que has sido tú, ibas a mi lado sin perder un detalle sobre mí durante todo el viaje!─ le volvió a interpelar con exasperación y sin dejar de zarandearle─. Sintió, a pesar de la presión de sus puños contrariados, apretados en las solapas del interfecto, la suavidad característica de una buena piel y pensó: “¡Guau!, ¡menudo abriguito para un chorizo de poca monta…creo que aquí algo no va bien!”Mientras, un viscoso hilillo de baba se deslizaba, patético, por una de las comisuras del zarandeado. Con la lengua extendida fuera de la boca cual persiana granate y gelatinosa, jadeaba sin descanso. Sus grandes fauces exhalaban un aliento espeso y pútrido. Unos ojos negros como el carbón y redondos como pelotas se clavaron suplicantes en los de ella. Intentó zafarse de aquellos puños iracundos haciendo unos extraños aspavientos con unos delgados y peludos brazos. Los movía sin control alguno, a modo de convulsiones desesperadas. Una especie de gruñido lastimero se escapó de su boca como única respuesta hasta el momento.─No me vas a dar lo que me has quitado, ¿verdad?─ le dijo un poco más calmada, pero sin soltar aún aquellas peludas y extrañas solapas─ ¿Estás jugando conmigo?, ¿acaso me estás suplicando? ¡Maldita sea, dime algo, aunque sea para mentirme o para defender tu estima, si es que tú tienes de eso!Las personas que habían cerrado el círculo a modo de improvisados espectadores callejeros, se reían y se dedicaban unos a otros miradas cómplices y burlonas. Cuchicheaban entre sí, juntaban sus palmas como en un aplauso sin terminar y volvían su atención y sus miradas, de nuevo, hacia ese extraño y divertido incidente callejero.De repente, alguien se precipitó hacía el círculo haciendo aspavientos y profiriendo imprecaciones. Era una mujer de algo más de cincuenta años, de formas compactas y con el pelo color ceniza. Estaba furiosa. En su mano derecha llevaba algo que se asemejaba a una correa y que movía en el aire al mismo tiempo que gesticulaba impetuosamente, casi hasta el paroxismo y gritaba─: ¡pero que hace esta chalada, seguro que está borracha! ¿Qué mierda es esta?─ vociferó la mujer a medida que se iba acercando, abriéndose paso entre los curiosos.─ ¡Eh, abuela, sin insultar, menuda boca y vaya ejemplo! Sólo estoy reclamando lo que es mío, ¿vale?─ dijo ella alargando un poco la última vocal en un intento de resultar irónica, o tal vez sensata. Aunque en realidad estaba muy frustrada y enormemente contrariada con todo aquello. Su cartera seguía sin aparecer.─ ¿Y cree usted, señorita, que puede reclamar lo que es suyo a un pobre perro? ¡Vamos, déjelo en paz de una vez, está usted sonada amiga!, ¿no ve que a pesar de su tamaño ha conseguido asustarlo?─ y suavemente cogió a su perro, le enganchó de nuevo la correa al cuello, no sin antes dedicarle unas palabras cariñosas y unos mimos para intentar calmar al pobre animal, un Dogo alemán que parecía de lo más pacífico y entrañable. Un Gran Danés, ahora asustado y huidizo. La mujer, visiblemente más calmada, se alejó de allí con un perro ahora cabizbajo y de caminar incierto. El resto de público que se había congregado allí para disfrutar de aquella súbita pantomima, fue también abriendo el círculo y despejando aquel lugar de humos reconcentrados y ruidos estridentes. Algunos se llevaban su dedo índice a la sien y lo giraban. Otros fruncían los labios y entrecerraban sus ojos en un gesto que contenía desdén y lástima, al mismo tiempo, por aquella joven.
Ella titubeó y dirigió a su público una mirada huidiza, tímida y avergonzada, sin dar crédito o entender todavía lo que le acababa de suceder. Intentó dar alguna clase de explicación a los que todavía se encontraban por allí, pero sus labios y su mente sólo alcanzaron a proferir unas frases entrecortadas e inconexas.
“En este mundo tan extraño que entre todos estamos ayudando a construir ya nada es lo que parece y todo parece nada. Tranquilizantes y alcohol: ¡menudo cóctel funesto!” pensó mientras se alejaba de allí, mareada y confusa, como si acabara de despertar de un sueño. Ignoraba que su monedero se encontraba en el bolsillo derecho de sus gastados y descoloridos pantalones vaqueros.

Villalba, 26 de febrero de 2009.

9 comentarios:

ignasi dijo...

Me ha gustado tu relato. Creo que has descrito muy bien una situación, llenándola de detalles descriptivos que le confieren una atmósfera como mareante, de ensoñación etílico-pastillera que resuelves muy bien al final, haciendo que esa historia contenga dentro de sí misma la historia del perro.
Felicidades

Anónimo dijo...

Me ha encantado tus dos relatos, me gustan los que llevan moraleja. Es genial como describes las escenas y a los personajes,me imagino hasta la cara del perro. "De mayor" quiero escribir así.
Felicidades
Marien

Anónimo dijo...

¡Muchísimas gracias, Ignasi y Marien, por vuestras opiniones!
Es verdaderamente gratificante cuando te enteras que has llegado a los demás, cuando uno escribe para el disfrute de otros, para "derramarse", literalmente, en ellos.
La verdad es que a mí no me gustó demasiado el resultado de este relato, pues cuando me limitan el espacio me siento algo "maniatada", en el sentido creativo de la palabra.
A continuación os paso una cita del libro: "Consejos a un jóven escritor" de Vincenzo Cerami, me ayuda a la hora de inventar historias:
"(...)La realidad suele ser el detonante de muchas historias, por eso el escritor debe estar atento a todo lo que ocurre a su lado. Debe tener una mirada capaz de percibir la realidad, pero también algo más: debe saber encontrar las "grietas" de esa realidad, los huecos que se ocultan en sus esquinas,eso que pasará desapercibido a una mirada fugaz. Es ahí donde está muchas veces el germen de una historia..."

Judi Cuevas dijo...

Hola Mar,

primero te tengo que decir que me ha encantado cuando dices: "era una mujer delgada como el tallo de una flor"
Al leer tu relato te queda una sensación general muy buena, que viene gracias a una idea original que sabes plasmar. Creo que has sabido despistar al lector sobre la identidad del ladrón, puesto que dices que tiene un buen abrigo de piel y luego que se le va cayendo la baba, jejej, vas leyendo y piensas "qué es esto!!"
Por otro lado, solo encuentro un "fallo" en el principio, donde dices que se abalanzó sobre su presa. Creo que es una contradicción, porque en todo caso la presa serí ella, a la que habían robado. Pero esto es solo una frase! me ha gustado mucho todo lo demás :)

Sonia dijo...

Me ha gustado mucho. Me lo he leído una segunda vez, y aun me ha gustado más, sabiendo ya que el ladrón era un pobre perro, jajajaja...
Me ha parecido un texto muy original, y rico en detalles descriptivos.

milagros dijo...

Me han gustado las descripciones en tu relato, sobre todo el de la joven, muy acertado.

Anónimo dijo...

Muchísimas gracias, Judi, Milagros y Sonia. Ya dije que éste no era de mis preferidos, no sé, no quedé contenta como cuando acabo de escribir otros. Pero es una muy agradable sorpresa a la par que enormemente gratificante ver que os ha gustado y divertido.
Judi, quizás tengas razón y desde el punto de vista del lector ella sea la presa (en el sentido de víctima), sin embargo, llamo presa al "hipotético ladrón" para jugar desde el principio con la intriga y porque ella "cree firmemente" que es ese y no otro el que le ha birlado su monedero :)
Muchísimas gracias por vuestros ánimos, ¡es un verdadero placer escribir para todos vosotros!
Mar

Juanmi dijo...

Bueno, bueno... Entre Irène y tú váis a llenar las clínicas psiquiátricas eh? jajajajajaja...

Ha sido divertido de leer, sin duda. Si algo me gusta de tu estilo es que siempre dejas ese sutil mensaje, en este caso, aunque maquillado de alcohol y diazepam, ese juzgar inmediatamente por las apariencias...

Me gusta también tu manera de describir y dar forma a la expresión y la circunstancia.

Pero, como diría Dani, "hay algo que me chirría". Estando tan confundida y tan nublada por la química, no me convence que se de cuenta de que algo no va bien al sujetar el "abrigo" de su supuesto ladrón. Fíjate que ella sigue igual de confundida después de eso, y tan sólo cobra realidad en su mente al final del relato.

Y la conclusión final, yo no la hubiera puesto en boca de ella, no es creible que pueda razonar así en un estado que la ha llevado a confundir a un Gran Danés con un vulgar chorizo. No sobra para nada eh? De hecho me encanta cómo lo has cerrado, pero creo que tendrías que buscarle la vuelta para que lo que ella reflexiona se convierta en algo que el lector entiende, sin necesidad de decirlo abiertamente. Enseñar es mucho mejor que contar, y además, lo harías mucho más creible.

Pero todo esto son sólo opiniones de alquien que, como tú, está aquí para aprender.

Me ha gustado mucho Mar.

Mar Cano Montil dijo...

¡Vaya, Juanmi, vaya estupenda crítica constructiva que me haces! Me gusta cuando nos vamos atreviendo a traspasar el fino umbral de la cordialidad y decimos lo que nos gusta y lo que no, me parece realmente estimulante, de veras.
Bueno, en mi defensa te diré, que aunque estoy de acuerdo contigo en el tema del final del relato y quizás debiera haber "mostrado" más que "explicado", o sea, darle curro al lector, como también me recomendó el profe en sus correcciones. Sin embargo te diré que al "meterme en la piel" de mi protagonista, quise mostrar que todavía le quedaban restos de conciencia, o sea, que no iba super pedo de ingresar en urgencias o en un psiquiátrico y todo eso, por eso pudo intuir que algo no estaba bien en aquella escena, como si ella "se saliera" (su conciencia) para verlo... No sé si te estoy liando más o esta explicación te aclara algo, en todo caso, ¡por favor que no te chirríe más y a Dani tampoco, dejemos eso para los coches y los trenes, jejejejeje!
Juanmi, muchísimas gracias por tu sinceridad y gracias también por tu invitación al blog. Lo he estado echando un vistazo y tiene una pinta estupenda, como todo lo que escribres con la pluma de tu corazón, no dudes que te visitaré a menudo.

Aprovecho este ¡supercomentario! también PARA INVITAROS A TODOS LOS COMPAÑEROS BLOGGEROS A MI NUEVO BLOG, aunque todavía está a medio construir, pero todo se andará...

Un fuerte abrazo para todos y uno especial y grandote para tí, Juanmi.

Mar