martes, 2 de diciembre de 2008

EL GENIO DALÍ

Sonó el teléfono, otro ladrón de tiempo, -pensé-sin apartar la vista de mi paleta, el ocre y el rojo iban tomando consistencia después de un arduo proceso, el matiz me estaba convenciendo. El teléfono seguía sonando pero, ahora, no pensaba abandonar mi lienzo.
Un paso atrás, dos, perspectiva… no está mal pero, tampoco está bien. El teléfono dejó de sonar. Absorbiéndome en lo abstracto de mi lienzo, el rojo-ocre adquiría la forma de lo que iba a ser mi elefante número cuarenta y cuatro.
Entre las cortinas rompía el día, me acerque a la ventana encendiendo un cigarrillo que saboree como si fuera el primero de la mañana, que ironía, pero me sentía en paz, mi elefante “44” acababa de nacer. Consumiendo parte de mi vida, la triste ceniza se escapaba al vacío, a un lado y a otro no aparecía mi querido cenicero, claro que no le culpo, como siempre a rebosar de mis propios delitos de nicotina y alquitrán. Me entristecía verle así. Si Dalí despertara de su letargo acabaría por tirarme el cenicero a la cabeza, así que, aunque solo fuera por respeto a un Genio dormido, me acerqué a la cocina y le dí un merecido reconocimiento.

No vayas a utilizarlo para apagar tus colillas- me había dicho Rogers el día que me lo regaló-
Y, ¿Por qué no? ¿Qué otra utilidad puede tener un cenicero sino para descansar las pruebas de tan sublime vicio?
¿Y tú te haces llamar artista? Este cenicero tiene su historia, hace muchos años, Air India encargo un diseño a Salvador Dalí al que bautizó con el nombre de, “Cenicero elefante”, solo 5.000 piezas, todas numeradas.
¿Un cenicero en forma de elefante? ¿Air India? ¿Dalí? ¡Que ironía! Elefantes, India, tabaco, ceniza, colillas, cenicero…que extraña combinación para un Genio.

Sin embargo aquel obsequio acabaría por marcar mi vida. La simple idea de aplastar colillas sobre el lomo de un elefante me había obsesionado hasta tal punto, que desde entonces mis lienzos solo reflejaban diferentes posturas de ese animal.
Consumiendo cantidades inconfesables de nicotina se había ido convirtiendo en mi musa, mi compañero de insomnio, mi consciencia, mi otro yo. Uno frente al otro, noche tras noche, su mirada siempre desafiante y por supuesto rebosante de colillas. Jamás se quejó. Como cada mañana, vaciaba las culpas de mi delito mientras le acariciaba el lomo, él siempre acababa por perdonarme, envejecíamos juntos y me recordaba que era una especie en peligro de extinción.

Absorto en mis pensamientos y desalojando colillas, volvió a sonar el teléfono. Poco a poco fue deslizándose, escurriéndose por mis entrañas, cayéndose al vacío y multiplicándose en mil pedazos.
El teléfono seguía sonando.
¿Quién es?
Soy Rogers. ¿Cómo estás?
De luto. ¿Cómo quieres que este?
¿Por qué? ¿Quién ha muerto?
Mi elefante .Acabo de asesinarlo en mil pedazos y con él mi cenicero.
¿Te has cargado al “cenicero elefante” que te regalé?
No. He matado mis noches de insomnio, mi musa, mi consciencia. Estoy de luto y voy a dejar de fumar.
Tampoco exageres, solo era un cenicero.
Ya lo ves, él tenía razón, somos una especie en peligro de extinción.
Àngels Enrique

3 comentarios:

Juanmi dijo...

Me ha encantado el mensaje, que enseña el verdadero valor de lo material. Las cosas no valen lo que cuestan, sino lo que significan para nosotros.

No me ha convencido quizá la forma de contarlo, pero creo que se entiende bien, y desde luego lo rematas estupendamente.

Insisto, me quedo con el mensaje, que me parece precioso.

Aula de Escritores dijo...

Hola
me han encantado estas expresiones como:

rebosar de mis propios delitos de nicotina y alquitrán.

¿Qué otra utilidad puede tener un cenicero sino para descansar las pruebas de tan sublime vicio?

Son geniales, humorísticas y muy originales.
Suerte
Irène

Aula de Escritores dijo...

Saludos.
Me ha gustado mucho, en muy pocas líneas me ha transmitido mucho acerca del personaje, de su forma de pensar y de sentir.
Sí que es verdad que el último párrafo me lo he tenido que leer otra vez, ya parecía que lo que se había caído era el teléfono. Aunque era evidente que no, jeje.

Felicidades!
Manuel Santos.